Carne de hoguera.
Está el leñero alto.
Desde el monte
resbalan los crepúsculos, y un tronco,
reseco y en raíces,
enseña sus heridas a la noche,
su carne en corazón desarbolado.
Ha soñado la niebla sus vestiglos,
ha parido la pena una flor trunca,
llorosos van los campos por lo oscuro.
No tiene el ruiseñor dónde posarse
ni el viento siente el roce de las urces.
Qué va a decir la prímula de mayo,
la flor hermana de la sombra fría,
el lirio acristalado de noviembre.
Delante de la casa está el invierno,
el abedul desnudo, la hojarasca.
En la cocina arde
la seca senectud de la madera.
Fuego, leña de amor.
Y afuera, nieve.
XXX Premio “Leonor” de poesía.