– Lo siento, pero por lo que veo no vamos a poder ayudarle – dijo con monotonía la mujer desde el otro lado del mostrador. – ¿Cómo que no…? – comencé a balbucear.
– Lo siento, pero por lo que veo no vamos a poder ayudarle – dijo con monotonía la mujer desde el otro lado del mostrador. – ¿Cómo que no…? – comencé a balbucear.