81- La mujer de la plaza. Por Biznaga
- 16 octubre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, escribir, libro, relatos
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Era una soleada mañana de febrero. Se sentó en un banco de esa plaza a la que siempre dirigía sus pasos, le cogiera o no de camino a su casa. Como de costumbre había un variopinto grupo de turistas atendiendo las explicaciones de su guía y mirando ensimismados el obelisco central, la casa natal del famoso pintor, o su estatua en bronce sentada en otro de los bancos.
No había nadie a su lado y de pronto vio a sus pies un libro aparentemente nuevo, con las tapas de color celeste, sin ningún título ni dibujo que lo identificara. Empezó a mirar a su alrededor preguntando con gestos si era de alguna persona de las que estaban en los bancos cercanos; pero todos negaron con la cabeza. Así que lo abrió para averiguar de qué trataba.
Las páginas del libro estaban en blanco, sólo había una nota de papel doblada en su interior, en letra manuscrita de trazos irregulares, con este mensaje de auxilio: Soy un escritor que se ha quedado huérfano de inspiración e imaginación. Por favor, escribe en estas páginas lo que quieras, o lo que te ha pasado hoy, y vuelve a dejarlo en el mismo sitio. Yo lo recogeré más tarde. Solo te pido un poco de tu tiempo para devolverme la autoestima. Gracias por ayudarme y no olvides poner tu nombre.
Marta, entre sorprendida y curiosa, volvió a mirar alrededor intentando averiguar si estaba siendo víctima de una broma y algún gracioso se reía a su costa. Era lo último que le faltaba para ponerle la guinda a esa mañana, pero afortunadamente no observó nada que se lo confirmara.
Algunas de sus fibras sensibles, de las muchas que tenía, actuaron como un resorte interior. Sin necesidad de más argumentos sacó sus gafas y un bolígrafo del bolso y se puso a anotar enseguida el incidente del registro, a modo de desahogo:
He tenido una mañana de perros, pasando de cola en cola del Registro Civil y esperando que en alguna de ellas me dieran los formularios que necesitaba para solucionar lo de la herencia. Ya iba por la tercera ventanilla, que atendía un funcionario malhumorado al que había puesto de los nervios la exaltada joven que llegó con la apremiante idea de casarse esa misma mañana, y que el hombre despachó con una sonora negativa.
─ ¡Espero que usted no me haga perder el tiempo con causas imposibles! A ver…, me ha dicho mi compañero que es un tema de testamento. ─ rebuznó el funcionario mientras me quitaba literalmente los impresos de las manos, y sin dejarme rechistar siguió imparable con su monólogo.─ ¿Es qué no me escuchan cuando les explico las cosas? Le dije el otro día que le hacía falta el documento de últimas voluntades.
─ Creo que usted se confunde. Es la primera vez que vengo y…, ¿cómo quiere que sepa lo que tengo que traer hasta que no me lo diga? ─ comenté en tono suave pero seguro, intentando no exasperarlo más.
─ Bueno, es lo mismo, se lo vuelvo a poner en dos post-it para que se entere de una vez por todas. Y le aviso que esta semana no estaremos operativos de10 a 12 de la mañana, debido a la huelga ─ concluyó el interfecto.
A continuación me arrojó los impresos por debajo de la ventanilla, con la destreza que aporta un continuo entrenamiento. Menos mal que tuve los reflejos suficientes para evitar que salieran volando hasta aterrizar en cualquier rincón del suelo, fueran pisoteados por alguien y tener que volver a la cola por otro ejemplar. Salí de allí maldiciendo en sordina, porque no pude resolverlo, pero al menos ya sabía exactamente todo lo que necesitaba , gracias a dos post-it verde fluorescente, escritos con rotulador morado, que cantaban más que «La Traviata» entre tanto legajo oficial.
Llegado a este punto se paró en seco, al darse cuenta de que llevaba casi seis páginas escritas, pero tenía una sensación de infinito alivio. Había descargado toda su rabia a golpe de muñeca y palabras. No solo lo de aquella mañana; también habló del encuentro en la consulta del médico la tarde anterior donde coincidió con Oscar, su primer novio. Oscar el seminarista, como lo llamaban los amigos, pero al parecer su vocación y el celibato habían pasado a la historia, porque llevaba de la mano a la que le presentó como su esposa, embarazada de seis meses, y su primer hijo de cinco años. ¡Qué poco tiempo le había durado la «llamada interior»! ¿O lo de hacerse cura fue una torpe excusa para dejarla plantada? Enseguida recordó que sus amistades le habían dicho que estaba en Centro América, cuando ella se interesó por saber a qué parroquia lo habían destinado. Aquel encuentro le hizo mirar por el retrovisor y removió viejos sentimientos que creía superados.
