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181- La suerte esta echada. Por Bachir Lehdad

Como cada fin de semana, iba a casa de mi amigo Juan. Solíamos charlar un rato en su cuarto y siempre hablo yo más que él. Luego salíamos a hacer la ruta de costumbre, la Vía Verde, de seis kilómetros.

Somos amigos desde el instituto. Luego cada uno se fue por un camino, en los estudios, pero nos veíamos todos los fines de semana y a veces a media semana. Lo importante es que aquel domingo era un día raro. Juan no estaba en su casa ni en la de su tío. Generalmente me avisaba cuando no iba a estar en casa

Mi amigo Juan, es una persona de mediana estatura, como su padre. Cuidaba con mucho celo su aspecto físico. Introvertido tirando a bipolar, casi nunca mantenía una conducta horizontal. Su abundante melena castaña rizada, le daba un aire de persona interesante.

Fui al parque que estaba a dos manzanas del edificio donde residía la familia de Juan. Solía ir por allí, a contemplar como los equipos del barrio competían jugando a los bolos. En el parque tampoco estaba. ¿Dónde  se había metido?

De repente se me iluminó la mente. Hay un sitio donde sí puede que esté. Y sin pensarlo dos veces para allá me dirigí.

Allí estaba. De espaldas a mí. Sentado a orillas del arroyo que desemboca en el río, dibujando una pequeña pero refrescante cascada. Palo en mano, garabateando en el poco espacio de arena que dejaba, al descubierto, el agua y la hierba del prado.

Debía estar profundamente ensimismado en sus pensamientos; pues no advirtió mi presencia, aún cuando mi sombra se proyectaba sobre su natural e improvisada pizarra. Tal vez, pensé, no quería dar cuenta de haberme advertido, esperando el acostumbrado saludo y santo y seña: “qué hay”

Hacía días, no más de dos semanas,  que fallecieron sus padres en un trágico accidente de tráfico.

Era normal, pues, que se sintiera triste, aún. Y era evidente. Pues tardó en devolver el saludo al igual que no notó mi presencia.

-¡Hola!, dije de nuevo, no sin antes prepararme, mentalmente para un frio y seco”hola”. Pues ya me conozco ese estado de ánimo. No era la primera vez que le veía en ese estado de soledad y abandono. Meses atrás había roto con su novia. Una relación que destruyó un rollo de una noche en lecho ajeno a la pareja. En aquella ocasión se había hundido hasta el límite de dejar el trabajo, que  le podía proporcionar la estabilidad que no pudo encontrar en su casa ni en los estudios que abandonó, contra la voluntad de sus padres. De todas formas, por lo que pude adivinar, su relación de pareja era muy volátil. Discutían con frecuencia

-¡Hola, Jaime!, contestó con voz ronca y medio atragantado.

Sabía que si no estaba en su casa, ni en el parque, ni en casa de su tío, estaría allí. Justo al lado de aquel frondoso árbol, donde solía merendar a su sombra, junto con su difunto padre, mientras pescaban truchas, que luego devolvían al rio. Generalmente, pescaban poco. Más bien era su manera de escapar de la ciudad…y porque no decirlo, de la presión a la que le tenía sometidos la madre. Una mujer de fuerte carácter y de un pronto poco usual en el  perfil.de una mujer curtida en la ciudad.

A pesar de su formación y nivel intelectual que destacaba mucho y siempre que tenía ocasión, hacia alarde de ello, no fue  capaz de ser lo sociable y familiar que debía ser una psicóloga como ella. Tampoco fue la madre ejemplar que su hijo había deseado.

El padre era otra cosa. El y Juan estaban muy unidos. Tenía poca personalidad en casa, toda la autoridad la ostentaba la madre. Nunca pudo evitar las palizas que daba su esposa a su hijo. Tampoco supo nunca enfrentarse a la mujer cuando como un dragón enfurecido, soltaba por su boca todo tipo de nocivas y humillantes insultos.

