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177- Azucena. Por Paco Roijalambre

Me apetece sentarme ante ti, mar. Tú escondes las miles de sensaciones con las que te describió Serrat: ¡Y qué voy a hacer si nací en el Mediterráneo! Me encanta tu cresta canosa y blanca como la azucena, flor que se apoderó de mi nombre. Me encandila tu rugido de olas relajado en pompas que chisporrotean regresando al agua que las vio nacer. ¡Y qué decir de tus caricias cuando bañas mis pies, que se escapan despacio como el enamorado que sueña con poseerte entre sus brazos y despierta abrazándose a sí mismo!

Un día, yo también fui esa amante somnolienta que sueña con su amado. Era mi tiempo de estudiante, cuando teníamos que hacer un engorroso trabajo sobre la literatura medieval. Mi sensibilidad para analizar romances estaba sobrepasada, y aun me quedaban otros tres comentarios por realizar. Esto significaba otra hora más en la biblioteca: Benditos y malditos sesenta minutos.

Pasó a lo lejos Carla, compañera de clase. No se apercibió de mi presencia, pero buscaba algún libro situado por mi zona. Llegó dando rodeos a las estanterías que bordeaban mi sitio. Sacó un libro, y al empezar a ojearle, levantó la vista percatándose de mí. Nos saludamos y nos dimos cuenta de que a las dos nos quedaba la misma parte del trabajo por finalizar. Se fue a por sus cosas y se sentó a mi lado.

Comparando los comentarios de los romances, vimos que los que me faltaban los tenía ella y viceversa. Por supuesto, nos los copiamos cambiando las palabras. Acabamos antes de lo previsto, y como ella tenía que esperar una hora más hasta que llegara su novio a recogerla, me invitó a tomarme algo en la cafetería.

Esa Coca Cola era especial. Aun recuerdo las burbujas que desprendía y su frescor. No sabíamos nada la una de la otra, asique la conversación transcurrió entre profesores, asignaturas y exámenes. Hasta que Carla me preguntó que si tenía novio. La respondí con un no rotundo. Entonces ella empezó a comentar lo difícil que es entender a los hombres.

Me quedé sorprendida. Los hombres siempre me han parecido más bondadosos que las mujeres y, es más, al contrario que Carla, las mujeres se me hacían más complicadas. Dada mi forma de pensar, ella decidió ejemplificarme alguna situación tales como que cuando él, su novio, la invitaba al teatro, se enfurruñaba cuando ella pedía que la dejase en casa en vez de ir con el coche a un romántico mirador. Al ver mi asombro, decidió revelarme una de sus experiencias más íntimas: Cuando los padres del chico se iban de vacaciones, él la telefoneaba para ver alguna película en casa. Una vez terminada la sesión de cine, él comenzaba a desnudarla y a besarla el cuerpo, o eso dejaba entrever Carla, y una vez en la cama, debido a su inseguridad, pedía a su novio que charlaran y que se tranquilizara, pero él se rebotaba, cerraba de un portazo la puerta de la habitación y se dormía en el sofá del salón.

Mientras relataba esta escena, la dio un toque a su móvil David, el susodicho. Me le presentó. Era un chico guapísimo con unos ojos azules muy llamativos y vestido con prendas rockeras. Nos despedimos. A partir de esa noche me preocupaba por Carla. Unas veces la aconsejaba que debía explicarle de dónde venían sus inseguridades, otras la recomendaba hacer planes con los que se sintiera bien con él. La conclusión siempre era negativa. Él no comprendía por qué no podía tener sexo con ella o no quería salir de compras como proponía Carla.

Dudaba de si él era la persona adecuada para Carla. Pensé que ella necesitaba a alguien con una sensibilidad especial. Finalmente, la pareja rompió. Fue muy duro para Carla imaginar que no podría ser feliz a su vera sino fuera su esclava e hiciera lo que él quisiera a cada momento.

Reflexioné sobre la noticia, y sentía que yo sí la podía dar la paz y la felicidad que ella buscaba, que era capaz de estar con ella en los altibajos de la vida, soñaba con ella, mi corazón latía cada vez más fuerte cuando estaba a mi lado.

En esos malos momentos, la daba mi mano, la abrazaba… Surgió una complicidad tan especial que para mí sólo me importaba Carla. Un día, fuimos a merendar a mi casa juntas y se me derrumbó. Se sentía responsable de olvidar a David. No aguantaba verla llorar. La levanté la cara con una sutil caricia y la besé. Sus labios tiernos se adaptaron perfectamente a mi boca y mi lengua se deleitó con cada una de las penas que escondía su garganta.