Acabó la frase en la que estaba inmersa y empezó a leer desde el principio. Quedó muy satisfecha de lo que había narrado y lo firmó: Marta, la mujer de la plaza. Lo colocó con cuidado en el mismo lugar sin dejar de mirar al tendido de los balcones cercanos, por si veía al frustrado escritor pendiente de sus movimientos, pero ninguno de los inquilinos le parecieron dudosos de serlo.
Mientras abandonaba la plaza, se volvió dos o tres veces vigilando que el libro estuviera donde lo había dejado.
Regresó por la tarde con el único propósito de comprobar si seguía allí, como el delincuente que vuelve al lugar del crimen. Ya no estaba. Entonces empezó a dudar, quizá había sido una temeridad contar aquellos detalles a un desconocido, por muy escritor que dijera ser. Pensó que también podrían haberlos leído otras personas, aunque enseguida desechó esa idea. Su vocecita interior la acalló con la certeza de que no debía preocuparse, a pesar de que seguía pareciéndole extraño que unos hechos tan cotidianos pudieran ser un material interesante para nadie y menos para un escritor.
Cabizbaja y antes de irse, paseó su mirada por las entradas a la plaza y los inconfundibles maceteros que la flanqueaban, hasta posarla debajo del banco y allí estaba de nuevo el libro, sin nadie en las cercanías. Corrió hasta él con ansiedad, se agachó a recogerlo y al abrirlo encontró un folio escrito que decía: Marta, he leído con interés los hechos que cuentas. Estoy seguro de que con esas y otras anécdotas podría construir un argumento que no me devuelvan las editoriales. Llévatelo a tu casa y escribe en él lo que quieras: tu primer beso, tu gran amor, o tu desamor, tus inquietudes y aspiraciones, todo me servirá… Vuelve a dejarlo en este mismo sitio cuando lo acabes. Yo vendré cada día hasta que me lo devuelvas con las páginas llenas de tu historia. Tendrás noticias mías al pie de este banco, dos meses después del día que lo dejes. Mi agradecimiento más sincero por ayudarme.
Dobló el folio y cerró el libro. Lo apretó contra su pecho, protegiéndolo como si alguien se lo fuera a arrebatar, y empezó a caminar deprisa mientras iba hilvanando en su cabeza un borrador de todo lo que pensaba escribir esa misma noche. No se dejó nada en el tintero. Por arte de magia afloraron aquellos retales de vida que habían estado guardados en su arca interior, esperando hacer con ellos el mejor de los trajes. Los pespuntes de palabras salieron solos.
Contó lo de aquella excursión a Italia, donde el único hombre que iba sin pareja, y al que ella le había echado el ojo, por atractivo, educado y seductor; resultó ser gay y decorador de interiores. Fue divertidísimo ver al resto del grupo haciendo de celestinos, mientras ellos se escapaban a ver los museos que no estaban en el itinerario, y que para los demás eran citas de un lujurioso romance. Desde entonces fueron los mejores confidentes y seguían en contacto para ponerse al día de sus vidas.
Lo de su amiga del alma, la que se fugó a Cuba con aquel morenazo y todos sus ahorros. Ella estaba en cama con gripe y «su amiga» se ofreció amablemente a ir al cajero automático con su tarjeta y número secreto. Era urgente, había que pagar el alquiler y el casero se había puesto muy pesadito…
Su vocación infantil de pianista, que se quedó en mecanógrafa de una multinacional…
Y lo de su primera y última cita a ciegas…
La tarde siguiente, ya despejada de la noctámbula resaca literaria, se encaminó a la plaza, con el libro fuertemente sujeto, como quién lleva un tesoro. Para ella lo era, porque mientras escribía y aún más cuando lo acabó, sintió que su vida no había sido tan anodina como pensaba. Haber puesto sobre el papel vivencias destinadas al olvido, unas por dolorosas, otras por insustanciales, le permitió entenderlas claramente y en su justa dimensión. Todo de un plumazo, gracias a la indulgente mirada del tiempo y la luz de una sensata madurez.
Volvió a dejarlo en el mismo lugar y esperó. Esperó hasta que se encendieron las farolas. Las terrazas de las cafeterías cercanas plegaron las sombrillas y prendieron sus estufas exteriores. El paisaje de la plaza adquirió esa metamorfosis nocturna que cambia los niños por adolescentes y los alegres juegos infantiles por otros menos inocentes.
