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163- Morir por la libertad. Por lludwig

La periodista Monica Iordache recoge en el ejemplar del 17 de noviembre del 2004, unas interesantes reflexiones sobre el que fuera el último congreso del Partido Comunista de Rumania. A juzgar por las mismas, parece ser que el régimen era inconsciente del peligro que le acechaba.

Pocos meses más tarde el propio dictador, Nicolae Ceacescu y su esposa y colaboradora Elena, morían fusilados ante las cámaras de la televisión pública. Más que de una medida ejemplarizante se trataba de evitar que antiguos adeptos trabasen con su apoyo al antiguo líder, el progreso de una revolución que ya se anunciaba imparable. No obstante en aquel XIV y último congreso del PCR, los acontecimientos se desarrollaron siguiendo el guión previsto. El camarada Nicolae fue reelegido unánimemente entre aclamaciones de los presentes. Para ello se podría encontrar explicaciones como que El Partido, el único, estaba aquejado de una fuerte piramidalidad, es decir, a los congresos sólo asistían los miembros electos y éstos sólo lo era si demostraban probada fidelidad al régimen, partido y líder.

Según recogen las actas, el camarada Presidente habló y habló, incansable como se esperaba de él, durante más de seis horas consecutivas. El camarada por antonomasia, desgranó uno por uno todos los problemas que afectaban a la patria, y no ahorró críticas propias, que nadie de los allí reunidos pudo creer ciertas. En aquel estado-prisión en que se había convertido la antigua Dacia romana, nadie ignoraba la realidad de la calle y el Partido era tan sólo una vía para el éxito, para la gran mayoría la única posible. Siguiendo también el guión preestablecido, el camarada cosechó durante su alocución epítetos del tipo “benefactor del pueblo”, “genio insigne”,  “padre de la patria”, “protector de los desvalidos”, “salvador de las masas populares”, etc. Omitimos reproducir pasajes textuales del discurso del camarada pues una somera enumeración de los mismos serviría para confundir a las mentes más despiertas: un régimen que maquillaba la precaria realidad social con fanfarrias triunfalistas, no podía sino utilizar un lenguaje alambicado y monocorde, grandilocuente pero monocorde. Para definir el tipo de lenguaje utilizado por el Partido durante sus manifestaciones o cualquier tipo de expresión bien escrita que oral, el pueblo acuñó el significativo marbete de “limba de lemn”, es decir, lengua de leño, lengua de estropajo, lengua inexpresiva, huera.

Como alguien que durante años ha tenido y la obligación de aprender a llenar los espacios del tiempo público, el camarada por antonomasia, sabía también, en ocasiones, arrancar aplausos espontáneos. Dirigiéndose a los presentes y arrancando la vista del papel en el estrado, exclamó que la naturaleza, también ella, era socialista. Paladeó el breve desconcierto del auditorio, antes de dirigir la mirada a la claraboya sobreelevada del techo, desde la cual se filtraba la luz de un día de noviembre inusualmente claro para la época del año en la que estábamos. Luego continuó diciendo que igual que las nubes se habían apartado para dejar paso al sol en el glorioso día en que se reunía el especial congreso que debía dar forma a una nueva manera de enfocar un futuro que se presentaba especialmente convulso, también éste se abriría de manera radiante ante el empuje de los camaradas del Partido, que como bien es sabido, tan sólo querían el bienestar de la Patria. En la mente de todos flotaba el fantasma de la caída del Muro de Berlín. El este de Europa y las naciones socialistas o sovietizantes,  pues nunca quedó muy clara la preeminencia de un aspecto sobre el otro, ardían en revueltas en aquel final de año fatídico de 1989, de Bulgaria a Checoslovaquia, de Polonia a los Balcanes, que ya empezaban a anunciar una década de conflictos que antaño justificasen las palabras del dirigente británico Winston Churchill: los Balcanes producen más Historia de la que pueden digerir.

Terminado el congreso, los compromisarios volvieron a sus lugares de origen con las mismas dudas de siempre. Dada la rapidez con la que se desenvolvieron los hechos posteriormente, cuesta creer que muchos de los asistentes no supieran que no había ni habría un radiante futuro para el socialismo rumano. Apenas un mes más tarde, el Partido Comunista Rumano desaparecía en un baño de sangre. Apenas un mes más tarde, el mismo día de Navidad, Nicolae Ceacescu y algunos de sus más cercanos colaboradores eran ejecutados ante las cámaras de la televisión pública. En su crónica, la periodista concluye que la caída del régimen presenta aún hoy en día más sombras que luces. Muchos aspectos siguen sin ser aclarados veinte años después. Hoy sabemos que la elección de un Papa polaco, no tuvo nada de casual ni relacionado con la capacidad del candidato para presidir el Trono de San Pedro; un Papa polaco era la manera de minar desde dentro un régimen presidencialista y autoritario, un régimen incontestable por medios políticos o militares. Si no era posible presentar batalla de manera frontal y política se haría por otros canales. El Sha de Persia, por ejemplo, se dedicó durante décadas a masacrar (en el sentido más literal) a su oposición política, laica, de modo que ésta se fue refugiando allá donde el régimen no lo esperaba, en las mezquitas. En los cortos meses que sobrevivió a su exilio, no paró de pensar cómo fue posible ser destronado por aquel clérigo radical. Hoy tanto el Sha como su opositor, Jomeini, duermen el sueño de los justos, pero tan sólo continúa el régimen del último de los dos. Hoy como ayer, el pueblo persa y otros alrededor del mundo, sufren la opresión y falta de libertades derivadas de un régimen dictatorial, y de poco sirve pensar que antes se sufría por mor de un dirigente corrupto y hoy en nombre de Dios.

