Un bello morir honra toda una vida. Por Brujapiruja

Un bello morir

Un bello morir honra toda una vida.
Francesco Petrarca

 

Había estado preocupado por  ella desde que la conoció; tras tantos años de experiencia profesional, por primera vez no sabía cómo afrontar a esa mujer, esa paciente parca en palabras que miraba fijamente, sonriendo irónica a veces, llorando silencios, suspirando entrecortada, permanentemente comedida. Finalmente tuvo que ingresarla para estudiar mejor el caso porque su estado empeoraba día a día.

Investigó a fondo la historia: apenas 70 años, algunos antecedentes infecciosos, alguna operación, nada vital o grave que a él le constara. Quienes la conocían la describían como una mujer alegre, trabajadora y fuerte, bien relacionada, que había casado joven, criado cuatro hijos y  que se mantuvo, al parecer, dentro de los cánones establecidos. A primera vista cualquiera podría describir la suya como  una  vida feliz. Cierto que había perdido pronto a su esposo, que cuidó de sus padres hasta escuchar sus últimas palabras, que sacó adelante a sus hijos con dedicación y finalmente con ventura y que estaba en la actualidad a la espera de dos nietos más. Sólo en los dos últimos años toda su personalidad se fue difuminando dejando a la vista a un ser desvalido y triste, aunque realmente no había razones claras que justificaran una depresión tan destructiva.

Pero hoy era aún peor. Ya no lloraba, ni sonreía: no hablaba.  Las enfermeras le habían comunicado que llevaba días tomando apenas un bocado con desgana. Las dejaba hacer su trabajo sin rechistar tomando los medicamentos, pero sin trato ni relación alguna. Apenas abría los ojos. Sus manos reposaban una encima de la otra sobre el regazo sin casi moverse en ese sillón azul hospitalario tan escueto, ausente del entorno, de las visitas. La mayor parte del día dormía profundamente ajena a la luz y los sonidos.

Se sentó frente a ella, como cada día, con la intención de recuperar su ánimo en alguna medida o al menos comprender qué estaba colapsando su mente. No contestó pregunta alguna. ¿Para qué? Una vida no se explica con palabras, le había dicho ya en otras ocasiones. Ni siquiera cambió el gesto ante su presencia. Algo cansado e irritado por su conducta alzó la voz en demasía y le espetó su queja:

                        —María, ¿es que no hay nada en el mundo que la ilusione, por Dios?

Un bello morir honra toda una vida MLN

María entonces abrió sus ojos grises y los fijó en los suyos. De pronto su pupila se dilató y el iris tornó a un verde tornasolado luminoso y brillante que emitía imágenes nítidas. El doctor, aturdido, no pudo sustraerse a ese fenómeno extraño que envolvía toda la habitación. Imagen tras imagen pasó ante sí la vida de su paciente desde la más tierna infancia; cuando escuchaba cuentos en el sofá, recostada en el hombro de su abuela, sintiendo su calor y el tacto de la mantilla gris de pura lana que se ponía al atardecer mientras en su rostro se dibujaba el reflejo cambiante del fuego de la chimenea. Paseando con su padre por los verdes campos asturianos al tiempo que recogían la sidriña y el gamonedo de vuelta a casa. El cálido y acogedor mar levantino donde conoció a su esposo. La alegría del nacimiento y crianza de sus hijos, de sus juegos y gritos mientras el olor a fabada recién hecha recorría la casa. Los éxitos y fracasos en su tardía andadura profesional; sus amoríos en busca del calor de una caricia. También cada frustración, lucha, contrariedad o engaño, cada noche en vela, cada mísera palabra  vertida desde la  incomprensión, los pálpitos a sus espaldas del odio inútil o la malsana envidia. Y dolor en soledad, mucho dolor, físico y moral, insoportable ya, nunca entendido ni atendido, nunca curado. No había disconformidad con su vida pasada, tampoco esperanza ni fuerza para el futuro.

María volvió a cerrar los ojos. El doctor también cerró los suyos abrumado, impregnado de esa tristeza que mata silenciosamente las ganas de vivir.

Apenas unos minutos habían bastado para entender su anhelo. Cogió sus manos entre las suyas y las apretó suavemente.

                       —Tranquila, María, estoy aquí para ayudarte: yo me encargo.

Ella recostó su cabeza en el sillón esbozando un intento de sonrisa, apaciguada.

Ahora él tendría que pensar cómo infundirle calor, hablar con la familia, brindarle comprensión, sosiego y armonía para recorrer ese último trecho que ella ya había elegido sin recriminar ni ofender, sin obligar a nada ni pedir a nadie.

Tendría que olvidarse de medicinas y protocolos, de intervenir como médico.

