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64- La figlia del capo. Por Agatha

Papá siempre había dicho que todas las mujeres deberían llamarse Rosa, que con añadir el apellido del padre a este nombre ya era más que suficiente para honrar sobradamente a una familia. Soy la figlia del capo, y de la mujer más hermosa del mundo, pero siempre fui consciente de que sólo era una mujer, por tanto tenía que ocupar mi lugar sin que ninguno de mis gestos o actuaciones diera lugar a una idea equívoca sobre cuál era mi cometido. Luego, en un secreto general del que nadie  tuvo conocimiento, papá pedía mi opinión sobre todos los asuntos importantes.

Tengo tres hermanos varones que llevan el apellido con todo el orgullo, y que corresponden siempre de manera severa a las urgencias y a los reclamos de la familia, y papá y yo jamás les ofendimos haciéndoles participes de nuestra complicidad natural.

Desde hace dos días, padre, está ingresado en el hospital. Al modo de los cuentos árabes para niños, alguien consiguió que en un restaurante, llegara hasta su copa un veneno mortal, por el que sufre desde entonces. Todo el mundo cree que las mafias italianas hace tiempo que dejaron de pelear entre ellas, pero está en nuestra naturaleza aunque lo disimulemos, tal y como papá y yo disimulamos siempre que a él le gustaría que yo tomase su lugar el día que él ya no estuviera. Imposible.

  Cuando ingresó me avisaron en último lugar. Al entrar en el cuarto de hospital comprobé que aún estaba con vida y leí en su mirada, medio perdida por culpa de los anestésicos, que no había querido morirse hasta verme por última vez. Antes de caer en un sueño del que salía y entraba varias veces y en cortos espacios de tiempo, tomó una pizarra que había ordenado comprar a mi hermano mayor, y en ella escribió las siguientes palabras: Escucha siempre a Rosa, pondré mi corazón en el suyo cuando me vaya.

 Mis hermanos se removieron en sus sillas. Todos esperaban para ellos mismos aquel reconocimiento, pero una mirada de papá les hizo aceptar su palabra. Nadie podría contrariar  la última voluntad de Tizziano Bertucho, sobre todo porque papá escogió el momento en que la habitación estaba llena de familiares y amigos íntimos, e hizo correr la pizarra de mano en mano, hasta que quedó olvidada en el alfeizar de la ventana.

Con un asentimiento comprendí que me pedía que ocupara la silla que había junto a su cabecera, cosa que hice, con tal precipitación que conseguí una sonrisa de sus labios quemados. Aquella espera fue la más horrible de todas las que habíamos sufrido hasta entonces, incluso parecía que yo ocupara el lugar de una futura viuda, ya que mamá debía regresar aún de su viaje a Verona. Sin embargo él y yo sabíamos que mi posición en aquella silla se debía a un motivo diferente al que todos sospechaban. De nuevo aquella situación venía a recordarme cuanto nos parecíamos papá y yo, y disfruté de entrañables recuerdos de cuando era niña. Sus abrazos eran los abrazos de un titán, sus palabras las más amables y su sonrisa  era mi propia sonrisa.

 Recuerdo ahora que en el salón de nuestra casa había un retrato de papá firmado por uno de los pintores más emblemáticos de la patria, un italiano que cobraba enormes cantidades por adelantado, pero que a papá le regaló el cuadro, admitiendo que para él resultaba un honor poder pintar a una leyenda.  Papá se empeñó en acristalar y enmarcar el cuadro, a lo que todos los entendidos respondieron que sería contraproducente, ya que el óleo sudaba y la pintura podía corromperse. Sólo les respondió con una mirada encendida de enfado, y acristaló la pintura. Luego, a solas, mientras la colgábamos de la pared del recibidor, me dijo que aquella pintura debería haberle costado mucho dinero, y que el dinero había que respetarlo, incluso cuando era dinero ahorrado. Recuerdo que me subió a sus hombros, alzándome a la altura de su retrato. ¿Te gusta? Me preguntó. Yo respondí abrazándole la cara con mis manos, mientras hacía coincidir mis mejillas con las suyas en el retrato, mis ojos y mi nariz con los suyos en la pintura, y comprobando que éramos y siempre seríamos, la misma persona.

