256- Don Pablo. Por Marianela
- 5 noviembre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, Don Pablo, relatos
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Don Pablo durmió inquieto, destemplado, moviéndose de un lado para otro junto al hueco de su esposa. Desacostumbrado a su falta, aunque fuera por motivos familiares, pensó en ella con una ternura inesperada. Tomó un café doble con mucha azúcar, esa mañana le tocaba quirófano. Por suerte, operaria con el nuevo: Rafael, el sevillano, un treintañero brillante, simpático y canalla que traía locas a las mujeres. Esas mujeres cada vez más lejanas para él; un tipo bajito, pulcro y educado que a sus cincuenta y tres años anhelaba echar otra cana al aire.
En la segunda intervención, una extirpación ovárica, el andaluz le comentó a don Pablo lo cansado que estaba de ser un donjuán. Le envidiaba. Quería tener esposa, tener hijos, un chalet con piscina, un gran coche, en definitiva, buena reputación… La paciente sangraba más de lo esperado. Se hizo el silencio. Don Pablo cauterizó con rapidez la vena, cortando la hemorragia. Sin levantar la vista, dijo: ay, chaval, si yo te contara.
Terminó tarde. Fuera no paraba de llover y el viento movía con fuerza las ramas de los árboles. En el antequirófano, don Pablo se quitó el gorro, ahuecó con los dedos su escaso pelo blanco y tosió. Tenía frio, se puso la bata y se abrochó los botones. Tomó un bolígrafo dorado que llevaba en el bolsillo y empezó a jugar con él. Se quedó rezagado, esperando que Rafael terminara de lavarse las manos.
–Este fin de semana estoy solo. ¿No tendrás alguna conocida para salir mañana? Ya sabes, joven, guapa…discreta.
Rafael sonrió con la mascarilla puesta; sus ojos azules, troleros, se achicaron con un gesto fugaz.
–Pides mucho…bueno, haré un par de llamadas.
–Venga chaval, tú eres un artista –dijo pasando un brazo sobre los hombros de Rafael–. ¿No le vas a hacer un favor a un colega que podía ser tu… hermano mayor?
–No te prometo nada.
Suspiró y le dio las gracias. Se llevo los dedos al cuello y se rascó la nuca, se encontraba nervioso. Al subirse al coche se arrepintió, se quedó un rato mirando el limpiaparabrisas moverse, la mirada perdida y el ceño fruncido. ¿Cuándo fue la última vez que estuvo con una mujer? Un par de años, en el último congreso, con aquella representante rubia y regordeta que se quitó los tacones para bailar con él. Sonrió y puso el coche en marcha.
Paro en un restaurante cercano a casa. Al llegar a la puerta se detuvo, dio media vuelta y volvió al coche. Un ronroneo en el estómago le subía y le bajaba. Pensó en su mujer. Apartó de su cabeza un par de palabras incómodas y volvió a salir del coche. No sabía qué hacer. En el fondo de su corazón añoraba al niño travieso, revoltoso, que se iba extinguiendo con la edad. Levantó la cabeza y aspiró el frio aire de febrero, el olor a comida y entró. Felicitó al cocinero y, por primera vez en muchos años, saboreó una doble ración de pastel de chocolate.
En casa se tumbó en el sofá, tomó la manta y se quedó dormido. Roncaba. Le despertó el sonido del teléfono, un molesto zumbido que lo sacó de un sueño profundo.
El aparato cayó al suelo. Se incorporo, lo encontró a tientas. Había oscurecido. Miró el reloj, eran las siete de la tarde.
–Escucha Pablo, he llamado a varias amigas y… –se detuvo un instante−, sólo he encontrado a una que, bueno, no es un bombón pero esta bien.
–Tampoco quiero un callo, ¡eh! Si no, me quedo en casita y listo.
–Escúchame. Es alta y va muy arreglada. Tiene un pelo precioso, un poco tímida a veces, pero te gustará.
–¿Le has hablado de mí?
