96- El más íntimo deseo. Por Frodomakre
- 18 octubre, 2012 -
- Relatos -
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Iván llego a ser mi mejor amigo. Lo conocí en la etapa de la secundaria. Ni siquiera iba en la misma escuela que yo. En realidad era amigo de Álvaro, un compañero de grupo. A la hora de salida siempre estaba ahí, en las afueras esperando nuestra salida y la de las chicas. No parecía tener problemas, era de carácter alegre y extrovertido.
El, ya llevaba un tiempo en la ciudad, rentaba un cuarto en el barrio donde vivía Álvaro. Cursábamos el tercer grado, y la intención era continuar con nuestros estudios. Sus padres que vivían en un poblado cercano, en el cual no contaban con planteles oficiales para la educación media superior, habían decidí mandarlo a la cuidad; con la intención que cursara la preparatoria y la universidad.
En ese entonces Iván y yo convivíamos como compañeros. Formábamos parte de un grupo, en el cual encontrábamos el sentido de pertenencia. El tercer año concluyo con pésimas noticias para la mayoría de “nuestro grupo”. Todos sin excepción, habíamos reprobado más de una materia. Hablando de mí, de nueve que conformaban el programa escolar, solo aprobé música. ¡Que podíamos esperar!, luego de no haber asistido al salón de clases de manera regular, los últimos seis meses.
“El grupo” se mantuvo. Algunos buscaron un trabajo temporal, otros optaron por esperar, y los menos, entre ellos Álvaro e Iván; lograron rescatar el año escolar. Dos meses de inactividad, que aprovechamos para “socializar” lo más posible. Íbamos a cuanta fiesta nos invitaran, y si no, burlábamos la vigilancia en los salones sociales; donde se celebraban bodas o quinceañeras. Cuando de plano la suerte nos abandonaba, solíamos reunirnos en una esquina del barrio y guiados por el genero rapero; que era el ritmo musical/callejero que en aquel entonces “pesaba”, y era el que a nosotros nos movía, imitábamos toda clase de movimientos relacionados con el genero. Algunas veces, intentábamos crear nuestros “propios pasos”.
Pasaron los días de asueto, y los que lograron inscribirse en la preparatoria, tenían que presentarse ya en dos días. Yo no tenía un trabajo estable, era de los que mas vagaban, me quedaba a dormir en la casa de alguno de mis amigos; me ausentaba de casa un par de días, luego; solía ir a darme un baño y comer bien. Por supuesto había reprimendas, pero honestamente no hacían mucha mella en mí.
Iván y Álvaro, eran de los que habían logrado continuar con sus estudios, y por suerte para ellos; quedaron en la misma escuela y salón. En ese tiempo mi relación con Iván, todavía no era muy significativa, convivíamos todavía como compañeros.
Cierta inquietud intelectual, me empezó a alejar poco a poco del grupo. Comencé a visitar continuamente una librería, que siempre me había quedado de paso y que nunca había tomado en cuenta. Al principio, solo buscaba títulos que llamaran mi atención. Como no tenia ninguna guía, andaba a tientas. Recuerdo los primeros libros que compre… Hermann Hesse, Jalil Gibran y Nietzsche.
Así, esta inquietud me alejo completamente del grupo y me sumergió en un universo y mundos desconocidos. Les perdí la pista a mis compañeros, entre ellos a Iván, ya solamente “les caía “de vez en cuando.
Transcurrieron los tres años de prepa. Iván y Álvaro se preparaban para dar ese brinco trascendental a la universidad. Los dos eligieron la carrera de derecho, pero como esta licenciatura no se impartía en las universidades locales, debían viajar a una de las ciudades más próximas. Álvaro decidió, hacer el recorrido de ida y vuelta todos los días, se hacia como hora y media de camino. Iván por su parte, opto por instalarse (contando con el apoyo de sus padres), en el nuevo hábitat. La ciudad era Tijuana.
En ese tiempo, yo ya me encontraba en las puertas del infierno, en el que a veces me adentraba y luego retrocedía. ¿Que infierno?…el de la ansiedad, la angustia, el temor y la desesperación. He Iván que tenía por delante la oportunidad de trascender, lograr su sueño y tener una profesión, ya también comenzaba a ser jalado por ese mismo infierno. (Obsesión e impulso), (neurosis).
Fue cuestión de tiempo para que ese infierno, se posesionara de mí por completo, mi psique, mi alma y mi cuerpo. Días que se convirtieron en semanas, y semanas que se convirtieron en meses. Me aislé por completo, sumergido en este puzzle mental, en esta vorágine emocional.
No se lo decía a nadie, en realidad no entendía lo que me pasaba y no podía expresar lo que sentía. Es verdad que todo tiene un limite y sin saberlo, yo me acercaba a el mio. A grandes rasgos se lo conté a una de mis hermanas. Me escucho y me hablo de una amiga psicóloga que tenia. La recordé, yo sabia quien era, la había conocido en la boda de otra de mis hermanas. Incluso la había invitado a bailar, pero ella no acepto.
