Pegaso y el mar. Por Catalina Ortega
Un aura, aromado de salitre y algas marinas, envuelve la tarde marinera acariciada por manos acuáticas de mil nereidas encantadas. Pegaso bebe los vientos; vuela sobre el esqueleto del aire y la arena de plata, envuelto en nubes de olas rotas en mil esquirlas de diamantes travestidos, ya, de estrellas,…
Humo de «Chocolate». Por Catalina Ortega Díaz
Humo de «Chocolate» Uno de mis hijos adosados, Fabio, el napolitano, sembró una tahúlla con hermosas plantas, entre las tomateras de la Huerta. Quedé deslumbrada ante la belleza de aquellas exóticas hojas verdes, que desprendían un aroma embriagador. –Hummm… ¿Vareidad ilatiana de totemas…, tomateees? –pregunté ingenua, con la lengua convertida…
Veinte años sin ti: Secuencias. Por Catalina Ortega Díaz
Veinte años sin ti: Secuencias 1.ª Cinco puntos de sutura; cura de quemadura química; desinfección de mordeduras humanas y múltiples arañazos. Se administran analgésicos y ansiolíticos por vía intramuscular- Esto podía leerse en el apartado «Tratamiento» del «Parte de lesiones» donde se especificaba: Mujer (…). Presenta herida inciso contusa…
Bodas de Plata. Por Catalina Ortega Díaz
El hombre sin orgullo. Por Catalina Ortega Díaz
El hombre sin orgullo Berenguer era aparentemente «normalito», incluso salía semidesnudo, tapando su rostro con antifaz ornado de plumas rosas, agitando banderas de colorines en una carroza el día del «Orgullo» Sin embargo, una gran lucha libraba en su interior. No podía consentir que nadie se diese cuenta de…
La ventolera. Por Catalina Ortega
La ventolera Aquella negra madrugada sentí llegar el fin del mundo. El viento silbaba, rugía, bramaba, aporreaba las contraventanas. Sombras fantasmales me asediaban. Enloquecí hasta el punto de confundir el ulular del aire, filtrándose furioso por las rendijas, con el eco de mi nombre. El viento me llamaba. Por instinto,…
Eros y Psique. Por Catalina Ortega
Eros y Psique No toda es vigilia la de los ojos abiertos Macedonio Fernández Amaneció una mañana de completo lunes, aunque el calendario mostraba ser domingo. Al ser día laborable disfrazado de festivo, las nubes andaban muy atareadas, jugaban revoltosas, cambiando de formas caprichosamente. Mi oficio de «hombre del tiempo»…