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47-La monja violinista. Por Barack

También sería mala suerte que se echara a perder el regalo sorpresa de los hijos por sus bodas de oro: conocer el viejo continente; un deseo de la pareja desde que se casaron. Después de un largo trayecto en tren hasta Boston, la agencia les anunció en el mismo aeropuerto que el vuelo de su viaje a Roma había sido cancelado debido a una huelga de controladores en Italia. Sólo cabía elegir entre dos opciones: o volver a casa con las maletas o aceptar un pasaje alternativo para visitar España. El vuelo a Madrid salía al cabo de dos horas con asientos aún disponibles.

Cuando la sonriente azafata se lo explicó, ellos en principio no entendieron nada. Luego se miraron. En unos segundos la necesidad urgió a la pareja a reflexionar. El sueño de visitar Europa, pensaron al tiempo cada cual por su lado, se cumplía igual viajando a Madrid. Qué más daba un país u otro; Europa era, al fin y al cabo. Una feliz convivencia de cincuenta años merecía ese premio sin más tardanza. Él, setenta y ocho; ella, dos menos. Con una razonable buena salud todavía. ¿Podían permitirse mucho aplazamiento? La segunda mirada fue un sí compartido, convencido y valiente.

En realidad estaban en lo cierto, poco importaba. Si a esa pareja de granjeros jubilados del Vermont profundo les hubieran puesto delante de las narices un mapamundi vacío de nombres, con toda probabilidad hubieran ubicado Italia o España en algún punto absurdo; tal vez en la región de los Balcanes o incluso en la India. El sur de Europa era, a su entender socio-geográfico, como un África no del todo blanca; a lo sumo, y por lo poco visto en documentales, morena y con bigote. Para ellos un mundo no sólo diferente, sino ajeno y distante, tan recóndito como Saturno o los fondos abisales.

Durante el vuelo repasaron las principales ciudades italianas que habían planeado visitar. Lo hicieron con unas guías adquiridas la semana anterior en una librería especializada en viajes exóticos, aprovechando un desplazamiento de compras a Woodstock. El noventa y nueve coma nueve por ciento de estadounidenses no pisaba en toda su vida otro suelo que no fuera el de su nación. Les garantizaron que con el inglés podrían hacerse entender sin problemas por cualquier lugar del planeta. El suroeste del viejo continente se había civilizado, les dijo la dependienta, una muchachita espabilada de la generación de sus nietas que afirmó haberlo recorrido en excursiones de autobús y mochila.

─Ya no van en carro y se duchan de vez en cuando —les recalcó.

Llegados al aeropuerto de Barajas, tomaron un taxi y le pidieron al chófer que les llevara al hotel Plaza, el que aparecía como preferente en la guía de Roma. Como era de esperar, en Madrid, igual que en todas las grandes ciudades, existía un Plaza. Se instalaron aprovechando el bono hotel.

A partir de ese momento el resto fue como coser y cantar.

Al día siguiente salieron a recorrer la ciudad con el mapa de Roma en la mano. Indicaba que desde allí la calle seguía con una plaza y después por una avenida. Y, en efecto, enseguida les llamó la atención a su derecha el colorido de una placita, llena de balcones con macetas, en la que desembocaba un bulevar ancho con quioscos de flores y periódicos en el centro. En dicho bulevar mitigaban el calor una fila de toldos y sombrillas, entre cafeterías y tiendas de moda con rótulos en inglés. Eran las primeras horas de un día espléndido de primavera mediterránea. Según figuraba en el mapa, yendo hacia la izquierda llegarían a una explanada. Cubiertos con las gorras y activada la cámara digital, tomaron las primeras instantáneas. En quince minutos dieron con una glorieta a la que se accedía por la acera de un teatro con el frontis sostenido por columnas espirales, frente al que se levantaba una iglesia rematada con rosetas y cúpulas. La mujer le pidió a su marido que le sacara una foto delante de la fachada gótica. Ella leyó en la guía el nombre de la iglesia romana y él lo tecleó en la cámara sobre la foto, no fuera a confundirse con otra de las que inmortalizara en adelante con su Nikon.

