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8- La moneda Por Tadeus

1.

Cuando, por fin, pudimos entrar en el piso, encontramos a los dos acusados sentados en el sofá del salón, mirando cómo se desangraba la anciana. Se intentó la reanimación, pero ya estaba muerta. Ambos tenían manchas de sangre, de modo que los cacheamos y los detuvimos de inmediato. Óscar Girón, el que llevaba la navaja en el bolsillo, no abrió la boca en ningún momento, pero Carlos Seco, ante el desafortunado comentario de uno de los agentes, que dijo algo así como “Vaya par de imbéciles, matar a una vieja y quedarse a contemplar el espectáculo”, dijo esto: “Es que salió cara. Si hubiera salido cruz, nos habríamos ido”.

Una vez en comisaría, Óscar se negó a declarar, pero Carlos, a pesar de que fue informado de su derecho a permanecer callado, pidió un papel y un bolígrafo y estuvo un rato escribiendo. Cuando acabó, me avisaron. Quería presentar lo que había escrito como declaración. Mandé que teclearan el texto en el ordenador, lo leyó, corrigió un par de cosas, lo sacamos por la impresora y lo firmó. Le pregunté si era una confesión y me dijo que no lo sabía. Es el documento que aparece en el expediente bajo el título “Declaración de Carlos Seco Bienvenida”. Si a su señoría le parece oportuno, creo que debería leerse ahora tal cual, para que los miembros del jurado se hagan una idea de cómo les funciona el cerebro a este par de individuos.

 

2.

La moneda dio vueltas en el aire, lanzando su brillo intermitente de escarabajo de oro, hasta que Óscar la atrapó al vuelo con la mano derecha y la puso sobre el dorso de la izquierda.

¿Cara o cruz?, dijo. Cruz, dije. Óscar levantó su mano derecha y no se vio la cara del rey. Está bien, tú primero, dijo, ¿cuál eliges? Me lo pensé unos segundos, dudaba entre el segundo y el cuarto. El cuarto, dije por fin. De acuerdo, dijo Óscar, en ese caso tenemos dos horitas de coche para que te vayas pensando lo que quieres hacer.

Cuando llegamos, todo estaba claro en mi cabeza, cada palabra, cada movimiento, cada estado de ánimo. Pero nunca permitimos que el azar quede fuera de nuestros trabajos, de modo que Óscar volvió a sacar la moneda, que volvió a brillar en el aire antes de ser atrapada por la mano de mi amigo. ¿Cuál de los dos es la cara?, preguntó. Ella, respondí. Y ahora sí se vio el perfil del rey, cosa que no me hizo mucha gracia, porque yo hubiera preferido cruz. Pero nunca le damos la espalda al azar, nunca. ¿Qué necesitas?, dijo Óscar. Nada, dije, cuanto más sencillo, mejor funciona.

Estaban los dos en casa. Perfecto, así sería cosa de un par de minutos. La voz de mi padre sonó perpleja en el portero automático. Supe lo que estaba pensando: “¿Qué coño querrá ahora este?”. Subimos, entramos, mi padre no dijo nada, yo dije hola. En cuanto mamá se acercó a darme un beso, Óscar inmovilizó a mi padre sujetándole los brazos a la espalda y yo adelanté la mano para impedir el beso. ¡Qué cojones está haciendo este mamón!, dijo mi padre. Impide que intervengas, dije yo, esto no es personal, es nuestro trabajo. Mamá no entendía nada, la pobre. Coged el dinero que tenemos y largaos, cabrones, dijo mi padre. No vamos a llevarnos nada, dije yo, ese es el séptimo y ahora estamos en el cuarto. Joder, tío, dijo Óscar, ¿te vas a poner a dar una conferencia? Durante cuatro o cinco segundos, miré a mamá, que me miraba con ojos turbios, al borde de las lágrimas. Es duro no entender nada, pero también es duro comprobar la estupidez de quien te trajo al mundo. Mamá, eres una hija de puta, dije, y le di una bofetada. No le di fuerte, pero sonó convincente. Le sorprendió tanto que ni siquiera se echó a llorar. A mi padre le pasó más o menos lo mismo. A un gesto mío, Óscar lo soltó y salimos de allí. Ligeros, pero sin correr.

