167- El Tirante De Seda. Por Pigmalión
- 30 octubre, 2012 -
- Finalistas del público, Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, muerte, relatos, sueño
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Antes de que sucediera lo que parecía inevitable, me dijo que necesitaba saberlo todo de mí, y, así, llegaría a mí y me llevaría siempre consigo. Y yo le creí. Sin hacer ningún esfuerzo comenzó a desfilar toda mi vida, mis recuerdos se amontonaban uno tras otro a una velocidad de vértigo. No sabía por dónde empezar, se agolpaban tantas cosas que me era difícil decidir a qué tenía que dar prioridad . Sé que mi vida no ha tenido nada de extraordinario, sin embargo, tenía algo especial guardado: un sueño, un secreto, mi secreto. Era algo que había formado mi geografía interior, que había marcado el relieve de mi corazón, y que custodiaba en mi caja fuerte de la que confiada le entregué la llave y pudo entrar en los laberintos de mi alma.
“Yo tenía un sueño… Pero… No, el sueño comenzó antes, creo que salió de los paseos con mi abuela y de las conversaciones que con ella oí. Iba de su mano. Caminábamos unas veces ligeras; otras, pausadamente, disfrutando del lugar y de no tener prisa por llegar a lugar alguno. De vez en cuando, nos encontrábamos con alguna amiga suya: se saludaban, se detenían y se besaban. A mí me dedicaban un “pero qué guapa y qué mayor te estás haciendo” y, rápidamente, comenzaban a hablar de sus cosas, que la mayoría de las veces empezaba con “¿te pasa algo? Te veo triste y desmejorada”, y la amiga contestaba: “es que no lo sabes, hace dos meses que se fue mi marido, Dios lo llamó con él” . Y rompía a llorar sin consuelo. A partir de ahí, a mí se me debía obstruir el oído y el entendimiento: solo las veía gesticular y alzar los ojos buscando dios sabrá qué; entonces yo también miraba hacia arriba, pero solo veía sus cabezas y un cielo vacío. De repente, volvía a oír la voz de mi abuela que le decía: “Ánimo, mujer, la vida sigue y eres joven y guapa; y, encima, tienes unos hijos maravillosos, ¡vamos! Fíjate si tienes motivos para secarte las lágrimas y mirar hacia adelante”. Las palabras de mi abuela en lugar de calmarla solían producir el efecto contrario: una inundación lacrimógena. Mientras tanto yo pensaba: “pobrecita, cómo debía quererlo, y este va y se va”. Encuentros así había casi tantos como paseos dábamos; tanto era así que, incluso, cuando me llevaba al parque, si veía a mi abuela hablar con alguien de aspecto compungido, inmediatamente dejaba de jugar y me iba a escuchar la misma retahíla : “desde que se fue, desde que nos dejó, desde que abandonó esta vida, desde que falta, ahora que ya no está…, etc.” Eran las palabras de siempre, las lágrimas de siempre y el dolor de siempre. A mí, en aquel entonces, oír a los mayores referirse a la muerte con esos rodeos y eufemismos me llevaba loca, sustituyó mis sueños de colores por otros en negro. Alimentaba mi imaginación hasta límites insoportables: si iba andando, miraba al suelo y veía como se abría y me aspiraba con fuerza, al mismo tiempo que escuchaba : “ya no está, se fue…”. Continuaba mi camino, pero ahora en lugar de andar, daba saltos para no ir demasiado pegada a los adoquines; sin embargo, al doblar una esquina un ejército de sombras me atrapaba, mientras oía a la gente exclamar: “¡desapareció…!” Ahora ya no se trataba de caminar ligera o a saltos, sino de correr como un fugitivo despavorido, sin saber de quién huía ni cuál era el destino seguro. Era una huída sin tregua. Cualquier lugar podía ser amenazante. Así no podía seguir: me consumía, me devoraba el pánico. Y casi sin darme cuenta (ahora creo que como autodefensa), cambié no el tema, pero sí el enfoque. Me desvié de la terrible pérdida y me centré en el dolor que producía cuando había amor. Así fue como fue creciendo mi sueño.
