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248- Una pausa para el café. Por Victor Slagen

La puerta automática de la gasolinera se abrió y entró un hombre de unos 60 años. Se acercó al mostrador y preguntó por el jefe. Sara miró el reloj y fue a la parte de atrás de la gasolinera.

Estaba haciendo el inventario. Sara asomó su cabeza y dio unos golpes en el marco de la puerta. Eric levantó su rostro de los papeles y la interrogó con la mirada

–          Hay un hombre que quiere hablar contigo

–          Pero… ¿es importante?

–          No sé. Solo llegó y me pidió hablar con el jefe.

Eric se demoró un instante en contestar. Paseó la mirada por el escritorio y las cajas apiladas en el piso. Sara estaba congelándose allí afuera, en mangas de camisa.

–          Vale, hazlo pasar.

Después de todo, no vendría mal una pausa para el café.

El hombre se limpió los pies antes de entrar a la oficina. Llevaba la gorra de piel en la mano. Tenía la piel arrugada y los ojos claros hundidos, adormecidos.

– Mi nombre es Lars. Lars Bäckstrom.

– Mucho gusto, Mr. Bäckstrom. ¿En qué puedo ayudarlo?

El hombre llamado Lars se quedó en silencio, con la vista clavada en un almanaque de LKAB.  Parecía como si hubiera olvidado lo que venía a hacer o lo que tenía que decir. Un viento helado se colaba por la puerta que había dejado abierta.

–          Acabo de matar a dos personas. Debe llamar a la policía -dijo por fin.

Eric decidió creerle. Nadie se tomaría el trabajo de venir hasta la gasolinera con ese cuento a menos que hubiera ocurrido algo grave. Lo invitó a sentarse.

-Gracias -dijo Lars. Cerró la puerta y se sentó, sin quitarse el abrigo.

Eric marcó el número de la policía. Les dijo lo que había entendido: que estaba con un hombre que acababa de matar a dos personas. ¿Tenía el arma encima? No lo sabía. ¿Parecía peligroso? No, no lo parecía. Estaba sentado, paseando la mirada por encima de las cosas que había en el escritorio, las paredes del despacho, los libros de la estantería.

–          Lars, o si prefiere Mr Bäckstrom…

–          No, Lars está bien.

–          ¿Le parece bien un café?

–          Sí, un café estaría bien.

–          Tengo unos bollos de canela que prepara Sara, la chica que atiende al público

–          Sí, si, un bollo de canela estaría bien.

–          Muy bien. Discúlpeme un momento.

Mientras Eric preparaba el café, observaba al viejo. Podía verlo reflejado en el cristal que cubría una escena de caza que colgaba en la pared, detrás de su asiento. Pero la imagen no era muy nítida, no se podían ver sus manos.

–          ¿Y a qué se dedica, Mr. Bäckstrom?

–          Lars… soy jubilado. Pero era arquitecto. Yo mismo diseñé mi casa, la casa en la que vivíamos…

–          ¿Tiene hijos?

–          Tengo un solo hijo. El muchacho es ingeniero, se fue a vivir a un país de Sudamérica, El Salvador, o Argentina, no lo recuerdo.

–          ¿Ha hablado con él?

–          No hablamos mucho.

Eric sirvió dos tazas de café negro. Le ofreció crema, pero el viejo prefirió beberlo solo.

–          ¿Azúcar?

–          No, gracias.

–          Mejor así. Es un buen café.

–          …

–          Lo compro en Uppsala, sabe, viajo mucho por negocios.

–          ¿Ha estado allí? -preguntó el viejo, señalando con la cabeza hacia el almanaque.

En la foto podía verse un camión de enormes ruedas descendiendo a un pozo negro en las entrañas de la tierra.

–          Pues la verdad es que no. Esos almanaques los dejan los camioneros que hacen el viaje al norte.

–          Yo participé en el proyecto de la Iglesia de Cristal de Kiruna.

–          La he visto en fotos y parece impresionante.

–          Ya, pero tiene que verla allí. La luz, y el espacio, no se puede apreciar en las fotos.

–          Me gustaría ir… pero uno nunca encuentra el tiempo para…

–          Cuando estuve allí, me invitaron a una visita a las minas de hierro. Me hubiera gustado aprovecharla, pero quería terminar cuanto antes el trabajo. Tampoco pude ver la aurora boreal.

–          Bueno, siempre hay tiempo.

El viejo lo miró fijamente. Fue solo un segundo, pero fue suficiente para que Eric recapacitara.

–          ¿Y el …accidente? ¿como fue?

–          No fue un accidente. Les disparé.

–          Ahá.

–          Sabía que estarían juntos, como siempre, en casa. Así que fui allí y les disparé. ¿Quiere saber algo más?

–          Por mí está bien.

–          Vale. ¿Quiere tomarme una foto?

–          ¿Cómo dice?

–          Si quiere tomarme una foto.

–          Perdón, pero no le entiendo.

–          Para los periódicos. Le pagarían bien por unas fotos del asesino. La policía ya estará en camino, y los periodistas no podrán llegar a tiempo.

–          Claro. No, gracias, no tengo cámara de fotos a mano, y con el móvil salen un poco borrosas, no sé por qué. Pero gracias de todos modos.

Pasó un camión cargado de troncos que hizo sonar el claxon a modo de saludo.

Por la ruta no venía nadie más. Solo el viento. Si seguía bajando la temperatura, en cualquier momento iba a nevar. La primera nevada del año.

El viejo jugaba ahora con dos figuras de madera que Eric tenía sobre el escritorio.

