144- El Librito – (Cosillas que cambiar sin romper). Por Rulfo
- 27 octubre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, relatos, sueños
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Turbia, con trazas de alcohol y un rumor de misterio al fluir, la orina cae itinerante sobre un pedregal cercano al cementerio.
¡Jo-der!, respiras aliviado; te abrochas los botones de la bragueta e intentas no pensar más de lo necesario.
Hace apenas unos minutos has logrado zafarte de un sueño intermitente, con tímidos recuerdos que aún te resistes a abandonar. Todavía te llegan—cada vez menos— imágenes de aparatosas vidrieras góticas, esmóquines impecables y buenos tragos de armagnac. Una mañana de otoño. Un parque abandonado. Te has levantado tiritando tras apartar unos viejos cartones. No hay rastro de tu saco. Aún así, decides no interpelar al Vampiro, un tipo mal encarado, perseguido por moscas impertinentes, que vigila contumaz como Harry el “sucio” en su película homónima. Junto al catre te observan vacíos dos envases de tetrabrik tumbados. Amanece.
Un sueño es sólo la representación de un deseo incesante, nada, desde luego, donde explorar indicios de esquizofrenias o suicidios colectivos. El tuyo fue un sueño habitual entre burgueses megalómanos. Una exitosa presidencia bancaria y una inmersión en el Ibex 35. Una consorte de cuatro apellidos y caviar del mismísimo Báltico. Pero todo tiene su contrapartida y cada banquete sus náuseas. Alguna delación inesperada y te llegaron el acojono, la quiebra y finalmente el embargo. El magistrado te vaticinó una penitencia singular entre desahuciados e indigentes. Ahora ya no viajas ni Mozart inunda tu jardín glorificando nardos y amapolas. La aristócrata está desaparecida, ha abandonado sus desorbitadas recepciones. El futuro se tuerce como hierro fundido. Tu peor enemigo comienza a ser la incertidumbre.
Rebuscas con desgana en una mochila azulona. Sacas conjuntamente una radio diminuta y un pequeño libro que parece escrito a mano. Descartas la radio y abres con cautela esa especie de diario—hay hojas medio sueltas o deterioradas—que parece despertarte ecos y fantasmas del pasado. Apenas has traspasado la mitad, y siempre acaba aterrorizándote. “¿Y tu alma? ¿Dónde crees que haya ido?…. Debe andar buscando vivos que recen por ella”, lees esta vez en algún lado, aunque luego, al cerrarlo, te parezca que no es eso lo que pone. Lo abras por donde lo abras, suenan gritos del más allá hablando de pecados y almas condenadas. Pero no, no crees que eso te afecte a ti ahora, hace unos meses que dejaste de robar y despuntas brillante en tu moderna profesión de pedigüeño. Inquieto, guardas veloz el pequeño ejemplar y huyes del cementerio mientras vas dibujando mentalmente una actitud para mendigar: arrodillado, con las manos entrelazadas. Postrado, para dar pena. Sabes que cada vez cuesta más afligir. En realidad, la pena es una emoción ineficaz, puede que roce todo el rato igual que una cincha floja, pero nunca aprieta.