Allí lo dejó, aunque con cierto recelo. Se alejó bastantes pasos y volvió la vista igual que el día anterior, comprobando que en pocos minutos, el ya iluminado banco no tenía el libro debajo de sus patas. Estaba claro que alguien la observaba muy cerca de allí. Esta vez vio de espaldas a un hombre alto y fornido, alejándose con paso rápido hacia las calles del mercado cercano, perdiéndose de vista al doblar la esquina y que parecía llevar el libro en su mano derecha. Era catorce de febrero. Los días de esos dos meses se desgranaron muy lentamente y no paraba de preguntarse la razón para esa larga espera.
La mañana del catorce de abril, con el aroma de azahar impregnando el aire, se encaminó intrigada y ansiosa en busca de noticias de aquel escritor, del que ni siquiera sabía su nombre. Sin embargo, confiaba en que cumpliera su palabra.
Suspiró aliviada al identificar desde lejos esa forma celeste que ya le era familiar debajo del banco. Se sentó y lo recogió esperando continuar con aquel juego que le había despertado tantas sensaciones. Era el mismo libro, del que sobresalía una rosa roja de tallo largo a modo de marcapáginas, con esta invitación manuscrita: Este borrador te pertenece. Eres el personaje protagonista de mi novela: «La mujer de la plaza», que presento el viernes a las siete de la tarde en La Casa del Libro. Tu historia me ha hecho recobrar el placer de escribir, y por eso me gustaría verte allí para compartir contigo la inmensa alegría de volver a las letras…
Ave Fénix
Suerte
Para Tete:
Si te ha gustado, sin puntos, ni comas ni na… ya es el mejor de los premios. Si te gusta leer, no dejes de hacerlo, es un gustazo donde los haya.
Para Avril:
En estos tiempos, más que nunca, tenemos que sacar la imaginación a pasear. De la mano, como sombrero o mochila. De abandonos y amores frustrados, creo que más de una(o) podría escribir un Master, así que, para qué… Agradezco tus puntos y lo mejor de todo que te haya gustado.
Para Rulfo:
Te agradezco el comentario y el tiempo de leerlo, yo tampoco he podido hacer toda la ronda, son muchos relatos y todos muy buenos. Lo del Ave Fénix, se refiere al escritor que la resurgido gracias a esa espontánea relatista que descarga sus vivienvias en unas páginas en blanco.
Para Maruma:
Bueno, no sé que decirte, tus elogios me han puesto «colorá». Aprendo cada día, y sobre todo me gusta ser como una esponja con escritos y escritores con los que me siento más identificada. Me gustan directos y cercanos. Los repaso mucho antes de darlos por buenos y después le vuelvo a cambiar más palabras…
Gracias a los cuatro deteneros un rato en su lectura.
Hola viznaga: tu relato es muy bueno y cuando tiene tantas opiniones, ¡ Por algo será ! Lo primero que he de considerar, es la profundidad de los conocimientos y la soltura con que los expone la autora. Para decir las cosas con propiedad, es necesario, ante todo, tener las ideas muy claras. El trabajo tiene una gran viveza narrativa. En cuanto a la expresión advierto la gran selección del léxico, el dominio de la sintásis y la propiedad de los adjetivos. ¡Enhorabuena !
Estoy en los albores de la segunda ronda y, la verdad, lo siento. Lo siento porque, aunque a lo mejor a alguien ya se le ha ocurrido la idea (no he visto los comentarios de los demás), acabo de dejar un libro con las muchas corruptelas que me han ocurrido a mí a lo largo de mi vida debajo de un banco (no voy a decir donde, claro). Y ahora tendré que esperar otros dos meses. Debía haberlo leído en primera ronda.
Fuera bromas Biznaga, es un relato simpático que se lee fácil y te incita a continuar hasta saber el desenlace. La pobre mujer atribulada por Oscar el seminarista, la amiga que se piró a Cuba con sus ahorros…, de pronto resurge como el Ave Fénix. ¿O lo del Ave Fénix es porque crees en la reencarnación?
Suerte Biznaga
¿Todavía quedan ventanillas en «Atención al cliente» en la Administración? Y el funcionario ¿no está un poco exagerado?
Aunque supongo que habrá de todo, pero suena a tópico.
El relato me ha gustado por su imaginación. Aquí no hay amores defraudados, ni dolorosos abandonos, tan repetidos en el Certamen. Imaginación e inventiva. Te felicito y te dejo mis puntos.
