39- Por primera vez. Por Isabel de Poitiers
- 5 octubre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, diario, hombre. amor, relatos, vida
- 31 Comentarios
La fina arena de la playa en la que hundo mis pies descalzos está húmeda y fría. El ocaso estalla en una bacanal de rojos, amarillos y púrpuras antes de que el sol se ahogue por fin en el mar, y contra el cielo, cada vez más oscuro, se recorta el perfil del carguero que me trajo hasta aquí. La silueta se va alejando con un movimiento inapreciable, hasta que su luz de alcance se vuelve una estrella más en el horizonte. Sólo mi vieja mochila, a mi lado, es testigo de que he dejado escapar la última oportunidad de regresar.
«¡Soy libre!», me digo, como la protagonista de un melodrama o un esclavo manumiso.
Por primera, vez nada me ata.
Puedo ir a un hostal en el puerto o, simplemente, quedarme aquí en la playa y buscar un rincón más abrigado donde pasar la noche.
Por primera vez, no siento miedo.
Ni a la soledad, ni a la pobreza, ni a tener un accidente, ni a que un grupo de células mute en un signo del zodíaco… Ni siquiera temo a los posibles rateros que merodeen por aquí.
Me arrebujo aún más entre los pliegues de mi chaqueta de lana.
El ruido de las olas me arrulla.
*
—¡Señora! ¡Señora! ¿Se encuentra bien?
La voz rasposa de ron y tabaco me arranca de mis sueños. Desorientada, miro a mi alrededor parpadeando ante la potencia de los rayos del sol y me incorporo con rapidez. Mi pelo revuelto y mi chaqueta están cubiertos de arena.
—No se preocupe, estoy bien.
Una gaviota que juega a flotar en una corriente de aire lanza una risa cruel.
—Yo también me he pasado alguna noche con el ron…
La expresión del anciano es de simpatía, y su rostro, curtido y arrugado por años de viento y sol, se frunce aún más al esbozar una sonrisa mellada.
—¿Cree usted que me resultará difícil encontrar trabajo en el puerto? —pregunto sin tratar de desmentir la conclusión a la que ha llegado.
Me mira dubitativo, al tiempo que se mesa su espesa barba gris con dedos deformados por la artritis.
—¿Sabe coser redes de pesca?
—Lo más que he cosido es un dobladillo de vez en cuando, y confieso que no se me da muy bien…
—Venga conmigo, a ver qué nos cuentan.
Con rapidez, agarro mi mochila y camino a su lado, adaptándome a sus pasos renqueantes.
Por primera vez, he hablado con un extraño más de dos palabras seguidas.
Me gusta.
*
En el pequeño puerto rodeado por un antiguo espigón de piedra forrado de verdín, unas vistosas barcas de pesca, algo decrépitas, se mecen al compás que marca la ligera brisa salina. Ya es casi medio día; los pescadores que salieron antes del amanecer aún no han regresado y los que saldrán entre luces están durmiendo todavía.
Mi nuevo amigo se acerca a un hombre de mediana edad, vestido con una camiseta de tirantes que se ajusta a su abultada barriga y deja ver la maraña pilosa de su pecho y sus hombros. El tipo luce también una llamativa gorra roja de visera que le protege del sol, mientras extiende una capa de pintura blanca sobre las tablas de su embarcación.
—La señora aquí, que busca trabajo.
El viejo ni siquiera se molesta en dar los buenos días; cualquiera pensaría que sus días en alta mar le han enseñado la importancia de ahorrar aliento.
—¿Qué sabe hacer? —pregunta el otro, como si yo no estuviera presente.
—No mucho —contesto con suavidad, obligándolo a mirarme—. Quizá podría ayudarlo a pintar, no se me da mal.
Pensativo, el hombre se rasca la negra pelambrera del pecho con uñas no muy limpias.
—¿Cree que podría volver a escribir el nombre de mi barca? Apenas se ve ya.
Durante unos segundos, estudio las toscas letras azules, casi borradas por el tiempo y las mareas. Virgen del Carmen. Muy original.
—Por supuesto.
—Así aprovecho para ir a la taberna a tomarme un anisete con el Pupas, aquí presente. Pintar me deja la garganta más reseca que los juanetes de mi difunta abuela.
Me entrega la brocha que lleva en la mano y un pincel un poco más fino y señala hacia una sucia bolsa de plástico, donde se amontonan algunos botes de pintura bastante oxidados.
—Todo suyo, señora.
*
Estoy tan absorta en mi trabajo, que no me entero cuando regresan.
—¡Recojones!
Sobresaltada, me vuelvo a mirarlos. Pecholobo —como lo he bautizado en mi cabeza— y el Pupas admiran mi obra boquiabiertos. A las letras, rojas y negras, les he añadido un trazo que esboza la silueta de una virgen con una elegante corona.