Soñaba en ese momento dulce que ablanda nuestro cuerpo y nuestra mente y deja paso libre a todos nuestros fantasmas. “¡Vaya morro que tiene Dios, pensaba, no contento con estar en todas partes, encima no se muere y a los demás qué nos den!”. Si no podía aspirar a que me recordaran siempre viva, al menos que lo hicieran con cariño. Y me encantaba verme muertecita y todos a mi alrededor unidos por el dolor de mi marcha. Mantengo viva la imagen de aquello; pero si intento acercar la lupa de mi memoria se desvanecen, se convierten en manchas. Impresionante recuerdo. No puede ser de otro modo, ya que ni la iglesia, ni los bancos, ni el cura y casi ni yo éramos importantes; los importantes eran ellos, los que habían querido asistir como demostración de que había existido una vida irremplazable y que su recuerdo dulce convertía en amargo su presente. Fíjate, recuerdo, perfectamente, cómo lloraba yo sin consuelo contemplando la escena y cómo llenaba todos mis vacíos e interrogantes sobre mí y sobre ellos respecto a mí. Me entristecía y me deleitaba. Qué a gusto estaba. Me restregaba las lágrimas con la mano y comenzaba a estudiarlos a todos. Empezaba por los primeros bancos, los de la familia, ahí estaban mis padres, de negro absoluto, quebrados por el dolor, sin apenas fuerza para levantarse cuando el ritual lo pedía, parecía que les cayó como una losa mi pérdida. Pobrecitos qué pena tienen. Esas broncas por no comer las lentejas; por no recoger mis juguetes; por no estudiar lo suficiente; por no llegar a tiempo…etc. Aún con todo esto, “¡me quieren!”, pensaba. Ahora me detengo en mi hermana, ¡ay, mi hermanita!, tan mona con su coleta interminable, tan pequeñita y tan triste ya. Un aguacero de lágrimas empaña su rostro inmaculado; y cuando parece que va a acampar, se convierte en rabiosas torrenteras que salpican hasta su respiración; verla a ella así y estremecerme yo de emoción era todo uno y me aseguraba que cuando me buscaba no era para no dejarme ni estudiar, ni jugar, ni tranquila, sino porque era feliz conmigo. Sigo recorriendo el lugar, me detengo en unos bancos más atrás, los de mis compañeras del colegio. Me acerco a Pilar, me sorprende ver que, aunque seria, no derrama ni una lágrima. ¡Con lo que jugábamos las dos con mis cromos! Si bien es verdad que desde que los perdí dejó de venir conmigo; a su lado estaba Patricia, pobrecita mía, qué desconsolada está, parece que se va a ahogar y yo qué ingrata fui con ella: no le hacía caso, me aburría, me lo pasaba mejor con Pilar y ¡mira por dónde…! Detrás de ellas, entre muchas caras borrosas, se encontraba Carolina, rota, apenas podía llevarse el pañuelo a la cara. ¡No esperaba menos! ; a su derecha, Lucía, triste pero entera, sin excesos, dolor el justo y necesario. Estaba recibiendo lo que le había dado: lo justo y necesario.
En líneas generales, me sentía muy satisfecha del espectáculo del que a fuerza de recrearlo y vivirlo cada noche saqué la conclusión de que debía reorganizar mi vida, que en aquel entonces consistió en reevaluar y revalorar a mi familia y amigos: entendí mejor a mis padres ( aunque no siempre estuve de acuerdo y mucho menos acaté); reorganicé mi red de relaciones: volvieron a regalarme cromos y Pilar volvió a quererme ( es decir, a pegarse a mí) y yo con una seguridad inusual en una niña, la mandé a paseo; por el contrario, Patricia formó parte de mis mejores amigas y de ella aprendí que a una amiga no se la valora por la gracia de su verbo, sino por la bondad de su corazón; a Lucía, le di más de lo justo y necesario: ya no escatimé detalles con ella; con Carolina, continué como siempre, compartiéndolo todo. Y qué decir de mi hermanita, valoré sus reclamos con una paciencia infinita, y cuando el infinito se hizo finito, enseguida iba tras ella a pedirle disculpas.
