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74- Temporada alta. Por Beto Dos

Sí señor, aquí estamos. En estos amargos momentos me encuentro en la playa de Benidorm junto a mi contraria. Mi contraria, para el que no lo sepa, es mi mujer y se ha ganado a pulso este apelativo. La muy puta –disculpen el vocabulario–, me ha obligado a venir hasta este lugar, que en nada envidia al infierno, para disfrutar –¡¡Ja ja ja!!, perdonen, es que me parto con lo de disfrutar– de unos días de relax.

Yo quería ir a Asturias, a lo fresquito, que es lo que me gusta a mí, o incluso quedarme en mi casa tranquilamente esta semana, allí tan a gusto sin mover un dedo, que es como mejor está uno; en su casa sin que nadie le moleste y sin trabajar, y encima este año ya tenemos aire acondicionado, pero mi contraria insiste en que hay que conocer mundo.

Yo  no quiero conocer mundo, ¿para qué? Habiendo hecho la mili en Melilla se le quitan a uno las ganas de andar por ahí como cabra sin cencerro. Digo “cabra sin cencerro” y no “vaca sin cencerro” porque yo hice la mili en la legión nada menos, y eso marca. Todos mis respetos para la cabra de la legión, faltaría más.

El caso es que la infeliz de mi contraria, como les decía al principio, me ha obligado –esto es literal, no exagero– a venir a Benidorm. Cuando digo que me ha obligado, no es que haya hecho uso de la fuerza, la pobre mide un metro cuarenta, qué fuerza puede hacer…  Aún así  no hace falta que explique a qué me refiero con cuando digo “me ha obligado”; los que estén casados lo entenderán perfectamente, y los que no, estoy seguro de que serán mucho más felices mientras lo sigan ignorando.

Ayer, a las doce de la noche, llegamos a este paraje inhóspito después de cinco horas  en la carretera y un control de alcoholemia de por medio, que por suerte me pilló sin probar una gota de cerveza, cosa rara en mí, la verdad. Esto se lo tengo que agradecer a la contraria –no todo va a ser criticarla–, que me dio mucho la vara para que no bebiera durante el trayecto, aunque ya se ha encargado ella de echarse flores y apuntarse el tanto:

–¿Lo ves? Si te lo decía yo, si te lo decía yo. Control. Menos mal que me has hecho caso y no has bebido. Si te lo decía yo, si te lo decía yo…

Y así se pegó hasta que llegamos al apartamento de mi cuñao, que es donde nos hospedamos. Que conste que iba a poner “cuñado”, pero me ha parecido muy formal, porque yo siempre le he dicho cuñao.

Otra cosa que le tengo que agradecer a la contraria, según ella, es el alojamiento, porque como el piso es de su hermano no pagamos nada. Lo de no pagar nada también tiene su gracia, porque lo que hacemos es compartir durante una semana cuarenta metros cuadrados con tres personas más: mi cuñao, su mujer y el crío, que da más guerra que entre catorce. A mi eso me parece un precio muy alto por estar cinco personas metidas en un cuchitril, que en mi pueblo hay gorrineras más amplias.

Encima la contraria se ha envalentonado con lo del control de alcoholemia y no me deja beber. Sin ir más lejos, esta mañana me han hecho levantarme a las ocho de la mañana para ir a comprar bebidas al supermercado y no me han dejado coger ni una lata de cerveza. A ver quién aguanta así este calor. Dice mi cuñao que beba cerveza sin alcohol. Claro, a él como es abstemio le da lo mismo,  pero a mí me parece un timo, así que al final nada de cerveza; hemos llenado la nevera de fantas, coca-colas y unos sándwiches prefabricados que ni saben ni huelen y a las nueve y media de la mañana estábamos los cinco metidos en el Ford Fiesta  rumbo a la playa.

Después de tres cuartos de hora intentando aparcar, he dejado el coche encima de una mediana, así que igual cuando volvamos ya se lo ha llevado la grúa. Si eso pasa, la culpa la tendré yo, por supuesto. Si no se lo llevan, mi contraria dirá que “menos mal que ha dicho ella de aparcar en la mediana”. Esto es dogma.

Una vez en la playa, y pasando por alto que nos las hemos visto putas para encontrar un hueco en el que cupiéramos  los cinco, cada uno se ha puesto a lo suyo:

Mi cuñao a leer debajo de la sombrilla; las dos contrarias (la mía y la de mi cuñao) al sol como los lagartos y sin dejar de darle al palique; el crío voy que vengo del agua a la arena, gritando y pataleando las toallas, que me ha puesto fino de arena nada más llegar. Como fuera hijo mío una buena hostia no se la quitaba ni el asistente social, pero así me tengo que aguantar, ¡qué vida esta!; y yo, pobre de mí, aquí tirado en la toalla más fea que os podáis imaginar, embadurnado de una crema que huele a pistachos revenidos y rebozado de arena hasta las orejas, soportando al crío de mi cuñao a cuarenta grados de temperatura, que no corre ni un pelo de aire.

Me he ido a encender un cigarro y ha llegado una anciana con las tetas por el ombligo a decirme que no fume, que ella tiene asma y le molesta.