Tan sólo debía  ayudar a un ser exhausto a bien morir.

 

Brujapiruja

20 comentarios:

  1. Cualquier debate sobre el derecho a morir quedaría silenciado en unas palabras como estas. Qué historia Piruja; con qué ritmo suave y fluído transporta al lector por una más que lúcida visión de palpable realidad.
    El final es estremecedor, emotivo; conmociona al lector en su mensaje.
    Qué bien se entiende cuando la ética debe dejar de ser un término y ceder su consideración a la dignidad humana.

    Enhorabuena por este magnífico relato. Mil besos.

    • Gracias por este hermoso comentario Ameli, a veces la mejor forma de ayudar es la cercanía, la comprensión y la aceptación de la voluntad del otro por encima de nuestro propio sentimiento. Como dices la ética debe dejar de ser un término para pasar a ser una acción de generosidad.
      Besos inmensos

  2. Este relato me ha tocado. Como siempre me encanta como escribes. Tienes mucha razón, es mejor tener un bello morir, en lugar de un mal vivir.
    Me ha encantado. Un beso.

    • Querida Coscobil, cunado yo estudiaba, a principios de los 70, a las enfermeras nos enseñaban a ayudar a bien morir. Entonces no había tantos medios ni la medicina estaba tan avanzada y sabíamos con tiempo quien no tenía curación. Entonces nuestra misión era procurar una muerte digna.
      Ahora la medicina, a veces, procura un mal vivir indesable,lleno de sufrimiento y desazón del que muchos no son convenientemente informados.
      Porsupuesto estoy de acuerdo contigo.
      Un besazo marinero

  3. Ángel Silvelo

    Triste y muy duro, pero sin duda, fantástico. ¡Qué bien lo has narrado, Luisa! Enhorabuena.

    • Ángel que lo consideres fantástico me halaga.He tardado en publicar este relato porque el tema es duro y triste sí, pero la muerte es parte de la vida y no podemos ni debemos olvidarla y mucho menos ocultarla como si nunca nos fuera a pasar.
      Un fuerte abrazo

  4. Cuando una historia nos lleva a pensamientos que nunca hemos compartido es que está muy bien hecha. Y eso es lo que me ha pasado con tu relato: me ha convencido de algo que no quiero ni pensar.

    Espero que a esa pupila le queden todavía muchos y maravillosos momentos que reflejar hasta que (nos) llegue el del «bello morir».

    Muchísimos besos, Luisa. Un abrazo.

    • Querida Carmen, muchos de mis pequeños relatos o poemas se centran en la mirada, en como escuchar los mensajes evidentes del estado de ánimo a través de los ojos de otro ser. En este caso es una fabulación imaginaria, pero cuantas veces decimos con la mirada lo que nos sucede y nadie es capaz de escuchar esos ruegos que son imposibles de pronunciar con palabras.
      Gracias por leerme amiga.Besos.

  5. Lo haces sentir y comprender muy bien. Gracias, Luisa.
    Es, para mí, un ejemplo. No es sólo la vida de quien la ha apurado hasta su límite y ya no tiene fuerza para soportar una enfermedad sin esperanza. Es también el derecho de todas las personas que, por una causa u otra, no quieren seguir luchando contra una existencia que sólo les aporta sufrimiento. Es el derecho a decidir. Es la lucha por una muerte digna.
    Quizá así no quedarían tantas preguntas sin respuesta, como planteaba Anita Noire en su post el otro día. Pero vivimos condicionados por una cultura que condena el derecho a decidir sobre la propia vida, y jamás nos tomamos en serio (mucho menos atendemos) una demanda en ese sentido.
    Yo tengo un sueño: un día, cuando yo lo decida, juntar a mi familia y mis amigos más queridos y celebrar mi primer y único cumplemuerte. Dejar de existir rodeada de cariño, aceptación y respeto a mi decisión. Pero no sé, me temo que no va a ser muy fácil…

    • Hola Dies, una de las reflexiones que hacia Anita Noire era esta: «nada explica la tragedia que queda para aquel que sigue viviendo». Muchas veces el empeño y la imcompresión de los demás consiste en exigirte seguir luchando cuando, como bien dices, llega el momento en que no hay más fuerzas para una existencia que solo aporta sufrimiento.
      Nadie elige el cuando y el como de forma natural, pero si puede negarse a que se prolongue una vida artificialmente cuando nadie ha tenido la más mínima consideración a los deseos personales.
      Quizá consiguieramos que fuera más fácil si nos preparasemos para aceptar ese momento, eso sí que es bien difícil.
      Un gran abrazo querida.

