87- Cartas perdidas. Por La señorita Bennet
- 17 octubre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, abuelos, cartas, relatos
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Me acurruco en mi ajado sofá, tratando de calentar, en vano, mis desgastadas rodillas. Este es mi rincón favorito para recordar: el cuarto de estar. Concretamente, cuando la luz se cuela traviesa y fina por el ventanal. Tanteo la mesa y cojo mi bolígrafo y mi libreta. Sus páginas están amarillentas y me traen aromas de otras épocas. Paso las páginas con mimo mientras trato de recordar los preciados y desafortunados encuentros que fijan y determinan eso que algunos llamamos vida.
Y los encuentro. Aquí están, en cada pared, en las fotos, en las sombras, en los muebles, en mi mente… Observo a la pequeña Claudia. Juega frente a mi mirada. Sus padres la traen cuando su paciencia se gasta. Trota imparable por la casa. Me encanta la locura con la que mueve sus manos, aunque no tanto cuando arrasa con todo a su paso. Mi hermano la mira preocupado. Se levanta, la persigue, y la riñe; con ese tono lineal y represivo que solamente él parece poseer. Sonrío mientras escucho la canción que la niña tararea a la vez que huye de él, canción que yo misma le enseñé.
Me acomodo y comienzo mi carta rasgando con lentitud el papel.
«Querido Abuelo:
Hace mucho que no te escribo, pero aquí estoy, cumpliendo con mi promesa anual. ¿Soy una malqueda verdad? Iba a ir a verte por el Día De Todos Los Santos, pero no pude. Últimamente, estoy peor de la pierna, ir tanto al médico realmente no merece la pena, en todo te sacan pegas. Mi hermano está en casa conmigo. Deberías ver lo adulto y serio que se ha vuelto. Aunque para mi sigue siendo mi pequeño. ¿Recuerdas cuando nos llevabas de paseo? Ayer me lo recordó. ¡Cómo nos divertíamos! Te encantaba enseñarnos el nombre de cada flor y tumbarte en los campos de amapolas. Gracias a ti aprendí a diferenciar un águila de un halcón, a identificar el cantar del ruiseñor y a pescar con caña. También, a saber que setas podían comerse, y cuáles no. Las rutas por los caminos, y esos juegos donde la diversión principal era quitarte la gorra. ¡Siempre has estado calvo! Ocultarlo era muy ridículo ¿No crees?
Es raro ver como algunos recuerdos jamás se van. Aunque es algo normal cuando está de por medio la gente que queremos. En este caso tú. Te quiero abuelo. Pero eso ya lo sabes. Aunque conforme pasan los años, los ojos, y la memoria olvidan. Sin embargo, yo no te olvido. Aquí sigo, y aquí estoy, escribiéndote. Más tarde que temprano, pero siempre a tiempo. Compré unas flores, pero se han marchitado en el jarrón. Igualmente, sé que no te hubieran gustado, sólo te gustaban las flores que cultivabas.
¡Dios mío! ¡Esta niña no me deja tranquila! Espero que yo no fuera tan pesada como Claudia. Menos mal que convencí a sus padres para que la llamaran cómo tú. Bueno lo ideal habría sido Claudio pero nació siendo niña y habría sido raro.
Fíjate, estoy viendo unas fotos viejas, y me estoy acordando del billete de mil pesetas que me distes por recoger patatas. ¡Sólo llené un saco! ¡Quien viera las mil pesetas! Con eso ahora no tenemos ni para tomarnos un par de helados, te lo juro, valen muchísimo más caros.
Claudia es tan inocente… pero le gusta mucho la naturaleza. Me recuerda a ti. Veo en ella tu esencia, le encanta el campo, tiene un libro repleto de animales y plantas y cada dos por tres viene a preguntarme. Lo mejor, es que la niña sabe mucho más que yo.
¿Sabes? Ahora mismo canta tu canción. ¡Qué cosas! Supongo que todo lo bueno sabe sobrevivir al tiempo. Se la enseñé yo. ¿Quién si no? Esta canción seguro que pervivirá, siempre que alguien la vuelva a tararear.
