Qué entiendo por democracia. Por Santiago Trancón

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Qué entiendo por democracia.

 

El término democracia debe ser rescatado y redefinido constantemente. Muchos lo usan de modo interesado y espurio para encubrir todo lo contrario: la imposición arbitraria, el poder tiránico, el totalitarismo encubierto, la manipulación masiva.

Empecemos diciendo que la democracia se asienta sobre un conjunto de valores humanos y democráticos. Valor es lo que es valioso porque sirve, porque es útil y bueno para el individuo y la sociedad, porque favorece el bienestar y la justicia.¿Qué valores son estos?

Podemos agrupar los valores en torno a tres conceptos: individuo, ciudadano y asociación.
El individuo es el sujeto básico de la existencia y la sociedad humana.
La democracia defiende los valores del individuo o la persona: la libertad, la independencia, el conocimiento, el bienestar, etc.
También defiende la democracia al ciudadano. El ciudadano es el sujeto de derechos y deberes jurídicos. La propiedad privada es un derecho ciudadano; el pagar impuestos, un deber. La igualdad ante la ley es un derecho; el respetar las leyes de trafico, un deber; etc.
La democracia se asienta también en el concepto de asociación. Una asociación es una agrupación libre de individuos que se unen para defender intereses, fines o proyectos compartidos.

 

La democracia es el establecimiento y la defensa de los valores democráticos del individuo, el ciudadano y los grupos o asociaciones.

El estado democrático es el que define y defiende los derechos y deberes de los individuos, los ciudadanos y los grupos que se constituyen y desarrollan en un sociedad concreta.

El ámbito individual es en el que menos debe intervenir el estado. El estado, frente al individuo y sus valores, no ha de hacer otra cosa que garantizar su libertad: libertad de pensamiento, de conciencia, de creencias, de gustos, de acciones, de movimientos, etc. El individuo es el único responsable de su propio desarrollo personal, de sus pensamientos, de sus ideales, su esfuerzo, su conciencia. En contra de lo que solemos pensar, el ámbito de nuestra individualidad, de nuestra vida personal e intransferible, es mucho mayor que cualquier otro. Debiera ser también el que mayor interés, atención y esfuerzo ocupara en nuestra vida. Digamos, por ejemplo, un 80%.

El ámbito ciudadano debe ser definido y regulado por el estado. El principio básico aquí es el de la igualdad. Así como en el ámbito del individuo lo fundamental es defender la diferencia, el hecho de que somos únicos y singulares, aquí lo fundamental es asegurar la igualdad ante la ley. Igualdad de derechos y de obligaciones. A este ámbito de nuestra vida podríamos dedicarle, por ejemplo, un 10% de nuestro tiempo y esfuerzo, no más. No quiere decir que sólo tenga ese 10% de importancia, sino que debiera estar asegurado lo suficientemente por el estado como para que no requiriera de nosotros más que ese esfuerzo o dedicación. Cuando un estado no asegura esa igualdad y define y defiende el ámbito ciudadano, entonces nos obliga a definirlo y defenderlo a los ciudadanos con un sobreesfuerzo de vigilancia, control y protesta. Es lo que hoy ocurre.

El ámbito asociativo depende tanto del individuo como del ciudadano. (Este ámbito podría ocupar en nuestra vida un 10%). El estado debe regular este ámbito para que la acción de las asociaciones se ajuste a sus fines y asegure la libertad del individuo, pero no debiera ser el responsable ni intervenir directamente en ellos. La agrupación pertenece a la iniciativa ciudadana, no al estado. El estado no tiene obligación alguna de crear ni de sostener a las asociaciones.

El estado tiene instituciones, no asociaciones o grupos. Las instituciones no buscan fines particulares o de grupo, no responden a intereses corporativos o asociativos, sino que emanan de su función básica, el asegurar el cumplimiento de los deberes y obligaciones de los ciudadanos y los grupos. La confusión entre asociación e institución es uno de los males más perniciosos de nuestra democracia. Ni los partidos ni los sindicatos ni las compañías ni los bancos son instituciones, como tampoco lo son los equipos de fútbol. (Se entiende por qué los nacionalistas han convertido al Barça en algo “más que un club”).

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(Fotos: S. Trancón)

Las sociedades modernas se organizan como estados democráticos sobre la base del individuo, el ciudadano y la asociación. Para entender la importancia de esta forma de organización social hay que compararla con cualquier otro sistema del pasado o de los estados no democráticos. Los sistemas no democráticos se fundamentan en conceptos como el de tribu, secta, casta, raza, etnia, pueblo, nación o religión. Estos conceptos tienen en común que anulan la noción de individuo, ciudadano y asociación, y todo lo subsumen o sustituyen por la noción de “grupo”. El individuo se define en función del grupo, no es más que un miembro del grupo, forma parte de él. El ciudadano no existe. Cualquier asociación que exista en su seno se convierte en secta o casta, en una minoría organizada para controlar el poder y dominar al resto de individuos (convertidos en pueblo, raza, nación o conjunto de fieles).

En los sistemas no democráticos los individuos pertenecen a un territorio, un pueblo, una tribu, una raza, una nación o una religión. Su identidad se define por su pertenencia al grupo: se es catalán, vasco, español, palestino, negro, alemán, musulmán, suní, chiita, etc. No ciudadano catalán, vasco, español o italiano. Para los nacionalistas no existen los ciudadanos, sino “el pueblo catalán”, “el pueblo vasco”, el “pueblo español”, etc. (Los términos “pueblo” y “nación” son ambiguos; por eso nos resulta cada vez más difícil usarlos en sentido positivo).

Somos individuos y ciudadanos que nos agrupamos voluntariamente para defender nuestros intereses o alcanzar todo tipo de fines, entre los que puede estar el desarrollo personal, el altruismo o la búsqueda del paraíso. Pero la noción de individuo, ciudadano o socio es incompatible con la de vasallo, miembro, militante, fiel o seguidor.

La sociedad moderna y democrática se basa en individuos libres y diferentes, ciudadanos iguales y responsables, y asociaciones diversas formadas por individuos y ciudadanos activos, solidarios y bien informados. Lo contrario es una sociedad antidemocrática basada en la alienación del individuo, la anulación del ciudadano, la manipulación y el sometimiento al grupo, la uniformización ideológica, la pérdida de la libertad individual y colectiva.

NOTA:
1) Aplíquense estas reflexiones a la actual situación de Cataluña y España. Ni una ni otra son hoy sociedades verdaderamente democráticas. El problema es común, no podemos solucionar uno sin el otro, ni uno contra otro. No entenderlo es provocar un enfrentamiento tan estúpido como doloroso e inútil.

2) El ámbito del desarrollo de la individualidad (conciencia, pensamiento, conocimiento, arte, disfrute, creatividad…) debería ocupar la mayor parte de nuestro tiempo y esfuerzo. El ámbito de la política (ciudadano y asociativo), con ser muy importante y decisivo, no debería absorber más que una pequeña parte de nuestra atención y energía. Lo que vivimos hoy es una aberración, una anomalía, en la que los términos están invertidos.

Santiago Trancón

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Un comentario:

  1. Magnífica reflexión, lúcida y clara. La cuestión es, como dices, que no todos entienden los conceptos de la misma manera, que hay mucha confusión en cuestiones que no debían a estas alturas ni plantearse.
    Un poco de miedo me ha dado el ver en la misma línea la palabra «individuo» con «vasallo, miembro, militante, fiel o seguidor». Da mucho que pensar, porque no somos conscientes de las trampas en las que nos movemos y, evidentemente, difícilmente sorteamos.
    Un abrazo.

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