219- Sólo para doctos ( y licenciados en Sigüenza). Por Basilio Solulinake
- 3 noviembre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, doctos, relatos
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Lejos de poseer una sexualidad de tipo transversal me estoy enamorando de Pedro Antonio*. Y dela Comendadora. Y del Juez Zarco. Y de Gil Gil, que no hay que confundirlo con la personalidad vítrea de tipo ecuestre aunque sin cuadrúpedo que preside la urbanización de Los Ángeles. ¿L.A.? No, de San Rafael.
Años ha que abandoné a la bella Quiteria por los Montesclaros y los Rionuevos ¡Y pensar que durmieron luengos años en mi casa y yo sin prestarles la atención debida! Y ahora me encuentro esa misma edición de Cátedra (siempre recomendada por A. Reino Alcolado) groseramente rebajada en Aida Books and Moore. En la Biblioteca Pública de Segovia, una dulcísima cárcel en la que durmió el Fénix, también se encuentran libros de esa ONG o Fundación tan particular ¿Casualidad o cuitas del funcionario?. Las colaboradoras se dan cuenta:
-Que bien suena lo de “And Moore”-recalcan con un inglés perfecto- propiciado por un clientelismo de enlace entre organización no gubernamental y organización no gubernamental, como los afluentes de un río; bien, por la tupida red de contactos con los que estas falsas dependientas o cooperadoras innecesarias con su inglés fastuoso se encargan de enfatizar. Naturalmente las envidio, no sólo por su pronunciación sino por el dominio de esa urdimbre (palabra patética para un cuento, pero no sale otra) que les permite migrar de fundación en fundación. De todas las nacionalidades posibles irlandesas, italianas…¿ Cuál es el hálito de su subsistencia?
Con toda probabilidad el insólito parado que inhóspito se asila mediante este colaboracionismo sufragado también por sus impuestos, encuentra un techo endeble frente al vendaval de desdichas; en este castillo de naipes abnegado por la reserva de té y pastas danesas, aliñada por una conversación ligera-de ciruelas a media mañana- en donde las madrinas conversan sobre el precio de los pisos en el Madrid de apariencia reinante. Ora recién adquiridos ora alquilados y en cualquier caso desde una perspectiva monetaria y por tanto, egoísta. El parado es ahora un cipayo descontento pero ocupado.
Pedro Antonio es miserablemente saldado cual partícipe coyuntural, enfangado en esos purpúreos almacenes. Arruinan al pobre valenciano que cada jueves de mercado ofrecía su suciedad de baratería a 5 euros 3. Nuestro buhonero, el único que probablemente no haya tocado de joven en ninguna banda de música, compra al peso, intentando limar un céntimo inútil que un proyecto de colaboración en África-que recibe las donaciones sin rechistar- ha hecho fracasar. El hombre, ya, ni siquiera esparce sus tenderetes de los jueves. Aguanta con parsimonia el aviso policial para que afloje el volumen de sus bafles, probablemente denunciado por algún bar de la plaza mayor zaherido porque el alcalde so capa del uso público se ha decantado por el mercado en lugar de la terraza…. El ayuntamiento, los cortijeros ayuntamientos como no queda suelo público por privatizar ahora ahogan las picadas mediante las concesiones privativas.
El pobre Pedro Antonio no se queja, pero yo sí, porque pagué 12 euros pudiendo haberlo comprado por 3, los primeros viernes de cada mes por 1,5.
Abandono con premura los pubs chick de esta ciudadela-localidad porque las colaboracionistas también las frecuentan y son amigas de las gariteras, así que me dirijo hacia mi zahúrda para encontrarme con Pedro Antonio. Una bagatela. El capitalismo en su insaciable avaricia hace que los verdaderos restaurantes persigan a bares y cafeterías en loor de un registro administrativo ordenancista. Es decir, si su nombre comercial está bien forrado con cartelón de R ó BR. En caso contrario, no podrán ofrecer menús completos. Vaya chorrada. Cuando el dinero corría a espumadas se permitía todo, ahora el capital se aferra a una normativa en la que no sólo no cree sino que odia para eliminar a un enemigo mediante la denuncia cuartelera: es de un patetismo insultante.
Leo que Pedro Antonio tiene un allegado que a su vez es Amigo de la Muerte, mientras el vecino de la estancia inferior empieza a discutir con su condesa, vieja y fea. Digna aspirante a rellenar una leonera. Como él-salvajemente inútil- a pesar de su ristra de pisos y propiedades. Balzac lo contó a lo francés. Me coloco mi boinaroska -que me regaló un conocido del PNV-en realidad, no estaba afiliado al Partido Nacionalista, pero omito su verdadera adscripción para evitarme problemas legales-. Es una txapela mágica: me garantiza la invisibilidad. Con resultado similar al obtenido por un ex-amigo, o a lo mejor fue suerte, cuando robó una bandera de askatu presoak una noche de San Fermín en una herriko taberna de Pamplona. Bien lo sé, porque oculté varios años el pañolón en mi cuarto hasta que mi madre se cansó y arrogándose una inexistente autoridad-lo tiró a la basura.