Crecían los años y yo con ellos. Me hacía mayor y al principio solo lo notaba en el dobladillo de las faldas: había que bajarlo continuamente. Después el largo de las faldas ya no tenía que ver con el crecimiento, sino con las modas. Ver los largos de mis faldas en las fotos es casi como fecharlas. Iba pasando el tiempo envuelta en un torbellino de hacer, construir, crear y amar: finalicé el colegio, el instituto y la Universidad; amplié estudios, lugares y personas; me enamoré y desenamoré; busqué trabajo, lo encontré, lo dejé y volví a buscar; me casé, fui madre; me descasé y me volví a casar y seguí siendo madre. Mis relaciones eran como las faldas: las había largas y cortas. Y cuando creía encontrar al mejor hombre del mundo, sin saber cuándo ni cómo ni por qué acababa convirtiéndose en el mayor canalla del mundo. A pesar de todo, abrazarme al amor era abrazarme a la vida. Solamente cuando amamos nos sentimos inmortales. Llenos de todo, hasta de tiempo”.
Cuando terminé me di cuenta de que le había abierto mis pensamientos, mi alma, mi corazón y mi vida de par en par. Se lo conté todo. Y me quedé vacía. pero me compensó ver en sus ojos la mirada atenta de un hombre enamorado. “Has puesto a Sinatra –susurré– sabes que me gusta”. Se alza la voz, la música, la letra: la canción, que nos arrastra a ella hasta convertirnos en una más de sus notas. Me miró, le miré, me cogió de la mano y comenzamos a bailar. Sentí el mundo a mis pies, la luna en el cielo y a él cerca de mí. Cuando estaba al borde del éxtasis busqué sus ojos y solo encontré sombras. Sombras que anuncian abismos. Sentí su mano apoyada en mi espalda como un punzante iceberg que atravesaba mi pecho dolorido; sudaba desesperación, quería hablar y no podía , “ayúdame”, logré balbucear y poco después pregunté: “¿quién eres?”, “cálmate – me contestó, mientras me ayudaba a tumbarme y a recomponerme: me subió el tirante de seda–, ponte cómoda, relajada, déjate llevar; y así, casi sin darte cuenta, te irás como has vivido”. “¡No quiero irme! –grité–, ahora no, me has engañado. ¿Tú también…?” Me revolví, busqué fuerzas, clamé a todo y por todo. Inesperadamente, parece cabizbajo, “¡mírame!”, le increpé, y me miró, y vi, de nuevo, la mirada atenta de un hombre enamorado que me respondió : “¡Volveré!, cuando la vida sea un afán insoportable, cuando ni el amor pueda mitigar el dolor de vivir, cuando solo tengas fuerzas para desearme. Solo entonces volveré y te llevaré conmigo…”
Y volvió a salir el sol y como siempre enamorado del mar.
Gracias por el recordatorio y por la invitación, Pigmalión. La belleza de la historia y de sus imágenes en blanco y negro no morirán nunca. Hoy brindamos en Casablanca, sin duda, por la amistad.
Hoy se cumplen 70 años del estreno de Casablanca, amigos, vamos a celebrarlo al café de Rick,
«presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad». Dies, Morfeo, Bonsái, Rioja, Sol, Isótopo, Lovecraft, don Juan… Y tú también. Todos juntos a conmemorarlo sin guión preconcebido (como Casablanca y como la vida misma). Volveremos a oír «tócala Sam, déjame recordar… Tócala Sam, toca…»
Si no pudierais venir, me ha dicho Rick que no os preocupéis, que «siempre tendremos París».
Tararará, tararará… El tiempo pasará…
Terry:
Me alegra que te haya gustado y muchas gracias por acercarte por aquí.
Muchas gracias, Nico, por tu comentario y por revivir experiencias de tu infancia.
Magnífico relato, magnífica foto onírica de sentimientos reales como la vida misma. Es triste sentirse abandonado cuando uno pierde los cromos, pero tienes razón Pigmalión, es maravilloso ver, día tras día, que el sol enamorado del mar, nos visita atentamente. Enhorabuena.
Lindo relato. suerte
Bugsby:
Eros y Thanatos, que a pesar de estar en continua pugna viven íntimamente unidos.