Al día siguiente acudí a su consultorio. Ella me recibió con mucho agrado, yo, trate de expresarle como mejor pude la situación por la que estaba pasando. Regrese varias veces, pero mi estado no mejoraba. En realidad había algo mas en esa relación medico/paciente. Había atracción, y ella tenia sus propios demonios. Me di cuenta al paso de las cesiones.
Que podía hacer, ya había buscado ayuda incluso con una profesional, yo seguía sumergido en ese foso infernal de sufrimiento emocional y mental; agudo y agónico. Este padecimiento que no da tregua, que no te deja ni a luz ni a sombra, te devora por completo, deja que te regeneres y te vuelve a devorar.
El limite llego un quince de enero, ya no recuerdo de que año. Un rifle. Un disparo. Dolor agudo. La ambulancia llego en diez minutos, yo nunca perdí el conocimiento, ni aun cuando ya en la camilla, en la sala de urgencias del hospital general, el medico de guardia con una expresión de desprecio, introducía su dedo en la herida de bala para hacer presión y repetía: ¡Era lo que querías!, ¿no?
Dure varios días en recuperación. Salí del hospital y ya instalado en la casa de mis padres, fue cuando me encontré con Iván de nuevo, estuvimos conversando un poco, y me comento que él, también estaba teniendo problemas similares. Tienes “huevos” me dijo, con cierto tono de admiración. Yo quise hacerle entender que no me sentía valiente por haber tomado el arma, apuntarla a mi corazón y disparar.
Fue la única vez que lo vi en ese periodo. Yo me marche de la ciudad por tres años. Me diagnosticaron con trastorno obsesivo/compulsivo, y por añadidura debía llevar tratamiento psiquiátrico. Siempre fue para mi, otra lucha aparte el aceptar que debía tomar medicamento. Por lapsos me negaba a hacerlo, pero cuando las oleadas de ansiedad y el desequilibrio mental me golpeaban, yo mismo lo pedía.
Regrese a la ciudad, con la intención de enfrentar lo que yo suponía me hacia sentir mal. Lo primero que enfrente fue el estigma. Un día me encontré en la calle a un amigo. ¿Que no estabas muerto?, me dijo. Yo no supe que decir y solo me sonreí. El estigma me seguía a todos lados, yo lo veía en los ojos de la gente que conocía.
Luego de unos meses, fue que nos comenzamos a frecuentar Iván y yo. Nos hicimos grandes amigos, conjuntamente a la amistad había algo entre nosotros que nos identificaba y por lo tanto nos unía más. Era este padecimiento infernal, que se lleva a escondidas, nadie parece notarlo.
Me conto su historia. Lo habían expulsado de la universidad por la manifestación de los síntomas. Me dijo que tenía meses en tratamiento psiquiátrico, que no dormía bien y que tenia crisis de pánico. Me conto que los últimos meses en la universidad habían sido terribles, confeso también haber atentado contra su vida mas de una vez.
En su casa lo apoyaban y no. En realidad, se había convertido en un problema y una carga para ellos. Su padre le decía: ¡preferiría que te fueras!, era con el, con quien Iván sentía mas conflicto. Su madre era quien mas sinceramente se preocupaba por el. Iván ya había intentado vivir solo, pero la soledad no le venia bien y regresaba a su hogar.
Él siempre me buscaba, era su único amigo y confiaba en mí, sabia que yo lo entendía. Regularmente tenia buen animo, y con frecuencia entrábamos al cine o buscábamos un café para conversar. Él me hablaba del “sentimiento de amor”, que le provocaba su maestra de la universidad. No la podía olvidar y siempre planeaba maneras de acercarse. Era una obsesión, yo lo sabia, pero el parecía no darse cuenta.
También me hablaba de su hija. ¡Le encanta correr!, quizá la lleve a clases de atletismo, me decía con una sonrisa y me mostraba una foto de la pequeña. Hablaba mucho de religión y compartía conmigo sus puntos de vista. Sobre asuntos de la vida en general, y de la enfermedad. Recuerdo que decía: “la duda es la madre del diablo” en relación a nuestro padecimiento. “Si todos viviéramos enamorados no habría guerras”, repetía frecuentemente. Luego, hablaba mucho de cuestiones religiosas, parecía que ese tema lo apasionaba.
Parecía estable, a veces por días a veces por semanas. Pero luego me buscaba y me decía: “el mal me ataco de nuevo”, para referirse a una crisis, en su semblante y físico en general se apreciaban los estragos de la enfermedad. Yo siempre quise hacerle entender, que lo que nos sucedía era algo biológico. Es una reacción química que sucede en nuestros cuerpos o mentes, proclamaba. Pero él, siempre le daba una connotación religiosa a lo que le sucedía, (el bien y el mal). Su familia era protestante, le habían inculcado cierta rigidez en este aspecto.
