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97- Recuerdo. Por Antonia Grandes

Movió con cuidado la aguja hasta colocarla sobre el surco del pequeño vinilo negro. Bono comenzó a cantar: “with or without you…”, con o sin ti, yo no puedo vivir… Cerró los ojos y dejó que la música la transportara lejos de las cuatro paredes de su habitación, lejos de ese quinto sin ascensor, lejos de todo lo existente detrás de la puerta.

Martes, la semana apenas había comenzado, qué lejos aún se presentaba el sábado. Si pudiera coger el tiempo y doblarlo como una hoja de papel, lo haría en ese instante, así, sería nuevamente sábado y la espera habría terminado. Volvería a verle. Antonio. Ver a alguien a quien apenas conoce, a quien apenas recuerda ni tan siquiera físicamente. Le conoció este fin de semana, la oscuridad de la discoteca es propicia para acercarse a aquello que nos llama la atención. Un ¡hola!, ¿qué tal?, ¿vienes mucho por aquí?, bastó para ser el inicio de todo. Pero, ¿puede haber un todo en apenas dos horas? Ella piensa que sí, cree que sí, que un todo puede caber en un instante, en un segundo, en una simple mirada. Los ojos de él son azules, eso sí que lo recuerda bien, al igual que la sensación de estremecimiento, la sensación de vacío atrayente que sintió al asomarse a ellos. Quiere compararla a ese vértigo que sentimos en el estómago al asomarnos a un precipicio. En este caso, ella sueña con tirarse en caída libre desde esa altura, sueña en estos días, en descender, en precipitarse hasta hundirse en ese azul. Y desea, sobre todo desea, verse reflejada en ese color marino. Apenas recuerda nada más de él, tal vez se lo  ha cruzado ayer u hoy en la calle, porque no está segura de poder reconocerlo. Por otra parte, también piensa que esto sería imposible, que unos ojos así han de verse, por difuminado que uno recuerde el contorno que los alberga. Apenas hace dos minutos ha hablado con Carmen, con su amiga: ¿qué te pareció, a que es guapo? Yo es que apenas lo recuerdo, sólo sé que tenía unos ojos preciosos y que era muy guapo. Sí, le ha dicho Carmen, no estaba nada mal. ¿Y si no lo reconozco este próximo sábado cuando lleguemos a la disco? Tranquila, verás como sí, además, en cuanto te vea se acercará. No sé… Ha colgado el teléfono llena de dudas, pero con el estómago lleno de mariposas. No va a poder aplacarlas hasta el sábado, seguirán ahí revoloteando sin cesar, rascando delicadamente las paredes de su interior, impregnando con su polvo dorado sus pensamientos.

Su lengua recorre el interior de su labio inferior, el cual tiene levemente marcado en toda su longitud. Las palabras fueron escasas, pero hubo tiempo para besarse, para devorarse la boca al resguardo de la oscuridad que aún se acentúa más en los sofás de la discoteca. Acaricia el lóbulo de su oreja, y siente nuevamente la boca de él también allí, su lengua adentrándose en ese hueco auditivo; es tan fácil fantasear con esa lengua, con esas sensaciones nuevas tantas veces soñadas y que por fin se han manifestado haciéndose reales.

La canción termina, han pasado treinta años y todo está tan lejano y a veces, como hoy, en esa carretera, dentro de ese coche que conduce, tan cercano. Ya no hay discotecas, ni citas de adolescentes, ni tocadiscos, ni siquiera la amistad con Carmen ha permanecido. El quinto sin ascensor quedó relegado al pasado, barrido por un continuo cambio de viviendas, la música de los vinilos suena ahora en este equipo de audio de sonido envolvente y reproducción avanzada. Antonio… ya no mueve nada más que un pequeño, un leve recuerdo colgado de unas notas musicales. Una sonrisa ante la inocencia perdida, ante el paso del tiempo, ante todas las cosas que pasan y que nunca volverán, porque aunque lo hicieran, ya no serían las mismas. Una sonrisa de mujer madura llena de nostalgia, de cariño, ante la adolescente perdida.

Sigue conduciendo y se pierde entre el recuento de las cosas que ha de comprar en el supermercado, entre el pensar que hará mañana de comida, entre la sensación de sobrevivir más que vivir. Sigue conduciendo, y el recuerdo hace apenas unos minutos esbozado, se difumina, se diluye cual jirones de niebla entre la cotidiana realidad de cualquier día, de un día más igual a otro.

5 Comentarios a “97- Recuerdo. Por Antonia Grandes”

  1. sacha dice:

    Viajeros en el tiempo, testigos y paisaje. Sí, cuando miramos hacia atrás somos el que mira y fuimos lo que vemos.
    ¿Viste Dos en la carretera? Audrey Hepburn y Albert Finney se entrecuzan en toda la película en una sucesión de flash back que recorre la historia de su matrimonio.
    Me gustó tu relato.
    Suerte

  2. Hóskar-wild is back dice:

    Reconozcamos al menos que el guaperas de Antonio no era un lince a la hora de abordar a sus víctimas en la discoteca. Sólo le faltó el ‘¿estudias o trabajas?’. Si la historia duró esos treinta años, quiero imaginar que Antonio supo hacer un uso adecuado de su lengua en otras oquedades. Suerte.

  3. Dana contreras dice:

    Me gusto tu relato Antonia. Es sencillo, ameno e interesante. Ojala hubiera algún sitio donde seguir leyendote. En todo le dejo mi correo porque presumo que por aqui no podrá decirme la web donde leerla. Así que reiterandole mis felicitaciones, le dejo mi correo
    dana_87contreras@hotmail.com

  4. Lovecraft dice:

    Nostalgia, melancolía, morriña, tristeza, meditación, pena, pesadumbre, recuerdo, evocación, remembranza, soledad, aislamiento, pesar. Los fantasmas de la adolescencia atacan de nuevo. ¿Qué tendremos que hacer para exhorcizarlos?

    õnn

  5. Caos dice:

    Qué parecidos somos todos/as. Bueno, vale: as/os. Quien ha tenido adolescencia ha sentido eso que describes tan bien. suerte

orden

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