Canto comunitario
Que la piedad nos llegue de la gracia de Dios.
Y la reciba el sano juicio del corazón,
que no se instale la indolencia ésteril
ni nos inmute la insensibilidad.
Los egoísmos rastreros provocan vértigo
Y el futuro acusa ventanas al subsuelo.
Ven a pronunciar la palabra urgente,
la insondable que navega en el alma
como repuesto de la furia que se anega
con sordo y fatigoso latido para no herir,
esa palabra sin miedo; prodiga y ubérrima
que se adivina en la mirada de los que aman,
donde tu incrementas la lista que crece en gracia.
Y se desdibuja en la frente
de quienes portan el Infierno del Dante.
Y nosotros distantes e indiferentes.
Nacimos en la generación del esfuerzo
por eso conocemos el gemido del alma,
que habita en las páginas que nos reclaman,
palpita la vida en el costado de una herida ancestral;
callada, secreta y sin aspavientos.
El corazón hala y el olvido harta,
reniego de la orilla, el silencio dejó de ser marginal.
Una psique vulnerada se rebela contra el cuerpo,
cuando el azar te depara lo inesperado
tan precioso como arduo,
intuye que ya no sólo eres el prólogo de ti mismo,
sino el epílogo fantástico de algo.
Con la sangre erguida hasta la cresta
el comunitario canto de tus gallos anuncia…
Que ha llegado la hora de batir las alas y aventar la garganta.
Rubén Ahumada.
(Dedicado a Jordi Rosiñol)
BIO:
Rubén Ahumada
Heredero anónimo de la herencia anímica de los Migueles (Cervantes, Unamuno, Hernández y Ahumada), aunque éste último era campesino resultó ser un padre sabio y mi «Arcángel» de la guarda. Precoz en el arte de salir adelante, aprendí a capotear temporales y empecé a trabajar a los 8 años, en múltiples tareas locales: Pastor, lustrador de zapatos, pizcador de algodón y un largo etcétera. A los 11 años ya era económicamente avieso, «autosuficiente», o al menos eso creía. Soy inmigrante en mi propio país, residente desde los 15 años en tierras lejanas a las que me vieron nacer y, en vez de “rayo”, tengo una «estrella que no cesa», casada conmigo, 3 hijos que son mi mayor orgullo. Benedittiano químicamente impuro, por Mario; quién más. Ingeniero Civil, con 3 especialidades de postgrado, en distintas disciplinas correlacionadas por diseño propio a mi profesión; amo la arquitectura, soy constructor por necesidad, convicción y por terco. Las letras son mi pasión, desayuno y ceno proyectos, de comida tomo agradecido todo lo que Dios pone en mi mesa, soy de carnes magras y huesos malagradecidos, Insomne antes que «soñador» y arreglo «mi» mundo un día sí y, el otro también. Autor de 5 libros de poesía, y una novela inédita, actualmente diseñador de Modelos de Gestión en Políticas Públicas, Asesor de gobiernos locales, con logros nacionales e internacionales, aporte aprendiz de los Derechos Humanos aún zurdos. Admirador incondicional de todos los que hacen y construyen con su letra, amante de la poesía musicalizada, pienso en verso y la rima me gobierna. Amigo dispuesto y solidario a carta cabal y eterna.
Agradecimiento.
Siempre hay alguien, que me pregunta si sigo creyendo en la bondad y generosidad del ser humano, una pregunta que me hago yo muchas veces. Y me respondo a regañadientes que a pesar que la maldad, y el egoísmo que nos chasquea con su látigo a todos en algunas ocasiones marcando duramente surcos en la piel, y causándonos profundo dolor en el corazón.
Pero, las penas cicatrizan, y sanan rápidamente cuando te ves rodeado a diario de ángeles vivos que te sorprenden y te rebosan el alma de amor.
En esta ocasión ha sido el poeta internacional Rubén Ahumada, un buen amigo que desde el otro lado del charco curo con un magistral poema las heridas de mi piel curtida. Rubén me ha hecho un regalo que jamás podré olvidar, un poema lleno de inteligente sensibilidad, que me devuelve al mundo real de las buenas personas.
Estoy abrumado, agradecido y casi sin palabras con él.
Jordi Rosiñol
Abrazo y bendiciones siempre, Jordi. Cuidaros.