Hoy no necesitas mendigar. Mientras buscas alguna esquina eficiente para pedir limosna, observas un cartel a la entrada de un edificio público: “Crisis; evangelización ante el hambre”. El hambre es cosa de otros, igual que la infernal sequía que asola los cultivos o los niños de la guerra que parecen inventados. No, tú nunca pasaste hambre. Tú siempre tuviste una fuerte inclinación por los banquetes. No quisiste tener un trabajo como todos. Te dedicaste, furtivo, a buscar dinero y comodidades. Y eso hizo que descubrieras a tu insigne esposa aristócrata. Ahora repudias haberte casado. Pero la solución a tu vida ya no está en tus manos. Debes acostumbrarte a tu nueva ocupación de pedigüeño. Tanteas tus bolsillos vacíos, y decides indagar en ese pabellón que han atildado los curas. Dentro, en un improvisado comedor, un gentío multiforme se acomoda entre mesas alargadas. Te haces un hueco cercano a un estrado. Frente a tí, dos ancianos bien vestidos se lanzan a interrogarte, quieren saber de donde sales. Coges aire y agarras suavemente las manos de la mujer. Miras su rostro desconcertado. Apañas una sonrisa bobalicona y, sintiendo sus manos entre las tuyas, largas tu retórica inmisericorde recién aprendida en tus noches de vigilia. Les hablas del pueblo sencillo que pasa hambre, de los desgraciados. Sospechas que, por una vez, tu cultura puede hacerse pan. En unos instantes charláis amistosamente, tu arenga ha logrado sosegarles
Sostienes ahora un vaso de vino frente a tus nuevos amigos. Habéis tomado carne guisada y leche con galletas en una comida de hermandad que alguna orden religiosa ha organizado. De pronto, sin anunciarse, sube al estrado un sacerdote viejo y barbudo, vestido con sotana. Hay una mesa oscura y una silla morada. Se sienta, prueba un pequeño micro. Inquieto, ensaliva con urgencia los dedos para aligerar unos papeles. A ratos ahueca el culo, acaso por un conato de fe insuficiente o quizás por algún recuerdo servil. Piensas en su inutilidad, aunque sientes también una cierta simpatía. Todas las épocas han dejado esclavos, meditas, esclavos del deseo, del miedo, del infierno. Como tú, esclavo de ese misterioso librito plagado de imágenes tenebrosas, que alguien— ¿tu hermosa Cinthya, tal vez?—debió salvar de aquella grandiosa mansión que poseíais en Manhattan ocultándolo después en tu mochila azulona. El predicador, entretanto, advierte que el festín está a punto de concluir. Inicia entonces un pregón afable acerca del mensaje cristiano y la fraternidad entre los hombres. La muchedumbre le vitorea y el cura se va animando. Alza más y más la voz, y acaba largando un speech brutal contra blasfemos, prostitutas y el heliocentrismo de Galileo, y, en cada frase, remarca obsesivo el derecho a la vida. Hasta cincuenta veces le has contado.
A ti todo eso te importa una mierda. Aburrido, estás a punto de largarte, cuando, en medio de ese galimatías, alguien olvida, justo a tu lado, una bolsa de tela donde van recogiendo dinero para las misiones diocesanas. Tú no pareces atraído por el saquito, pero…. ¿Y si cogiera…? No, no lo estimas adecuado. ¿Y si sólo…? Tú no eres de robar por nada, al igual que los depredadores sólo matas para comer y hoy ya has comido. Pero ahora tienes colegas pasando penurias y deseas ayudarles. Haces un movimiento instintivo, como el Vampiro cuando le persiguen esas moscas maratonianas.
Para cuando sales a la calle una luz anaranjada centellea sobre los tejados. Se viene rápida la noche y tú, cobijado en la trasera del autobús donde acabas de colarte, vigilas miedoso dos billetes arrugados que ocultaste entre los fantasmas de esas hojas destartaladas que revisas cada tanto. Ahora, buscando alguna justificación para tu robo, has advertido una esperanza para tus pecados: “Aún cuando tengan el alma impura, puede que sean inocentes. Pero eso sólo Dios lo sabe…”, lees, excitado. Tu rostro inaugura una amplia sonrisa. Alguien acude en tu ayuda. Puede que Dios sí crea en tu inocencia. Has vuelto a robar, aunque esta vez lo has hecho por caridad, sólo para mitigar el hambre de tus amigos. Te has sentido aliviado por esas frases donde el mismísimo Creador sugiere la posible inocencia de algunas almas impuras. Tienes la tentación de leer el final, pero te da miedo: si Él— ¿dónde está tu hostilidad anterior?— también decidiera condenarte, ya no te quedaría nada. Al igual que el psicópata se aterroriza ante un foco repentino de luz, tú sientes pavor a ser definitivamente sentenciado por tus viejos desmanes. Estás encogido, sientes frío, te frotas las manos para entibiarlas. Sin embargo, tus dedos siguen estando entumecidos.