¿Hay algo más terrorífico que la certeza de que vamos a morir? Dejemos que el amor nos rescate de esa terrible angustia. Nos queda el sueño y con él la literatura que es otra forma de crear vida.
Muchas gracias, Bugsby, por leerme y entenderme.
Agape:
Muchas gracias por tu certera y breve síntesis de mi relato.
Me identifico con muchos de los comentarios. Freud habló de un «instinto de muerte» que nos puede hacer aceptable ese fatal y último encuentro. El artificio literario lo llega a transmutar en presencia amorosa, aunque en el instante del reconocimiento nos deje helada la sangre.
Un énfasis diferente podría convertirlo en un convincente relato de terror
Me ha gustado mucho el relato: la contemplacion en «espiritu» de las reacciones de los asistentes al funeral; la mala suerte de la abuela, rodeada de amigas que atraen las defunciones; y la introduccion de la Muerte como personaje.
Greta:
Muchas gracias por tu voto y me alegro de que te haya gustado. Te he buscado y me aparece un relato: «Noctívago» firmado por Greta ( el apellido no lo recuerdo), me imagino que serás tú. Bien, en cuanto tenga un ratito tranquilo me pasaré por tu rincón y lo leeré…
No tardarás en tener noticias mías. De verdad, agradecida quedo.
Pigmalión
Me llegó cuando lo leí y hoy te dejo mis estrellas…
Este relato q llega al alma merece mi voto y todas las estrellas del firmamento, esas q se reflejan en la mar serena en espera a que alguien las cuenten.
Pigmalión:
Muchas gracias por tu voto. De bien nacidos es ser agradecidos.
Pigmalión:
Porque el amor es mi verdad y, tú lo muestras a raudales, te doy mi voto con diez estrellas.
Y un beso.
Asesino de Morfeo:
Andaba pensando en los relatos que me quedan por leer y el tuyo (del que tengo buenas críticas) es uno de los que tengo pendientes, y mira por dónde te asomas a mi espacio virtual para dedicarme tan amables palabras: muchas gracias y te prometo que el primer ratito libre y relajado que tenga se lo dedicaré a tu historia. Pronto tendrás noticias mías en tu espacio.
Encantadora historia de vida, amor y muerte. Escalofrío final ante la muerte enamorada que coloca, con dulzura, el tirante en el hombro de su amada. Se entremezcla el aliento del poéta (me gusta más ésa palabra que poétisa)en la historia que susurras al oído del lector. Muchas gracias por entregarnos éste trozo de tu alma.
¡Amigo Pigmalión!
¿Habéis leido las últimas novedades sobre el certamen? ¡Tres meses hasta el fallo del jurado! ¡Qué maldición ha caido sobre vuestras plumas inquietas!
¡Tres meses aún de comentarios embozados! ¿Lo podrá resistir la delicada seda de vuestra tirante?
«Largo plazo me ponéis…»
Bonsái:
En mi comentario anterior he puesto Bosnia en lugar de Bonsái por error. Mil disculpas.
Bosnia:
Me encanta la propuesta y el grupo. ¿Asustarme yo, de qué? Es un honor para mí » pertenecer a un club donde me quieren como socio». Muchas gracias..
Pigmalión:
Hola. Soy Bonsái. No te preocupes… ya estamos planeando entre, Dies Irae, Asesino, Lovecraft y algunos más seguir en contacto. Y no te asustes porque yo esté en ese grupo. Lo escrito por mí en este certamen fue un desafío personal. Una de las metas era romper con la dulzura que caracteriza lo que escribo, otra crear un personaje “malo” que fuera querible y por último, pero principal, exponer una realidad muy dura y compleja.
En cuanto haya finalizado el concurso y ya estén los ganadores, nos sacaremos las máscaras y daremos nuestros correos electrónicos para seguir juntos.
Un abrazo muy fuerte. Eres un cielo.
WAF:
Muchas gracias por leerme y por aportar nuevos enfoques a lo ya dicho (¡qué va siendo tanto, tan bonito, tan querido y deseado! ¡Que no paren!). Efectivamente, estoy de acuerdo contigo en la expresión gráfica: yo lo veía mientras escribía. Como dice la RAE: «Dicho de un modo de hablar: Que expone las cosas con la misma claridad que si estuvieran dibujadas».