Viendo a mi cuñao libro en mano debajo de su sombrilla, he tenido un momento de lucidez y he comprado en el quiosco la prensa deportiva. Así cuando  me canse de leer mentiras me sirve de abanico.

Mucho no he leído, la verdad, que nunca he sido yo muy lector, además con el bochorno que está cayendo es que se le quitan a cualquiera las ganas de enterarse de los fichajes del Madrid, y como a mi cuñao no le gusta el fútbol, me dice que vaya cosas leo, que soy un vulgar y un inculto. Yo le he dicho a él que es un poco gilipollas. No cabe duda de que los dos tenemos razón.

Para limar asperezas después de nuestra pequeña discusión, le he preguntado qué estaba leyendo.

El extranjero, de Albert Camus –me ha dicho muy digno. Yo ni idea de cuál es, pero me ha contado mi cuñao que va de un tío que se la suda todo y lo único que le importa es que tiene un calor de la leche –como yo, vamos–. Se muere su madre y se la suda porque hace un calor tremendo y sólo piensa en el calor que hace. Incluso llega a matar a un tío en plena playa, y cuando le preguntan que porqué lo mató, con dos cojones responde que porque hacía mucho calor.

Yo creo que mi cuñao me está vacilando, que lo del calor y el tío matando a otro en la playa son muchas casualidades. Lo mismo me quiere intimidar y se lo ha inventado todo, pero el caso es que me está llamando la atención ver si es verdad que el libro trata de eso, porque me identifico mucho con el protagonista. Tendría huevos que por culpa de mi cuñao me aficionase a la lectura.

Entre tanta historia, tanto calor, tanto grito del crío y tanto cotorreo de las contrarias, me ha entrado una sed que me bebía ahora el mar Mediterráneo si tuviera una pizca de alcohol. Ya son las dos de la tarde y esta gente no tiene prisa por irse a comer, así que disimuladamente me he levantado de la toalla y me he puesto a buscar el chiringuito más próximo, con tan buena suerte que una mulata preciosa me ha dicho que está muy cerca y que ponen unas jarras de cerveza heladas que no se las salta un gitano.

Me he lanzado como loco a la búsqueda y lo he encontrado enseguida. El chiringuito se llama Oasis, imposible un nombre más acertado. Lo tiene todo:  sombra, cerveza y un montón de chicas guapas. He pedido la jarra más grande que he visto y una chica rubia me la ha servido con una gran sonrisa. Luego me ha dicho algo en inglés o francés  y no he entendido ni papa, pero ¿qué importa?

Menudo mosqueo se va a coger mi contraria cuando me vea. Hasta entonces, carpe diem.

 

7 Comentarios a “74- Temporada alta. Por Beto Dos”

  1. Lotte Goodwin dice:

    Me ha recordado a los tiempos de Verano azul, que nos ha marcado a toda un generación. Muy divertido, la verdad. No sé qué hace este tipo con uno que lee a Camus. Espero que no lo mate a final de verano cuando ya no le haga falta su apartamento.
    Un abrazo y suerte.

  2. La señorita Bennet dice:

    ¡Hola Beto!

    Hoy voy a contradecir un poquito a mi amigo Lovecraft. A mi no me parece un relato machista. Y eso si, divertido es un rato. Ni siquiera he tenido tiempo de fijarme en la forma, ni en los detalles «técnicos». Me apetecía simplemente reírme un rato. Reflejas una situación que a todos nos es cotidiana con un tono muy de estar por casa.

    Pd/ A este paso, cuñaO lo va a usar tanta gente que la RAE lo acabará aceptando. Yo seguiré insistiendo, tiempo al tiempo. 😛

  3. Sacha dice:

    Sí, aire puro, por fin ¡A respirar!
    Enhorabuena.

  4. Lovecraft dice:

    Otro soplo de aire fresco, como diría Hóskar-wild is back. Sí, ya lo sé, rezuma tópicos, una pizca de machismo, bastante de mala baba, pero al final resulta divertido, quizás porque, ahora sí, muchos nos podemos sentir en parte identificados con las anécdotas que nos cuenta Beto Dos. Seguro que alguien me daría más de un capón por este comentario pero, parafraseando al autor del relato, ¡qué cojones!: Carpe diem

  5. Hóskar-wild is back dice:

    Y es que donde estén las playas asturianas… Pero afortunadamente paa los que vamos para el norte, quedan muchas ‘contrarias’ y ‘contrarios’ que les gusta más el solecito (allí es que llueve mucho) y pasar por el calvario de tener que bajar a la playa a las nueve de la mañana para poder hacerse con un par de palmos de arena. El tipo de la historia se queja mucho, pero habría que verlo, todo temeroso de aficionarse a la lectura. País. Suerte.

  6. El asesino de Morfeo dice:

    Beto Dos..¡cómo te comprendo!reconozco la situación paso a paso y palabra a palabra. Espero que hagas como yo y no vuelvas al infierno de la temporada alta nunca más. Me he reido y te lo agradezco. Se lo que cuesta esa aparente sencillez al escribir y te felicito por lo real que es todo en tu relato. La descripción es tan auténtica que hasta me pica la arena en la que me ha rebozado el jodido niño. Suerte y un abrazo

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