 Primero vinieron, a presentar sus respetos en el hospital, los hermanos Massolo. Vi en sus miradas la desesperación de quienes saben que van a perder a un hermano. De igual manera presentó sus respetos la familia Cademartiri, que vinieron acompañado de los Caputi y los Colombo. Más tarde los Ercolano y Giovanello, y por último, entraron por la puerta los Leonetti.

 Tras escrutar a todos con nuestros ojos, papá y yo aceptábamos sus condolencias con un rostro sereno, que sólo se veía afectado por alguna ráfaga de dolor pasajero. Hubo muchas palabras amables, sonrisas despertadas con comentarios que hacían mención a sucesos hermosos del pasado, incluso algunos hombres salieron al pasillo para que nadie les viera llorar, cosa que mis hermanos agradecieron acompañando a los dolidos amigos. Unicamente los Leonetti anduvieron con cuidado de no ser sorprendidos mientras se miraban entre ellos. Papá me miró una única vez, y yo entendí su gesto y le besé la frente.

-¿Todos? –Le pregunté en un susurro.

Papá negó con la cabeza y adivinó mi alivio.

 Los Leonetti no encontraban la postura al apoyar su espalda en la pared. No encontraban el gesto preciso con que mirarnos. Tampoco encontraban sus propios labios a la hora de besar la mano del gran Tizziano Bertucho, con lo cual la sostuvieron durante más tiempo del debido, mientras le susurraban palabras de consuelo.

 La familia Leonetti estaba formada por quince miembros. En la habitación estaban en aquel momento, cinco de ellos. El padre y sus tres hijos habían venido acompañados por el yerno. Todos los hombres de la familia estaban juntos en ese momento.

 Durante las horas siguientes a la entrada de los últimos visitantes, las esposas de mis hermanos fueron llegando también al hospital. Los hombres de confianza de papá, junto con algunos amigos que no aceptaron una negativa por respuesta, habían puesto a nuestros hijos a buen recaudo. Ni tan siquiera yo sabía a qué lugar habían trasladado a mis hijos.

 Cuando las muchachas entraron en la habitación, lagrimeando, y se acercaron a la cabecera de la cama, papá me miró y miró a Franchesco, mi esposo. Me levanté y di unos pasos hacia él, dejando a las nueras el honor de atenderlo durante unos momentos. Mi esposo me abrazó, tranquilizando mi cuerpo y mi espíritu.

-Papá quiere que te marches ahora, Franchesco. Ya me acompañará alguien a casa.

-No quiero marcharme, Rosa. Necesito servirle en estos momentos.

Con una mirada conduje la suya hasta la cama y papá asintió. Franchesco me pidió un último abrazo y sonrió suavemente.

-Ten cuidado. –Me dijo.

 Yo había elegido a mi propio esposo. Papá sabía que no sería otra cosa que italiano, también sabía que no sería otra cosa que un alma bondadosa, y supo siempre que lo elegiría por su sonrisa, tal y como él había escogido a mi madre.

 Nuestra vida en común estaba llena de felicidad, aunque él era consciente, tanto como papá, que yo debía mutilar mi carácter para hacerlo compatible con la vida cotidiana de una esposa. Franchesco y yo, ocultábamos juntos mis arrebatos y mi temperamento, convirtiendo así nuestra vida en común en un cielo a la italiana. El sueño de papá y el mío juntos. Franchesco tuvo que emborracharse para venir a pedir mi mano al gran Tizziano Bertucho, cosa que enterneció a mi padre, que apenas cruzó con él un par de frases además de las de rigor.

-Ahí la tienes –le dijo entonces –aún no puedo explicarme como, pareciéndose tanto a mí, Rosa puede ser tan bella. Si ella te ha escogido debe de ser por algo. Dios os bendiga a los dos. Y espero nietos pronto.

 Franchesco confiaba en mí de un modo cauto. Se dio cuenta muy pronto de la afinidad que existía entre el gran Bertucho y su hija, pero respetaba en silencio cuanto descubría de complicidad. Sabía que el viejo sólo confiaba en mi juicio para tomar las grandes decisiones, y sabía que era la única capaz de continuar protegiendo a la familia tras su muerte. También sabía que si hubiera tenido una única sospecha sobre la inocencia de mi propio esposo, no habría esperado un segundo para remediarlo.

  Minutos después de que Franchesco se marchara del hospital, los Leonetti se dispusieron a abandonar la habitación.

 Papá los llamó con la mano y levantó un poco la frente para que se la besaran.