«La verdad es que no está nada mal», me felicito a mi misma, satisfecha.
A partir de ese día no me falta trabajo.
Repintar el nombre de una embarcación, añadir algún dibujo que tenga un significado para el propietario, un nuevo letrero para la lonja… me piden de casi todo. Una vez, incluso, me pidieron que retratara a un pescador que se ahogó durante una noche de tempestad; me llevó su tiempo darle una apariencia de vitalidad. Nadie supo decirme el color exacto de sus ojos —los peces los habían picoteado hasta vaciar las cuencas—, así que no me quedó más remedio que inventármelo. A la familia le gustó. Lo colgaron en la pared de la sala de su pequeña vivienda y es lo primero que muestran a las visitas.
Por primera vez, me gano la vida con mis propias manos.
*
El tiempo pasa, inexorable, y sigo viviendo en el cuarto que le alquilo a la Merche, la puta local que lleva años jubilada. Aunque la habitación es algo espartana —la cama de hierro con una colcha blanca de ganchillo que mi casera tejió para su ajuar antes de saber cuál sería su profesión; el tocador de madera oscura sobre el que una jofaina floreada, con su jarra de porcelana a juego, me sirve para hacer mis abluciones mañaneras, y una cómoda inmensa en la que la carcoma ha dejado su huella—, mi ventana da al pintoresco puerto y la vista es espectacular.
Al amanecer, me asomo y veo el muelle rebullendo de actividad. Las barcas de colores van llegando, una a una, con la línea de flotación casi hundida bajo el peso de su preciosa carga. Las gaviotas sobrevuelan en círculos, como buitres ávidos, atentas al menor descuido que les permita robar aunque solo sea una sardina.
Otras veces, me despierta por las noches el lamento del viento que se cuela por todas las rendijas de la casa de madera y la hace crujir como a una vieja artrítica. Si hay tormenta, las gotas de agua repican airadas en los cristales, recordándome que estoy a merced de un mar sin compasión que siempre exige su pago.
*
Una tarde, saco de un cajón la única foto de mis dos hijos que traje conmigo. La contemplo a la escasa luz de la bombilla que cuelga desnuda del techo y me pregunto cómo serán ahora. Altos o bajos; sensibles o indiferentes; extrovertidos y juerguistas, o tal vez estudiosos y tímidos…
Por primera vez, el dolor ya solo es una reverberación lejana, aunque sigue ahí.
Agazapado.
*
Hace un año conocí a un hombre. Perdió una de sus piernas en el Gran Sol. Uno de esos terribles temporales que a menudo asolan las costas del sur de Irlanda sorprendió a la tripulación en el caladero, pescando merluza. Ahora lleva una prótesis de última generación y tan solo cojea un poco.
—Ni siquiera es una pata de palo, como las de los capitanes de verdad —me dice burlándose de sí mismo.
No fue mucho a la escuela, pero su curiosidad le ha impulsado a devorar todos los libros que han caído en sus manos, y destaca entre el resto de los marineros como un faro en una colina.
Por primera vez, el estatus social no tiene importancia para mí.
Al atardecer, nos gusta sentarnos en una de las enormes piedras del espigón, bien envueltos en nuestras cazadoras, mientras observamos como van saliendo las barcas a faenar.
Él no habla mucho y yo tampoco, pero nuestros silencios son elocuentes.
*
Hoy estábamos sentados sobre la piedra de siempre, sometidos a los embates del viento y las salpicaduras de las olas. De pronto, ha apartado un mechón de pelo que me tapaba la cara, lo ha colocado detrás de mi oreja, con delicadeza, y después, muy despacio, se ha inclinado y me ha besado en los labios.
Creo que me he enamorado… por primera vez.
Un relato deliciosamente escrito, muy visual, que cuenta lo necesario para hacernos una idea de la protagonista y sus circustancias y dejando al lector imaginar, sentir y evocar guiado por un lenguaje preciso y escenas muy bien dibujadas.
Enhorabuena Isabel. Te dejo mis estrellas para que las contemples desde el espigón.
🙂
Suerte
No te preocupes Lotte, un poco de leche con miel antes de acostarte y solucionado. Muchas gracias por tu comentario, creo que a lo que todo escritor aspira es a transmitir sensaciones a través de las palabras.
PD: Cuidado con los braseros que los carga el diablo!!
Creo que lo mejor del relato, independientemente de finales felices o malas madres que abandonan a sus hijos, es que ha conseguido que, sentado en el brasero, sienta la brisa del mar y el aleteo de las gaviotas. Enhorabuena.
P.D. Espero no haberme resfriado con tanta humedad.
Lo de la ortografía y la gramática es impepinable, tienes toda la razón.