Siguiendo el mapa, primero cruzaron otra avenida hacia un río, que debería ser bastante grande y llamarse Tíber, aunque llegaron a otro pequeño por el que nadaban algunos patos. Se trataba de un río más modesto, desde luego, pero agua llevaba. A continuación buscaron una amplísima arboleda que aparecía como un parque público dedicado al ocio, repleto de fuentes vistosas y estatuas de personajes históricos. Tardaron poco en encontrarla. Observaron atentos las figuras de bronce o mármol representando a caballeros circunspectos, señoras ataviadas con vestidos llenos de pliegues y frufrús y militares majestuosos, sobre placas de retóricas escogidas. A ellos les sonaba exactamente igual el español que el italiano. Algunas de tales celebridades vivieron cuando aún no existían los Estados Unidos de América, y la mayoría con nombres propios sin apenas consonantes. Muy curioso.

Sobre la una de la tarde, cansados de dar vueltas, caminaron hasta un supuesto barrio de Roma plagado de restaurantes típicos. Eligieron la terraza soleada de uno que por dentro parecía un gallinero, con una pizarra en la puerta y el menú en inglés. Todo estaba resultando muy sencillo. El camarero les atendió con una cortesía provinciana y para beber degustaron un tinto ratonero con burbujas. En un anexo de la guía se les instruía sobre las precauciones ante la mendicidad, y cómo sacudirse de encima a un pordiosero. Les fue muy útil cuando un viejo vestido de luto se acercó con un violín en una mano y la otra abierta para una limosna. Le dieron puerta mirando para otro lado.

Mientras tomaban el café pensaron que sería una buena idea visitar algún centro cultural; nada de vanguardia, sino algo genuino, por aquello de sumergirse en las esencias del país. Escogieron uno de vestidos y carruajes que venía en la guía. Desde una esquina que daba a una callejuela sin salida llena de tiendas diminutas con mercancía ante las puertas, fueron doblando calles, siempre guiados por el mapa, hasta llegar a un pórtico que anunciaba en varios idiomas, sobre un rectángulo de metacrilato, una exposición de soldaditos de plomo, croquis militares y armas antiguas. Aunque no fuera en rigor un museo de ropa, supusieron que podría resultar incluso más interesante, puesto que el aspecto de los ejércitos de una sociedad, de su equipo e indumentaria, aporta más datos del temperamento de sus ciudadanos que cientos de trajes de época. En la guía no hablaba de ningún museo de la guerra, pero ya se sabe que a menudo tales libritos están desfasados. Entraron. Les encantó por su riqueza documental y la exquisitez de las miniaturas.

Se quedaron en Madrid ocho días. No les quedó por conocer ninguno de los puntos señalados como representativos en la guía de Roma. En lugar del Coliseo encontraron una plaza de toros, pero cuando un señor con pajarita y bastón les chapurreó en inglés qué clase de combates se libraban dentro de tan formidable tarta de ladrillo rojo, huyeron espantados. Una cosa era poseer una Parabellum para volarle el cráneo sin contemplaciones a cualquier ladronzuelo, y otra muy distinta martirizar animales hasta la muerte. Vieron también estadios de fútbol europeo, pero por fuera eran idénticos a los de fútbol americano, béisbol o basket, así que los desecharon por archiconocidos. En las fotos de la guía los habitantes de Roma tenían un aspecto similar a los que se habían tropezado en Madrid. Monumentos, áreas comerciales, edificios nobles, museos y templos se había dejado visitar sin tener que esforzarse demasiado en identificarlos.

En resumen, un viaje enriquecedor del que regresaban con mucho que contar en la próxima fiesta familiar de sus bodas de oro; así lo comentaron entre ellos al embarcar de nuevo en el Boeing hacia los Estados Unidos. Había que reconocer, concluyó el marido, que la chica de la librería de Woodstock no les había mentido: en todo el tiempo no habían visto por la ciudad ni un solo carro, y la gente olía francamente bien.

─Salvo el violinista del restaurante, aquel mendigo que nos pidió dinero ─puntualizó ella─, ¿te acuerdas?, el primer día… Apestaba.

     ─Pero, ¿no era una monja? ─preguntó él, sorprendido, mientras se ajustaba el cinturón de seguridad.