Bueno sí, tenía una práctica. Cogía la puerta y salía a caminar sin rumbo fijo.

Desde niño, Juan, soportó las palizas, nunca merecidas, de manos de su madre. Le trataba como alguien diferente. En más de una ocasión, me había contado las noches que pasaba en vela, lamentándose, dolorido, por las palizas, y cómo su padre no era capaz de poner fin a esa obsesión que tenía su madre consigo. Y cómo, cuándo lograba dormir unas horas, soñaba con que su madre le abrazaba y lo apretaba contra sus pechos manteniéndole en su regazo. Esos sueños, le producían una satisfacción tal que a la mañana siguiente, despertaba con fuerza y ánimos para afrontar el día. En sus sueños, jugaba con su madre y se contaban cosas simpáticas y graciosas. Incluso reían a carcajada. Pero solo eran escenarios con los que el subconsciente de Juan, le traicionaba, en aquella habitación al final del largo y oscuro pasillo del quinto piso de nueve  plantas, sito en la calle de la AMARGURA, del barrio de la ESPERANZA, en la gran ciudad DESHUMANIZADA.

Cuando despertaba de sus humanos sueños, se sentaba en la cama y pensaba ¿Por qué razón una madre ó un padre se creen con el derecho de poseer a los hijos por el simple hecho de haberlos engendrado?

– Oye, Juan. Creo que deberías remontar. Sé que no es fácil para ti; pero lo que pasó a tus padres, no fue culpa tuya. Es el destino…ya sabes. Eso que dicen en las películas:»el momento equivocado y el lugar equivocado, etc». Todas esas tonterías humanas, de la que solíamos hablar (si es que alguna vez pudimos concluir alguna conversación), pensé.

– ¿Qué sabe nadie de quien fue la culpa? El destino debería ser material, físico, algo o alguien que se pudiera tocar, con el que se pudiera hablar para decirle que se equivocó…o mejor dicho que me equivoqué.

Y rompió a llorar.

– ¿Quieres hablar de ello, desahogarte? Me gustaría poder ayudarte. De hecho quiero hacerlo, solo háblame.

Como casi siempre, Juan estaba hermético y solitario, una vez más. No le conozco más amistades que yo y su novia con la que había roto hacía unos meses después de una relación de más de un año, y tendía a rehuir entablar relaciones a pesar de sus vanos esfuerzos en aparentar sociabilidad. Era como si viviese desesperado.

– No Jaime. Gracias de todos modos. Es una situación que solo puedo resolver yo. Lo siento, amigo, esto es un «ALEA IACTA EST».

De repente, se levantó y sin mediar más palabras, cogió su mochila y empezó a caminar en dirección contraria al arroyo y a mí.

No entendí lo que me decía. En realidad, él nunca sabía explicarse muy bien y cuando se cerraba en banda, no había manera de sacarle ni una palabra. Simplemente huía. Esa huida hacia ninguna parte, típica de quien no puede afrontar una situación dada.

Tenía una familia numerosa por parte de su madre, pero no tenía contacto con ninguno de sus miembros. Y es que la familia materna nunca bendijo el  matrimonio de su ésta con un obrero de  fábrica de vehículos.

Sin embargo tenía buenas relaciones con su único tío paterno y padrino, Juan. Un profesor de química en el instituto donde habíamos estudiado.

Esas palabras inglesas ó árabes que me dijo, me dejaron atónito y con ganas de conocer su significado. Cuando llegue a casa me dije, preguntaré ó consultaré el diccionario,  y las repetí mentalmente para no olvidarlas ( ALEA IACTA EST)

De todas formas tuve remordimientos de conciencia. Pensé que si hubiese insistido, habría podido ayudarle. Me sentí perdedor de un combate, que con un poco de insistencia podía haber ganado. Mi conciencia me estaba golpeando y tuve ganas de volver junto a Juan y sacarle de ese caparazón en el que se ha metido desde que murieron sus padres. Opté por dejarle con sus irregulares ó desequilibrados pensamientos.

