A río revuelto. Por Brujapiruja

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A río revuelto

    Mi cita era a las nueve y cuarto, probablemente la primera del día porque no hay ninguna disponible antes. Así que llego a la consulta, veo que no esta el médico y me siento a esperar. Siempre recuerdo que nos llaman pacientes con toda la razón, porque hay que armarse de paciencia, da igual si es consulta pública o privada. Creo que alguno debe pensar que le da más empaque hacernos esperar hasta el aburrimiento.

    A los pocos minutos, al fondo del pasillo, aparece un joven alto perfectamente conjuntado con su pantalón Slim fit, camisa blanca ajustada y zapatos deportivos La bata blanca abierta bamboleándose al ritmo de su andar cadencioso y se me ocurre pensar, así de pronto, que puedo estar sentada en un desfile de moda y que en cualquier momento va a dar una vuelta completa para una exhibición a lo grande. Sonrío con mi ocurrencia, claro.

    El uniforme debería ser obligatorio siempre, en época de pandemia más, pero es verdad que no resalta tanto su estatus y su figura.

    Llega y saluda. Me pegunta si me importa esperar unos minutos a que tome el café. Se ve que, desde las ocho, que es su hora de entrada, aún no ha tenido tiempo el muchacho de desayunar, tampoco voy a agobiarle, no sea que se desmaye. Entra en su despacho, sale con una taza en la mano y vuelve a hacer el paseíllo a la inversa y ya son las nueve y media.

    Escribo a mi amiga con la que he quedado para desayunar después, que esto va para largo y que espere un poquito que el doctor está muy ocupado.

    A los diez minutos reaparece y finalmente le cuento y me cuenta. Acaba de terminar la residencia y sustituye a la titular que está de baja y que se hizo cargo de la plaza cuando se jubiló el anterior y a la que no conozco aún. En las últimas tres visitas, tres médicos. Al menos este tiene la especialidad y parece que estará unos meses.

    Aunque ya le había comunicado por correo electrónico el motivo de mi consulta, aún no tiene nada preparado y tiene que salir de nuevo a buscar un aparato especial y la Tablet para hacer fotos de las lesiones por las que consulto.

    Son las diez y diez y ya hay más gente esperando, así que cerramos el tema con una consulta al especialista y que ya me llamarán. Porque para eso somos pacientes ¿verdad? Pues eso.

    Desde luego no me extraña que no puedan con esa carga de trabajo. Y los que mandan, sabiendo que esto no va bien, siguen transigiendo con las demoras, los horarios de trabajo, los cafés y los doblajes o sustituciones sin criterio.

    Mi amiga, harta de esperar, se ha tomado unos churros y me cuenta que su doctor es un buen profesional, dedicado a sus pacientes. También que bastante le cuesta pues como es cumplidor, le toca pagar el pato de tanto incompetente y al final la gente habla y muchos convecinos quieren pasarse a su consulta o van simulando una urgencia cuando está de guardia.

    -Se ve que tu médico es de la generación más preparada de la historia, me dice con cierta sorna.

    -Sin duda querida, sin duda – le contesto- una vergüenza que ni siquiera cumplan con el horario estos héroes de pacotilla aun teniendo una demora brutal y que nadie ponga un poquito de orden.
No veas lo bien que se desenvuelven a rio revuelto…

 

Brujapiruja

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