La belleza del encuentro está en el milagro de ser verdadero.
Jabato:
Muchas gracias por tus palabras. Y por regalarme tu «quejido romántico de un camino lleno de tirantes de seda».
Exquisitamente gráfico, sencillez fresca y cruda con semillas de estupor hacia los mundos abstractos del sentido.La belleza de encontrarse siempre es un acontecimiento supino.Agradado quedo.
Saludos!
Ese tirante de seda, que la vida se encarga con demasiada frecuencia de poner en su sitio aunque no deba, es la
necesidad de cometer una fresca locura. Enamorarse es esa locura que nos llena de vida, y así se cierra cada ciclo.
«Me gusta, me gusta», decía mientras lo leía. Me gusta el recordatorio, me gusta la vida, me gustan los sinsabores y los desvelos, y el quejido romántico de un camino lleno de tirantes de seda… y de vida. Felicidades Pigmalión.
«Cuando mi amante compañero de lecho, que ha dormido abrazado a mí toda la noche, se va con paso quedo al
despuntar el alba dejándome cestas cubiertas con lienzos blancos que llenan con su abundancia mi casa…» ¿habremos de tasarlas?, como dice el poeta, o mejor las aceptaremos como los regalos que son, mejores o peores pero regalos al fin y al cabo.
Isótopo:
Muchas gracias por tus palabras. Me encanta el comentario que me haces.
Isótopo:
Muchas gracias por tus palabras. Me encantan tus elogios, de un gran «cuentista» como tú. Me ha encantado tu relato, ya lo sabes.
Maravilloso recorrido por una vida que es consciente de la omnipresencia de la muerte. Naturalidad sin fisuras en los paseos con la abuela, en los comentarios de esas mujeres mayores, en las reflexiones de niña. Episodios que se suceden y una imagen bella lograda que los subraya: el dobladillo de la falda. Y esa muerte que se acerca al final vestida de amante…
Muy bueno tu relato, Pigmalión.
Mucha suerte,
Isótopo
¡Ay, don Juan, don Juan! A mí volvéis… De vos solo puedo decir que «mención» merecéis. Muchas gracias.
Ms Rioja:
Sí,siempre nos transciende, sin él ¿qué sería del milagro de la vida? Muchas gracias
Y nuestro gran Quevedo: «Amor constante más allá de la muerte».
Bonsái:
Qué razón tienes, solo el amor nos humaniza. Muchas gracias.
«En ti nada más pensó
desde que se fue de ti;
y desde que huyó de aquí,
sólo en volver meditó».
Veo que atas, Pigmalión, con la seda de tu relato. ¡Ah,sublimes halagos que cauterizarán las heridas de tu romántica prosa!
P.S banal 1:¿Te ha gustado el autógrafo?
» 2. «Sol» es el nº 111 (como Atila, rey de los Hunos…)Universitas, universitas…
Una bonita relfexión sobre la vida, la muerte y la capacidad que tiene el amor de transcender y transformar todo.
«lo que a sobrevivir a todos nosotros es el amor» Philip Larkin, (‘Una tumba Arundel’)
Pigmalión:
Siempre digo que el amor es mi verdad y lo defiendo, sí, sin importarme que me tilden de cursi. Me aferro a él con fuerza, es el único que nos salvará y no convertirá en seres realmente humanos.
Buen trabajo y la muerte que llegue tarde, para poder repartir el amor en la vida.
Un abrazo.
Sol:
Tus palabras se leen como un rayo… Qué grande es que te digan que tu historia llega al alma. Muchas gracias.
Hóskar-Wild
Me halagan sus apreciaciones «técnicas», además de parecerle algunas expresiones «realmente bellas». Esto anima y más estando en un certamen con el nivelazo que tiene este,donde los relatos si uno es bueno, otro es mejor. ¿Le había dado las gracias? Muchas gracias.
Muchas Gracias, Casta Diva, me encanta lo de «sutil como el tirante de seda», porque además es verdad.