Las diferentes fuentes consultadas apenas se ponen de acuerdo en otra cosa que en apuntar la extrema celeridad de los acontecimientos que condujeron a la caída del régimen socialista en Rumania. En la lejana ciudad de Timisoara, la Temeszvardel tiempo del Imperio Austrohúngaro, tomó cuerpo una pequeña rebelión encabezada por un cura de la minoría húngara. Parecía algo demasiado lejano e insignificante como para llegar a la propia capital. Sin embargo, pocos dias más tarde el foco de infección amenazaba ya a la misma capital. La rebelión había ido sumando adeptos entre las numerosas masas de descontentos a lo largo del país. En la hoy llamada Piata Revolutiei, por que allí se coincide en indicar el inicio de la misma, el camarada Ceacescu salió a parlamentar con las masas, enfurecidas, que iniciaron ya el camino hacia el Comitelul Central al Armatei, la vecina sede del Cuartel General de las Fuerzas Armadas. Una orden del cercano palacio presidencial ordenó abrir fuego. No se ha podido determinar si emanó del mismo líder del partido o de alguno de sus cercanos colaboradores. Sí es posible, en cambio, pensar que muchos altos dignatarios del  partido y las fuerzas armadas pensasen que una demostración de fuerza permitiría ganar tiempo, el tiempo de acometer depuraciones, de defenestrar responsables, de hacer creer que se actuaba, cuando en realidad se actuaba para que todo quedase como estaba. Otros quieren creer que se trató de una reacción de autodefensa, provocada por el temor de las masas desencadenadas ante las sedes de las más altas instancias gubernamentales.

Pasado el tiempo los nostálgicos del régimen, dicen que masas de agitadores profesionales pagados por naciones extranjeras, se encontraban infiltradas entre las masas populares que con su acción depusieron el régimen. Para algunos, sería simplemente demasiado tarde y nunca llegarían a ver el alba de un nuevo día no socialista. El absurdo eufemismo del fuego amigo, nunca ha podido encubrir que justo la bala que te mata, es tu enemiga, y que es indiferente que provenga de tu bando o del de tu enemigo. En la principal arteria de la ciudad, la confluencia de la gigantesca avenida General Magheru con Piata Universitatii, se registró una masacre; una miríada de cadáveres sembró el suelo.  El régimen cayó, pero la vida continuó. Hoy Rumania cuenta con pluralidad de partidos pero coincide con el anterior régimen en compartir masas de descontentos y desencantados con un presente que parece dejar intuir un futuro cada vez más gris.

Con motivo del décimo aniversario de las matanzas enla Plaza de la Universidad, y tras una década de imperfecta democracia, las autoridades decidieron instalar una placa de mármol que recordase a las generaciones futuras lo acontecido durante aquel mes frenético del diciembre de 1989. La placa decía textualmente:

Aici s-a murit pentru libertate

Pocas veces, tan poco significa tanto. Al poco tiempo de instalada la placa, y amparado tal vez en la oscuridad de la noche, alguien pintó un interrogante al final de la placa. Un interrogante que parecía querer expresar la frustración por tanta sangre derramada en vano. ¿Aquí se murió por la libertad? … un tono de amarga reconvención parecía emanar de aquella frase alterada en su significado…

Postscriptum – Todo fluye, nada es. No hay mal que dure cien años, ni puede que nadie que pueda venir a solucionar este tremendo maremagnum. Años más tarde vuelvo a pasar por Piata Universitatii y veo que el tiempo ha borrado el interrogante, pero la frase sigue sin recuperar su pretendido carácter moralizante primigenio: en el lugar del interrogante alguien ha escrito… aici s-a murit pentru… capitalism!

Esta vez se trata de una afirmación categórica, que no deja de exhalar un cierto regusto sea de asombro, o peor todavía, de resignación.

Bucarest (4 de diciembre del 2009), domingo por la mañana.

3 Comentarios a “163- Morir por la libertad. Por lludwig”

  1. Merisi dice:

    La importancia de un signo en el significado final. Tu ambientación es estupenda. Al final, coincido, no es un relato de estructura tradicional, per sí muy interesante. Saludos, que tengas suerte.

  2. Hóskar-Wild is back dice:

    Creo que me he equivocado de página. A ver, a ver… Pues no. Una interesante lección de historia que nos recuerda que no hay mal que dure eternamente. Ojo al parche. Oído en barra. Ya me quedo más tranquilo. Suerte

  3. Lovecraft dice:

    Una cuidada crónica periodística que ha servido, a mi al menos, para recordar de nuevo los detalles de aquel episodio tan dramático de la caída del Telón de Acero. No obstante, no creo que a muchos lectores les parezca un auténtico relato.

    Suerte

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