No me atrevo a decir puntuación por si alguien cree que me refiero a los puntos y comas y vuelve la polémica.
Hola Viznaga:
Me ha encantado tu relato.
Creo que eres una escritora en potencia. Dedícate a escribír
que aunque yo no entienda mucho donde hay que poner los puntos y las comas,
sí se leer y me gusta mucho cómo lo haces.
Seguiré leyendo tus relato.
Un abrazo
Te agradezco muchísimo que no quisieras seguir con el foro… Ya está todo dicho. Como también tu comentario sobre el relato, que creo es mucho más de lo que esperaba. Es la primera vez que me presento a este certámen y soy relativamente novata en el tema de escribir relatos, no llevo más de dos años desde que he dado rienda suelta a mi inquietud largamente aplazada. Algunos talleres, mucha lectura y los consejos de buenos amigos expertos en el tema, me ayudan mucho cada día. Gracias otra vez y un abrazo para tí también.
Hola Biznaga:
Vaya… vaya… Tienes todo un foro de discusión en tu casa, jejeje.
Voy a tu relato. Me ha gustado muchísimo. Tiene encanto, originalidad, está muy bien logrado. La idea es estupenda. En fin… No sé qué más decir…
Lovecraft te ha dado un consejo muy bueno. Si lo comienzas diciendo: “No había nadie a su lado…” Tendría un toque de misterio desde mismo inicio.
¿Qué mejor que darnos consejos o hacernos correcciones entre escritores? Unos aprendemos de otros y todos salimos ganando. La más feroz crítica es el mejor maestro.
En este caso tu trabajo es buenísimo, así que ni suerte hay que desearte pues ya la tienes incorporada.
Si quieres formar parte de una peña literaria… La estamos tratando de montar entre varios concursantes de este certamen. Una vez terminado el concurso, nos pasaríamos nuestros datos. Yo me presento con Terapia musical. Te espero en mi casa, opinas sobre mi relato y si quieres me contestas a lo de la peña.
Un abrazo.
Para Abuelo: Hace unos días que no he mirado la página, ni los comentarios. Acepto tus tardías disculpas, tan públicamente como tú las planteas. Y te remito a una frase que espero no te sea desconocida: Por sus hechos los conoceréis…
Me volví a equivocar. Quise decir: pedir perdón públicamente a Biznaga. No debí haber escrito aquel comentario.
La razón de este comentario no es otra que la de pedir excusas públicamente a Biznaga por las observaciones que hice anteriormente. En ningún momento he pretendido molestar a nadie en general, y mucho menos a tí en particular. Además de esto, todo indica que estaba equivocado en la rectificación.
Asumo mi error, y te pido humildemente que me disculpes.
Me pareció muy pertinente este artículo y quise compartirlo con vosotros:
http://rescepto.wordpress.com/2008/03/23/garabatos/
Para Ann Danzas: Gracias por tus palabras de ánimo y lo del libro en blanco para comentar, sería un acierto, lástima que el del personaje del relato ya esté lleno de experiencias.
Para señorita Bennet: Es cierto que el escritor se aprovecha de las experiencias de Marta, pero estaba desesperado y sin tema para una novela, por la que ya había recibido un anticipo y que tenía que escribir en una fecha límite. De ahí la publicación en dos meses.
Para Dies Irae: Es cierto que no tiene nada de particular. Es una historia sencilla y sin ambiciones como la vida misma. Gracias por tu comentario.
Hoskar Wild y Sacha: Lo del libro en blanco es una puerta abierta para muchas cosas. Siento lo del funcionario, es un gesto algo estereotipado, pero real, porque yo fui testigo directo de uno así. El mensaje romántico, soy culpable: 14 de febrero, la rosa roja de tallo largo… Agradezco a todos el tiempo por leerlo y las opiniones.
Coincido con Hóskar, la idea es muy buena. Y el relato es ágil, sugerente, divertido y un pelín romántico.
¿Sabes lo que no me gustó?, el ataque, ya tópico, a los funcionarios ¡Hasta los acusas de rebuznar!
Pero, en fin, está muy bien, lamento no poder intercalar entre las palabras de este comentario una rosa.
Enhorabuena.
La idea del libro en blanco me parece fantástica. Más allá de la broma fácil de la búsqueda de ‘negros’ para que hagan el trabajo (aquí como comentaristas hay unos cuantos impagables) voy a aprovechar para confesar que una vez regalé una libro en blanco a una persona muy especial, con la esperanza de que pudiera llenar sus páginas con la vida que yo no podía darle. Suerte.