26 Comentarios a “47-La monja violinista. Por Barack”

  1. Lotte Goodwin dice:

    No sé con qué versión quedarme de las dos ideas que me han surgido al leer el relato: o que es un juego de azar bastante original (voy a intentar visitar una ciudad con el mapa de otra, a ver qué pasa), o una crítica a los estadounidenses y a su sistema educativo. Una amiga mía estuvo de lectora (es verdad que en el año 1991) en Michigan y, cuando preguntó a sus alumnos de español dónde estaba nuestro país, lo situaron al lado de Argentina. Puede que uno de esos alumnos sea el protagonista de tu cuento.
    Suerte.

  2. La Machacanta dice:

    Buena escritura, pulcra, impecable, con palabras escogidas para decir justo lo que se quiere decir, sin adornos supérfluos. Una idea peregrina: recorrer Madrid con el mapa de Roma, y alguna que otra exageración humorística. No he podido evitar pensar en la contradicción que supone que una descendiente de pueblos bárbaros aluda a que los descendientes de las civilizaciones antiguas se duchan de vez en cuando. Podría tener razón si creemos que los nuestros inventaron los baños y los suyos las duchas, con una diferencia de unos cientos de años.
    Sin duda era una monja, una monja violinista que apestaba. Un poco más y le pone un traje de luces, no me diga que no estuvo tentado…

  3. Dies Irae dice:

    ¡Qué bueno! Y qué sano es reírse de uno mismo. Y qué poco sentido del humor tiene la gente.

    Ah, no, que quien no tiene sentido del humor soy yo… Era yo, ¿no? Pues no sé, pero yo me he reído mucho.

    Gracias, Lovecraft, con permiso de Barak y Rescue.

  4. Lovecraft dice:

    Hola RESCUE:

    No se si la premonición de Phillip Roth se cumplirá o no. Preferiría pensar que quiso

    decir «menos lectores de papel impreso». Aunque espero que las nuevas tecnologías no

    arrinconen por completo a los libros de toda la vida, no podemos negar que hay un

    público cada vez más amplio que mantiene o inicia su afición a la lectura a través de

    otros tipos de soportes más modernos (PCs, portátiles, tablets, e-book’s). Yo de

    momento sigo prefiriendo un buen libro que pueda sujetar entre mis manos (me resulta

    mucho más cómodo y placentero) pero no descarto dar el salto cualquier día de estos.

    Otra cosa muy diferente es la pérdida de calidad (o la reducción del nivel de

    exigencia, que al final lleva a lo mismo) que ha traído consigo la facilidad de

    difusión que innegablemente proporciona Internet. Me temo que, igual que es imposible

    poner puertas al campo, tampoco se puede limitar la libertad de acceso y transmisión

    de información que proporciona la Red de Redes (y ojala que esto nunca ocurra), así

    que aquí el filtro sólo lo puede poner el propio lector. Es obvio que el grano de éste

    será mucho más grueso si los que nos leen son «coleguitas, amigos, familiares,

    amantes, hijos, vecinos, etc…» como tú bien apuntas.

    ¿Que hay buenos autores que no se comen una rosca en su vida y pasan totalmente desapercibidos mientras que escritores más bien mediocres alcanzan cierta notoriedad por haber sabido pulsar con mayor acierto los mecanismos publicitarios que brinda el hiperespacio? Es tan cierto como triste. Pero así de caprichoso es este mundo, y los medios al fin y al cabo están, en teoría, al alcance de cualquiera, al margen de la calidad de sus creaciones.

    Con toda esta monserga no vengo más que a reafirmarme en todas tus apreciaciones, así no creo que aporte nada nuevo a lo que con tanto juicio manifiestas. Y como no quiero parecer tan sesudo, termino compartiendo ahora otro enlace que, salvando las distancias,guarda ciertas similitudes con el contenido de esta conversación. Advierto: se trata de una coña marinera y lo único que busco con su lectura es desengrasar un poco y estimular alguna que otra sonrisa entre los simpatizantes de esta página. Qué nadie piense en ningún momento que yo asimilo lo que se cuenta en esta impostura a este certamen o a las personas que en él participamos. Se trata de echarnos unas risas:

    http://www.elmundotoday.com/2011/06/una-web-permitira-a-los-escritores-noveles-difundir-su-basura/

