LA CASA VACÍA
Solía caminar como si se deslizaran sus pies sobre tumbas de mármol blanco,
avanzando con mucho cuidado
para no manchar sus uñas
con el barro seco fijado
a las inmaculadas lápidas.
Pero ahora, en su forma de estar, su agitarse con negra languidez
se asemeja al de una vieja araña
a la que hubieran cortado
las piernas y no pudiera
seguir hilando su red armoniosa; una araña anciana
que subsistiera escondida en el techo,
inamovible,
en cualquier agujero abandonado que el tiempo ha vaciado
de argamasa, como una de esas casas encogidas donde ya
nada cabe y que conviene desalojar del todo para ir dejando sitio
a la memoria.
Juana Fuentes
Uns versos tristes, pero enormes imágenes. Al final la memoria, si se sonserva, nos salva tantas veces de esos «huecos». Un beso Juana.