82- Gigoló. Por Constanza
- 16 octubre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, aventuras, gigoló, relatos
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Cerró el libro de derecho procesal, cogió la bolsa de deporte y salió de su cuarto con el firme propósito de no mirar un libro más en todo el fin de semana. ¿Quién le mandaría meterse en semejante carrera? Sus padres, como siempre. Estaba harto de los estudios, de la universidad y de casi todo.
Lo que realmente ansiaba desde lo más profundo de su ser era poder recorrer el mundo sin ataduras, y disfrutar de la libertad de movimientos que ahora se le negaba por sus circunstancias. Había leído tantos y tantos libros de viajes, reales y fantásticos, que sólo quería formar parte de esos pocos privilegiados, que en un momento de sus vidas se han atrevido a dejarlo todo por conocer nuevas tierras. Y desde luego no estaba dispuesto a dejar pasar el tiempo sin haberlo conseguido. Soñaba con explorar lugares de los que ni siquiera tenía conocimiento que existieran. No importaba: él los descubriría.
No podía demorarse mucho en arrancar su proyecto, porque el ritmo actual de destrucción del planeta podría provocar que en unos años, ni siquiera llegase a conocer aquellos rincones del atlas que tenía marcados como de especial interés.
Si su familia supiera sus planes, el escándalo estaría servido. Su padre le retiraría la palabra como mínimo, su madre protagonizaría una tragedia griega y la pija de su hermana tendría por fin la confirmación de las sospechas sobre su supuesta locura. Los quería mucho a todos, pero lo de la convivencia era otro cantar.
Necesitaba dinero para su empresa. Sí, ya sabía que otros, la mayoría a decir verdad, se habían lanzado a la aventura con lo puesto. Pero ese no era su estilo. No le importaba dormir en el suelo o comer cualquier cosa por asquerosa que resultase, pero con los bolsillos vacíos no iba ni al baño. Al fin y al cabo era a lo que estaba acostumbrado. Con un padre abogado de reconocido prestigio y una madre médico psiquiatra de no menos renombre, nunca le había faltado de nada.
—¡Hasta luego mamá! —Le dio un precipitado beso a su madre y se marchó a toda prisa.
—Pero Julio… —No acabó la frase porque nadie la escuchaba ya. Este hijo suyo siempre corriendo a todas partes. Miró el reloj y disculpó sus modales ya que en media hora entrenaba en el gimnasio, como todos los viernes y, caminando, como él solía desplazarse, llegaría con el tiempo justo.
A ella le parecía acertado que su hijo realizara alguna actividad al margen de los estudios por una cuestión de higiene mental que consideraba muy importante en un chico tan impulsivo e «insumiso» como Julio. A su marido no. Si quería ser un buen abogado como él, todas las horas del día dedicadas al estudio, no serían suficientes.
En ocasiones el «choque de trenes» era inevitable. Dado su carácter espontáneo, incluso irreflexivo, a veces se producían escenas tensas que culminaban en unas estupendas broncas, y no hacían sino aferrar más a cada uno en sus posiciones.
En cambio la pequeña Lucía, era el contrapunto. Dócil, manejable, educada, equilibrada, coqueta y con un toque de inocencia que no había perdido pese a sus diecinueve años. Admiraba a su hermana que se desenvolvía en ese ambiente como pez en el agua, en cambio él no podía respirar. Intentaba contenerse, pero su ímpetu era más fuerte que su voluntad. El entorno familiar le resultaba asfixiante. Todo estaba perfectamente calculado, milimetrado: las conductas, las rutinas, las comidas, el ocio, las conversaciones…
* * *
La realidad era que Julio, desde hacía aproximadamente un año, los viernes no iba a ningún gimnasio.
Un buen día encontró una agencia de contactos (cosas de la red), que resultó ser un centro muy «formal» y de una discreción a prueba de investigaciones privadas. En no mucho tiempo, con su carácter y su físico, pasó a liderar la lista de los más deseados. Eso sí: él decidía qué trabajos hacía y a qué precio.
Podía haberse dedicado a otra cosa, sí, claro; a poner copas en un pub, a hacer de canguro, a dar clases de inglés, incluso a ayudar a su padre en el bufete. Pero todo esto le parecía demasiado aburrido, convencional y… decente. Lo suyo era transgredir normas. Y esta tarea, además de proporcionarle unos ingresos cuantiosos, rápidos y con un relativo mínimo esfuerzo, le parecía el no va más de la desobediencia e irresponsabilidad.
A veces pensaba que quizás su hermana también pudiera tener una vía de escape secreta y por eso no parecía tan afectada. Sinceramente, esperaba que no, en el fondo la quería tal y como era, tan…princesita.
El trabajo era interesante; le permitía trazarse un mapa bastante acertado del universo femenino, que en el fondo no difería tanto del masculino. Acompañaba a todo tipo de mujeres: dulces, encantadoras, generosas, acomplejadas, cariñosas, autoritarias… y de todas aprendía algo.