  5. RESCUE dice:

    Gracias, Lovecraft, es un artículo, en efecto, muy acertado y pertinente. Con permiso de Barack, aprovecho el espacio de su relato para agradecértelo y comentar algunos puntos.
    El otro día, leí una cita del escritor norteamericano Phillip Roth, recientemente galardonado con el ‘Príncipe de Asturias’, decía así:
    «Los lectores van a desaparecer. Seguramente, habrá novelistas… pero serán leídos por menos y menos gente. Será así, por la sobreabundancia de pantallas».
    Me pareció un pensamiento claro y consciente, muy apropiado para estos tiempos literarios del ‘todo vale’, donde todo el mundo escribe y donde el lector es ya una ‘rara avis’.
    De un tiempo a esta parte, los escritores han proliferado como las setas después de un buen chaparrón de otoño y los lectores son ‘su gente’, léase: sus coleguitas, amigos, familiares, amantes, hijos, vecinos, etc. Lo peor de esta situación es que cada vez hay menos personas que recojan estas setas con verdadero criterio para no caer presas del envenenamiento que, como bien dice este señor del artículo que has compartido, es tan nocivo y funesto como cualquier otro del mundo del arte y además, con pocas posibilidades de salvarnos con un buen antídoto. 😉
    Conozco a algunas personas, verdaderos noveles en este infestado mundillo de letras, que llevan años para publicar su primera novela porque han escogido el camino convencional: aprendizaje tipo Karate Kid: ‘lava-encera-lava-encera… Daniel san’, búsqueda de agente que a su vez le consiga editorial, etc. Y, de repente, uno que apenas ha escrito cuatro garabatos y que su libro de cabecera es el catón, publica en internet y otras editoriales virtuales, ¡incluso con profusas faltas de ortografía y una gramática que daña el entendimiento más sencillo! Exhibicionismo puro que, como muy acertadamente comenta este autor, los demás tenemos que tragarnos a palo seco, así, sin ninguna clase de anestesia que mitigue el dolor de ver como nuestra Literatura con mayúsculas se enturbia a pasos ciclópeos.
    Querido Lovecraft, esto es una de las consecuencias más negativas de los mundos virtuales donde ya resulta muy fácil publicar saltándose toda filosofía constructiva de aprendizaje… Sin embargo, el lado positivo (creo yo) lo encontramos en algunas personas que verdaderamente tienen talento y que, por determinadas circunstancias y si no fuera por internet, nunca las hubiéramos conocido.

    Gracias por compartir, Lovecraft, y mis disculpas a Barack por utilizar su espacio para soltar mi filípica.

    Saludos a todos.

  6. Lovecraft dice:

    Me pareció muy pertinente este artículo y quise compartirlo con vosotros:

    http://rescepto.wordpress.com/2008/03/23/garabatos/

  7. RESCUE dice:

    Saludos Barack…

    Me he divertido leyendo tu relato, de principio a fin. Intuyo una pluma afilada, sagaz y pizpireta detrás de toda esta rocambolesca historia que, por cierto, está encomiablemente narrada. Vocabulario elegante, talentosa combinación de palabras que nos llevan sin esfuerzo a pasear por las calles de ‘Ro-drid’ con estos ‘Pili’ y ‘Mili’ convertidos en ‘Rompetechos’ del turismo americano 😉

    ¡Si no hay nada como una Parabellum! ¿para qué querría uno el estoque o la puyita?

    No necesitas ningún reconocimiento con esta forma de escribir, el mío ya lo tiene, Barack (espero que no sea por Obama… :D)

    Saludos cordiales.

  8. jazzmina dice:

    Se me había pasado Barack, y te lo debía después de tus amables comentarios. Lo que pasa es que lo de que el tiempo es un tesoro, en mi caso es una certeza despiadada. El curro, la familia, etc.etc.etc. Es un relato agradable de leer, aunque coincido con algún otro comentario que he leído de no se quién, en que quizá el léxico debería ser más “rocoso”. Hay otro que dice que deberías cambiar el tema, pero en fin, esto es así y cada uno opinamos distinto. Yo lo que te puedo asegurar es que, de todos los que he leído hasta ahora, es el primero que, en ningún momento he tenido que volver a releer nada. ¡Ah! Y una última cuestión acerca de la “generación espontánea”. Que una también ha puesto de su parte, no creas que no.
    Suerte Barack

  9. Dies Irae dice:

    Saludos, Barak.

    Tu relato me ha parecido un ejercicio sobre lo absurdo tan absurdo como el propio relato. No cabe plantearse la posibilidad de la verosimilitud de los hechos y en ningún caso he visto entre líneas algo a lo que agarrarme. Sé que mi sentido del humor no entra en estándares, mea culpa, tampoco me ha parecido especialmente gracioso, ni siquiera en la utilización de los tópicos.

