19- El candidato (Relato de perfil). Por jokerman
- 28 septiembre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, candidato, perfil, relatos
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Lo reconocí apenas entró por la puerta, a pesar de que no podía verle más que de forma fragmentaria. Me miró de soslayo un instante, lo justo para darse cuenta de que ya tenía un competidor. Tal vez por eso se sentó en el otro extremo de la habitación y, aunque trataba de disimularlo, también estaba pendiente de mí, como yo de él, y empezó a estudiar mis movimientos, mi aspecto, mi comportamiento. Incluso noté un cierto gesto de preocupación en su rostro, motivado sin duda por el hecho de no haber madrugado lo suficiente como para llegar el primero.
Precisamente esa era mi ventaja y me colocaba de alguna manera en un peldaño superior. Pasase lo que pasase después, ya le había ganado el primer asalto, y siempre es mejor ir por delante en el marcador, si se me permite emplear esa expresión. Pero no niego mi preocupación cuando me dio por pensar en cuántos candidatos más se habrían presentado en aquellas oficinas la víspera, y, por qué no, en cuántos más podrían hacerlo después.
Hice como que buscaba algo en mi portafolios, como si repasase toda la documentación que sin duda iba a necesitar cuando me llamasen desde el despacho contiguo. De esta forma lo tenía bajo mi campo de mira, aun cuando era una postura incómoda, con el cuello recto y la vista torcida hacia la derecha. Necesitaba mantener la máxima concentración, no podía quitarle ojo al otro candidato, para evitar cualquier maniobra irregular por su parte.
En el vestíbulo de la entrada los teléfonos no dejaban de sonar, y a pesar de la pared por medio, se escuchaba perfectamente la voz de la señorita que me había abierto la puerta y me había conducido hasta la salita de espera. Era tal el silencio imperante en nuestro cuadrilátero, que sus palabras llegaban hasta mis oídos con toda nitidez. Llamaban preguntando el horario, la dirección, y hasta el nombre de la persona encargada de la entrevista. Pero todos aquellos interlocutores desconocidos no contaban; mi rival era ahora el individuo vestido con calzón negro y con las manos enfundadas en guantes de cuero, que recibía en su rincón las últimas instrucciones de su invisible manager, convertido en teléfono móvil. No importa que en realidad llevase traje azul marino y camisa blanca, con corbata de rayas; no importa que su corpulencia fuese un factor a tener en cuenta de haber sido otra la posición de ambos; ni que sus relucientes zapatos brillasen más que los míos: a buen seguro hubiera cambiado todo eso por poder estar el primero de la lista cuando la secretaria del señor Rodríguez nos fuese llamando por turno.
Ser un candidato implica tener que vivir de perfil, y eso tiene sus desventajas, pero al final a todo se acostumbra uno. Y claro, mientras no encontrase trabajo, mientras siguiera siendo un candidato a cualquier puesto vacante, me resultaba necesario reunir el perfil requerido para dicho puesto. Es un poco incómodo al principio, pero el dolor de cuello se acaba pasando, y los golpes y caídas por calcular mal las distancias y los pasos también acaban por ser parte de nuestra vida.
De forma que esta vez era mi mitad izquierda la que no existía, ni por tanto existía tampoco la parte de la salita que se extendía hacia aquel lado, ni la ventana que daba al patio, ni la puerta que comunicaba con el WC; solamente conservaba mi mitad derecha, la que vigilaba al otro candidato y la que controlaba por supuesto el despacho del señor Rodríguez, que permanecía cerrado y sin síntomas de que su ocupante se encontrase dentro. El otro candidato hacía como que miraba al techo, balanceando nerviosamente la pierna que tenía cruzada por encima de la otra. Debía de estar pensando en alguna estrategia, en alguna fórmula que le permitiera adelantarse a mis movimientos cuando el primer aspirante fuese invitado a entrar al despacho de Rodríguez.