Y a paso ligero llegué a casa. Estaba la familia al completo. Corrí a donde estaba mi madre y después del beso de rigor, le pregunté si sabía el significado de las palabras ALLIA IATA EST.

– Hijo, es una expresión latina que quiere decir: LA SUERTE ESTA ECHADA

 ¿Por qué te interesa saberlo?

– Mi amigo Juan. Ese que sus padres fallecieron hace dos semanas. Estaba intentando consolarle y en un sobresalto me dijo eso. Y…bueno, no sabía lo que significa.

-. Bueno hijo. A algunas personas les gusta que sus vidas pasen desapercibidas. Y hay tramos de sus vidas que no estarían dispuestos a compartir con nadie, por muy amigo que sea uno.

Al día siguiente, mientras desayunábamos, mi hermana encendió el televisor y puso el noticiero. Pasados pocos minutos, la periodista hablaba de un accidente de circulación que acabó con la vida de un matrimonio y que la policía buscaba al hijo de éstos desde hace dos días, como el presunto culpable de la manipulación de los frenos del vehículo según los peritos que llevaban dos semanas analizando las causas del accidente.

Me llevé la sorpresa más amarga de mi aparente joven vida.

Resulta que aquel día, tercer domingo del mes de octubre, en su frio y silencioso cuarto de la quinta planta, Juan había decidido que nunca más, su madre tendría la posibilidad de ponerle la mano encima. Allí, urdió el macabro plan de asesinar a su madre y que pareciera un accidente. Pero nunca sospecharía que cometería un doble homicidio. En sus cálculos, su padre comería como cada día en su  trabajo. Mientras, supo, escuchando la conversación de sus padres, que su madre saldría de picnic en su coche, a comer con unos amigos. Pero Juan no había prestado atención a todo lo que hablaron sus padres, ya que finalmente habían acordado que el padre, pediría dos horas a mitad de mañana para acompañar a su mujer a una cita al hospital.

6 Comentarios a “181- La suerte esta echada. Por Bachir Lehdad”

  1. Hóskar-wild is back dice:

    Ya podían ser fuertes las palizas para que el niño decidiera hacer lo que hizo. Lo he visto muchas veces en las pelis (lo de manipular frenos, digo) y debe de ser fácil. Se me está ocurriendo alguna idea … No, será mejor dejarlo. Al final acaban pillándote. Suerte.

  2. bachir dice:

    Gracias por tus constructivas correcciones. Me servirán para futuras ocasiones. Gracias

  3. Lovecraft dice:

    Hola Bachir:

    Creo que tu texto tiene buenas intenciones, pero necesita mucha revisión.

    Nada más comenzar comentes un un error de concordancia verbal: «Solíamos charlar un rato en su cuarto y siempre hablo yo más que él». Debería decirse «siempre hablaba». El problema es que este defecto se repite muchas ocasiones a lo largo del texto.

    Luego no sigues un criterio homogéneo en el manejo de comas y puntos, que a menudo hace confusa la comprensión del texto.

    Otra frase que no me terminó de gustar: «…a esa obsesión que tenía su madre consigo»; si lo explicas así, afirmas que es la madre la que estaba obsesionada consigo misma, no con él hijo.

    Por citar algunos errores.

    Suerte en el cruce de este Rubicón literario.

  4. bachir dice:

    Gracias, Peregrina.
    Estos tiempos que nos ha tocado vivir, agobian a cualquiera; pero el espiritu de superación lo puede todo.

  5. Peregrina dice:

    Perdona, …la frustración «que» sienten…

    Un saludo

  6. Peregrina dice:

    Hola Bachir Lehdad, la personalidad de tu protagonista me ha emocionado. Transmite la angustia de una persona enferma, la turbación del narrador al querer ayudar refleja la frustración sienten los allegados. Según avanza el relato y voy imaginando el final, experimento un poco de agobio.
    Sobre la forma no voy a opinar porque no tengo los conocimientos y la experiencia requeridos para ello.

    Mucha Suerte

orden

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