Son cerca de las nueve y el súper se adormece. Entras rápido. Coges embutido barato y algunas botellas de vino también para tus colegas, y cumples con el requisito de pasar por caja. Hace tanto que no manejabas dinero que te arde la cara. Sales deprisa a la noche de cada día. En el parque el frío se ha intensificado. Aunque, mientras repartes fiambre y santificas alegrías, ni lo notas. Entre las once y la medianoche habéis cantado fuerte. Como si fuera una fiesta de barrio, la vieja Kelly, María, los subsaharianos, el Vampiro, Charlie…, y tú mismo, habéis sentido correr el fuego por las venas. Tú has acabado solito con una botella, en tanto que tus colegas han vaciado otras tres y yacen abrazados a la hierba. Empujado por el alcohol, crees ahora atreverte con el final de ese pequeño manuscrito que tanto te obsesiona. Lo abres excitado, pasas las hojas con rapidez. Espoleado por el rumor donde Dios era un juez bondadoso, indagas una posible salvación. Tu mirada turbia resbala todavía sobre atroces vocablos—almas, difuntos, redención—sin detenerse. Desechas banalidades, y surge, al fin, tan precisa como apocalíptica, la conclusión definitiva que tanto deseabas conocer. “Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras”, pronuncias torpemente, antes de cerrar los ojos.
Al alba, te despiertas alelado, con la boca informe. Distingues, justo encima, unas nubes expectantes. Gradualmente vas retirando cartones, y reconoces, entre el barullo de legañas, dos siluetas uniformadas. En el silencio, sobresalen los chillidos broncos del Farruco, un gorila del súper, que camina siempre tieso como un palo. Es normal que los guardas jurados te griten. Siempre ha sido así. Solo que ahora te imputan además, rajar envasados de jamón serrano y ocultar los filetes bajo la cazadora. Dicen que el trasvase apenas se advierte en la cámara, pero que antes te grabaron cogiéndolos, y luego, en caja, habían desaparecido. Te acusan de robar. Ahora si que la has cagado.
Para un tipo como el Farruco, que un millonario caído en desgracia suplique en dependencias policiales es como posar el culo en un orinal mentolado. Puede que no sienta más que unos sencillos apretones, pero tienen el regusto del vencedor que, además, nunca se ha creído mercenario de nadie. Lo hace por un simple don, dice, mejorado en años de lucha enchironando malnacidos. Él seguirá siendo él, con la épica del altruista enceguecido, tú seguirás siendo tú, acaudillando tu fatalidad para soñar coherencias, y las cosas seguirán siendo sólo eso, cosillas que cambiar sin romper.
Intentas articularles algo razonable. Les rezas vuestra hambre, y les susurras cómo evitasteis la muerte de un neonato diabético. Les dices también que no tenías liquidez para todo, que pagaste lo demás y la calderilla la echaste amoroso en la hucha contra el cáncer. Como si nada. El Farruco te levanta por la pechera. Tú no llevas escapulario. No tienes más credo que el tuyo. Pero ahora, suspendido un palmo en el aire, echas de menos un Dios que no convierta los placeres en pecados, mientras bendice interesado a estos caudillos de su cruzada. Aún con todo, decides probar. Invocas el derecho a la vida del predicador barbudo. Das un par de tirones para que no crean que estás acojonado. Das otro más notorio, y el Farruco te suelta un mamporro que acaba con tus huesos en el suelo.
—No te tengo miedo—le has gritado levantándote enrabietado; y él, por toda respuesta, te ha sonreído. Aturdido, te preguntas ahora qué haces tú ahí, qué harás mañana, qué hará Cinthya, tu hermosa acaudalada. Pero no tienes respuestas. En realidad, tu vida tampoco cambiaría si las tuvieras. Tu vida seguiría bailoteando al vaivén de los demás, como una hoja de otoño zarandeada por un viento frío que mueve también las páginas de ese desconcertante… ¿sueño? Un sueño encerrado en un pequeño libro manuscrito, ¿puede ser eso? Un insólito sueño que no recuerdas cómo llegó a tu mochila. Un sueño que no lo parece y unas aterradoras palabras finales que te martillean como una sentencia inapelable: “dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras”.