Cierto Isabel. En cuestión de gustos no hay mucho que discutir. Nadie es quién para recriminar (o para dirigir) los gustos y las preferencias de ningún lector. Sobre cuestiones puramente subjetivas no tiene mucho sentido disentir porque nunca llegaríamos a un acuerdo y ningún interlocutor tendría más razón que cualquiera de sus oponentes. Luego están las cuestiones objetivas, sobre las que, aquí y en Roma (¡saludos, Ganímedes!) sí que no existe discusión posible: hoy por hoy, «avión» va acentuado en la «o» nos guste o no nos guste, y no hacerlo es una incorrección, por muy bueno o malo que sea el texto o por muy consagrado o desconocido que sea el autor.
Gracias por la respuesta, Isabel de Poitiers
Me ha gustado la entrada, Lovecraft, pero aunque estoy de acuerdo en que ciertos fallos saltan a la vista, hay otras cosas que yo no tengo tan claras. A mí hay libros que me encantan aunque no sean ninguna obra de arte, así que ¿quién juzga lo que merece o no merece la pena? Un ejemplo, hace poco empecé un libro de Nadine Gordimer, premio Nobel de literatura. No lo pude acabar (eso sí, quizá era la traducción porque en un momento dado ponía «teatro de operaciones» en vez de quirófano y cosas de ese pelo), en cambio, acabo de terminar una novela sin pretensiones, romántica para más señas, que me ha hecho pasar un buen rato. No sé, ¿lo fácil es peor? ¿O hay cosas difíciles que son un auténtico tostón…?
Te agradezco que me hayas dejado tu comentario, Jazzmina. Respecto a la frase que dices, la verdad es que no tengo ni idea. Voy a comentarlo con un amigo mío que entiende más que yo de estos temas a ver que opina.
Gracias, Dies Irae, por detenerte a comentar mi relato. Esta claro que en este certamen no gustan los finales felices, ja, ja, pero a a mí, en cambio, cada vez me gustan más. Un saludo.
Gracias por tu comentario, Sacha, me alegro de que te pasaras un rato por aquí!!
Me pareció muy pertinente este artículo y quise compartirlo con vosotros:
http://rescepto.wordpress.com/2008/03/23/garabatos/
Una historia con final feliz, contada con mucha emoción. La descripción del pueblecito costero es muy lírica. Yo hubiera agradecido tener alguna pista—no digo dato—de que ha pasado anteriormente. Decía al principio que tiene final feliz, aunque acaso no tanto, ahí quedan sus hijos, con un dolor que, como ella misma dice, sigue agazapado.
Sólo una frase que yo cambiaría. O mejor, no la frase, si no el orden de las palabras. Y lo digo porque a mi mismo, al leerlo, me ha dejado, al principio, un poco perplejo.
“Una tarde, saco de un cajón la única foto de mis dos hijos que traje conmigo.” por
“Una tarde, saco de un cajón la única foto que traje conmigo de mis dos hijos” ¿no quedaría más claro?
Suerte Isabel
Hola, Isabel de Poitiers.
Tu relato me ha dejado un poso de insatisfacción, como si faltase algo… Nada que objetar a tu escritura sin tacha, a la estructura, a la ambientación. Las descripciones son buenas (me sobra ese inicial estallido del ocaso, un poco manido), Quizá el personaje no me queda bien definido, aunque no por falta de información. Quizá la historia me sugería un final menos dulce, y desde luego, me sobra la frase final, es como si no la hubiese escrito la misma persona que el resto.
Pero te doy una felicitación sincera. No has hecho un relato fácil, y creo adivinar mucho amor por las letras en ti. Mucha suerte en el concurso.
Estos personajes imaginados ¿qué proyectan? Desde luego vida, no. Son, en puridad, la antítesis de la vida, lo no vivido.
Quizás las innúmeras vidas posibles de un escritor se puedan rastrear con precisión en sus escritos.
Enhorabuena, Isabel.
Muchas gracias, Abuelo, me alegro de que mi relato te haya gustado y te agradezco que te hayas tomado la molestia de hacérmelo saber. Te buscaré.
Ante todo muchas gracias por leerte mi relato y dejarme un comentario, Rulfo. Sé que la vida no es así ni asá, la vida es de muchas formas distintas, pero porqué limitarnos a historias «reales», ¿qué quiere decir eso, en realidad?, ¿que las historias reales son, necesariamente, tristes o que deben tratar temas escabrosos?, ¿qué hay de malo en soñar o en imaginar mundos mejores? No, en eso no estoy de acuerdo; para mí, cualquier historia es buena si está bien contada. He visto comentarios tuyos en otros relatos, pero no he visto ningún relato tuyo, si te animas a colgar alguno lo leeré con atención. Un saludo.
