Resultados de la búsqueda para: Rafael Borrás Aviñó
Huella táctil. Por Rafael Borrás Aviñó
La pesadilla. Por Rafael Borrás Aviñó
Bodas de plata. Por Rafael Borrás Aviñó
Desplegó la carta para leerla por enésima vez. «Convocatoria Bodas de Plata. XLVII Promoción Facultad de Económicas. Universidad Complutense. 1981-1986». Un folio apergaminado y, entre espirales y arabescos, la fecha de un fin de semana del verano en ciernes, las señas de un conocido hotel y una parrafada retórica…
Rafael Borrás Aviñó
CURRICULUM VITAE Nací en 1951 en Manises (Valencia). Actualmente resido cerca de la capital y trabajo como titular de una farmacia en Llíria. No merece la pena aportar más datos personales, ya que, sin ser sobresalientes, quien lo desee puede conocerlos en las reseñas aparecidas en las secciones del…
MISTERIO GALÉNICO. Por Rafael Borrás Aviñó
En cuanto hubo aliviado el urgente requerimiento de la próstata, don Atilano Rocamora se aprestó a comenzar la jornada del lunes. Puntual, como cada mañana: a las nueve y quince minutos. Escogió una llave enganchada en la leontina que colgaba de unos tirantes combados por la barriga obispal. Con ella…
PRIMERO DE MAYO EN LA MORALEJA. Por Rafael Borrás Aviñó
La muchacha del tres cuartos. Por Rafael Borràs Aviñó
—¿Cómo estás, Guillermo? —La melena le caía revuelta enmarcándole un rostro con una geometría intachable, cierto aire de desamparo infantil y un puñado de pecas caoba disperso sobre los pómulos. Al colgarse las gafas oscuras sobre la cabeza guiñó los ojos contra el resol de poniente. Me sonreía pese al momento, como…
El forense. Por Rafael Borrás Aviñó
Los análisis de ADN habían resultado concluyentes. «Aunque maldita la falta que hacían», se dijo el hombre del pijama blanco. Firmó las hojas del resultado con un brioso garabato en el que había algo de fervor. «Dr. Darío Atienza Pardo. Médico Forense». Mañana a primera hora un conserje las…
Tribulaciones de una marmota hembra. Por Rafael Borrás Aviñó
Si vives sola en un caserón decimonónico lleno de oscuridades, con el tiempo te vuelves a la vez infantil, avejentada y un poco obsesiva. Si pasas el invierno sin apenas recibir visitas, te refugias en el cubil y, como las marmotas, no asomas el morro hasta que olisqueas…