«-Nosotros somos más listos y tenemos más tiempo, que para eso somos el sheriff y ellos los villanos- dije, para tratar de contrarrestar su derrotismo-. Que se hayan esforzado mucho por no meter la pata no quiere decir que no la hayan metido.»
El meridiano de Greenwich tiene un arco sobre la A2, es una marca que marca (valga la redundancia) otras cosas. Es el punto de división imaginaria entre el este y el oeste, entre los buenos y los malos, entre sheriffs y villanos. Una separación sutil que encontramos incluso dentro de nosotros.
Belvilaqua se enfrenta en esta ocasión a un complicado caso que incluye guardia civiles corruptos, una historia de amor y redención, nos habla de los conflictos nacionalistas catalanes, incluso recoge el estupor que le causa el vídeo de Gadafi maltratado por sus captores. Los sheriffs a veces son villanos, las víctimas a veces no son únicamente una pobre víctima, y un uniforme no siempre ampara bajo su tela un hombre íntegro y de honor.
Cuando uno lee -usted y yo- traza su propio mapa y juzga con sus propias convicciones. Miramos con nuestros ojos pero nos llevan de la mano. Y es Vila quién nos lleva, quien nos traza el mapa de su vida, de sus sentimientos, de sus canciones, de sus preocupaciones. Les confieso que he escuchado música mientras leía. He sacado mis discos de Serrat y he buscado algo de Battiato en el youtube, porque la música -creo- me despierta sentimientos similares a los de Vila.
Vila es un tipo íntegro pero con sombras. Unos demonios que vemos en esta novela, que lo hacen un hombre mucho más cercano y humano. Sombras que arrugan el rostro y ponen carne sobre las costillas, que lo humanizan y que me han encantado. He de leer más sobre la saga. Les confieso que no he leído demasiado sobre la saga Belvilaqua y Chamorro, ya me he puesto a ello. En breve seguiré indagando en la mente de Belvilaqua, buscando quizá sus demonios que no sé si aparecerán en otras novelas de la serie.
Porque por encima de la lucha del bien y del mal que tan bien describe en esta novela yo me he quedado con la lucha propia de un hombre contra sus males que existieron y quizá siguen existiendo en su mente, contra unos demonios que habitarán supongo más allá de la novela en la mente de quienes ejercen el oficio de guardar las espaldas de la legalidad en el Estado. La tentación del dinero fácil y las estrecheces económicas pueden llevar a alguno a tomar el camino fácil, pero eso siempre se paga. Es la gran conclusión de la novela, uno puede pagarlo con la cárcel y la vida o sólo con la vida. Vila ha tenido suerte dentro de todo, pero como un pago de karma perdió una vida y nació otra en la que se mueve con tacto y cinismo. Una vida que nos deja en sus páginas. Una vida que le hace ser un tipo solitario. Una vida que devoramos entre letras y nos encanta. Una vida que le ha llevado a darle un premio a su autor. Vila tiene vida propia y nos la brinda para que la leamos.
Maite Diloy (Brisne)
Colaboradora de Canal Literatura en la sección “Brisne Entre Libros“
Blog de la autora
Que disfrutes con las entregas anteriores de Bevilacqua y Chamorro. Son inagotables, Mayte. Te lo garantizo.
Una reseña literaria, la tuya, tanto o más literaria que la excelente reseña.