¡Hola Biznaga!
¡Que aburrido me ha resultado…leer todos los comentarios! ¡Son tantos y tan largos! Y ahora, con esta pequeña bromita procedo a hablar de tu relato.
He tenido una especie de contradicción con este relato, por un lado, me ha encantado esa especie de desahogo, por parte de Marta, que es escribir en ese libro en blanco ¡Qué a saber de quién será!
También el guiño, de que realmente, cualquier persona tiene algo en su vida que contar. Dolores, amores, inseguridad, realmente de cualquiera se podría hacer un buen libro.
Lo que reconozco que no me gusta tanto, es que el escritor se aproveche de las vivencias de esa chica para escribir. Me parece egoísta, o me recuerda a esos escritores de pago, que llega un famosete y les dice «hazme un libro de mi vida»
El buen escritor no necesita de libros en blanco, y estoy segura de que tú no necesitas uno aunque le hayas incluido en tu historia. Suerte
Hola, Biznaga.
El escritor de tu cuento seguro que es un gran escritor. De unas anécdotas cotidianas saca una novela y encima se la publican en ¡¡dos meses!!
Valoro, como en todos los relatos, el esfuerzo, y creo que tu escritura seguirá ganando peso con el tiempo y la práctica. De momento la encuentro correcta en la forma y sencilla en el fondo, pero tampoco ha llamado mi atención poderosamente por nada en particular.
Te deseo suerte, constancia y mucho amor por esta afición que compartimos.
Amén.
Oye, Biznaga, se me acaba de ocurrir que con tu relato nos brindaste un libro celeste de hojas en blanco para que todos comentáramos.
¡Gracias!
Muy interesante tu relato. Me dejó con ganas de seguir leyendo, y esas ganas son las que hacen que uno persiga escritores acechando buena lectura.
En cuanto a las correcciones entre los participantes del certamen, creo que podemos aprender mucho los unos de los otros, especialmente cuando son sugeridas con respeto y amabilidad. Ya me volví adicta a la RAE.
Aunque en algunos de los relatos, los errores, como los dientes chüecos, hacen más simpática la sonrisa.
Puesto que no somos profesionales, el solo hecho de haber mandado nuestras picardías líricas a concursar ya nos hace a todos ganadores. Lo mejor de haber participado ha sido encontrar una fuente de buena lectura, pues se trata más de compartir que de competir.
Para mí, el relato colectivo que se va tejiendo a punta de comentarios merece libro aparte. Está interesantísimo y se construye a diario.
¡Enhorabuena y suerte!
¡A sus órdenes, mi comandante! ya no incordio más. Un abrazo y mucha suerte.
Me has convencido, si señor,la imagen de la señorita con las uñas sucias es demoledora. Bien por ti.
Es la primera vez que me presento a un certamen de este tipo, de hecho apenas llevo dos años haciendo intentonas de escribir…es curioso, la afición me ha llegado con la vejez, a mi, que me molestaba hasta escribir cartas, que soy de la rama de ciencias y de un tiempo que apenas se le daba importancia a los acentos (lo de tildes para mi es nuevo). Esta divagación es para que comprendas mi extrañeza ante determinados comportamientos y la comprensión que me genera los fallos del personal que puedo hacer míos en cualquier momento.Dado que éste certamen no es para presentarse al Nadal o al Planeta y si, en mi opinión,para fomentar el vicio de escribir, me duele un poco que los mismos compañeros busquen con lupa los defectos que puedan tener los trabajos presentados.
Estoy seguro que no es tu caso y se muy bien que el comentario dejado por Cenachero se refería al Abuelo, por eso me extrañó tu respuesta que daba por sentado que te sentías aludido.
Por último y por enredar un poco en la puntualización del uso de apologeta ó apologísta, creo que apologeta se aplica específicamente al defensor de los dogmas cristianos, mientras que apologísta al defensor a ultranza de cualquier cuestión o posición. Pero, vamos, que da igual..no tiene importancia.
La pobre Biznaga tendrá que organizar un Club de Lectura bajo su relato si no encontramos otra forma de comunicarnos. Estos comentarios son los que dan gusto; casi una tesis doctoral. Voy contigo, Asesino de Morfeo. En esta cuestión, como en todo en la vida, lo que debe imperar es la mesura y lo que debemos evitar siempre son los radicalismos. Quizás yo mismo haya contribuido a radicalizar este debate, así que entono desde aquí un primer mea culpa.
