254- Recuerda. Por Alfred Hitchcock
- 5 noviembre, 2012 -
- Finalistas del público, Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, recuerda, relatos
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– Y éste pequeñajo, ¿sabes quién es?
Álvaro señala con el índice a un niño de unos cuatro años que aparece en la fotografía en blanco y negro que sostiene entre sus dedos. Es muy antigua, con los bordes amarillos cuarteados por el tiempo. Está ligeramente desenfocada pero aún así se aprecia con claridad a un chiquillo con el cabello alborotado que, ajeno a la cámara, ríe a carcajadas. Se agarra con sus dos manitas a la barra que sujeta a un caballo de madera preso en un carrusel.
– ¿Lo conoces?
Paulina mira la imagen con ojos cansados. Se siente un poco aturdida y no le apetece seguir con ese juego. Alza la vista y pregunta:
– ¿Qué hay para cenar?
Álvaro calla. Incapaz de mantener la mirada de la anciana, se levanta de la banqueta, deja el montón de fotos en la mesilla metálica del rincón y se dirige a la salida. A mitad de camino se detiene y vuelve sobre sus pasos. Se agacha para besar la frente cuajada de arrugas de la mujer sentada sobre la cama. Sale de la habitación sin decir nada. Paulina se queda mirando la espalda un poco encorvada de aquel hombre a quien no conoce.
***
Pero, ¿cuándo ocurrió eso? ¿ayer? ¿o fue hace una semana? ¿Más de un mes? Paulina no lo recuerda con claridad, pero la imagen de la criatura de la fotografía ha vuelto a su memoria en este preciso momento porque, enfrente de ella, un niño con una bolsa gigante de palomitas la mira sin pestañear. A pocos metros, un pequeño tiovivo con cuatro caballitos de colores intenta atraer a los clientes con una música estridente que no cesa ni un segundo.
Está sentada en un banco junto a un pequeño jardín de plantas artificiales alrededor de un estanque, en donde un puñado de peces anaranjados nadan aburridos. Frota su muñeca sin parar. La pulsera que lleva le deja una marca rosácea en su pálida piel. Demasiado apretada. Se nota fatigada y un poco mareada por todo el ruido que hay alrededor, por el gentío que cruza de un sitio a otro dentro del enorme centro comercial. Lamenta no haber traído su muleta. Afortunadamente, en la entrada ha encontrado un carrito perdido de supermercado y lo utiliza como andador para desplazarse entre esa marea humana.
El niño no cesa de mirarla ni de comer palomitas. Tal vez quiere montar en la atracción, piensa Paulina, así que busca en sus bolsillos una moneda, pero todo lo que halla es un par de caramelos de fresa que tiende hacia el pequeño con mano trémula. El chico adelanta su mano para alcanzarlos.
– ¡David! ¿Qué te he dicho muchas veces? No tienes que coger nada de extraños. Deja de molestar.
Una mujer de mediana edad acaba de aparecer y arrastra por el brazo al crío, alejándolo de allí mientras le reprende. La anciana se queda con el brazo extendido. Los caramelos se deslizan entre sus dedos y caen al suelo.
Frota de nuevo su muñeca hinchada para intentar aliviar el dolor, pero es inútil. Se levanta con dificultad y, apoyándose en el carrito, camina sin rumbo esquivando a la multitud que parece ir contracorriente. Sin saber cómo, se encuentra frente al escaparate de una joyería en donde se muestran en perfecto orden, sobre un paño dorado, una tentadora colección de relojes, brazaletes, colgantes, pendientes, collares y anillos.
Pasa al interior, se acerca a la dependienta y le tiende la mano. Ésta la observa desde la atalaya de sus tacones, con su maquillaje perfecto y la blusa desabotonada justo hasta donde los clientes exigentes desean. Transcurre apenas un segundo. El tiempo necesario para que su sonrisa artificial delineada en rojo se trunque en una mueca de desconcierto.
– Me aprieta mucho esta pulsera. Me hace daño. No puedo quitármela.