No han pasado grandes cosas este año. Aunque últimamente me cuesta separar las pinceladas de mi propio cuadro. Mezclo un montón de cosas, y a veces me equivoco al situarlas en el tiempo. Nuestra vida siempre ha sido difícil, nunca hemos tenido grandes facilidades, las familias como la nuestra viven así, hay cosas que no cambian. No ha habido guerras, pero hay otros problemas, sobre todo económicos. Nadie nace con un manual que enseñe a caminar por la vida.
Por eso me sorprende que fueras tal y como te recuerdo. Siempre con la palabra exacta, casi nunca te equivocabas. Recuerdo cuando me hiciste ver que mi hermano no sólo era autista, sino que también era un niño y sabía amar. ¿Recuerdas a esa mujer? ¿La especialista que vino a evaluarle? Seguro que sí, porque creo que nunca lloré tanto como aquél día. Tenías razón, siempre tuviste razón, que mi hermano fuera autista no le impedía amar. Ahora que ya no soy una niña lo veo claro. Mi hermano está aquí, conmigo, entreteniendo a Claudia y sus ojos no engañan, nunca supieron engañar. Sus ojos aman.
Me gustaría que mis nietos me recordaran así. Como yo te recuerdo a ti. A eso aspiro. A dejar una huella imborrable, un buen ejemplo, y divertidos recuerdos. Pero igual que nadie nace con un manual para caminar, tampoco te dan un manual para ser la abuela ideal.
Pestañeas, y pasas de ser niña a ser abuela. En un fugaz y efímero momento se ha esfumado el tiempo. Eres una niña y de repente te despiertas con hijos, después, tan solo un instante y ellos tienen los suyos. A ser madre pueden ayudarte, a mi me ayudaron mucho mis padres. Pero cuando llega la hora de ser abuela eres tú quien tiene que ayudar a los demás. ¡Es todo tan fugaz! ¿Sabes cómo me llama mi nieto Julián? «La loca de las cartas» ¿Te lo puedes creer? ¡Loca! mi propio nieto… ¿Qué tiene de malo que te escriba? ¿Qué tiene de malo que os escriba a todos? La carta de la abuela aún está a medias, y la de mis padres ya la terminé.
¿Sabes a quién le he pegado mi manía? Claudia le escribió una a mi marido, vamos, a su abuelo. Bueno, más que una carta era un dibujo. No sabes cuánto lloré. ¡Y qué bonito era! Supongo que me siento muy sola desde que se fue. Ahora entiendo a la abuela cuando te fuiste. Entiendo su mirada empañada en lágrimas, y su gesto perdido. Es lo que yo veo cuando me reflejo en el espejo. Pero entonces me habla mi hermano, o aparece mi hija con Claudia en brazos y la luz vuelve nuevamente.
Julián es divertido, pero no viene mucho por aquí. Ya es prácticamente adolescente. Le entiendo, al fin de al cabo yo con su edad me comportaba igual. ¡Ya regresará! Es muy travieso y le va bien en el colegio. De hecho, se ha ofrecido a pasar mis cartas a ordenador, dice que apenas se entienden. Yo le digo que en las letras también hay sentimientos, en la forma de garabatear y trazar las palabras. En las lágrimas que caen mientras escribes y en el temblor que de repente aqueja. Y que eso un ordenador no lo refleja.
Me gustaría que estuvieras aquí, para que pudieras contestar a esta carta, y decirme si lo estoy haciendo bien. Me siento tan poca cosa en comparación con vosotros…con todo lo que significasteis para mí… Soy vieja. La vida ya no me trae sorpresas, sólo nostalgia y decepciones. A lo único que aspiro es a dejar buenos recuerdos en todos los que me rodean, cómo los que tú dejaste en mí.
Es triste, pero me acuerdo más de ti porque fuiste el primero en irte. Supongo que una nunca supera la primera tragedia, ni la primera fractura del corazón. Aún, en mi interior, tras mi tez surcada por arrugas, sigo siendo esa niña que se sentaba en tu regazo, que amaba los cuentos y a la que le costaba pronunciar la «r ». Por eso, a pesar del pasar de los años, de la sabiduría y de la vida, me siento perdida. Al parecer nunca crecemos del todo y siempre necesitamos a personas en las que apoyarnos. Aunque sean sólo un recuerdo, aunque estén al otro lado de una carta sin respuesta.
Mi niño me llama. Vamos, supongo que puedo seguir llamándole niño a pesar de estar recién jubilado. Mi madre me llamó niña hasta los cuarenta y tres. Y a él se lo llamó hasta el último día de su vida.