–Le he dicho que eres un colega del hospital, nada más. ¡Ah! Y lo mejor, ¡es virgen! —elevo la voz —. ¡Virgen! En serio, la he visto en la consulta. Una virgen en los ochenta. Increíble.
Don Pablo le creyó sin hacer preguntas. Se acercaba la primavera, pero aún era invierno. Salió de la ducha y se perfumó, olía a madera y a cuero gastado. Puso un poco de espuma en su pelo, le dio forma y sonrió. Cambió tres veces la corbata. Se abrillantó los zapatos. Tomo un sándwich con un par de cervezas y llamó a su mujer antes de salir. En veintiséis años de matrimonio, ¿cuántas veces la había engañado? No llevaba la cuenta; total, solo eran mentiras, mentiras piadosas.
Había quedado en una cafetería cercana a la Puertadel Sol. Llegó con medía hora de antelación. Aparcó el coche, subió la escalera del parking con paso firme, ligero. Se acercó a la plaza Mayor, un hombre vestido con un tutú rosa y una malla negra hacía malabares encima de una monobicicleta, al tiempo que cantaba unas coplas picarescas. Los ojillos de don Pablo, negros y penetrantes, sonreían con facilidad. En el reloj dieron las once. Se acercó y depositó unas monedas en un sombrero gastado. Sobre el cartel del local, una farola parpadeaba inquieta. Sacó un spray bucal y apretó un par de veces sobre su lengua. Un grupo de turistas se arremolinaba en la ventana. Miró al cielo antes de entrar, había nubes y un par de estrellas borrosas. Se levantó el cuello de la cazadora, vio su reflejo en el cristal de la puerta, tomó aire y entró.
Allí estaba la joven, inconfundible, fumando indolente un cigarrillo en la barra. Llevaba una gabardina roja y un bolso marrón. Sobre sus hombros caía una melena castaña. Jugaba con un zapato.
Mientras se acercaba, le vino a la cabeza una triste imagen de sí mismo. Parecía el padre de la chica. Iba a marcharse, pero se envalentonó y pidió un whisky doble. Se presentó como el amigo de Rafael. Ella se quedó callada por unos instantes, tragó saliva y lo miró de arriba abajo. Después se acercó y le dio un beso en la mejilla. Le dijo que estaba más delgado.
–Disculpa ¿Te conozco?
–¿No me recuerda? –Él negó con la cabeza–. Normal, pasan muchas mujeres por sus manos —dio una calada—, hace un año me hizo usted la cesárea, don Pablo.
Gracias, Tomás,Lovecraft y Caos.
Esa fue mi intención, una historia sencilla con un final abierto mostrando a ese hombre común y un poco extraño.
Suerte a todos vosotros
Marianela
Vaya sorpresa una virgen operada de cesarea.
Coincido con Jazzmina, me ha gustado.
Suerte
Es cierto que tu final queda muy abierto, además de acabar precisamente cuando empieza lo más interesante. Que cada cual continúe la historia como mejor le parezca: nos dejas un estimulante ejercicio para la imaginación. Una lectura ágil y sin complicaciones, que despierta las simpatías hacia el protagonista principal, aunque sólo sea por compasión hacia su patético comportamiento.
Suerte en el certamen, Marianela
Gran historia. Me gusta esa descripción de un mundo sórdido enmascarado por la elegancia de un cierto estatus. Final abierto, que no por ello es un mal final. Suerte
Gracias Elbuen amigo y Jazzmina.
Es posible que queden algunos flecos sueltos en el desenlace. Mi diea era que lo escrito estuviera al servicio de la historia pero…parecer ser que la historia no queda del todo claro.
Suerte a los dos.
Me ha entretenido, pero no alcanzo a verle la punta al cuento.Supongo que debería leer de nuevo, a ello voy.