Y la dependienta no sabe muy bien qué hacer ni qué decir. Su discurso, repetido docenas de veces, sobre la prohibición de entrar con carritos en la joyería ha quedado ahogado en su garganta. Sin darse cuenta, se encuentra sujetando de forma blanda la muñeca de Paulina, mirando su pulsera, alzando los ojos para encontrarse con la cara de la anciana que, ahora sí, muestra una sonrisa inocente que hace que las bolsas que se forman bajo sus párpados se marquen aún más. Tartamudea, musita unas palabras que no tienen sentido. Desea soltar esa mano arrugada y repleta de manchas oscuras que tiembla entre las suyas y, al mismo tiempo, no se atreve a hacerlo porque le parece tan frágil que piensa que si lo hace golpeará sobre el mostrador y se quebrará. Acierta finalmente a llamar a don Matías, el propietario de la joyería, quien acude solícito desde la trastienda, enfundado en un traje planchado de forma impecable y mostrando la más seductora de sus sonrisas. Sabe que si la dependienta le requiere es porque hay un cliente importante que necesita de su atención personal y … Pero no. Aquella mujer no es un cliente importante. La delata su vestido estampado de manga corta pese a la época del año, sus zapatos desgastados y algo descoloridos, los calcetines grises por debajo de las rodillas, sus mechones cenicientos de cabello desordenados y la ausencia total de pintura en el rostro.
Incómodo ante la situación, bordea el mostrador y se acerca a Paulina quien lo mira embobada. Hace mucho tiempo que no ve a alguien tan apuesto y, no sabe muy bien el porqué, le recuerda a don Gregorio, un profesor que tuvo de geografía cuando estaba en la escuela primaria y del que se había enamorado, como el resto de sus compañeras. Era muy apuesto, muy tímido y nadie como él recitaba la letanía de los límites de España, las cordilleras y los afluentes de los ríos, por la derecha y por la izquierda. Paulina se deja llevar hasta la entrada de la tienda, apoyada en el brazo de don Matías, cojeando sin el carrito, incapaz de apartar los ojos del joyero, olvidándose del dolor en su muñeca. Huele muy bien, del mismo modo que se imaginaba que olerían aquellos actores tan atractivos que veía en el cine cuando iba con… ¿cómo se llamaba? Lo tiene en la punta de la lengua, pero sólo alcanza a tener una visión borrosa de su rostro. Tan absorta está tratando de recordar que no se da cuenta del gesto que el joyero hace con la mano al vigilante jurado que está unos metros más allá, fuerte como un toro, imponente dentro de su traje marrón. Don Matías se siente liberado cuando ve alejarse a la anciana del brazo del guardia de seguridad camino de la salida.
Llegan al exterior justo en el mismo momento en el que dos hombres suben corriendo las escaleras que conduce a la puerta del centro comercial. Uno de ellos, un joven vestido de blanco con el pelo muy corto y una tarjeta de identificación en el pecho, aún jadeando, se dirige a la anciana:
– Pero, Paulina ¡vaya susto que nos ha dado! ¿Cómo se la ha ocurrido salir usted sola sin avisar?
Conoce a ese joven. Claro, es quien la lleva de un sitio a otro por los pasillos empujando su silla de ruedas para evitar que se fatigue. El hombre que está junto a él tiene el semblante serio. ¿No es el mismo que durante muchas tardes ha estado mostrándole fotos? A Paulina le parece que ha llorado, o que está a punto de hacerlo, porque tiene los ojos enrojecidos y una ligerísima bolsa de agua flota sobre ellos. Un impulso la lleva a acercar su mano al rostro de aquél hombre y sus dedos rugosos dibujan el contorno de sus labios, trepan por su cara y acaban recogiendo una lágrima que, incapaz de contenerse, ha comenzado a descolgarse por la mejilla.