El relato me dejó un excelente sabor de boca. Un lenguaje fluido, sencillo y preciso. El retal de una vida entre un pasado sombrío y un futuro esperanzador resuelto con cuatro personajes. Felicidades, Isabel.
Es un cuento feliz que, intuyo, mientras lo escribías lo has vivido con tanta intensidad como está expresado. Una historia que podías haber contado igualmente a una amiga mientras tomabas un café. Está bien, ese es el primer paso para escribir. Pero, en mi modesta opinión, creo que, de vez en cuando, es bueno conectar con la realidad. Quizá tú lo hagas, aunque al escribir, hayas decidido hacerlo sólo sobre historias que te gusten y te dejen un buen sabor de boca. Me cuesta creerlo, suele decirse que, en lo que cada uno escribimos, bien, mal o regular, siempre hay algo de autobiográfico. Desgraciadamente—no quisiera estropearte tu imaginario particular—la vida no es así.
En fin, Isabel, no me gustaría haberte desilusionado, pero yo soy de los que creen en el compromiso del escritor con la realidad. De cualquier manera, corroboro lo que decía al principio. Lo he leído con agrado.
Mucha suerte en la vida.
Muchas gracias, Charlot!!
Muy buen relato muy bien escrito y bonita historia. Me gusta.
Suerte
Isabel de Potiers:
Han motejado mis relatos con toda clase de adjetivos, pero nunca los habían comparado con un orinal. ¡Juas, juas! ¡Todavía se me saltan las lágrimas de la risa!
Muchas gracias por este buen rato que me has hecho pasar
Gracias, Isabel de Poitiers por comentar mi relato.
No hay nada que haga más ilusión que abrir el ordenador después de haber estado días sin conexión a internet y descubrir que me han dejado tres nuevos comentarios y, además, muy positivos, así que mil gracias a Avril, Hóskard-wild y Lovecraft por deteneros aquí y dejadme vuestra opinión.
Oleaje. Horizonte. Renovación.
Un relato de ambiente marinero muy bien recreado. Me gustó la estructura en episodios cortos pero precisos, como los capítulos de un diario, y la sencillez de un texto que delata además un buen dominio del vocabulario y de los aspectos formales de la escritura. Dejaremos para la imaginación de los lectores el origen y las circunstancias previas de la protagonista. Bueno, bueno.
Reverencias y agasajos, con un ligero regusto a maresía, Isabel de Poitiers
Puede escucharse el silencio en este relato, y el rumor manso de las olas acariciando la orilla, y el sonido de las miradas que dicen más que callan. Puede sentirse el beso, ese beso tardío que muy pocos encuentran. Mucha suerte.
Me parece un relato bien escrito. Te lleva de la mano desde la primera palabra a la última. Respecto a la trama la va soltando poco a poco y deja que el lector imagine un principio que ella nos oculta. Me gusta.
Mil gracias por tu comentario, Aurelius, no puedes imaginarte cómo me ha emocionado!!
¡¡Caramba, Isabel de Poitiers!! Menudo relato; pulcritud en la escritura, dejas que imaginación del lector vuele atrás y adelante, bonito final para un pasado se supone infeliz,…
Parece que estoy viendo a la protagonista como si estuviera a mi lado; con lo cual, te felicito también por la construcción del personaje.
Muy bueno.
¡¡¡Enhorabuena y suerte!!!
Muchas gracias Lectora y Ms Rioja por pasaros por aquí y dejarme estos amables comentarios.
Una descripción evocadora de un pueblo costero y sus entrañables vecinos.
Me gusta que des pistas sobre la vida ‘anterior’de la narradora -su estatus social, sus hijos, su matrimonio infeliz- pero realmente lo que le ha pasado, por qué ha tenido que escaparse y dejar absolutamente todo, no sabemos. Y no importa: la primera parte de su historia la escribe el lector en su imaginación. El final es feliz aunque sabemos que el dolor de abandonar/perder a sus hijos sigue allí…
_¿ Dónde está mamá?.
_» …Mamá está en la peluquería.»
Es el título de un films.Una frase que oculta el dolor de unos hijos cuando su madre los abandona.
Es un hecho que genera mucho rechazo y que salpica de forma muy directa a los hijos, acarreando unas consecuencias muy negativas en su futuro emocional.Aunque no sea lo habitual comprendo que también es posible, aunque yo lo rechazo de pleno.Nunca abandonaria a mis hijos.
Supongo que tuvo que estar muy desesperada para dejarlo todo y de esa forma.La vida es muy complicada, muy complicada…
Es sencillo en su exposición, como en su lenguaje y atrae.Te hace meditar…Qué más requiere un relato?.Yo prefiero estos.
Suerte