 El viejo Leonetti se acercó ayudándose de un bastón nuevo, que tenía una empuñadura de nácar. Papá subió una ceja a modo de sonrisa. El viejo lo mostró más de cerca. Papá le tomó entonces la mano y me señaló.

-Rosa dormirá esta noche en una de mis casas, no te preocupes. Llevaré también a tu hijo pequeño, si es necesario. Nadie sabrá donde se alojan.-Dijo el viejo.

 -Yo permaneceré aquí con mi padre. -Contestó Ismael.

 Dos de los hermanos Leonettí decidieron adelantarse para traer el automóvil hasta la puerta, el yerno, el tercer hijo y el padre, me acompañaron tranquilamente a la planta baja por el ascensor, mientras declamaban sobre lo ocurrido y exponían sus maldiciones hacia las personas que habían cometido tan tremenda fechoría. Yo me limité a asentir con la cabeza y a mirarles tiernamente. La ternura es una de las máximas responsabilidades de una mujer. Una mujer sin ternura no puede criar a unos niños, no puede hacer feliz a un esposo, no podría amar a sus padres como se merecen. Pero la ternura puede acompañarnos hasta el infierno si es necesario, no hay que sustituirla por odio, ambos sentimientos pueden compartir el corazón de una mujer. Sobre todo el corazón de una mujer italiana. Más si se llama Rosa Bertucho.

 Al llegar a la calzada el yerno de Maximo Leonettí sacó un gran paraguas, que lograba ampararnos de la lluvia a mí y al viejo. Rebusqué en el bolso y encontré un pañuelo con el que secarme las gotas de lluvia, que se habían mezclado con las lágrimas que había estado llorando en el pequeño tramo de escaleras que conducía a la calle. Al guardar el pañuelo tomé el arma y disparé, primero al viejo, luego al yerno de Leonetti, que continuaba sosteniendo el paraguas sobre mi cabeza a aquellas alturas, sin saber de dónde venían los disparos. Luego me dirigí hacia la esquina, y esperé el auto en el que vendrían a recogerme. Una mano me sostuvo por detrás. Era el hijo pequeño de Leonetti, que se había retrasado en su salida.

-Vamos, Rosa. Han matado a mi padre y a mi cuñado. Démonos prisa, creo que venían a por ti.

Asentí, la cara empapada por la lluvia.

-¿Estás herida?

-Creo que no. Grité en su oído.

 El auto paró ante nosotros. El pequeño de la familia me empujó al asiento trasero y gritó para que el coche se pusiera en marcha. Giramos varias calles a gran velocidad.

-¡Deprisa¡ Los Bertucho no nos perdonarían que algo le ocurriese a Rosa. Padre ya está muerto.

 Vi en los ojos de los hermanos Leonetti el mismo brillo que en los ojos de mis hermanos cuando supieron que padre no tenía solución. Ahora serían ellos los amos del mundo. Quizás sólo Máximo Leonetti, y sus dos hijos mayores, hubieran ordenado la muerte de mi padre, pero no podría permitirme vivir con esa duda.

 Volví a sacar el pañuelo y me sequé el rostro. El hombre que iba sentado a mi lado me miró plácidamente.

 Primero le disparé a él. Luego al copiloto, luego al conductor. El auto se estrelló contra un pequeño muro de un jardín. Bajé y eché a correr entre la lluvia, perdiéndome en las calles. El agua de lluvia limpiaba la sangre.

21 Comentarios a “64- La figlia del capo. Por Agatha”

  1. isótopo dice:

    Ágatha, gracias por comentar, por estar ahí entre otros amigos que se dieron una vuelta por ese cielo que quise describir con toda la ternura de la que fui capaz.
    Tu relato es más duro, y estoy segura de que es tan solo una breve muestra del gran talento que atesoras.
    Un abrazo,

    Isótopo

  2. Bonsái dice:

    Mi querida Agatha:
    ¿Sigues tan ocupada como siempre?
    Sí, claro que sí… pues mira ya han dicho que hay quince finalistas y ni tu ni yo estamos pero eso es lo de menos ¿verdad cariño? Lo más importante es escribir!! Y tanto tú como yo sabemos el porqué. Es simple. NOS HACE FELICES!!!!
    Un gran abrazo!!!