Y es entonces cuando se produce un pequeño milagro. Puede que sea el contacto de esa lágrima sobre sus dedos, o el cariño y la ternura que desprende esa forma de mirar, o tal vez sea un capricho del azar que viene oculto entre las suaves ráfagas de viento cargadas de un otoño tardío ¿quién sabe? ¿acaso importa? Durante unos segundos las pupilas de Paulina se inundan de luz y su memoria despierta para traerle recuerdos del pasado. Hay un niño. Es muy parecido al hombre que tiene enfrente, con los mismos rasgos y la misma sonrisa de tunante; un chiquillo que grita alborozado a lomos de un caballo azul con crines doradas que sube y baja mientras gira en un carrusel repleto de luces. Ella le saluda agitando la mano cada vez que pasa y le dice que tenga cuidado, que se agarre fuerte. A su lado está su marido que, cámara en mano, sigue las vueltas del tiovivo tratando de sacar alguna foto del pequeño. Álvaro. Sí, eso es. Ese es su nombre. El nombre de su esposo. El nombre de su hijo. El mismo que está grabado en el interior de la pulsera de eslabones de plata que cuelga de su muñeca. Y también está grabada una fecha. Treinta de septiembre de 1949. Un recuerdo encadena otro. Revive entonces el día en el qué, en una cafetería de la Gran Vía de Madrid, él se la regaló. Era lunes, está segura. Llovía. A través de los cristales del café, podían ver a la gente correr y arremolinarse bajo la marquesina de un cine al otro lado de la avenida. Un cartel gigante mostraba a Ingrid Bergman abrazando a Gregory Peck y, bajo sus nombres, el título de la película: Recuerda.
– Mamá, ¿te encuentras bien? ¿Sabes quién eres? Mira, lo pone aquí, en la pulsera: Pau-li-na.
La anciana mira la pulsera de plástico atada a su muñeca con su nombre grabado y el número de habitación. Quiere hablar, explicar, decir que. Pero de nuevo un denso velo cubre su memoria mientras comienza a tejerse dentro de ella una tela de araña en donde se quedan colgadas las imágenes que apenas unos segundos antes la han invadido. Busca nombres, lugares; tantea palabras que descarrilan antes de llegar a sus labios. Balbucea algo ininteligible antes de bajar la vista hacia el suelo y sólo acierta a decir:
– Tengo frío.
Una fina lluvia ha comenzado a caer y pinta lunares grises en las baldosas. Como aquella tarde.
– Vamos a …
Ya veo que no necesitas mis estrellas, pero no importa…ahí te dejo diez lucecitas.
Estimada Marietta:
Muchas gracias por su doble comentario y sus palabras amables. Como creo que he comentado en otra ocasión, esta historia nació a partir de imágenes y luego se transformó en un relato en donde busqué, por encima de todo, la sencillez y la claridad a la hora de exponerlo. Deseaba jugar con el título, con el psuedónimo y convertir al lector en un improvisado espectador de una imaginaria sala de cine en donde todos, para qué negarlo, nos sentimos importantes.
Genial!!
Extraordinaria capacidad de empatia con el sufrimiento de pacientes y familiares de personas que padecen Alzheimer.
Conozco a familiares de estos pacientes y el nivel de sufrimiento es muy alto, ya que es duro que una persona a la que quieres no te pueda, ni siquiera, reconocer.
Felicitaciones al autor y mucha suerte.
Precioso relato, gracias!!
Admirable la capacidad de empatía con el sufrimiento de quienes padecen esta enfermedad, al menos en las primeras fases de su desarrollo.!Enhorabuena!
Al leerlo he tenido, por un momento, la sensación de «estar dentro de los zapatos» de la Sra. Paulina, conectando con esos vagos recuerdos a los que no puede dar continuidad. También he podido la tristeza de Alvaro, quien sufre que su madre no pueda recordar nada de su pasado, ni siquiera a él…
Suerte, aunque no la necesites
Querida Lularubia:
Le quedo muy agradecido por su cometario y por el tiempo que ha dedicado a leer esta sencilla historia. Tengo que darle toda la razón; sin los recuerdos no somos nada. Sería ideal, tal y como usted dice, poder manejar la memoria de forma selectiva, haciendo que permanecieran sólo los recuerdos que más felices nos hicieran, aquellos por los que merece la pena vivir. Guarde un lugar muy especial para ese tipo de instantes, así nunca se borrarán. De nuevo, muchas gracias.