Dicho esto, aclararé que en ningún momento me sentí molesto por el comentario de Cenachero, aunque mi respuesta pueda haber dado esa impresión. De hecho, si lees los comentarios anteriores al de Cenachero y relees el suyo, creo que en su caso ni siquiera se refería a mí (aunque por mi tendencia a las correcciones así pudiera parecerlo). Es decir, no contesté como contesté por sentirme aludido, sino porque me sirvió como excusa para dar mi opinión sobre un asunto que, no se muy bien porqué, en todos los certámenes es motivo de controversia. Volveré sobre esto más adelante. Ahora quiero dejar claro que mi intención no era acusar de apologeta (o apologista, lo mismo da pues son sinónimos) del analfabetismo a cualquiera que se moleste por recibir una corrección ortográfica, y si esa es la impresión que dio mi comentario, me disculpo desde ya y entono desde aquí un segundo mea culpa. Hasta ahora creo que no ha surgido en este certamen ninguno de estos apologetas, pero recuerdo que en el certamen del año pasado algún comentarista se enorgulleció de cometer faltas ortográficas, y en estos casos estaba pensando cuando acuñe ese término tan desafortunado.
Volvamos al meollo del asunto: falta de ortografía sí vs. faltas de ortografía no, o si lo quieres de otro modo, correcciones sí vs. correcciones no. Mi opinión particular: a mi me parece inconcebible que alguien que quiera dedicarse a la escritura, y cuyo esfuerzo en esa labor creativa valoro por encima de cualquier otra consideración (que conste), no considere también parte de ese esfuerzo la mejora de las habilidades técnicas que se le suponen a todo escritor (o germen de escritor), entre las cuales la correcta escritura y el perfecto conocimiento del idioma en el que se escribe son parte fundamental de esas habilidades. A nadie se le ocurriría, por ejemplo, trabajar como modelo profesional y presentarse en una pasarela con las uñas largas y llenas de mierda. Pues en esto de la escritura, la impresión que da un texto repleto de errores ortográficos o gramaticales es precisamente esa: de poco cuidado y de poco respeto hacia el destinatario del texto. Yo no nací sabiendo ortografía, como os podéis imaginar, pero me esforcé en aprenderla, y os aseguro que si yo lo he conseguido, cualquiera puede hacerlo también, con sólo un poco de esfuerzo. Entiendo que hay mucho aprendiz de escritor (yo el primero) con una enorme ilusión por escribir que al principio se puede sentir agobiado por estas cuestiones formales. Esto no debe ser motivo para arredrarse y abandonar la escritura. Todo se aprende si uno demuestra el interés suficiente. Lo que no es tolerable es la solución cómoda que nos llevaría justo al extremo opuesto: no pienso molestarme en utilizar correctamente mi propio idioma y además no aceptaré de buen grado ninguna corrección venga de quien venga.
Y de momento lo dejo aquí. Gracias por tus puntualizaciones, Asesino de Morfeo. Que alguien tan juicioso como tú me enmiende es para mí un orgullo.
Gracias Marga y Ganímides y me alegra ver que he podido reflejar en el relato ese cambio de un lugar, con unas horas de diferencia dentro de esa historia imaginaria. De eso se trata de relatar lo mejor que sepamos hacerlo. Yo estoy aprendiendo y esos comentarios me animan mucho.
Para Lovecraft y el asesino de Morfeo: Creo que el tema de la corrección lo hará el jurado, que es el que manda. Soy ajena a otros comentarios. A mí no me molesta que me indiquen si he cometido algún error, al contrario, agradezco la ayuda. Pero siempre hay que asegurarse de que la corrección sea correcta, y valga la redundancia. ¿Dejamos ya el debate y leemos todos los buenos relatos que los participantes de CL están escribiendo con ilusión y esfuerzo? Seguro que estáis asintiendo con la cabeza, así me gusta…
Siento también utilizarte, Biznaga, pero tampoco se como comunicarme con Cenachero para intervenir en la guerra entre «Paladínes» y «Apologetas» que me tiene muy enganchada en ésta aburrida noche de lunes.