No abrimos la boca hasta que paramos en un área de servicio de la autopista. La moneda volvió a volar. Si sale cara, cerveza, si sale cruz, carajillo, dijo Óscar. Salió cara, menos mal. Mientras llegaban las birras, me fijé en un crío de unos tres años que no paraba de hacer preguntas a su madre. Se notaba la lucha interior de la mujer: estaba hasta las narices del niño, pero también estaba convencida de que su obligación de madre incluía soportar la tortura y contestar razonablemente a cada ocurrencia de su adorable hijito. Qué cosa más absurda.

¿Qué tal?, dijo Óscar después del primer trago. Bien, supongo, dije, la verdad es que no siento nada especial. Mentí. Mamá me daba pena, mucha pena, pero no era el momento de mostrarme débil ante Óscar. Ahora te toca a ti, añadí. Le brillaron los ojos azules. ¿Cuál eliges? Está claro, dijo, el quinto.

Durante un minuto o así, miré hacia la autopista. Conté los coches que pasaban en nuestro sentido: treinta y seis turismos, dos furgonetas y cuatro camiones grandes, de esos que llevan melones, naranjas y pescado congelado a la otra punta de Europa.

8 Comentarios a “8- La moneda Por Tadeus”

  1. Sussan dice:

    Dos psicópatas o dos aburridos lanzando monedas en busca de nuevas sensaciones.
    Muestras muy bien ese vacio interior que no da ninguna pista sobre la próxima fechoría, lo decidirá una moneda.
    Un relato inquietante,muy interesante para reflexionar.
    Saludos y suerte

  2. Lotte Goodwin dice:

    Me ha gustado. Resulta inquietante y describe bien a dos siscópatas solo guiados por el azar. Por ponerle un fallo, repites muchas veces el verbo «decir» en los diálogos. A veces no hacen falta verbos para ese tipo de ejercicios. Te lo digo para una próxima.
    Mucha suerte. Por ahora, mi favorito.

  3. Dies Irae dice:

    Salud, Tadeus.

    Me parece que has desaprovechado dos ideas brillantes (el cara o cruz y los mandamientos) para un buen relato de psicópatas desvelando media intriga en el primer párrafo. Por todo lo demás, no hay peros: tu escritura es ágil, amena y tienes recursos de estilo.

    Hay un ejercicio interesante para mejorar una historia: cambiar la estructura varias veces y elegir la mejor opción. Si es lo que has hecho, en mi opinión no acertaste del todo. Aún así, me ha parecido un relato al que le falta muy poco para ser perfecto. Mucha suerte.

  4. sacha dice:

    El relato es como una película de Tarantino; brillante y vacío.
    Suerte

  5. Aljibe dice:

    Al final vamos a tener que dar las gracias a los bancos por no soltar un euro…¡Cómo para darles un crédito a esos dos!

    Suerte!

  6. Lovecraft dice:

    Crueldad. Fatalidad. Inquietante.

    Angustioso relato sobre las peripecias de un par de perturbados. El recurso a la moneda para decidir sobre su destino y el de sus víctimas es como poco turbador. Quizás se habría agradecido el uso del guionado para separar los diálogos, aunque en general no resulta difícil discernir quien dice cada parlamento.

    En este caso, espero que tu suerte en el certamen no la decida una moneda lanzada al aire, Tadeus

  7. Hoskar-Wild is back dice:

    Más a menudo de lo que imaginamos, alguien lanza una moneda o jjuega a los dados y nuestra suerte está decidida. Algunos lo llaman destino. Otros, azar. Mucha suerte

  8. Caos dice:

    Parece una buena descripción de un par de psicópatas en una huida hacia delante. Suerte

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©Joaquin Zamora. Fotógrafo oficial de Canal Literatura

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