Es muy triste que una enfermedad te robe sin más todos tus recuerdos, dejándote desnuda la memoria. Si por lo menos pudiéramos seleccionar qué queremos olvidar, y qué queremos que nos acompañe de por vida…Sería muy bonito poder guardar cada recuerdo, cada momento inolvidable e ir pasándolo de generación en generación. Soy maestra y me gusta contarle a mis alumnos/as historias que ellos/as no han conocido y las cuales, por desgracia, sólo van a conocer a través de mi palabra. Es muy importante tener memoria, pero también hacerla y nunca olvidar que el pasado es pasado, pero que a veces podemos traerlo al presente a través de nuestros recuerdos. Ojalá no hubiese nada que nos privara de ese gran priviliegio…nuestra memoria y nuestros recuerdos. Mucha suerte al autor de este bello relato.
Estimado Tomás, permítame que le agradezca su interés por la historia y por la enfermedad. Es, sin ninguna duda, una forma de comenzar a combatirla. Gracias por el tiempo que dedica a la lectura.
Realmente he tenido que ir a wikipedia porque se oye mucho hablar de esta enfermedad pero poco se sabe.No he conocido a nadie que la padezca aún. Pero leyendo este relato creo que me hago una buena idea. Creo que ese es su mérito al menos para mi.
Bien escrito sin duda.
Suerte
Estimada Argentina:
Permítame que le agradezca el tiempo dedicado a leer esta sencilla historia. Aprovecharé para desvelar que ya desde su comienzo me atrajo la idea de ligar el tema del relato con el título de la película y usar el pseudónimo del Maestro para cerrar el círculo. Y también indicaré que la fecha que aparece en la historia es la fecha en la que se estrenó realmente en España. Es un pequeño homenaje a Mr H. y un guiño a los lectores amantes del cine. De nuevo, gracias.
Me ha llamado la atención este relato por el nombre del autor, un director para mi escepcional, pero después de leer su relato tengo que felicitarle por esa conexión relato_films y porque narra de forma sencilla una historía que a más de uno nos «toca» por algún costado.
Que tenga suerte y le felicito.
argentina
Admirado Mr Lovecraft:
Mi agradecimiento por sus palabras. Por lo que he podido ver en este Certamen, es usted un insobornable crítico, cualidad ésta que le ha granjeado no pocos comentarios que bordean el siempre peligroso abismo de la ironía. Alguna tilde se coló de rondón (en la primera frase, sin ir más lejos) y es más que posible que haya que tomar un trago de agua tras la lectura de algún párrafo. Seguro que usted sabe que, por mucho que se revise, las modificaciones de última hora juegan estas malas pasadas, por lo que le pediré indulgencia y comprensión.
Se agradecen sus buenos deseos. Los míos los tiene por descontado. Sería un placer hacer una película de su historia.
Estimada Rosa:
Gracias por sus palabras. Busqué la sencillez, huir de lo pretencioso y acercarme a una realidad demasiado olvidada.
Suerte en todo lo que se proponga.
De todos los relatos presentados a este certamen que abordan el problema del Alzheimer, este es el que más me ha convencido (al menos de momento; aun no he llegado al final). Sin nombrar en ningún momento la existencia de una enfermedad, transmites lo que debe experimentar el enfermo aquejado por esta dolencia y sus familiares con maestría propia de quien conoce bien la enfermedad y de quien domina con soltura el arte de la narrativa. Otro relato para la final, sin duda. Ya sé que te resulta latoso hablar de ortografía, puntos, comas y demás, pero en tu caso no es necesario hacerlo porque tu escritura es impecable (salvo que yo me haya despistado, que también es posible).
Ese juego entre el argumento, el título del relato y tu seudónimo está muy conseguido.
Pues eso, estimado maestro del suspense: lluvia de estrellas.
Apreciado Morgan:
La realidad no es algo a lo que seamos ajenos. Cada uno de nosotros puede poner algo de su parte para cambiarla, si es que no nos sentimos bien con ella. Puede que escribir sea una forma de comenzar esta tarea.
Agradecido por su tiempo y sus palabras.
Querida Inmapadel, permítame que le agradezca su tiempo y sus buenos deseos. Gracias por todo.