A mí, al principio, también me mosqueó que, unos supuestos compañeros o rivales, se dedicaran a rectificar otros escritos…estaba atónito, incluso llegué a pensar que estaban a sueldo de la organización velando por el buen nivel del certamen, es más, se me metió en la cabeza que eran los que moderaban los comentarios…ya ves que tontería. Luego vi que no, que les llevaba a ello una guerra incesante contra las faltas formales en el arte de la escritúra; sin mala fe, es que no pueden remediarlo. Recordé una escena de La Vida de Bryan (no se si conoces mi incultura inglesa, espero que se escriba así)en la que un centurión romano hacia escribir cien veces una falta de ortografía en la pared, al protagonista, cuando le pilló haciendo una pintada contra la ocupación del Imperio en Jerusalen. Como ese centurión, nuestros «Paladínes» tienen una vocación didáctica que no se la salta un torero.Desde ese mismo momento, siento mucha ternura por mis maestros, y agradecimiento; me gustaría que todos aceptaramos, de buen grado,sus enseñanzas, aunque los escritores novatos no se las pidan…está feo ser desagradecido.
Por mi parte tengo que decir que el maestro Lovecraft siempre me ha ayudado en las dudas que le he planteado, y lo ha hecho con la amabilidad de todo un caballero…por eso me ha extrañado que se molestara por tu comentario; le has llamado «Paladín de la corrección» y,siguiendo sus consejos, me he asomado a la RAE para ver si tenía alguna acepción peyorativa que a mi se me escapara.
Paladín.- Defensor denodado de alguien o algo.
Paladín.- Caballero fuerte y valeroso que, voluntario en la guerra, se distingue por sus hazañas.
«Pues no» pensé, y una vez descartado el hecho de que fueran sicarios de la organización del certamen, me pareció muy acertado lo de «voluntario en la guerra». Por eso me extrañé que te contestara (de una forma que me parece un tanto airada), que prefería ser eso que «apologeta del analfabetísmo».
Dejándo a un lado la discusión de si es más acertado, en éste contexto, utilizar apologeta que apologísta -y, para eso no necesito acudir a la RAE- me parece que es un tanto exagerado el que, cuando alguien no se sienta a gusto porque se le corrija un trabajo (que ha realizado con mucha ilusión y no poco esfuerzo), se le tache de defensor del analfabetismo. Eso, mi querido Lovecraft,suena a insulto.
Termino ésta perorata pidiendoos un poco de cordura y humor. Al final es el jurado el que tiene la palabra y, mientras, nosotros podemos tener la libertad de comentar, de corregir y de decir que no nos gusta que nos corrijan. Parece que son las normas del juego, pero sin acritud.
Por último, quiero aportar mi granito de arena a la confrontación y rectificar al maestro Lovacraft (estás creando una bestia colgada del Google). La proxima vez, diles que son «Apologetas -Apologístas del analfabetismo funcional» que suena pedante que te cagas pero que se ajusta un poco más a la verdad.
Biznaga, me ha gustado mucho tu relato.
La primera vez que visité esa plaza era de día. La siguiente vez fue el mismo día pero ya de noche; me pareció increíble que fuera el mismo lugar.
Mucha suerte.
Es un relato que se lee sin tropiezos, ágil y con gancho. Me ha gustado y es una idea a tener en cuenta cuando los que escriben se queden sin inspiración. Original y a lo mejor a alquien le da por ponerlo en práctica, nunca se sabe… Te deseo suerte.
Para Cenachero:
Una cosa no quita la otra: el esfuerzo dedicado a la escritura, la corrección formal (que debe forma parte también de ese esfuerzo)… Pero si hay que elegir, prefiero ser «Paladín de la corrección» que «Apologeta del analfabetismo».
P.D.: lo siento, Biznaga; esto no va contigo, pero es que no tengo otro medio de hacer llegar mi mensaje a Cenachero.
Mi agradecimiento por tomaros el tiempo para leerlo y comentar:
Para Barack: Tus palabras me saben a gloria, porque después de leer tu relato y ver lo bien que escribes, me siento doblemente halagada. Mi agradecimiento con el perfume de una biznaga.
Para Lovecraft: Creo que el concepto del Libro viajero, son libros ya escritos que se dejan en determinados sitios y personas anònimas los recogen para leerlos, vuelven a dejarlos una vez leídos y así llegan a más gente, o algo así. Este libro está en blanco y la idea es la de un escritor sin inspiración, que se sirve de alguién para escribir el libro. Una especie de «negro» o «negra», en este caso. Y no lo hace por exceso de trabajo, como les pasa a muchos célebres escritores, sino porque no tiene ideas y a Marta le viene muy bien para sacarlas de su armario. Se complementan, y los dos salen ganando. No me gustan los finales tristes… Muchas gracias por leerlo y considerarlo original.
Para cenachero: Por lo que veo, o eres paisano o conoces la ciudad. Esa plaza me ha inspirado ya dos relatos y es que tiene algo muy especial. Tiene «vidilla» propia. Me alegra que te haya gustado y te parezca imaginativo. De tu defensa sobre la corrección, no puede decirse mas claro… Gracias paisano y además creo que alguién está muy contento porque ha aprendido el significado de tu seudónimo.