  3. Dies Irae dice:

    Estimada Ágatha:

    Emboscada en sombras, dejo esta nota en tu puerta trasera. No quiero que nadie me reconozca, aunque sé que tú, figlia mía, sin duda sabrás hacerlo por mis palabras aunque no reconozcas mi letra temblorosa. Las tuyas, tan certeras, tan precisas, me convencieron tiempo atrás de que nadie mejor que Rosa puede cumplir mi encargo.

    El motivo de esta carta es solicitar tu ayuda, pues he sido cruelmente engañada y mi corazón clama venganza. ¿Debo contarte mis cuitas? Sí, sé que sólo la justicia mueve tu mano y dispara su arma.

    Fui seducida por un jubilado barrigudo y con problemas de próstata, pero con un corazón enorme, una alegría desbordante y una generosidad sin límites. Con él recorrí cada rincón de este canal Veneciano, desde estos bajos fondos en los que deposito hoy mi anónima misiva, hasta las fértiles tierras de su propiedad, más allá de los canales en los que se refleja la ajada fachada de mi palacio. Luego, en una indescriptible y llameante escena, él mismo decidió pasar a una ambigua condición de espíritu: vale que ya no hiciera tantos viajes al retrete, pero seguía siendo el mismo, y yo seguía amándole. ¡Cómo no hacerlo, si su amistad y su bondad seguían siendo inmensas!

    Y ahora, de pronto, se deshace de otra máscara más. El espíritu del Asesino se convierte en un ser aún más angelical y, no podía ser de otra forma, bajo el nombre de Ángela. Detrás de tantos disfraces, su mano sigue tendida, cálida, acogedora y generosa. Y sé que no podré dejar de sentir el mismo amor por ella.

    Mas mi atribulado espíritu requiere una venganza, una catarsis, un cegador disparo. Alguien, o algo, ha de pagar por estos desmanes que me zarandean, antes de que todo deje de tener sentido en mi mente confusa. Dejo en tu mano la decisión: acabemos con Morfeo, con el espíritu, con la Condesa, con Dies Irae, con todos a la vez… Dispara certeramente al corazón, que no haya sufrimientos. Que los supervivientes sean autores, lectores, público, dispuestos a empezar a escribir, leer o contemplar una nueva obra con nuevos personajes. La última bala, que haga bajar este telón. Te pido sólo eso, figlia mía; tú sabrás cuándo y cómo, así como el precio que, sin duda, sabré pagar por tu servicio.

    La Condesa Enmascarada.

  4. Asesino de Morfeo dice:

    Te esperamos en la vieja bodega. Hay una fiesta y me gustaría que fueras.

  5. Pigmalión dice:

    Agatha:

    «Papá siempre había dicho que todas las mujeres deberían llamarse Rosa»,me gusta como arranca tu relato, parece que a partir de esta presentación nos va a caer toda la historia en cascada, poco a poco y, al mismo tiempo, «in crescendo». Nos va metiendo en la situación y en el interior de las personas que la conforman con mucha naturalidad; la misma naturalidad que estos mafiosos italianos tienen para convivir con el amor y el odio, la ternura y la violencia, el aprecio a la vida propia y de los suyos y el desprecio absoluto por la vida de aquel que molesta o les hace daño.

    Es cinematográfico, ya te lo han dicho, pero, cuando yo lo leía, oía tu voz contándome la historia de La figlia del capo: ahí estabas tú, sentada enfrente de mí leyendo en voz alta un cuento sobre la familia del capo Bertucho, al que sucedió su hija Rosa a pesar de ser mujer.

    Enhorabuena, vaya nivelazo que hay, si antes de leer tu relato y el de Anquises tenía 20 favoritos, ahora tengo 22. Me ha gustado y mucho. Suerte.

  6. Sol dice:

    Mi voto y todas las estrellitas son para ti.
    Bien merecidos !!!!

  7. Bonsái dice:

    Agatha:

    Para ti va un voto con diez estrellas.

    Amor de hija a su padre por sobre todo.

    Un beso.

  8. Lotte Goodwin dice:

    Es verdad que es un relato muy cinematográfico, aunque poco creíble por muy feminista que se quiera ser.
    Alguien ha comentado lo fácil que parece apretar el gatillo. Yo no soy muy aficionada a las películas de mafiosos; pero siempre me ha alucinado cómo puede convivir esa violencia con un entorno familiar casi idílico, siempre las mujeres rodeadas de retoños que, a la larga, estará abocados a seguir la línea de padres y abuelos. Como dice un compañero, hay otros mundos y no están en Marte.
    Buena escritura, por cierto, que es de lo que se trata.
    Suerte.