Un relato conmovedor, escrito con sencillez y claridad. No dramatizas pero la historia de por si lleva una carga emocial fortisima.
Suerte
Entrañable relato, cargado de humanidad. Lastima que la realidad sea diferente y mas dura con estos enfermos que, en ocasiones, son olvidados por quienes no la padecen.
Me ha encantado este relato.Espero que tengas suerte y que llegues a la final.Es una enfermedad muy dura pero no está escrita con dramatismo.
Suerte
La combinación de lo amargo y lo dulce forma parte de todas las situaciones por las que nos toca pasar. Es mejor aceptarlo así para evitar sorpresas que no siempre somos capaces de afrontar. Quiero agradecerle, estimado amigo, su tiempo y su comentario.
Muchas gracias Juan S. por su amable comentario que suscribo en su totalidad. Hay dentro de este Certamen un buen número de relatos que tienen un nivel superior a muchas de las historias que se publican. Para nuestra desgracia, talento y mercadotecnia no riman. Tiempo al tiempo.
Creo que es un relato muy dulce, pero al mismo tiempo algo amargo.Es una buena combinación para contar una historia con un tema que pega fuerte en nuestros días y que desgraciadamente las soluciones sólo son paliativas..
Me ha gustado, le deseo mucha suerte.
Un relato digno de un escritor, cosa que no todos los que publican lo pueden decir. No sé si en su caso (familia, amistades, vecinos,…)ha podido copiar de la realidad la fantástica descripción de momentos más que de imágenes, pero yo que, por desgracia, lo he tenido muy cerca, solo pondría dos adjetivos de crítica tras la lectura: «certero y conmovedor».
Suerte.
Muchas gracias, amigo Rulfo, por sus palabras y por su tiempo. Lo cierto es que la ‘escena’ del niño y su pérfida mamá la ví en real. No es que la anciana le estuviera dando caramelos, pero estaba charlando con el niño cuando llegó la aprendiz de bruja y, literalmente, le arrancó del lado de la mujer. Debería haber visto la cara de la pobre anciana.
En cualquier caso, lo dicho. Mi agradecimiento por su comentario y mucha suerte.
Hola Hitchcock
Viendo tu seudónimo pensé que debería enfrentarme a algún desconcertante film de intriga con el sistema judicial patas arriba. Y, mira por donde, se trataba de un relato nostálgico sobre la ancianidad. Yo prefiero no entrar en enfermedades y llamarle así, simplemente ancianidad. Lo importante es lo que quede al lado cuando llegue. Que no salgan todos despavoridos.
Reflejas bien esa tristeza contenida sin llegar al drama, la mujer tiene quien le cuide. Y cuando se pierde, el trato también es normal. Quizá la mujer que dice al niño que se abstenga de coger nada a desconocidos. Pero eso, en estos tiempos, es bastante normal. Hay demasiado irreverente caprichoso paseando por el mundo. Luego están Bergman con su “Recuerda” y la pulsera de plástico que le devuelve a aquella otra de hace tantos años. Me ha gustado, aunque, a veces, las cosas cambien cuando nadie mira o la crudeza de la enfermedad cree situaciones más aparatosas que las que ahí se reflejan.
Enhorabuena Alfred
Ya me doy por satisfecho si he sido capaz de despertar su imaginación. Muchas gracias por el tiempo que ha dedicado a la lectura de la historia.
Alfred, tras leer en dos ocasiones tu relato, sólo puedo darte la enhorabuena por ser capaz de hacerme imaginar las escenas de una película en blanco y negro pero que según pasa el tiempo, deja de ser en blanco y negro pasando a ser cada vez más en color…
Tema delicado, personajes débiles, contexto habitual…hacen de todo ello una realidad muy palpable descrita con sensibilidad, delicadeza y dejando una puerta abierta a la imaginación del lector.
Sólo desearte que tengas mucha suerte y que sigas escribiendo breves relatos que nos hagan «aflorar» sentimientos escondidos en muchas ocasiones.
Simplemente, SUERTE !!!!
