79- La vida normal. Por Natasha Yung
- 16 octubre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, cumpleaños, escribir, relatos
- 6 Comentarios
Hoy es mi cumpleaños. A las 5:34 cumplí treinta años. Todos esperaban que organizara una gran fiesta de cumpleaños. Son treinta años. Pero a mí no me gusta cumplir años y últimamente cada vez acudo a menos fiestas.
Todo el mundo habla de la incorporación de la mujer al mundo laboral de la misma forma que todo el mundo habla del reloj biológico. Mis amigas piensan que el arroz se les pasa llegando a los treinta y cinco. Por esta regla de tres, me quedan cinco años para que no se me pase el arroz.
Decía que hoy es mi cumpleaños. Me llamo Natasha. Natasha Yung. Me dedico a escribir en los ratos libres porque creo que la escritura es algo así como la medicina o como un psicólogo y sale mucho más barato. Nunca he dado clases de escritura creativa ni clases de literatura más allá de las del instituto. Desde la EGB al BUP tuve que leer en varias ocasiones El Lazarillo de Tormes, La Celestina o El Quijote, aunque El Quijote lo leíamos resumido en un solo tomo, un libro que no llegaba a las ciento cincuenta páginas. A pesar de ello, escribo porque una vez una amiga me dijo que era lo suficientemente rara como para convertirme en escritora. El problema es que mi amiga es tremendamente normal para considerarme rara y yo sé, ahora que conozco a algunos escritores, que no hace falta ser buena persona ni muy inteligente para ser escritora o escritor, así que sigo escribiendo por impulso, sin saber muy bien el porqué, con la única convicción de que cura un poco.
El mundo de la literatura es un tabú para muchos, una fiesta con drogas, alcohol y sexo para otros, el vil sueño de llegar a ser famoso para algunos y una acción absurda a ratos con el único fin de no volverse loco para el resto. Confieso que me reconozco una pizca en cada una de esas visiones, aunque últimamente creo, gracias también a mi amiga normal, que es con la última de ellas con la que podría sentirme más identificada. Eso no me ayuda para nada a ser mediática.
La vecina de mis padres, una señora mayor que perdió a su marido el año pasado, siempre me pregunta cuando voy a visitarles que cuándo me voy a establecer, que cuándo voy a tener un trabajo normal, que cuando me voy a casar, que cuándo voy a tener hijos. Cuando me hace la retahíla de preguntas yo siempre le respondo que la vida es dura también ahora, con más máquinas, más marcianos, más tele-basura y más sueños posibles pero dura, aún dura. Entonces la vecina me responde siempre querida, mucho peor están algunos y mucho peor estábamos antes. Pero yo no termino de acostumbrarme a esa filosofía.
La vecina de mis padres representa el culmen de la ambición de cualquier familia normal de hoy en día. En esta época tener un trabajo normal es tener éxito, casarte es sinónimo de haber tenido la suerte de encontrar a tu media naranja y tener hijos es igual que cumplir con el deber y la obligación de procrear. Si no tienes hijos nadie se hace primero la pregunta de por qué has decidido no tener hijos, sino la pregunta de por qué no podrás tenerlos. El ideal de trabajo normal, casa normal, coche normal, hijos normales y vida normal equivale al estatus dentro de cualquiera de tus grupos normales de amigos o familia.
Mientras escribo estas líneas preparo el plato de plástico que contiene cuatro sushis y cuatro makis. Coloco el plato en posición estratégica sobre la mesa y le hago una foto con mi nuevo móvil. Inmediatamente subo la foto a una aplicación del teléfono en la que todos mis contactos van subiendo fotos de los paisajes que ven a las ocho de la mañana de camino al trabajo en metro, en el tren o en el coche, de la cara del señor que se sienta frente a ti, de lo bonitas que son las partes altas y finales de los edificios de las calles o del estado del cielo ese día, con más o menos nubes, con lluvia o con sol. Esto también forma parte de llevar una vida normal y de mostrar a todos mis contactos que yo también llevo una vida normal.
Dentro de esa vida normal, me he acostumbrado a esta ciudad. El París romántico quedó lejos, un año y medio después de mi llegada a la capital francesa. He cambiado los cruasanes por tostadas quemadas por la mañana, las baguettes por el pan de molde, el vino francés por el vino más barato del supermercado, los museos más caros por las galerías de arte y las exposiciones gratuitas, el coche por el metro, el sol engañoso del primer agosto por las semanas enteras de lluvia y cielo gris de sus inviernos. París es una ciudad maravillosa para vivirla con dinero. Aunque París es también una ciudad maravillosa para los románticos que vienen a vivirla sin dinero.
Si todos esperaban que hiciera una fiesta por mi cumpleaños es porque todos mis amigos normales esperan una fiesta normal el sábado por la noche. Y como todos mis amigos normales viven el París que viven los románticos, las fiestas se organizan en las casas de cada uno de los amigos normales. Sin embargo, no es algo fácil en esta urbe. Organizar una fiesta normal en París significa prevenir a tus vecinos de que vas a organizar una fiesta, algo normal, en tu casa, y eso significa que habrá ruido en el edificio hasta bien pasadas las diez de la noche, el límite establecido. Si no tienes el consentimiento de tus vecinos, te arriesgas a que te visite la policía de madrugada en mitad de la fiesta normal. El resto de la organización es más sencilla. Para organizar una fiesta normal en París solo te queda invitar a tus amigos normales a tomar vino o cervezas en tu piso normal, un apartamento que si vives sola no suele superar los treinta metros cuadrados. Es increíble cómo en tan solo treinta metros cuadrados pueden moverse, bailar y beber más de una decena de amigos normales.