    Sin embargo coincido en alabar tu correcta escritura y tengo la seguridad de que, quizá en otros relatos, será un placer leerte. En éste no hemos coincidido, y lo siento.

    Suerte en el concurso.

  10. sacha dice:

    Yo lo veo más como una sátira (cruel, ¿dónde está la ternura?) a la tercera edad. ¿Hay dos personas capaces de recorrer Madrid con una guía de Roma en la mano? Bueno, si son viejos, sí; claro que sí.
    Y si además son americanos…
    En fin, no me gustó, pero está muy bien escrito.
    And the winner is… Sí, claro que sí.

  11. marga dice:

    Me alegro de haber hecho caso a quienes me han recomendado leer este relato. Todo un ejericio de buen hacer, ni un pero.
    Mucha suerte.

  12. Rulfo dice:

    Bien, bien, bien, alguien se tenía que atrever al fin con el turismo. ¿Nunca habéis curioseado cómo se mueven los jubiletas al ritmo del tiempo, en Benidorm? Que hace sol, todos corriendo a coger primera fila de playa. Que no, todos a pasear de punta a punta hasta que suene el gong para ir a comer o cenar. Luego están los que aún tienen el hígado como para hacer un filtrado mañoso; esos a lo viejo, a soplar. No sé que lugar ocupará el turismo en el ranking de “objetos de consumo”, pero intuyo que estará de los primeros.
    No hace falta decir que se trata de un relato bien escrito, muy cuidado en su elaboración—tal vez demasiado, Barack, para ser una “guaseo” sarcástico—, y sin nada que objetar a la parte lingüística. Dicho esto, destacar la crítica mordaz al consumo del estupefaciente en que se ha convertido el turismo. Es obvio que aquí está exagerado, como corresponde a una ficción irónica que busque rayar el disco de los miles de anuncios con cruceros, circuitos, balnearios para desnutridos o viajes al fin del mundo. Pero, en cualquier caso, no deja de ser posible. Se trata de dos viejales que les ha tocado viajar a Italia para celebrar sus bodas de oro, y piensan que no tiene demasiada importancia el lugar. Total España también está en Europa, piensan. Al fin y al cabo, puede que para ellos sea el último y les da igual el destino. Para otros, sin embargo, cabe que, por ser precisamente el último, podría ser el más cuidado. Y para otros…, pues otras cosas, etc. etc. etc. Pero en definitiva, lo que prevalece, es que una manera genial de celebrar algo, es viajar. Hay muchas, pero esta, en los últimos tiempos, se ha extendido en forma exponencial. Para celebrar algo, se podía leer un libro, repartir marihuana a los grillos para que se duerman o aprender chino para terminar el ciclo de la vida esperando reencarnarse como los budistas. Pero no, hay que sugerir algo, a poder ser, sencillito: gastar el dinero que tengas de la forma más cómoda posible. Irremediablemente aparecen la comodidad y el confort, que nos hacen, tantas veces, perder hasta la propia dignidad. Veamos, si no, en qué situación nos encontramos en la actualidad por no habernos preocupado de tanto delincuente respetable. Así que, en definitiva mis felicitaciones al autor por haber incidido en una de las varias cuestiones que, a mi juicio, nos está atontando. El consumo sin miramiento.
    Mucha suerte en el concurso, Barack

  13. Lovecraft dice:

    Nos recuerda Rick Shenkman, periodista del New York Times, que «La guerra es como Dios enseña geografía a los estadounidenses», al parecer un viejo chiste con el que sus propios conciudadanos reconocen su ignorancia sobre esta materia de las ciencias sociales.

    La anécdota que Barack nos regala en este relato no explota, por tanto, ningún tópico engendrado por las mentes retorcidas y envidiosas de quienes nos consideramos inferiores los ciudadanos de aquella nación, sino que es un fiel recordatorio de una situación bastante extendida entre la población norteamericana, y que las mentes más preclaras de aquel país reconocen con una humildad que les honra.