El amanecer está plagado de misterio y humedades. Atraviesas el umbral del cuartelillo con el rostro constreñido. Concentras el escaso coraje que aún te queda en descubrir quién podría haber soñado algo tan miserable. No logras, sin embargo, conocer su anhelo. Tampoco de quienes serán esas almas desgraciadas. Ni siquiera sabes si ese Dios será también el tuyo. Cabizbajo, rezas para que esta vez el sueño no se haga realidad. Miras suplicante al funcionario. Pero él está sólo a tu librito.
Tampoco quiero que te vayas, Rulfo, que dejes deshabitado este rincón que es un pozo de sabiduría literaria. Es hondo, oscuro y húmedo, y da miedo bajar esos apoyos herrumbrosos. ¿Habrá suficiente oxígeno allá donde nos lleve?
No podré saberlo si no me das la mano, otro relato, cuentos de bosques, una novela densa e intrincada, sonetos de amor oscuro o unas sombras chinescas frente al mar. Cualquier cosa que nos enrede… humo.
Rulfo:
Te doy de nuevo mi enhorabuena y mi desilusión por no verte entre los finalistas.
Estimado Rulfo:
Ha sido toda una desilusión no encontrar tu relato entre los finalistas. Hay muy buen material entre los seleccionados, pero el tuyo, desde mi punto de vista, merecía estar entre ellos. Escribes como un profesional del asunto (de los buenos, ¿eh?).
Salud forever
Gracias Firmin por tus amables comentarios. No tengo yo tan claro que sea como tú dices. Te diría alguna cosa más acerca de por qué yo no lo veo tan claro, pero prefiero esperar, agotar el plazo hasta el último momento. Supongo que estará al caer. De cualquier manera, y esto lo dije ya el año pasado y lo he repetido éste, lo importante para mí es recibir comentarios como el tuyo, poder advertir que al menos a alguien le ha gustado. En serio Firmin, es más importante que ser finalista e incluso ganar. Por otra parte, creo haber leído y comentado más de la mitad de los relatos participantes y no sé por qué no lo he hecho con el tuyo. Tuve un pequeño bache y posteriormente me enrollé con otras historias también relacionadas con la literatura. Supongo que se me pasaría. Lo cierto es que he llegado tarde para votarte en el premio del público. De cualquier manera, intentaré buscar un ratito para hacerlo. Suerte Firmin y, lo dicho, gracias por tus amables comentarios.
Este relato será uno de los finalistas del jurado…tiempo al tiempo. Enhorabuena por tan excelente manera de narrar.
Gracias Tomás, Pigmalión, a ti por partida doble, veo que tus palabras no cayeron en saco roto. Cumpliste tu promesa. Al margen de tus felicitaciones, lo que más me ha gustado de todo lo que dices es que hayas acertado en la idea que me movió a escribirlo así, en segunda persona y buscando un estilo directo que hiciera reflexionar. Es exacto lo que comentas —es lo que hay— y, como se va viendo día a día, surge desde cualquier ámbito el egoísmo del ciudadano actual. Todos queriendo enriquecerse hasta la extenuación amasando millones y millones que ya no somos ni capaces de contar. Pero así es. Algo de esto relataba muy bien Juan Rulfo en su novelita cumbre de la literatura mexicana, Pedro Páramo: la caída de un cacique rural, aunque ahora los caciques no sean precisamente rurales. Y yo me apropié de su final.
Al mismo tiempo, aprovecho para felicitarte por tu clasificación para el premio del público. Yo, como hice el pasado año, votaré a todos los que han leído el mío. Quizá no sea muy justo, pero es difícil evaluar la calidad de unos relatos que, de una u otra manera, han quedado finalistas. Por tanto, cuenta con mi voto, Pigmalión. Te lo debo, por tu amabilidad en leer el mío.
Suerte en esa final
Me ha gustado mucho adentrame en ese mundo que describes tan bien y que genera desasosiego.