La historia surgió así, como una sucesión de imágenes. Sólo hice la laborde montador y tengo muchas dudas de que el resultado sea el correcto. Siempre me queda la opción de realizar la ‘versión del director’.
Gracias por tu vista, Pigmalón y mucha suerte en todo.
Es que soy un jubilata con mucho tiempo…pero te agradezco lo de engrandecer…¡Que chulo me he puesto! se lo voy a enseñar a los del café de la tarde. Verdes de envidia los voy a dejar. Un abrazo y suerte
Los mismos deseos para usted, Asesino de Morfeo. Sin duda sus comentarios y el tiempo que dedica a los mismos engrandecen este Certamen. Debemos de estar todos agradecidos por ello. Mucha suerte en sus viajes por el mundo de las palabras.
Coincido con usted en que es muy latoso leer comentarios relacionados con los puntos, las comas y los acentos (alguno hay mal en este relato, cosas de las prisas)en vez de relajarse y dejarse llevar por las emociones que pueden suscitarse en cada relato. Su nick es todo un acierto. Muchas gracias por sus amables palabras y mucha suerte en todo lo que se proponga.
Muy interesante su comentario, estimada Lectora. Seguramente sea como usted dice, pero los humanos preferimos ponernos una venda sobre los ojos y ser felices sin saber.
Agradecido por esa nota gris entre el blanco y el negro. Muy agradecido por su tiempo.
No le parece bien ese final?..Pues que sepa que mi paco ha sacado sobresaliente en la escuela de Plumillas «Plagio en la modalidad BIEN HECHO».Le cambió el título y le añadió unos detalles locos. jejejejeje
Es broma como usted comprenderá señor Alfredo¿ capisce?
Muchas gracias por su amable comentario. Buscaba en el relato, entre otras cosas, la simplicidad, huir de vocablos innecesarios, evitar visitas al diccionario de la RAE. espero haberlo conseguido.
Me fastidia, que muchos de los comentarios esten relaccionados con los puntos y las comas y dejen de lado el mensaje del texto. me gusta mucho tu relato, me ha emocionado y eso en mi es dificil.
¡Por Dios, que congoja en el alma! sin aliento y leído de un tirón…que el Señor te colme de gracias por tu sensibilidad y tu ternura.
Muy bien narrado,muy cinematográfico. Además de contar la historia con mucha sensibilidad. Enhorabuena y suerte.
Excelente relato Alfredo. Un tema duro en blanco y negro y muy bien narrado. Recuerdos que encadenan sensaciones y con las palabras justas para entenderlos, sin recargas innecesarias. Un final abierto como la incerditumbre de Paulina por los recuerdos de ida y vuelta. Mi enhorabuena y suerte.
Facultad de medicina.Aula D
Con porte militar el Decano de cabellos plateados se sube al pidio, da la espalda a la multitud y con una tiza escribe en la pizarra un número de dos cifras.Después se vuelve a los alumnos y dice.
_Señores, señoritas os insto a que graben este número en su memoria.En el mundo existen miles de enfermedades, pero la ciencia médica posee curación empírica para tan sólo ese número que acabo de escribir en la pizarra.
Bajó del podio y abandonó el aula.
Los alumnos se quedaron demasiado asombrados para aplaudir.
Decir que está de moda, es políticamente incorrecto.Decir que es una más de las muchas enfermedades incurables es muy cierto.Quiero aprovechar, después de leer este cálido y al mismo tiempo triste relato que no se nos olvide que también existen otros tipos de discapacidades, como la parálisis cerebral infantil que requiere posiblemente más atención y que quizás sea aún más cruel porque el tiempo es más condescendiente con el paciente afectado de E.A , pero a un niño afectado de una PCI el tiempo nunca le da la oportunidad de valerse por sí mismos.Admiro a esos padres por su constancia y fortaleza.
Gracias por este regalo Señor Alfred y siento haber metido este gris entre su blanco y negro.