    Al margen de esta disquisición “extraliteraria” que me permite situar en contexto mi comentario (pido disculpas por ello, Barack), lo que aquí se nos cuenta cumple a la perfección un par de funciones bien diferentes: la primera, ilustrar de manera ciertamente jocosa una realidad que va más allá de la pura anécdota, y la segunda, disfrutar de una lectura agradable, divertida e ingeniosa de las que nos dejan con una amplia sonrisa cuando acabamos su lectura. El planteamiento, por descabellado, es desde luego muy original, y lo que más sorprende es que los protagonistas sean capaces de atravesar por toda la experiencia que se nos relata sin llegar a ser conscientes en ningún momento de donde se encuentran (ni falta que les hace, ni lo que les importaría si hubieran llegado a percatarse).

    La frase final, que sirve para dar título al relato, es un rotundo epítome de todo el argumento, reflejo de la confusión, la ignorancia o simplemente el desinterés por todo aquello que rodea a los protagonistas más allá de los estrechos límites de su Vermont natal.

    En cuanto a la ortografía y la gramática del relato, me he esforzado como un energúmeno por encontrar algún error imperdonable, pero esta vez Barack me lo ha puesto demasiado difícil.

    Como diría cualquier presidente de USA: “Mucho suerte para esta certamen”

  14. Barack dice:

    Quisiera agradecer el tiempo que han dedicado a leer y comentar mi relato las compañeras y compañeros que ya se han asomado. No voy a nombrarlos uno a uno, pero que todos se sientan aludidos.
    Quisiera también decir, al hilo de los amables comentarios surgidos –muchos los leemos antes que el propio relato- , que no me gustaría que nadie se aproxime a mi texto, en el fondo una fábula sobre los usos sociales de ahora, como si fuera un montaje tribal o patriótico. Traté de redactarlo con una suerte de prosa urdida casi con sordina, en minúsculas, en las antípodas de lo ruidoso, excluyendo dogmas esculpidos en piedra, perennes e intocables. De esto hoy en día vamos más que sobrados.
    Buena será la manifestación educada de cualquier punto de vista o juicio. Si se me permite pedir una cosa más, me encantaría que dichas opiniones, tal y como me gusta hacerlas a mí, estuvieran lo más alejadas posible de laberintos extraliterarios. Para eso ya existen premios como los Nobel, el Planeta, los Oscars, el Pulitzer, etc. Lo nuestro, aquí, es mucho más interesante y auténtico.
    Por tanto, a quien en las próximas semanas le guste mi historia, que la complete y disfrute con su fantasía, sensibilidad o circunstancias. A quien no, que la deje estar y pase a la siguiente. Suelen ser las dos mejores opciones.
    Muchísimas gracias a todos.

  15. lectora dice:

    Aquí también caben los debates señor Rubén si está relacionado con el propio texto.No hay que limitarse a decir si me gusta o no me gusta o a ponerles falta.O a pasear vanidades.Cuando un libro se presenta termina creando un debate y eso le encanta al escritor mas que lo lean y dorarle la píldora.

    Ese «Payaso» es una forma irónica de…Ah perdone pero no le interesa la ironía porque no lo ha pillado.

    Buenas Caballero..Le gusta el relato?Yo lo veo divertido.Venga vamos a reirnos y dejar la seriedad para el jurado.

  16. Biznaga dice:

    Creo que es un relato lleno de ternura, como un merengue. Cuidado en sus palabras, bien medido y con mucho oficio. Ni le falta ni le sobra nada. Te lleva de la mano junto a la pareja haciéndote cómplice de sus «errores». Tiene arte por los cuatro costados. Excelente para mi gusto y espero que para muchos más. Mi enhorabuena.

  17. Rubén dice:

    Entro a leer relatos, porque creo que se trata de un certamen literario, pero encuentro debates que, en mi modesta opinión, nada tienen que ver. Temas muy interesantes, por otro lado, pero que se me antojan alejados de lo fundamental en el foro de un certamen de estas características. Que tiene que ver el video de un payaso con un certamen de relatos cortos? Perdón, no entiendo, quizá en otros foros habría quedado mejor.
    Pero lo importante. Magnifica reflexión irónica sobre lo que hoy es para muchos hacer turismo, autómatas consumistas hasta en los ratos de ocio.
    Disfruto con este relato pulcro, cuidado en la forma, en la gramática, que ya es un alivio. Destila trabajo y oficio. Es tan sutil en el fondo que nos hace quizá confundir la autentica esencia de la historia.
    Enhorabuena, un relato muy interesante. Muchísima suerte.