* * *
Llegó a la agencia a las ocho en punto. Saludó con un guiño juguetón a Susi, la recepcionista, y entró en el despacho de «la jefa» como él la llamaba. Mantuvieron diez minutos de animada conversación y pasaron a hablar de trabajo. Ella le entregó dos sobres. Julio abrió el primero y, negando con la cabeza, se lo devolvió: no le gustaba esa mujer: guapa, atractiva, pero su mirada le transmitía prepotencia, y eso sí que no lo aguantaba (ya tenía bastante con su padre). Abrió el segundo sobre, con lentitud lo guardó en un bolsillo interior de su chaqueta y salió del despacho despidiéndose con la mano, sin mediar palabra alguna. Su jefa se quedó mirando la puerta, perpleja y pensativa un buen rato.
Julio dio un largo paseo y se refugió de sí mismo en la barra de un bar de copas. Volvió a casa, abrió la puerta torpemente y entró en el salón cabizbajo. Su padre tenía esa noche una cena de negocios y Lucía había dicho a la hora de la comida que esa tarde iría al cine con sus amigas (todos parecían tener planes los viernes).
Así pues, su madre estaba sola frente al televisor, recostada en el sofá con aire relajado. Al verle llegar, notó algo raro en él y se incorporó. Se acercó a su hijo que no levantaba la mirada y le alzó la cabeza suavemente sujetándole la barbilla. Le miró con extrañeza.
—Julio, ¡¿tú has bebido?!, —dijo casi en una afirmación más que en una duda. Él no contestó. Se abrazó a ella y rompió a llorar desconsoladamente como un niño pequeño.
La fotografía del segundo sobre era de Violeta, su madre… FIN.
Efectivamente Avril, hay dos partes en el relato, porque se cuentan dos facetas diferentes de una persona con muchas inseguridades en el fondo y que realmente no sabe lo que quiere aunque él crea que sí y parezca tenerlo muy claro.
Muchas gracias por escribir tu comentario.
Un saludo y suerte a tí también, que tienes un muy buen relato.
¡Que suerte he tenido! Cuando yo salía de la casa de citas, entraba mi mujer,¡y no me ha visto!
Quien sabe, si hubiera aceptado el trabajo, tal vez lo hubiera hecho y su madre no lo hubiera reconocido. Hay tanta hipocresía…
Está bien escrito, aunque creo que el relato se parte en dos, la primera parte queda aislada de la segunda. Pero el autor es el dueño de la historia.
Te felicito, como digo, está bien escrita.
Ja, ja, puede que sí Lotte Goodwin, pero de momento no me he lanzado a escribir nada de ese corte.
Gracias por dejar un comentario.
Un saludo.
A mí también me sorprendió que se abandonara la intención primera del relato, la de viajar; aunque hay que reconocer que la segunda parte da mucho más juego. Yo me hubiera recreado un poco en ella: hubiera aceptado el reto de un relato medio erótico.
Suerte.
Gracias por dejar un comentario Bonsái, me alegra haberte sorprendido cn el final. No es nada fácil entre tanto relato y tan bueno como hay en este certamen.
Un cordial saludo y suerte.
Constanza:
La verdad es que no me esperaba ese final, me has sorprendido.
Creo que el relato apostaba a eso y, si es así, has dado en el blanco.
Un abrazo.
Muchas gracias y suerte a tí también.
Hola Hóskar, gracias por dejar un comentario. Y sí, es un gigoló de pacotilla, como dices, porque lo que le motiva a serlo, no es realmente su deseo de conocer mundo, aunque le sirva de excusa, sino el de rebelarse contra su vida, sus padres principalmente, contra lo establecido.
Suerte.
Vaya gigoló de pacotilla. Si de verdad le hiciera falta el dinero para sarisfacer sus necesidades de conocer sitios nuevos, no debería de rechazar ningún trabajo. Otra cosa es que, por una cuestión de respeto, de moral o de tradición católito-apostólico-romana, le hiciera un descuento, pero business are businnes. Suerte.
Hola Lovecraft, te agradezco el comentario. Es verdad que no vuelvo sobre el asunto de los viajes, pero está hecho a propósito, porque he pretendido que el suceso inesperado para el protagonista, del final, eclipsara sus primeras intenciones y cortara de un modo abrupto los deseos del principio. Lo mismo algún día le hago segunda parte y todo, jaja.
Por cierto, me ha gustado mucho mucho tu relato.
Te deseo suerte.
Cuando se tiene un oficio tan estrambótico ,se juega con fuego a diario y uno está expuesto a que le sorprendan situaciones como la que aquí se relata. Por cierto, pensé que la historia iba a girar en torno a la necesidad urgente del protagonista por conocer mundo, tal y como había comenzado el relato, pero luego el tema de interés cambia por completo y no volvemos a acordarnos de aquellos comienzos.
удачи para Constanza y su relato