Suerte Marianela
Hola Marianela:
Tienes razón cuando dices que la mayoría de la gente se ha fijado más en el morbo de la historia, que, a la postre, a ti es lo que menos te interesaba. A mi me ha gustado tu prosa, con algún que otro párrafo más que interesante. Por ejemplo la preparación de un viejales (aunque cincuenta y tres años no sean todavía tantos) para ligar con una “virgen” tiene una serie de detalles interesantes y contados, me parece, con habilidad. Desde las tres corbatas que se prueba hasta mirarse el reflejo antes de entrar en la cafetería. Y el primer párrafo creo que engancha: dormir junto al hueco de su esposa, pensar en ella con una ternura inesperada o el sevillano simpático y canalla, son ironías que resultan atractivas, al menos para mí. Me ha gustado Marianela
Suerte en el certamen
Tengo la bodega hecha un desastre, todo revuelto y no te agradecí tu visita en el momento. La próxima vez te atenderé como mereces, si quieres puedes pasarte por allí; Dies Irae ha tirado un guante para la discusión de ortografía si- ortografía no. Déjanos tu opinión y nos tomamos un cafecito al amor de la lumbre
Gracias Pigmalión.
Mucha suerte para ti
Marianela:
Sigue fiel a ti misma, tu historia tiene chispa y, desgraciadamente, real como la vida misma; quizás por eso nos hemos lanzado a comentar más la historia. La lectura es ágil y con buen ritmo. Suerte.
Gracias compañero.
Mucha suerte para ti
Marianela
Gracias Rulfo.
Más que el tema me interesaba la forma, aunque a la mayoria de gente se haya fijado más en el morbo de la historia o el desenlace que en el relato en si.
Pueda que deba cambiar de registro para la próxima vez.
Saludos
Marianela
Me ha gustado tu forma de escribir, activas bien las frases cortas y rápidas. El lector tiene la sensación de querer saber más en cada momento. Respecto al tema, ya te han dicho casi todo, aunque, me temo que de literatura, poco. Así que si comento algo, seguro que será alguna redundancia. No sé si el tal Rafael era muy amigo…. Pero en fin, aquí hay de todo, y es recomendable que se lea fácil. A mi, personalmente, me parece lo otro, lo de escribir bien, lo más importante.
Suerte en el certamen Marianela
¡De verdad no te entró ganas de darle una patada a ese melífluo salido y bajito? Eres buena chica, cuando quieras, pásate por casa y tomamos algo de lo que quede por allí.
Suerte y un abrazo.
Yo estaba leyéndo el texto tan tranquilo, a pesar de los tópicos que inundaban el relato de los dos ginecólogos «salidos». Buenas las descripciones y los tipos en espera de redención. Pero al llegar a la «Puertadel Sol», negros nubarrones se cernían sobre el relato y el final me dejó indiferente.
espero que encuentres una historia más interesante la próxima vez. Me gusta cómo las cuentas pero no lo que cuentas en ellas.Urga por ahí adentro, seguro que encuentras algo menos manido.
¡Lamari! ¡Has vuelto!
Qué bueno, alguien con un sentido del humor que hace a todo, muerde todo, traga todo y no deja títere con cabeza. Pásate, aunque me digan cándida, por mi cuento de colores y sé mordaz con ganas, porfi.
Yo también voy a dar mi opinión con ánimo de molestarla.
El relato es divertido, para lectores con sentido del humor y me he quedado con las ganas de saber si Don Pablo( porque en ese momento estaba fuera de servicio como gine),le exploró bien el introito o se dio media vuelta con el rabo( nunca mejor dicho) entre las piernas.
Quiere que le cuente ahora un chiste verde?, pero no es inteligente se lo aviso es muy guarrote, pero es divertidísimo.
Dies Irae, dies illa,
Solvet sæclum in favilla…
Los elegidos se salvarán y los condenados serán arrojados a las llamas.
Voy a confesarme por si acaso.
Buenas madrugadas
Gracias a todos por vuestros comentarios.
Yo tampoco sé lo que paso al final. Esa respuesta quedó en el aire, según contaron. Al parecer al sevillano le gustaban las bromas una barbaridad.