Me apartó su rostro y desperté de mi hechizo súbitamente. Se me heló el alma cuando me murmuró que había estado chateando con un chico que parecía más simpático que David. Incluso ya había salido con él algunas ocasiones. La acompañé a la puerta y se marchó.

Jamás saborearon lágrimas más amargas mis labios. Como tú, Mediterráneo, me arrepiento que no regara agua dulce mis ojos.

8 Comentarios a “177- Azucena. Por Paco Roijalambre”

  1. Lovecraft dice:

    ¿Y si subimos a la frágil barca de las emociones con el diccionario debajo del brazo? Le aseguro que no se va a hundir por ese sobrepeso.

  2. Hóskar-wild is back dice:

    Cuando el sabio señala a la luna, el necio observa el dedo. Lalalalalalala, lelelelelelele. Yo mi-me-con-migo. Maestrillos frustrados que deberían de aprender a subirse a la frágil barca de las emociones y dejar el diccionario en la orilla. Suerte.

  3. Hola Señorita Bennet:

    Es cierto, los del centro de la península tenemos este problema. Me he revisado las reglas para no volver a caer en el mismo error. Muchas gracias por los elogios del primer párrafo.

    Gracias por todo.

    Saludos!

  4. La señorita Bennet dice:

    ¡Hola Paco!
    Lo que más me ha gustado de tu relato ha sido el primer párrafo, muy poético, me ha encantado.

    Yo, al igual que tú, soy de Toledo entonces tu texto no me ha sonado mal. Intenta hacer sustituciones. Yo por ejemplo, soy mas loista/leista que laista, entonces, cuando tengo dudas, paso la oración a femenino y «algo» me aclara.

    También es bueno hablar con gente del sur, (En Andalucía y Canarias este rasgo o defecto no lo tienen)

    ¡Suerte!

  5. Paco Roijalambre dice:

    Hola Lovecraft:

    Efectivamente, la frase es «empezar a ojearlo». Al ser de Toledo, en el centro de la Península todo sustantivo masculino se sustituye por le en vez de lo.

    Es «La respondí con un no rotundo» puesto que se trata de ella.

    Es «besarla el cuerpo» puesto que se trata de él a ella de nuevo.

    De nuevo, él la llama. De nuevo sería la. Dio un toque a ella.

    Por último, el pronombre lo es para el neutro o masculino, pero al hablar de un hombre, David, se puede sustituir por le. Se admite.

    Es cierto que desde diferentes puntos de vista, el texto necesite otra redacción. Existen tantos puntos de vista como lectores.

    Por último, la oración final, llevas toda la razón del mundo. Fue un error.

    Gracias por vuestras correcciones.

    A disfrutar mucho de la escritura!

  6. Lovecraft dice:

    Hola Paco Roijalambre:

    Lo que te decía Dies Irae, lo correcto es:

    «y al empezar a ojearlo»
    «Le respondí con un no rotundo»
    «y a besarle el cuerpo»
    «le dio un toque a su móvil»
    «Me lo presentó»

    Hay algunas frases un poco confusas que necesitarían otra redacción, como:

    «ella decidió ejemplificarme alguna situación tales como que cuando él, su novio, la invitaba al teatro,…»

    «Él no comprendía por qué no podía tener sexo con ella o no quería salir de compras como proponía Carla» (¿él mismo no comprendía porqué no quería salir de compras con Carla?

    Ánimo y a continuar con esta afición que compartimos.

  7. Paco Roijalambre dice:

    Muchas gracias Dies Irae.

    Es cierto, es tremendamente complicado atender a las dudas que te surgen sobre laísmo, leísmo y loísmo. Prometo echar un vistazo, pues, como bien dices, no dejan de ser como impurezas que se plantean en el texto y complican la lectura del mismo.

    Un fuerte abrazo, y muchas gracias por tu crítica sincera y constructiva. Te lo agradezco muchísimo.

  8. Dies Irae dice:

    Feliz día, Paco Roijalambre.

    Te felicito por haber presentado un trabajo al concurso y espero que, como experiencia, te ayuden todos los comentarios que recibas a seguir progresando en esta afición.

    También te dejo un consejo: revisa las lecciones del leísmo, laísmo y loísmo. Es muy difícil, lo sé, despegarse del habla natural, de los modismos locales, de lo popular. Pero la escritura tiene normas que, si bien es posible que no sean lo más importante a la hora de transmitir una vivencia, una enseñanza o una ficción, ayudan a que el lector las encuentre atractivas.

    Suerte ahora y siempre.

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©Joaquin Zamora. Fotógrafo oficial de Canal Literatura

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