Casta Diva:
¡Vaya resumen más bien hecho! De diez. Con lo bien que lo has sintetizado todo solo me queda que darte las gracias. Muchas Gracias.
Muy bonito, llega al alma.
El amor es el motor de la vida.
Te deseo mucha suerte y buenos vientos.
Sol
Relato maravilloso de comienzos y finales rodeados de amor por la vida a pesar de los desengaños y sinsabores. Sutil como el tirante de seda.
La vida abrazada a la muerte que la seduce y la encanta y llama a sus recuerdos, que acuden agolpándose como en un embudo, y cuando cree que es el amor verdadero, contempla con horror el verdadero rostro de su amante la muerte, otro desamor, otro desengaño, esta vez el definitivo y contundente final la mira a los ojos, y la súplica consigue enternecer a la muerte que, compadecida de ella, le dice que acudirá cuando el amor no la sujete a la vida. En tan breve relato hay poesía, melancolía, saudade y sobre todo amor, un amor de mujer que derrocha vida. Encantador, sin más.
Está muy complejo condensar toda un vida y las diferentes formas de ir afrontándola en tan pocas palabras y, además, incluir expresiones realmente bellas. No podía faltar una referencia a los hombres canallas. La veda está abierta. Suerte
Mara Gata:
Me gusta tu comentario, creo que es una historia con dos historias más dentro de ella y, si me apuras,casi tres: cada una dentro de la otra. Podrían ser independientes…, pero atravesadas por el mismo tema: de la vida, de la muerte y del amor. Amor, que es lo único capaz de distraernos de lo que, a veces, más que vida parece un infierno. Amor, capaz de hacernos olvidar la certeza de que un día «ya no estaremos», de llenarnos de vida y, así, no mirarla a la cara (¡ay, si la viéramos!), de sentirnos «llenos de todo hasta de tiempo». Y con la ventaja que tienen los sueños (y literatura), seducir con nuestra energía, alegría y amor a la mismísima muerte. Por supuesto, que en esto de la seducción el tirante de seda ayudó mucho. Muchísimo. Como en la vida misma. Y como en la vida misma todo va … al mar. Muchas Gracias, Mara Gata.
«Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir,
tan nunca sentido afán.»
Muchas gracias, don Juan, por tus palabras. Apropiado seudónimo y apropiada obra, ¡qué pena de tradición pérdida! Que el amor nos salve a todos (no solo a don Juan) de la vida, del infierno y «de la muerte» (aunque sea una tregua…).
Estupendo relato que te lleva, a traves de un sueño, a una realidad y a un inesperado final, tan bien descrito, que por un breve momento eres la portadora del tirante de seda.
En este día de literatura olvidada surge,de entre la niebla,tu tirante de seda…
Gracias, Pigmalión, por tu relato herido de vacíos y soledades. Hermoso y cicatrizante.
No te deseo suerte sino un jurado que te sepa LEER.
«Llamé al Cielo y no me oyó;
y,pues sus puertas me cierra,
de mis pasos en la tierra
responda el Cielo y no yo»
¿Qué más puede decirte don Juan camino de su aciaga noche?
Hay muchas puertas.
Y algunos cielos.
Lovecraft:
Muchas gracias por tus apreciaciones. En cuanto al error de «acampar», en lugar de «escampar», ha sido un error del teclado que creía haber solucionado, pero a veces…
Debe ser la muerte…
Dies Irae:
Muchas gracias por tu comentario. Me alegra que te haya llegado al corazón.
Hombre, el tono a veces es un poco afectado, pero se deja leer sin interrupción hasta el final (a pesar de ese par de inmensos párrafos). Supongo que el amante que la despecha al final es la misma muerte. Si no es así, es que no he entendido nada. Revisa algunos detalles de la puntuación y mejorará bastante.
P.D.: la palabra correcta es «escampar»
Suerte
¡Ay, Pigmalión, Pigmalión!
Pero qué bonito y qué romántico y qué dulce y qué triste y qué duro. Y con Frankie y la luna…
Como alguien se atreva a decir que es cursi, le retaré a duelo.
Mis felicitaciones.