Gracias.
Marianela
(Sigo, que se ha ido el dedo donde no quería)
Sé que carezco de lo que normalmente se entiende por sentido del humor; me cuesta encontrarle la gracia al humor grueso (hay chistes verdes divertidísimos e inteligentes que me encantan), y me molesta especialmente cuando se ridiculiza a un colectivo (mujeres, negros, funcionarios, discapacitados, etc.), también con la salvedad de lo que hace bueno a un chiste, como a cualquier otro texto: una ironía inteligente, un fondo de ternura o la autocrítica feroz, el reírse de uno mismo, por ejemplo.
Así que no comparto las risas de los comentarios, ni siquiera las ganas de saber qué pasó… Me molesta el texto y me molestan las risas, y, por favor, que esto sea considerado tan sólo una opinión más, espero que tan válida como las anteriores y sin ánimo de ofender a nadie y menos al autor/a.
Hola, Marianela.
En la forma, el texto se puede leer, no tiene errores gruesos. Literariamente no aporta ni destaca por nada especial, pero tampoco es un horror, y hay fallos divertidos: «Se acercaba la primavera, pero aún era invierno» – cierto, suele ser así año tras año- «una monobicicleta» – aclárame, Marianela, si has inventado un nuevo medio de locomoción o una nueva semántica-, etc.
Por lo demás, Marianela, aplaudo que escribas, que aprendas, te esfuerces y participes en concursos donde puedes encontrar críticas que te ayuden a mejorar, como todos hacemos. El resto del comentario es para tus comentaristas, más que para ti.
Un saludo.
Sé que carezco de sentido del humor, me cuesta encontrarle la gracia al humor grueso (hay chistes verdes divertidísimos,
Marianela:
Qué fuera ginecólogo y que le hubiese practicado una cesárea… no impide que salieran… Me quedo con ganas de saber si pasó algo entre ellos.
Un abrazo.
» Ya sabes…Jóven, guapa, discreta.».Le faltó decir…Inteligente.Sí que sea todo eso pero que el Hole no se lo toque nada más que Rafael.
Qué fué niño o niña?
Mucha suerte pablo, pablito, pablete
El ginecólogo andaluz era un bromista empedernido.
Gracias.
Marianela
Virgen y mártir, por lo que veo. Porque caer en manos de ese par de ineptos es lo más parecido a una flagelación.
Suerte!
Siempre me ha costado imaginar a determinados médicos en el plano sexual. No por ningún tipo de prejuicio, sino porque para un doctor un cuerpo es un cuerpo, la parte material del cliente y no hay mucho morbo en un cuerpo frío en un quirófano, por muy jovencitas y prietas que estén sus carnes. Me quedo también con la duda de si la susodicha acabó diciendo algo parecido a ‘así, así, Don Pablo, no pare’.
¡Cuántos don Pablos hay por el mundo! Y Rafaeles (médicos que no saben lo que ven) ni te cuento. Yo creo que don Pablo (que se prepare su mujer), no va a caer en monólogos torturadores de «¿sigo con ella o la dejo?». Pensamientos sufridores pocos, los aparta y a la praxis.¡ A vivir que son dos días! Suerte.
La verdad es que me pregunto si el Ginecólogo andaluz exploró bien a esa mujer, si lo hizo con espéculo virginal o vía telepática.También pudiera ser que la mujer se inseminara vía in vitro, o que vino su «espíritu santo» y entró por la puerta de servicio.O que desde que estuvo en su consulta se lo pensó mejor y a » vivir que son dos días»!!.Yo estoy más liada que la sandalia de un romano.Pero bueno don pablo mojó o no mojó? jejejej
Qué hombre madurito, cruzando los 50 se va a negar a echar una canita con una jovencita?, seguro que después en el quirófano operó un Bartolino como si fuera un Ninya.Es que los hombres las prefieren jovencitas, al relato me remito.
Suerte don pablo