Tezer Özlü. Las frías noches de la infancia.

Tezer Özlü. Las frías noches de la infancia.

las frias noches del la infancia

 

Escribir para no perder la cordura. Escribir para liberarse de la ansiedad, para encontrar un espacio propio, para sobrevivir. Para superar el vacío y la desesperanza. La obra de Özlü sólo alcanzó el estatus de culto póstumamente en Turquía. Hoy se la conoce como la «princesa melancólica», un apodo hermoso para alguien que, pese a todo, siempre buscó entregarse a la belleza, el deseo y la luz.

 

   Como una estrella fugaz. Como un meteoro de verano. Breve, incandescente, intensa y cegadora fue la vida de Tezer Özlü. También su obra, que muy pronto se convirtió en literatura de culto para toda una generación, con una prosa que resplandece, atrapa y emociona.
A partir de los dieciocho años, escapando de una infancia y una juventud en las que se sintió cautiva, esta mujer libre, acechada por la locura, prendada de la vida y de los hombres, vivió en París, Ancara, Estambul, Berlín y Zúrich, donde murió de cáncer. Desplazamientos centelleantes que seguían la estela de sus caprichos, sus lecturas, sus amores o su incesante necesidad de emancipación y descubrimiento. Sin embargo, una sombra amenaza todos sus instantes, la alegría del sol, del mar, de los primeros besos y las primeras aventuras. Diagnosticada maniacodepresiva, es internada en varias ocasiones y sometida a tratamientos de electroshock y neurolépticos. Otro resplandor, esa electricidad que atraviesa la cabeza, y contra el que tantas veces se rebeló…
En este prodigioso texto repasa su infancia, la incomprensión, el exilio, su desprecio por el conformismo y las mentiras, la humillación de los hospitales y la violencia política. También sus anhelos y sus momentos de exultante felicidad. Con un lenguaje fulgurante, descarnado y franco, evoca con la misma naturalidad su pasión por la literatura y el despertar de su sexualidad. Esta auto-ficción adelantada a su tiempo ilumina, aunque sea brevemente —lo que se tarda en recorrer sus páginas—, algunos de los aspectos más inexplorados del alma humana.
Como Sylvia Plath, como Antonin Artaud, como Christine Lavant o como su compatriota Sait Faik, Özlü destila su apabullante virtuosismo de la verdad íntima de lo vivido. Y redime su destino gracias a la búsqueda de un amor que alcance el infinito y transporte la vida hacia el futuro, de un destello que irradie y temple las frías noches de su infancia.

 

Tezer Özlü

Tezer Özlu (Kütahya, 1942 – Zúrich, 1986)

 

   Pasó su primera infancia en dos pequeñas ciudades donde sus padres, profesores, estaban destinados. En 1950, su hermano mayor Demir (que más tarde se convertiría en uno de los escritores más brillantes de la generación de los cincuenta) se marcha a estudiar a Estambul. Poco a poco, toda la familia le seguirá. Tezer llega a la metrópolis con diez años; el abandono del campo y sus estudios en el instituto austriaco de la ciudad, el Sankt Georg, suponen un traumático cambio para ella y la hacen en extremo consciente de lo incongruente de su situación: es una niña turca educada en una tierra de tradición musulmana, pero según los principios laicos establecidos por Atatürk, y escolarizada en un centro de normas prusianas dirigido por monjas católicas. Se refugia entonces en la literatura (lee muy pronto a Dostoievski, Chejov, Tolstói, Zola, Camus, Goethe o Rilke) y en su nueva lengua: el alemán. No en vano, escribe sus primeros textos en turco, pero los traduce ella misma, y más tarde publica directamente en alemán. Entre 1967 y 1972 es internada en varias ocasiones en hospitales psiquiátricos, una fractura extrema de la que sólo escapa por su tenacidad. El nacimiento de su hija Deniz la ayudará a mantenerse firme. La publicación de Las frías noches de la infancia, en 1980, causó revuelo y admiración.

Errata Naturae

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