Para el asesino de morfeo: Estoy contenta de que te haya gustado y lo disfrutaras de principio a fín. Creo que de eso se trata y si encima ya sabes lo que es un «cenachero», mejor que mejor. Aunque tengo que decirte que ya no existen en la actualidad, pero sigue siendo uno de los símbolos de la ciudad. Gracias por tus palabras de ánimo.
Ota vez, gracias a todos.
PD: Hoy estoy de suerte, he conocido dos nuevas palabras: organoléptico y cenachero (para los ignorantes como yo, pescador de Málaga que vende pescado fresco en su cenacho o capazo de esparto)¿lo ves? siempre viene bien aprender cosas, no os cabreis que estoy muy contento, como chico con palabras nuevas.
Pues a mi me ha gustado, y mucho. Ni un pero y me he identificado con la protagonista. A mi, el hecho de escribir me ayuda a sacudir el tedio de una vida con pocas espectativas o el cabreo que me ataca a veces por cualquier cosa…como un maldito burócrata que te toca las narices en cualquier ventanilla. En cuanto al escritor…bueno, el buscó una forma creativa de adueñarse de vivencias ajenas y eso es algo que creo que todo el que escribe hace, mejor o peor; éste, al menos, pedía permiso antes de hacerlo.
Lo dicho, he disfrutado leyéndo desde el principio hasta el final.
Antes de nada quisiera decirte que siento mucho que «Los paladines de la corrección» se hagan presentes en este certamen. Alguno detrás de un mal disimulado consejo y con toda su «buena intención» enseguida se lanzan a corregir más que a valorar el esfuerzo. Mi parecer es que consulten antes el diccionario, porque de lo contrario enseguida se les ve el plumero…
A a mí el principio del relato, aunque no sea la norma primordial de los talleres de escritura, es lo que ha hecho que me enganche a leerlo, porque he identificado con tu buena descripción esa plaza emblemática de Málaga, «La plaza de la Merced», que conozco bien y no le falta detalle. Creo que es un relato imaginativo, que se sale de los estereotipos. Prolijo y con un final abierto que deja lugar a más imaginación. Afortunadamente, no todo el mundo cuenta batallitas de la mili. Mi felicitación y suerte.
La ocurrencia de El Libro Viajero adaptada aquí a la extravagante relación entre la protagonista y un autor de intenciones como poco dudosas. Muy original y escrito con la suficiente pulcritud como para que su lectura no resulte un insulto. Espero que el escritor misterioso no solo utilizara la inspiración y la buena voluntad de Marta para aprovecharse en su propio beneficio (habría que leer «La Mujer de la Plaza» para comprobarlo).
Por cierto, ya sabes aquello que resaltan todos los manuales de escritura creativa sobre que hay que enganchar al lector desde la primera frase. Pues fíjate: si hubieras prescindido del primer párrafo y la narración hubiese comenzado con el segundo («No había nadie a su lado…») habrías, desde mi punto de vista, cumplido con creces con ese principio.
Nasib baik Biznaga
Muy bien. Me llama la atención la cuidada estructura; dosifica la información para que el lector la reciba al mismo compás que un péndulo: a cada ida y vuelta de párrafo, una nueva dosis de datos.
Un vocabulario cuidado y el mimo en el tratamiento de los personajes añaden el resto para consolidar un cuento armonioso. Se disfruta con la misma placidez que el aroma de una biznaga.
Biznaga, si he de ser sincero, te diré que lo primero que me vino a la mente al concluir la lectura fueron aquellas palabras de Bogart: «…presiento que éste es el comienzo de una hermosa amistad». Por lo demás, me pareció un relato con buen ritmo, ingeniosa trama, y adecuado descabello.
Quizá, -por colar algún cardo entre las rosas-, creo que en algún pasaje adolece de una distribución un tanto anárquica de las comas. Alguien sobrado de razones, me sugirió la conveniencia de leer lo escrito en voz alta. Esa práctica suele ayudar en la siembra de los signos. A mí me lo aconsejó un maestro; contigo lo hace un aprendíz, razón por la que me acojo a tu indulgencia. Y por otra parte sospecho que «enseguida» se escribe separado. Ya sabes: el que nunca escribe, nunca yerra. (Dios me libre del día en el que crea que ya lo sé todo).
Te deseo toda la suerte del mundo. Enhorabuena, y un abrazo.