¡Quien da un centavo por mí!, me decía. Con una estima totalmente en ruinas. Se quejaba mucho de su padre, con quien quería establecer ese vinculo natural de amor, padre e hijo. Pero su padre lo rechazaba e Iván no lo entendía, y menos porque su padre era pastor. Así pues, vivía en un constante traficar de mediana estabilidad a una desolación y soledad interna.
En esos días o momentos de “estabilidad”, me hablaba también de formar un grupo. Una asociación, donde se podría reunir gente emocionalmente enferma, lucharíamos contra la depresión, el vacío, la incomprensión, la soledad. Este proyecto lo animaba, incluso había investigado seriamente, que se ocupaba para cumplir con los requisitos legales; que las autoridades exigían para poder ser considerados como asociación.
Pasaron los días, Iván se compro “un carrito” para vender “hot dogs”. Le iba bien, incluso en pocos meses logro hacerse de un auto usado, compacto, de esos que no son “muy gastones de gasolina”. Lo logro con sus ganancias actuales y con los ahorros de sus anteriores trabajos.
Deje de tener contacto con el por varias semanas. Un lunes vinieron sus padres a verme, me dijeron que intempestiva e inexplicablemente Iván se había marchado. Se comunico con ellos para decirles que viajaba en un camión con un destino incierto.
A los días regreso, tan mal que tuvieron que internarlo en un hospital psiquiátrico. Yo lo visite un par de veces, el como siempre me recibió efusivamente, con una sonrisa y un fraternal abrazo. Se quedo unas semanas internado, luego regreso a casa.
Vino un día a verme, muy temprano. Estaba muy delgado y demacrado, se sentía muy mal. No supe que decirle, las palabras no salían de mi boca. Al final solo nos dimos un fuerte y emotivo abrazo.
A los días, lo encontraron en un poblado cercano, como a tres horas de camino. Había cumplido su más íntimo deseo. Dejar este mundo. Yo lo extraño siempre, y pienso que si el me necesitara en el plano donde se encuentra, buscaría la forma de llegar. Aunque me gusta más, pensar que se encuentra en un lugar esplendido. Rodeado de amor.
Dedicado a mi mejor amigo. Iván “el terrible”
fat
Yo tb estoy de acuerdo con el señor Love en creer que se trata de algo autobiográfico, se siente a cada paso, se siente por todos los rincones de este relato.
Normalmente trato de dejar con cierto humor sano( espero) mis comentarios, pero en algunos no puedo por menos que respetar por encima de todo el tema tratado.En este caso no es para menos, en este caso más aún porque creo, repito, es una experiencia personal del escritor.
No es este el caso, pero habría que seguir advirtiendo a nuestros hijos adolescentes sobre el peligro de algunas drogas de diseño.La puerta giratoria de las unidades de agudos en los hospitales no para de ver entrar y salir a chavales que se han quedado » tocados» por la mano de alguna sustancia de esas nuevas.Más de un intento de autolisis es resultado de esa » amistad peligrosa».
Hasta ahora el tratamiento de ese tipo de enfermedad mental es medicamentoso, la familia es el eje fundamental que tiene que aceptar en primer grado que le ha tocado la » china» como otra enfermedad cualquiera que aparezca en un hijo.Es agotadora, pero es lo que hay, no se le puede echar a la calle.
Sobre tu comentario de ese médico quisiera explicarte algo…
A veces hay ciertos » suicidas» que cometen ese autoatentado con sólo una intención y es llamar la atención.A veces hay que leerle la cartilla y usar ciertas frases que parecen crueles.Hay algunos que tienen un largo historial de intentos fallidos…y hasta amenazan a la familia con quitarse la vida cuando algo se le tuerce.Lo peor es que cuando no fallan dejan a la familia con una culpabilidad tremenda…perdón, pero es así.
Suerte y que esté en su gloría ese hombre.
lamari sin disfraces
Suerte.
El mundo de los transtornos mentales es, pese a los avances de las últimas décadas, todavía un gran desconocido. Mala suerte para quien tiene la desgracia de caer en ese pozo negro como le pasó al desdichado de Iván. Ahora bien, su amigo y narrador de esta historia lo iba buscando: elegir a Hesse y Nietzsche tiene daños colaterales. Suerte.
Por el nombre de uno de los protagonistas y por la dedicatoria me da por pensar si no será un relato autobiográfico. Sea o no sea, es una historia angustiosa sobre un par de personas que parecen compartir algún tipo de trastorno mental. Terrible.
En cuanto a cuestiones formales, te aconsejo que cuides un poco más la ortografía. No se pueden intercambiar alegremente comas, punto y comas, puntos y conjunciones. Cada uno de ellos tiene una función muy concreta y no otra. El texto a veces resulta difícil de comprender si no se puntúa correctamente.
Ánimo, es cuestión de práctica. Suerte en el certamen