Suerte
Crees que puedes hacer eso, sin más, que puedes decir «volveré» y pasan las horas, los días, y casi las semanas y nada, tú sin volver. Quién crees que eres…
Quién creo que soy: alguien que no quiere que sus palabras sean huecas, aire, vacías. Dije «volveré» y aquí estoy, a cumplir mi palabra.
Denso, tortuoso, onírico, y grande muy grande tu relato. Escrito en segunda persona, reflejas muy bien la zozobra del pensamiento, el mismo yo que se desdobla en otro para hablarnos a nosotros mismos, como si fuera nuestra sombra hecha voz para machacarnos… Todo envuelto en una neblina onírica que nos hace difícil vislumbrar la frontera…
Bueno, muy bueno, bronco y duro tu relato. Nos has hablado de algo muy actual con una voz diferente. Enhorabuena, creo que te veré entre los finalistas del jurado.
¡Joño, Rulfo!, se me había pasado. Con tanto ajetreo doméstico y de currelo, no me acordaba de hacer una visita al Librito. Igual te has pasado un pelín con tu diatriba; curas, chorizos, aristócratas y hasta el soldado del súper. Aunque luego pedías a tu Dios que te salvara de él. En fin, que te lo pasaste bien—como tú mismo dices—escribiéndolo. ¿O quizá nos lo hemos pasado bien los dos? Y ese guiño ritual a tu seudónimo me ha parecido interesante. Así que tendré que dejarte algún voto.
Suerte, colega
Pues ya ves Pigmalión que yo, aunque también cené, estoy aquí al pie del cañón, como si nada. Suele decirse que, en lo que se escribe, siempre hay algo de autobiográfico. Y quizá sea verdad. Sé que es ir contracorriente, pero prefiero disfrutar cuando no me lo ordenan. Quizá mañana…, o pasado, en cuanto haya alguna ocasión.
Gracias por tu visita, Pigmalión, me alegro que te haya gustado. Y, por si no nos vemos antes, que tengas un mejor año, seguro que la mejora no te vendrá mal.
Rulfo:
Disculpa mi tardanza en visitar tu rincón de cuento, pero aquí estoy para decirte que me ha gustado mucho y darte mi voto. Aprovecho para desearte ¡Feliz Navidad!
P.D. Ahora no tengo tiempo de hacer el comentario que te mereces. Esta noche es la Noche, es Nochebuena y ando liad@ preparándola. Volveré…
Gracias Siempreviva y Hóscar-wild is back por perder un rato de vuestro tiempo en leer el relato. Hacía unos días que no echaba un vistazo. Prometo que os compensaré leyendo el vuestro si es que no lo he hecho ya. En cuanto tenga un ratito lo dedicaré a eso. De todas formas tú Hóscar creo que no he visto nada tuyo, pero lo revisaré. Ando un tanto despistado ahora, metido en otros menesteres.
Saludos a los dos y suerte en la vida
…Todas las épocas han dejado esclavos, esclavos del deseo, del miedo, del infierno…
…Un sueño es sólo la representación de un deseo incesante…
Después de étas y otras frases, ¿puedo añadir algo?
Mucha suerte.
Me ha gustado mucho tu relato fiel reflejo de los tiempos que corren.
Suerte.
Tengo algo abandonado el Certamen aunque sé que algunos (bastantes) aún me quedan por leer. Pero esto se está haciendo demasiado largo y no conviene pararse, y menos aún con este frío endemoniado. Así que me he bajado a echar un vistazo y me he encontrado con dos colegas que se han entretenido en leer el relato. Bueno, pues gracias a ambos, Sócrates y Edgar Alan Bécquer por perder ese ratito (intuyo que con el mío puede haber sido algo más que un ratito).
Suerte en la vida a los dos.
Estimado Rulfo:
He leído tu relato y lo encuentro muy interesante y muy bien escrito. Abordas un tema por desgracia cada vez más actual y que nos atañe a todos. Ninguno de nosotros está a salvo y tenemos que ser muy conscientes de que si seguimos conduciendo por esta «autopista de lo absurdo» por la que pagamos tan alto peaje, nunca podremos alcanzar ese bello sueño que en estos momentos suena a utopía: una verdadera justicia social. Sin ella nunca seremos libres.