  18. lectora dice:

    Dentro de nuestras fronteras tenemos nuestro propio sambenito y no hay quién se los suelte de la espalda.Los catalanes fama de agarrados y los andaluces de vagos y juergistas, pero dicho así es pura demagogia.
    Andalucia cuenta con más escritores de reconocido prestigio que por ejemplo la Rioja, pero si tenemos en cuenta que la población andaluza cuenta con algo así como 8.400000 habitantes, frente a los 322000 de La Rioja la cosa cambía y mucho.Es más fácil encontrar un vago entre un millón que entre mil.

    Así que ni todos los catalanes son unos agarrados, ni todos los andaluces somos unos vagos.

    Primero tenemos que reflexionar en la cercanía.No todos los leperos van por ahí contando chistes, ni todos los madrileños son tan chulillos.

    Bueno que dejamos a este pobre sin espacio con porfías.

    ( Datos recogidos de un artículo de Daniel Toscano)

  19. lamari dice:

    Perdone lectora pero después de ver ese video de su ” Currito” desde Alemanía pasándoselo en grande con la Beca Erasmus, cosa que pagamos entre todos con nuestros impuestos.Pienso que debería llamarlo al orden y que dejara de hacer el ganso y estudiara, se formara, y que dejara de dar esa imagen a los Alemanes de los españoles que era lo que nos faltaba.
    De tal alo, tal astilla, porque mira que vestirse de faralaes para comentar que está hasta los ovarios de los topismos..
    En fin usted sabrá ” Concha Piqué”( el niño es feo de cojones)

  20. Hóskar-wild is back dice:

    Tópicos típicos sobre los que hacemos bromas sin caer en la cuenta de que nosotros (los españoles, incluidos los catalanes) hacemos lo mismo (y ahora más que nunca) con el resto de países. Por algo será que tenemos la fama que tenemos. Menos criticar cómo nos ven y un poquillo más de reflexión no nos vendría mal. Suerte.

  21. lamari dice:

    Dejé un mensaje para lectora y no se cuelga.Dejo » Emilio» a moderacion para saber las causas

    Gracias

  22. lectora dice:

    Y esto me lo ha mandado el profe de mi currito desde Alemanía con la beca Orgasmus, perdón Erasmus.

    http://www.youtube.com/watch?v=RKByEYmsbzk

  23. lectora dice:

    «Ya no van en carro y se duchan de vez en cuando»

    «¡¡Ele tu «schocho» chikilla!!

    Y tú dónde estudiastes eso, en la «Huniversidad» de los `Hunos´?…

    El señor Merimee se fue muy disgustado montado en su burro porque no le asaltaron trabuco en mano esos bandoleros que ciertos escritores se encargaron de pregonar en sus obras y que otros aún siguen vendiendo a nuestros turistas.Gitanos cantaores, pillos, mujeres apasionadas y muy liberales capillitas y tipos que sacan la navaja como quien saca un mechero para dar fuego.
    El más extendido sin duda es el de vagos y no hay manera de quitárselo de la espalda.

    Yo misma estoy escribiendo vestida de faralaes, con la fló en la cabeza y cuando suelte a maritecla me voy a pegar un baile.
    Yo también creía en la fama de los hombres italianos y cuando estuve en Roma se me cayeron los palos del sombrajo y desde entonces…sólo cato » denominación de origen».

    jajajaj

    La verdad que tiene su punto divertido este relato.

    Suerte

  24. Ganímedes dice:

    Cuando he leído » ─Ya no van en carro y se duchan de vez en cuando —les recalcó.» he intuido que me lo pasaría bien leyendo este relato.
    Ingenioso, divertido, fluido,…
    Ha llegado la última frase y me he dicho ¿ya?; me he quedado con ganas de más.
    Te deseo suerte, pero poquita, que hay que repartir; gran parte de la victoria la tienes ya.

  25. Avril dice:

    Es un relato delicioso. Al fin y al cabo qué más da la estatua de Garibaldi que la de Espartero. Ellos, con su felicidad cincuenta años, disfrutaron de Europa, disfrutaron de «su» Roma y de su amor. Y seguro que cuando lo contaron a sus amistades, tampoco ellos repararían en unos kilómetros más allá o acá.
    Estupendo.

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