Pero antes de bucear en la auténtica realidad de mis vecinos-probablemente irritada-me doy un paseo sonámbulo por el patio. El gato del americano-escondido entre los pámpanos y como siempre al acecho- me presiente pero no me ve. Y como es un cobardón de tomo y lomo huye-naturalmente-como gato escaldado. Con esa cara de pánfilo que se le queda cuando se fija en algo con insistencia.
Como no queda nada por hacer en ese patio previo a la municipalidad castrense me adentro en ese hogar familiar singularmente desencantado. De un tiempo a esta parte las riñas se han “rutinizado”, fortalecido y sobre todo encolerizado. El otro día, mientras el vecino paseaba a su perra Obama con le pregunté con cordialidad burguesa por su esposa y advertí una cierta torcedura de morro. Como si la pregunta le hubiera disgustado. Obama es una perra cimarrona sin raza aparente. Es decir, anormal. Como es muy vieja camina como un ciempiés. Se había anunciado la celebración de un certamen para mestizos, a Dios gracias una llovizna serena nos privó del espectáculo: la alfombra roja llena de perros callejeros de toda condición. Cada cual más feo y fiero. Obama, pues, también me presintió y empezó con su ladrido rítmico cuando inaprensible me hallaba en el vestíbulo.
La esposa del vecino yacía en una cama pálida como el alabastro. Al lado, un cubo lleno de sangre en una habitación sin mácula mientras un cassette encendido repetía con tono monocorde sus discusiones. Cándido, el mítico Canis, había inventado un sistema parecido: para irse de farra dejaba al criado hablando solo mientras él y su hermano escapaban por el bocarón.
Ignoro el sabor de la sangre por porrón-tal fue la escena-, pero ya conozco la sensación de ver sangre bebida por porrón, de esos de baratura, con el mango labrado y tapón de cordel. Probablemente recuerdo de algún viaje por el Inserso de nuestros costillares a alguna rugosidad panhispánica. Me trajo a la memoria aquel chiste colegial que Queco contaba con delectación.
Un vampiro entra en un bar y pide un tazón de agua caliente, con la consiguiente carcajada del resto de los vampiros allí reunidos. En ese instante saca del bolsillo una compresa usada y la moja en la escudilla.
-¡Hornimans el sabor de una taza de té!-Todavía retumba en mi mente la risada del patio.
El vecino exhalaba un jugoso !ahhh! y como un húsar se pasó la mano por la boca. Ante tamaña falta de educación me volví airado a mi piso en donde me esperaba un oficial y dos policías para desahuciarme, rodeados de una jauría de manifestantes-a los que ni había llamado ni había solicitado su auxilio-mientras forcejeaban contra esta pretendida autoridad. Se produjo, pues, un lanzamiento en rebeldía. Amparado en la boina, tomé posesión de mi piso de nuevo y seguí espiando a la vecindad. Mi vecino pagó las mensualidades tras un chantaje de preciosa caligrafía en pliegos azules o rosas. Buscaba al chantajista, mas no lo hallaba jamás; ignorante de que era el amable vecino que incluso paseaba a su perra Obama. Los Guardias jamás aparecieron por el edificio-al parecer se habían conformado con el mítico carpetazo: otro caso de desaparición. Con ese dinero comencé a pagar la hipoteca; por lo que dejaron de darme la turra, que para eso si que el Capital montaba a sus lomos.
* Nota para iletrados: Pedro Antonio de Alarcón.
Basilio Solulinake:
Suerte en el centamen.
Un abrazo
No tengo muy claro si he entendido lo que quiere contar, pero me gusta como lo cuenta. Y al final, hasta con su punto de denuncia social. Lástima que no me licenciara en Sigüenza para sacarle más partido a esta ocurrencia.
Suerte
Es efecto, sólo para doctos y licenciados en Sigüenza. Lástima que el que sus(escribe) pertenezca al conjunto de los iletrados sea de ciencias. Suerte.
Buenas caballero.Precisamente ayer me aconsejó otro caballero que cierto autor sureño , pero del sur de Norteamérica no me lo recomendaba leer.Más o menos que era inalcanzable por el nivel alto de complejidad de ese autor y por mi nivel comprensivo.Sólo para doctos y puestos en la materia.Usted aconseja lo mismo pero quiero que sepa que lo del asterisco para iletrados ha sido un puntazo, aunque mire por dónde, me imaginaba que se trataba de ese escritor granaino.
Suerte