De momento todo estaba en orden, al menos mientras no llegasen más candidatos, porque en ese caso hubiera tenido necesidad de multiplicarme para vigilarlos a todos, y hubiese sido inevitable que se formasen pactos entre los últimos en llegar, a fin de escalar alguna posición a costa de los de delante, y así sucesivamente hasta alcanzar la primera posición. Alguna desventaja tenía que tener ser el líder cuando hay un colectivo de personas.
Al fin se escucharon ruidos en el despacho cerrado, seguidos de una especie de bisbiseo. Sin duda el señor Rodríguez había llegado y era informado de las novedades por alguno de los empleados, al tiempo que repartía instrucciones y asignaba tareas como cada día. Esto hizo que aumentara la tensión de mis músculos; ahora era importante no dejarse comer el terreno por el otro individuo, demostrarle quién era el verdadero candidato, hacerle ver que la puntualidad es un factor esencial para alcanzar el éxito.
Sonó un chasquido en la cerradura y la voz azucarada y musical de la secretaria me invitó a entrar.
– ¡Adelante!
Me levanté como un resorte y alcancé el picaporte. Con una risita de satisfacción, giré el pomo mientras miraba de perfil al otro candidato y me introducía en el despacho. La victoria no se me podía escapar ya.
– Buenos días. Viene usted por lo del puesto de ayudante, ¿verdad? –ahora era el mismísimo Rodríguez quien hablaba, con una voz ronca y potente.
Asentí con la cabeza.
– Túmbese aquí –me indicó, ataviado ya con su bata y su instrumental de trabajo, señalándome la mesa de operaciones. Y mientras me ponían una bola de algodón y un pedazo de esparadrapo en la boca y me ataban las manos a la espalda, a mi derecha pude distinguir una placa colgada en la pared en la que, tras el emblema de no sé qué Universidad y la firma de no sé cuántas autoridades, podía leerse:
Adolfo Rodríguez Sarabia.
Médico forense.
Especialidad en vaciado de cerebros.
Impresionante final para una historia que en algún momento parece ser repetitiva. Se comprende al final tanta explicación de la entrevista y el oponente. Me ha gustado, original.
Suerte.
Jokerman:
Original.
Muy bien escrito.
Y un final escalofríate.
Un abrazo.
No puedo negar que no me esperaba el final.
Suerte.
Hola, jokerman.
Sólo con tu seudónimo, me temo lo peor. El humor al uso no es lo mío. Ni al desuso, me temo. No puedo, pues, dar una impresión favorable en cuanto a lo que cuentas.
En cuanto al cómo lo haces, sí. Una escritura sin tacha que demuestra que, en otro «perfil», podría hacerme disfrutar.
Suerte en el concurso.
Sí, primero explotas el juego de palabras y al final me pones una bola de algodón, un esparadrapo en la boca y me atas las manos a la espalda, de modo que a la derecha sólo puedo distinguir:Siguiente: 20-Un interludio antes del trabajo. Por Anónimo7.
Y hacia allá me voy, no sin antes desearte suerte y celebrar tu ingenio.
Si lo tomamos al pie de la letra, es una buena historia de suspense surrealista. Si dejamos algo más de espacio a la imaginación, una certera alegoría sobre la desconfianza y la necedad del ser humano. Muy original el uso que haces de la palabra “perfil” con ese doble sentido.
Suerte para el resto del certamen
Parece que dió el perfil, o no?.Esa manida expresión que a veces va tallada con tanga o bragueta.Podían utilizar otro término para decirte si cuentan o no cuentan contigo.Un poco complicado pero sentí alivio cuando le taponaron la boca.
Espero que de el perfil y sea seleccionado.Parece laborioso.
Muy ingenioso; y sí, para ciertos trabajos, muchos jefes prefieren a los subordinados con el cerebro vaciado. Suerte.
Muy original; tanta prisa por ser el primero cuando, en la mayor parte de las ocasiones, es mejor ser el último y quedarse. De todas formas, con esa manera de pensar del candidato, poco tendría el buen doctor que vaciar. Suerte