  6. Todo aquel que ha perdido a un ser querido y ha visto el sufrimiento entiende perfectamente a su protagonista y también al médico.
    Un beso, señora Bruja.

  7. Luisa, en efecto, solo hay que dejar ir… pero nadie nos enseña, no se habla de las pérdidas, no se educa a nuestros hijos para ellas, y por eso no sabemos enfrentarlas. Solo los que hemos estado en el pasadizo, sabemos lo absurdo de andar por la vida envidiando, despreciando a otros, engañando…buscando eternamente aquello que tenemos en el bolsillo. Esta vida que se nos da tan solo de tránsito entre las manos es demasiado hermosa para desgastarla. A veces, hasta las pérdidas que creemos más incomprensibles e hirientes resultarán al final necesarias.
    Viví el caso que narras con mis padres, y para los dos elegí la «bella muerte», ellos desgraciadamente no pudieron elegir. Hay que ser valiente para escribir y para razonar con ella, pero hemos muerto tantas veces, que ahora toca vivir. Solo espero que podamos seguir aprendiendo.
    Enhorabuena por tu belleza Luisa. Un beso muy grande.

  8. Gracias Laura, coincido totalmente con tus palabras. Por desgracia no hablamos de la perdidas ni de como afrontarlas.
    La muerte se ha convertido en carnaza para los los videojuegos o telediarios, y se juega con ella de una forma fútil despreciando cada vez más este regalo hermoso que es la vida y la salud.
    Esta frase me la guardo con tu permiso: «Hemos muerto tantas veces, que ahora toca vivir»

    Un besazo

  9. A veces una sola mirada sirve para explicar una vida. Y no hacen falta palabras.
    A veces para transmitir una emoción bastan las imágenes que refleja una pupila… o el color anaranjado del horizonte o la intensidad del canto de un pájaro en la madrugada.
    A veces para colmar una vida basta con abrir una puerta a la luz cegadora… y cerrar los ojos para verla mejor… y dejarse invadir por la belleza.
    Mucha vida, Luisa, llena de belleza y de emociones. Y mucho ánimo. Y muchas gracias.

    • Como siempre, tus palabras rebosan poesía y apreciación de lo bello y profundo que este universo nos ofrece.Gracias a ti por esa sensibilidad maravillosa 🙂
      Besos

  10. Elena Marqués

    Ayer precisamente escuché una conversación que viene al caso. Un anciano de unos ochenta años, sentando a la puerta de su casa, charlaba con una vecina joven. Esta le decía algo así como que ahora se llega a los noventa y a los cien. El abuelo solo dijo: «Bueno, eso para qué».
    Claro que la vida se acaba, y cada vez más tarde. Ahora la vemos, a la vida, con los ojos alegres de la juventud (más o menos) y como quien aún tiene muchas cosas que hacer y decir.
    Decidir acabar cuando todo está acabando no es extraño. Lo es más si la decisión se toma a los quince, por ejemplo, que es a lo que me recordó la reflexión de Anita, a un caso que, desgraciadamente, conozco.
    En fin, un tema complicado donde los haya, en el que siempre hay que mirar los casos particulares y no se puede ni se debe generalizar.
    En cualquier caso, la primera vez que leí el relato me pareció muy triste; ya después lo entendí mejor.
    Muchos besos a todos (jo, cómo me he enrollado).

    • Querida Elena, Tu fuiste la primera que leíste este relato y me animaste a publicarlo a pesar de ser muy triste.
      Como dices es un tema difícil, muy personal y diverso. Esta es solo una aproximación fabulada.
      Besos como flores de abril (para la feria) 🙂

  11. Hola, Luisa:
    El texto es muy bello. Es bello porque está escrito con los ojos del amor, pero triste, muy triste.Yo creo que la tristeza es como el aire del invierno donde no existe posibilidad de entrar en calor. Yo te conozco y tú tienes mucho de ese calorcito interior que se contagia, reconforta y te hace sentir grande.

    Todavía recuerdo este texto tuyo del Agua y el Aceite. Me pareció magnífico.
    http://canal-literatura.com/blog/blog-literatura/microtextos/aguaaceite-por-brujapiruja/

    Muchos besos

  12. Sí, no se me olvidará el revuelo en tu blog jaja
    Yo recuerdo muchos tuyos. El silencio, Tengo un amigo y una de las entradas más visitadas de la web, La niña de «O». Por Mercedes Martín Alfaya http://canal-literatura.com/blog/blog-literatura/la-nina-de-o-por-mercedes-martin-alfaya que está en el top 10 de 8.350 entradas. Una pasada.

    Siempre escribes desde el amor y la mirada más fresca e indulgente.
    Un fuerte abrazo.
    Luisa

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