  9. Agatha dice:

    Gracias por sus comentarios, compañeros.
    Soy consciente ( ya que cuentos hablamos) de que está muy feo que la princesa mate, ella sola, al dragón, pero en los tiempos que estamos, y siendo una gran suerte que me tocó ser mujer y al alcance de todos está la cultura y que esta ayuda a la maduración de los términos y a su disfrute, pues que unos días, de mutuo acuerdo, mataré yo al dragón, y otras veces disfrutaré de ver como lo destroza mi amado príncipe.
    Me encantó el sitio, me asusta el nivel tan grande, y me siento muy acompañada entre tanto escritor maravilloso.
    ( estoy aprendiendo muchísimo de todos )
    Que siga la fiesta!!!
    Buen día de todos los santos.

  10. Sol dice:

    Maravilloso relato, muy bien ambientado.
    Me gusta como manejas los silencios, esas miradas que lo dicen todo, las descripciones claras, la fluidez de la narración. Un padre mafioso que transmite fuerza, autoridad y disciplina a pesar de encontrarse a punto de partir. Y esa hija investida de un mandato que acata sin piedad.
    Mafias y mafiosos, un mundo poco conocido, pero está presente sin que nos demos cuenta de ello.Tienes alma de escritora y lo demuestras a la perfección.
    Mis más sinceras felicitaciones.
    Suerte!!!!

  11. Isótopo dice:

    Muy bien recreada la atmósfera que dictan los códigos de los clanes mafiosos, tan ajenos -afortunadamente- a aquellos que obedece el común de los mortales. Tremendo el contraste de la ternura paterno-filial con el cometido que ha de cumplir la hija, que resulta hasta «natural» en los renglones en que se mueven personajes de esta catadura moral.
    En unos segundo me he visto inmersa en un ambiente determinada y he sido testigo de hechos terribles. Eso sólo lo logran los grandes escritores como tú.
    Enhorabuena,
    Isótopo

  12. Agatha dice:

    Mau, ¿Me estás piropeando con lo de joven guapísima?… Je je… ¿Como sabes que no tengo 90 años y mido 1.30??? Cuidado que puedo andar hasta soltera y tomarte la palabra!!!!!! Je je… Tantos años esperando un piropo….( oh, olvidaba que se refería al personaje)
    Un saludo.

  13. Agatha dice:

    Je je… Hola Mau, hola a todos, muchas gracias por vuestra lectura, al fin y al cabo es lo que uno quiere, que lo lean.
    Tu relato me ha parecido magnífico, Mau. Yo decidí utilizar mis dos mil palabras para ocultar un arma, con la que eliminar a cinco de los leonetti, como si fuera un hombre. ¿Que diferencia hay, si un arma no requiere la lucha cuerpo a cuerpo? Mi relato vierte algunas ambigüedades, como el hecho de que aún hoy en día, la mujer tenga el deber de convertirse en la niña JARRÓN de los ojos de papá, y que aunque se haya heredado el carácter, incluso las poses y la valentía de un padre INCREIBLEMENTE carismático, no procedería tanto reconocer de nuevo en la figlia, los méritos del capo. Machismo siempre habrá, tanto como feminismo visto desde el punto de vista de la discriminación positiva, pero tal y como decidimos nuestro corte de pelo y pedimos consejo a nuestro esposo y a nuestro círculo más cercano, cuando amasamos y dejamos elevarse nuestro carácter, que fermenta al calor de quienes nos rodean y a quienes queremos, tambien escogemos qué parte de él nos interesa camuflar.
    Desde el punto de vista de una mujer fuerte, que sabe quien es y es capaz de escoger sus pensamientos y sus acciones, la vida no es más fácil así, pero doy de de que es mas auténtica.

    Beso. Suerte a todos. Yo vine a pasarlo bien y lo estoy logrando. Hay cuentos buenísimos!!!!!