–          ¿Conoce la leyenda de cómo Odín creó a los hombres? -dijo de pronto. Sin esperar su respuesta, continuó: “Sus hermanos, Vili y Vil, tallaron dos figuras de madera, y les quedaron tan bien que a Odín le dio pena que las figuras fueran a quedarse allí, juntando polvo como todos los objetos de adorno. Odín pensaba que sería mejor si estuviesen vivas, si pudiesen moverse, hablar y reproducirse; así que tomó las figuras y sopló sobre ellas. Con el soplo cobraron vida.”

–          Es una buena historia.

–          Ya lo creo. Si con solo soplar se pudiera.

Los coches de la policía llegaron con la sirena encendida y aparcaron detrás de la oficina. Lars los vio pasar y se levantó. Antes de que entrara la policía quería hacer algo. Se quitó el abrigo y se lo tendió a Eric.

–          Tómelo. Es un buen abrigo y está nuevo. Me lo compré la semana pasada y no voy a usarlo de nuevo.

–          Gracias, pero no puedo aceptarlo.

–          Como quiera, otro se lo quedará.

El viejo levantó las manos y las puso sobre la cabeza, justo antes de que la policía entrara. Salió caminando con las manos en alto. Antes de entrar a la patrulla, se volvió hacia Eric que lo había acompañado hasta afuera y le dijo “muchas gracias por todo”.

Después, frente a los periodistas, Eric recordó que había sentido miedo. Cuando Sara le dijo que alguien quería hablar con él, pensó que se trataba de un cliente descontento que venía a que le devolviesen el dinero. Sentía terror por esa clase de personas.

12 Comentarios a “248- Una pausa para el café. Por Victor Slagen”

  1. Asere de Pueblo Nuevo dice:

    Me ha gustado mucho. Sobre todo le rinde, a mi entender, tributo a Raymond Carver: la cotidianidad, la simplicidad que lleva a lo sorprendente y hasta al absurdo…
    Felicitaciones Victor, te doy un 10.
    A mí también me atemoriza la idea de que pregunte por mí algún cliente en mi jornada laboral, sé que no vendrá con buenas intenciones 😉

  2. Chica rubia amiga de las cabras dice:

    Me sumo a la petición realizada en otros comentarios, necesitamos saber más sobre Lars, por qué, a quién… ¿Existe la posibilidad de hacer una segunda pausa (para el café o el chocolate con churros), y saber un poco más de esta historia?

    Muchas gracias y suerte con el resultado del certamen.

  3. caos dice:

    Magnífico final con paradoja muy creíble. Suerte

  4. Luis Acevedo dice:

    No necesito saber más, prefiero preguntarme e imaginar una posibilidad diferente cada vez que lo leo. ¡Muy bueno!

  5. Antonhy Melaya dice:

    Tanto más para contar sobre este personaje, espero que sea una maner ade dejarnos espectantes y que le sigan ceuntos más extensos.
    Muy bien logrado el clima, la presentación de los personajes y el lugar en donde se produce la historia.

    Suerte para los cuetos que se vienen.

  6. nuak dice:

    Normalidad ante lo extraordinario. Eso está muy logrado.
    Suerte

  7. carmen dice:

    Me gusto mucho , suerte VICTOR

  8. Sonny 97 dice:

    Amigo Victor:

    Estoy impaciente por saber alguna cosa mas de las personas muertas y el motivo de que ese Sr. jubilado actuó de esa manera ya que por la forma de expresarse me parece que es una persona de lo mas normal del mundo. Sólo por curiosidad cuándo te ofrecen un café en Suecia te preguntan si me «parece bien» beber alguna cosa.,es unicamente una curiosidad.

    ¿Te parece bien unos mates?
    Un saludo y mucha suerte.

  9. leforeverdelamari dice:

    Estas historias que parecen magnificadas no está muy alejada de la realidad.En una ocasión yo estaba también sentada junto a un octogenario comiendo pipas de calabaza y me contaba cómo de un hachazo se cargó a su parienta.Yo seguí con mis pipas porque hay que ver el tiempo que te llevas para sacarla de su cascarón para saborear una mijita de fruto.Se te pela la lengua y además la caXXX engorda lo suyo, yo las prefiero peladas…Era un psiquiátrico claro.

    Me pregunto la cara que se le pone a un agente de una comisaría, cuando alguien así, le dice educadamente que acaba de asesinar a dos personas…

    Por cierto…dónde está esa gasolinera para no ir.

    Suerte

  10. El asesino de Morfeo dice:

    ¿A ti te parece bonito? Pues no señor, ésto está muy feo, ésto no se hace. Me gustan los dos protagonistas de tu historia, me estaba enganchando a ellos y es como si, asomado a una ventanilla de tren, hubieras captado una conversación entre dos personas que te interesara y de repente, el tren arranca y te quedas a dos velas. A ver que hago yo con ésto, con lo cotilla que soy.
    Mucha suerte

  11. Lovecraft dice:

    Victor Slagen:

    Creo que ya se lo he dicho a algún concursante en este certamen, pero te lo repito: nos debes una continuación y/o su correspondiente precuela. Es una pena que un relato escrito con tanta corrección se quede en algo tan breve y nos deje con ganas de saber más sobre la historia.

    Suerte

  12. Hóskar-wild is back dice:

    Y es que no hay nada peor que un cliente descontento. ¡¡ Dónde va a parar frente a un jubilado amable que acaba de matar a dos personas !!. Da gusto con estos suecos tan educados. No me imagino la misma escena en un pueblecito de Soria, con todos mis respetos para los de la zona. Suerte.

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©Joaquin Zamora. Fotógrafo oficial de Canal Literatura

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