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89- El Pozo de los Deseos. Por Auri Dehoz

La “Villa Wishes” era un pueblecito rural que se llamaba así porque se construyó alrededor de un pozo mágico. Si se tiraba una moneda y ésta tocaba el agua de su fondo, se haría realidad el deseo pedido. Pero esto sólo ocurría dos veces al año, sólo durante la media noche del solsticio de verano y el de invierno. En esas mágicas fechas todos los vecinos del pueblo celebraban una gran fiesta, reuniéndose alrededor del pozo, bailando y cantando en la gran placeta. 

Todos los habitantes, incluidos los niños, pedían su deseo, que a lo largo del año se cumpliría si lo habían merecido, para esto los mayores siempre les explicaban a los pequeños, que en el pozo vivía un duende, que era el que vigilaba a las personas para saber si eran merecedoras del favor de la magia.

Un año, la noche anterior de la fiesta de verano, un niño estaba triste porque perdió la moneda que tenía para su deseo. No podía pedir otra porque no había sido responsable con la que ya le habían dado. Entonces pensó que podría buscar al duende y pedírsela a él, ya que el pozo estaría lleno de monedas.

Cuando todo el mundo estaba ya durmiendo, el niño se escapó de casa y fue al pozo.

Empezó a llamar al duende desde arriba, pero como no contestaba nadie, decidió bajar él mismo. Se subió al cubo y fue soltando la cuerda poco a poco hasta llegar abajo, estaba muy profundo y muy oscuro, sólo supo que había llegado cuando sintió el agua. No podía ver nada y empezó a asustarse. Pero cuando llamó nuevamente al duende, las monedas del fondo empezaron a brillar, entonces metió la mano en el agua, estirándola con la intención de alcanzar una de aquellas maravillosas monedas, pero no consiguió coger ninguna. Su frustración empezó a ponerlo algo furioso y volvió a llamar al duende, ahora con tono exigente…, pero nada. La rabia se fue transformando en llanto y al caer al agua del pozo las lágrimas del pequeño, una voz resurgió del fondo:

Duende.- ¿Qué quieres?

Niño.- Una moneda.

Duende.- Si yo te doy una moneda, tendrás que concederme un deseo.

Niño.- ¿Y qué puedo hacer yo por ti?

Duende.- Me gustaría salir del pozo y vivir arriba, para poder sentir la calidez del sol y la brisa del viento.

Niño.- ¿Cómo puedo hacer eso?

Duende.- Yo sólo hago magia, hazla tú también.

 La voz ya no se volvió a escuchar y de pronto saltó una reluciente moneda del agua, cayendo directamente en la mano del niño.

El pequeño estaba contento, había conseguido su moneda y podría participar en la fiesta del próximo día.

Pasó el solsticio de verano y los deseos de todos se cumplieron, de todos menos el del duende del pozo. El niño no se lo tomó en serio, al principio pensó en las palabras que escuchó allí abajo, pero pronto se olvidó.

En la siguiente celebración ocurrió algo inesperado, el pozo se había secado y las monedas no formaban las ondas mágicas que daban fuerza a los deseos. Ahora caían sobre fango y no se cumplió ningún deseo.

A pesar de que llovió bastante durante el invierno, el pozo siguió seco durante todo el año.

La gente no sabía por qué la magia había desaparecido de pronto, pero el niño sí. Tenía que hacer magia y no sabía cómo. Un día en la escuela, el maestro de ciencias dijo una cosa que lo inspiró:

“Los seres vivos no existen por arte de magia, sino por el poder de la naturaleza”.

Con esta lección en la mente, el niño decidió invocar el poder de la naturaleza, así que lanzó al fondo fangoso del pozo una semilla.

Todos los días visitaba la placeta y hablaba al pozo, y todos los días comprobaba orgulloso cómo aquella semilla se iba convirtiendo en un árbol.

El niño se hizo mayor y tuvo a sus propios hijos. A todos les contaba la historia de cómo el pozo de los deseos se convirtió en el árbol de los deseos.

4 Comentarios a “89- El Pozo de los Deseos. Por Auri Dehoz”

  1. sacha dice:

    Suerte.

  2. Hóskar-wild is back dice:

    El duende parece que desconocía lo que se estaba cociendo en la superficie, en el mundo de los ¿humanos?. La última vez que lo ví estaba encorvado y muy envejecido haciendo cola en una de las oficinas del paro esperando que le concedieran la prórroga del paro. ¡Mira que echar por la borda un trabajo fijo y bien remunerado! Suerte.

  3. Lovecraft dice:

    Una interesante fábula a la que quizás le falte la moraleja. ¿Y qué fue finalmente del pobre duende? Me quedo con esa duda.

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©Joaquin Zamora. Fotógrafo oficial de Canal Literatura

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