  14. Maurice Kraft dice:

    Genial ambientación, me ha parecido estar viendo la escena. Es maravilloso esto de poder pasar de un relato a otro, así los que tenéis habilidades para crear atmósferas conseguís que en pocos minutos nos traslademos de un barco en una galerna a una habitación de hospital llena de capos mostrando sus condolencias.
    La situación me parece bastante creíble, aunque confieso que yo no entiendo mucho de estas cosas. Pero, por lo que he visto en las películas, esta gente no tiene pinta de ser muy progresista, así que eso de que una mujer (y además, joven y hermosísima) se convierta en jefa de la familia no creo que esté demasiado bien visto ni sea del agrado de todos.
    Una sugerencia para otra versión del relato es que no dejes traslucir que los Leonetti son los asesinos del capo. Yo creo que con quitar algunas frases en las que se muestra que están nerviosos podrías hacer que el final fuera sorprendente, no sólo para los Leonetti (que vaya si lo es) sino también para el lector. Algunas de las frases a las que me refiero:
    ‘Unicamente los Leonetti anduvieron con cuidado de no ser sorprendidos mientras se miraban entre ellos.’
    ‘Los Leonetti no encontraban la postura al apoyar su espalda en la pared. No encontraban el gesto preciso con que mirarnos.’
    Visto el ambiente en que se desarrolla la historia, al leer eso yo he pensado que los Leonetti tenían los minutos contados, como al final ha sucedido. Claro, que a lo mejor es eso lo que pretendías. Hitchcock tenía un corto muy bueno, en el que dos hombres conversaban en un sofá bajo el cual había una bomba, pero dependiendo de que el espectador supiera o no que estaba allí, salían dos películas completamente distintas. Como sé que has leído mi relato, también sé que sabes que yo soy más de no enseñar la bomba.
    Mucha suerte y enhorabuena.

    Maurice

    (Vaaaale: lo de que la joven es hermosísima me lo he inventado yo. Pero si no podemos dejar volar la imaginación, ¿para qué leemos?)

  15. sacha dice:

    Lo seguí con fatiga. Ya la había visto, o leído, o imaginado. No sé.
    En fin, suerte.

  16. Bonsái dice:

    Agatha:
    Dices: “…al menos digno…”
    ¿A qué te refieres con eso?
    Es un relato en que uno ve el amor de una hija por su padre por encima de todo. Se nota la adoración que siente por él. El tamaño de su cariño la impulsa a realizar lo que sea por complacerlo.
    Y sí, el amor y el odio conviven en su corazón. Ama en profundidad a quien le dio la vida, su padre, y odia a los que le han dado muerte. Sin dudarlo mata, como también sin dudarlo moriría.
    Es un personaje entregado a lo que le han inculcado, es parte de una familia y hará lo que tenga que hacer para resolver los problemas que ella sufra. Es la digna heredera de su padre, para bien o para mal.
    No me pondré a juzgar las actitudes del personaje, pues es eso, un personaje. Los personajes pueden ser buenos, malos… Y generalmente nos atrapan más lo malos.
    Felicitaciones!!!

  17. Agatha dice:

    Ja ja…. Hola Dies. Por supuesto que el padrino muere, ya no había solución. Los leonetti, además, aunque eran 15, Rosa ya se asegura preguntando a padre si tenía que matarlos a todos. Al negar el papá ella sintió alivio… Se evitaba el trago de matar a las esposas y a los niños, por supuesto.

    Gracias por sus comentarios a los compañeros.
    Gracias Dies, me encanta su cuento, además. Espero que el mio resulte al menos digno.
    Suerte a todos los concursantes.

  18. Dies Irae dice:

    Agatha, tu relato mezcla con frescura lo mejor y lo peor del ser humano. Me gusta ese estilo sencillo, limpio, sin subterfugios, de tu escritura. Y el toque «feminista» imposible en una historia de mafiosos, le da un encanto casi surrealista a tu ficción.

    Me ha resultado curioso que al final no sabemos si todos los Leonetti habían participado ni si el «capo» muere por fin, pero… ¿qué importa el dedo cuando lo hermoso, realmente, es la luna que señala?

  19. Lovecraft dice:

    ¿Primer episodio de la saga «La Madrina»? Puede ser. Un relato bastante cinematográfico.

    He encontrado alguna frase un tanto confusa, que no estaría de más revisar. Un ejemplo: «[…]tal y como papá y yo disimulamos siempre que a él le gustaría que yo tomase su lugar el día que él ya no estuviera».

    ádh mór

  20. Hóskar-Wild is back dice:

    Doy fe de que en el corazón de una mujer pueden convivir la ternura y el odio y que el porcentaje de mezcla está tan variable como el tiempo en primavera. Qué facilidad para tirar de gatillo tienen algunas. Suerte

  21. yaguarete dice:

    E ‘una storia molto interessante mafioso, maniere e anche tenera.

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