Vaya, ya estoy llorando. ¡Qué sentimental! ¡Y qué tonta soy! Y aquí viene la pequeña Claudia a limpiarme las lágrimas. Me observa escribir y juega a descifrar las palabras aunque obviamente no sabe leer bien. Intenta arrebatarme el bolígrafo, pero no la dejo, seguro que lo tacha todo y pinta un extravagante dibujo en su lugar. Mi hermano me cuenta algo sobre regañarla. ¡Ay que ver lo arisco que le han vuelto los años! ¿Quién adivinaría lo gruñón que podía ser un autista? Tú seguro que sí. Sabías tantas cosas de esta vida… Me gustaría contarte muchas anécdotas más, pero te tengo que dejar, aunque no lo creas, soy una anciana con obligaciones.
Realmente eso es lo único que diferencia a un niño de un adulto. La responsabilidad. En lo demás prácticamente seguimos igual. La misma esencia y los mismos sueños, pero con los pies en el suelo.
El año que viene prometo ir a verte, limpiar tu lápida hasta dejarla bien blanca, escribirte otra carta y no llevarte flores, aunque a la abuela si, a ella si le gustan. Y me despido, rápido y con prisas, esperando que el dolor de mis piernas mengue, y que la vida le sonría a mi familia un poquito más de lo que me sonrió a mí. Y por supuesto, que también te sonría a ti, donde quiera que estés. Pronto nos veremos, y entonces las cartas no serán necesarias. Ese día quizás mi nieto Julián no vea tan absurda mi manía de escribir cartas perdidas.
Un beso tan grande como el sol. De una abuela, para su abuelo, con amor »
Señorita Bennet:
Antes de que acabe todo, quiero decirte que eres una gran narradora y con esos dos patitos que tienes de edad el futuro es tuyo. Suerte en todo.
¡Señorita Bennet! ¿Aún no han acabado los exámenes?
Venga, princesa, que la juventud puede con todo y una noche de fiesta no hace daño a nadie. Date una vuelta y enséñanos unos pasos de baile más actuales antes de que caigamos «derrotaos» en los sofases.
Me doy un paseito por mi propia guarida para agradecer a todos aquellos que se molestaron en leer, apreciar, odiar y juzgar mi relato. Ha sido una experiencia muy enriquecedora en todos los sentidos. Gracias a todos, y muchísima suerte.
Venga, Srta. Bennet, no seas tan dura contigo misma, que escribes muy bien y lo sabes. Firmín tan solo te hizo una sugerencia inocente con la mejor intención del mundo y yo ni siquera mencioné tu relato: el comentario de Firmín me sirvió solo como excusa para recomendar (a todo el mundo, no sólo a tí) una herramienta que me parece puede ser muy util. No es necesario que te justifiques: tendrías que ver los primeros borradores de mis escritos (o los primeros borradores de gente como Vargas Llosa y otros cabezones, sin ir mas lejor, estoy seguro de ello). Te ha salido un texto bastante apañadito, sobre una idea y con un planteamiento muy original.
Un abrazo
Gracias Lovecraft por la recomendación del programa, la verdad es que soy un poco anti-tecnologías en ese sentido.Normalmente prefiero releer un texto mil veces hasta, más que nada porque ser dependiente de las maquinas al final hace que te esfuerces menos. Por eso normalmente tampoco escribo en word, intento no tener faltas de ortografía por mi misma. Pero me lo descargaré por probar, ¡quién sabe!
¡Gracias también por tus consejos Firmín! te dejé un comentario en tu historia, aunque con eso de que hay dos Firmines por aquí estoy un poco confusa, así que si el comentario no está en tu historia házmelo saber.
¡Un beso a los dos!
Hay un programa excelente que se puede descargar de Internet, llamado «Primitive Word Counter», gratuito y muy sencillo de utilizar, que cuenta el número de veces que aparece cada palabra en un texto. Es magnífico para detectar repeticiones de determinados vocablos. Recomendado.
Ojos refugiados en sus vasos y sus fantasmas…preciosa imagen y bonito germen para un relato. Controla un poco los «aquel, aquella» y los «su, sus», por lo demás..una maravilla..tienes mucho talento. Adelante Señorita, es usted la mejor.