Saludos y mucha suerte
Estimado (H)ós(c)(k)ar Wild(e):
Es posible que hayamos coincidido en alguna ocasión, en alguna tarde lluviosa, en uno de esos cines que han sido sustituidos por tiendas de ropa o abandonados a su suerte. Usted debe de ser admirador de Hitchcok. Yo lo soy de sus novelas. Una verdadera lástima que fuera usted un adelantado a su tiempo y su talento no se reconociera hasta muchos años después. Gracias por su tiempo y sus palabras.
Gracias, Isótopo, por el tiempo que se ha tomado en leer esta historia y comentarla con tan precisos adjetivos. Mis mejores deseos para usted.
Estimada señorita:
He leído alguno de sus comentarios en otros relatos de este Certamen y casi me alegro de salir bien parado porque usted parece que no se corta ni con cristal. El final que propone lo tendré en cuenta para otra película, pero ésta es la que es. Tampoco conviene cargar al espectador con muchos caballitos ¿no cree?
Sinceramente suyo,
Por mi parte, sólo quiero agradecer el tiempo que se ha tomado en leer el relato y comentarlo, además con palabras amables. Buen día, amig@
Muchas gracias señor Alfredo Hitchcock.Por cierto… era usted ese señor que estaba bajo la marquesina del cine con un violín en la mano y fumándose un pitillo?.
Mi admiración por su relato y su tiempo también
Delicioso, suavemente triste y nostálgico.
Me ha gustado mucho.
Suerte en el concurso,
Isótopo
Perdón Alfred esos puntos suspensivos parece que deja abierto el relato.» Vamos a…»
Y en el tiempo que se evapora el aire que cabe en un suspiro, un último arañazo de luz cruza la tela de araña que vuelve a tejerse en su cerebro.Ha vuelto la mirada a ese carrusel de música estridente y un niño con cara de pillo la saluda de lejos desde su caballito con la crin dorada, ha sonreído y ellos no saben por qué…
Perdone por mi osadía, pero ha sido mi paco que está haciendo un master en plagios y quiere saber qué nota le va a poner, tá de exámenes jejeje
Y seriamente he de decirle y le digo que casi me ha echo llorar y no soy fácil en lágrimas, ni estoy con la…ejem.
Suerte!!!!!
Buenas tardes, Alfred Hitchcock.
Qué bien contado, sí. Suscribo las palabras del anterior comentario y le expreso que su relato me ha emocionado. Un tema que se repite en esta edición del concurso, narrado de una forma excelente.
Enhorabuena y suerte.
Es, en efecto, un relato para visionar y usted ha captado todos y cada uno de los fotogramas de esta película que surgió, sin color, en el fondo de un vaso de whisky.
Mi agradecimiento por su tiempo. Mi admiración por sus palabras.
Como cinéfilo que soy, no he podido resistir la tentación de darme una vuelta por este relato. Ya he comentado en otro de este tipo el drama que supone este tipo de enfermedades y la poquísima atención que se presta desde los servicios públicos. La escena de la cafetería mientras llueve y ven el cartel de la película de Hitchcock (joer, qué difícil es escribir bien este apellido) la he imaginado en blanco y negro. Mucha suerte
Este es un relato de » miradas y de silencios».De primeros planos, de un carrusel de fotogramas.La fotografía, la mirada de ella cuando ese hombre que no conocía salió apesadumbrado de la habitación y ella clavó sus ojos en la curvatura de su espalda.La mano llena se surcos que luce una pulsera.La sensación de frío que desprende ese vestido estampado y las gotas de lluvia deslizándose por el cristal.La sensación de calor en esos caramelos de fresa que Paulina sostiene entre sus dedos antes de caer al vacío.La mirada del niño con su mano metida dentro del paquete de palomitas…Las lágrimas sostenidas en el saco conjuntival de Álvaro, la lágrima que recoge…
La cámara lenta enfocando a un niño que sube y baja montado en su caballito azul con cara de tunante, mientras su madre…Y así para que luego se abrace de nuevo al ladrón de los recuerdos, como Grégory e Ingrid lo hicieron en esa peli, pero en este caso, las puertas del recuerdo, se volvieron a cerrar tras de sí mientras ella caminaba entre esos dos hombres, que a uno de ellos no reconoció como hijo.
Creo que me ha gustado no le parece señor o señora Alfred?
Suerte