Pero no quise organizar una fiesta normal por mi cumpleaños. Cumplir treinta años no me hace ninguna gracia y tampoco he cumplido los requisitos de los decálogos de las revistas de moda o los requisitos de la generación a la que definen en los reportajes de los periódicos nacionales. No tengo nada que celebrar el día de mi treinta cumpleaños. Solo soy una mujer que acaba de cumplir treinta años y que lleva una vida que no es del todo normal. Una mujer a la que su mejor amiga normal considera rara, pero que es solo una rara dentro de la normalidad. Lo mejor debe ser ser raro dentro de un mundo raro, porque ser rara dentro de la normalidad no me parece que tenga ningún mérito.
Mi amiga normal me llama rara porque desde hace meses no salgo los fines de semana con el resto de nuestros amigos normales, porque leo demasiado y porque afirma que últimamente tengo conductas sospechosas. Lo que no sabe mi amiga normal es que su supuesto novio normal sale a su vez con otra mujer normal de la pandilla, que no es tan amiga como mi amiga normal. Al principio mi intención era la de contarle a mi amiga normal lo que estaba pasando entre su novio y la amiga de la pandilla, pero el mismo día en que quedé a tomar un café con mi amiga normal para contárselo, me confesó que tenía una amante secreta, otra de nuestras amigas de la pandilla.
Desde entonces no salgo los fines de semana por miedo a confesar todo lo que mis amigos normales me cuentan y no se dicen entre ellos. Tengo miedo de romper relaciones, de crear conflictos o de volverme tan normal como ellos. Para evitarlo, los sábados por la noche ya no organizo fiestas en mi apartamento de treinta metros cuadrados ni acudo a los pisos de mis amigos normales. Desde hace meses contacto a escritores de la ciudad y les pregunto cómo hacen para distinguir entre el mundo de sus personajes y el de la realidad. Cómo se puede ser una persona normal en un mundo raro. O una persona rara en un mundo normal cuando todo depende de si los que te rodean son raros o normales.
Solo uno de los escritores ha sido capaz de darme alguna pista: todos somos raros para los que no han vivido lo mismo que nosotros.
Hola:
No he escrito un monólogo. Pero si lo quisiera hacer lo llenaría de vitalidad. Le falta “eso” que atrape al lector.
Le falta: “gancho”.
Sigue en la lucha y espero que la crítica te ayude.
Suerte.
Hola, Natasha Yung.
Como monólogo para un programa de monólogos de humor, supongo que estaría bastante bien. Como relato literario… hmmmm… bueno, no sé, yo no pongo las reglas.
Suerte, Natasha.
Entre normalidad y rareza hay la misma relación que entre probabilidad y posibilidad: se diferencian sólo en la frecuencia.
Me gustó el monólogo de Natasha y aunque no formo parte de los escritores consultados opinaré sobre cómo distinguir entre el mundo de los personajes y el de la realidad. Verás: los personajes nos pertenecen a nosotros y nosostros pertenecemos a la realidad. En el primer Universo somos el creador y en el segundo somos la criatura, pero en ambos somos, cuando vivimos y cuando imaginamos.
En cualquier caso, la vida es como la vivas.
Mucha seuerte.
Pues no me parece normal que alguien que piensa que no es normal porque no ha vivido una vida normal de acuerdo a los cánones normales decida no organizar una fiesta normal para su cumpleaños y se encierre para que sus amigos normales no le cuenten cosas normales. Normal-mente, ésto hay que hacérselo mirar. Suerte.
Un monólogo existencial que a ratos se me hizo demasiado denso.
Mal comienzo es repetir tantas veces en el primer párrafo (que además es muy breve; doble delito) las combinaciones cumpleaños/años/cumplir.
El segundo párrafo empeora la situación por el abuso de clichés/frases hechas: incorporación de la mujer al mundo laboral, pasarse el arroz (dos veces), por esta regla de tres.
Y seguimos con los cumpleaños (inicio del tercer párrafo).
Repites «el Quijote» dos veces, una a continuación de otra, cuando podrías habertelo ahorrado perfectamente («[…] El Quijote, aunque éste último lo leíamos resumido […])
Los diálogos de los personajes hay que delimitarlos del resto del texto; de lo contrario, es difícil sabe quien dice qué en cada momento (un ejemplo de confusión: «Entonces la vecina me responde siempre querida, mucho peor están algunos y mucho peor estábamos antes.»)
Te animo a seguir escribiendo y te deseo lo mejor para el certamen.
Una interesante reflexión sobre lo que significa ser escritor y de sentirse diferente a la mayoria de la gente. Me gusta la descripción del Paris no-turístico. Suerte