Un cordial saludo y mucha suerte
Buenas tardes Rulfo, primero agradecerte que te molestases en leer mi relato en miniatura,disculpa el retraso pero este mes es complicado para mí, debo decirte que yo no había leído el relato que os recuerda al que he escrito, que pertenece a Bertol Brech, lo cual me parece muy gratificante. Yo me inspiré en la frase de Einstein.
En cuanto a tu Señor Relato decirte que es un relato que debe leerse con gran atención y concentración y un buen reflejo de la una parte de la sociedad en la que no debemos olvidar nos estamos moviendo.
Enhorabuena.
Si, quizá digas bien, Sacha, cuando afirmas que “obligo al lector a concentrar el escaso coraje que aún le queda en descubrir su esencia”, aunque coincidirás conmigo en que, este año, lo de el escaso coraje que aún le queda, no será por falta de tiempo para leer los relatos. Pero sí, puede que lleves razón, conviene leerlo, al menos un par de veces. Gracias Sacha, por tu comentario.
Lovecraft, a ti no sé que decirte respecto a tu comentario. Te puedo asegurar que me está llevando más tiempo descubrir “la esencia de tu jeroglífico” que el que me llevó escribir el relato entero. Y eso que intervinieron más de dos manos en su elaboración. En fin, te prometo que ahí sigo. Si algo me sobra es constancia. Quizá el seudónimo debiera haber sido Rulfa en lugar de Rulfo. Pero es que el realmente apropiado para este cuento, sin duda era Rulfo.
Muy ocurrente, Lovecraft
szerencse
Tu relato, como el amanecer, «está plagado de misterio y humedades». Obligas al lector a «concentrar el escaso coraje que aún le queda en descubrir» su esencia, «su anhelo», en averiguar «si ese Dios será también el suyo».
Yo lo leí y lo paladeé.
Enhorabuena.
Hola Anquises. Primero gracias por leer el relato, que no es poco. Y más todavía por tu interés. Ya me gustaría que todos (y en eso me incluyo yo también) mostráramos parecida disposición a entender lo que leemos.
El narrador en segunda persona—sé que hay más interpretaciones—intenta crear el efecto de contarse la historia a si mismo o a un yo desdoblado. Es como si se contara todo lo que ha hecho. Y que el lector lo perciba como algo brutal, algo que ha hecho mal o que debiera haber hecho y no hizo. Pero esa es la teoría. Otra cosa es que yo lo haya logrado al escribirlo. Así que el protagonista se va contando la última parte de su vida real donde, cuando le “pillaron” y le condenaron a la miseria después de quitarle todo lo que tenía, alguien puso un “librito” en su mochila donde están escritos los desmanes que cometió para llegar a ser un aristócrata adinerado. Pero ahora tiene miedo y, cada vez que lee algo de eso que está escrito en el libro, sueña (o alucina, o simplemente piensa) acerca de qué pasará con él cuando acabe su vida terrenal. Y ahí aparecen esas almas condenadas y finalmente Dios. Al protagonista, en su momento, los demás le importaban poco o nada. Y, al final, siguen importándole muy poco, sólo le preocupa si su alma será condenada o no.
Se que es un relato difícil de leer y el parto, teniendo en cuenta lo que dos mil palabras dan de si, resultó laborioso, te lo puedo asegurar. Por eso te agradezco tu interés Anquises, de verdad. Dime lo que creas conveniente sin ningún recato. Los relatos y todo lo que se escribe, están (al menos los míos), entre otras cosas, para corregir lo que esté o suene mal. O pueda faltarle.
Suerte con “El perro” Anquises. Yo tuve uno al que sólo le faltaba hablar. Creo que fue uno de los pocos seres vivos a quien lloré su muerte. Quizá por eso en mi comentario te preguntaba, además de otras cosas, si esa especie de repulsión que intentabas crear, era por “los perros colgaos”.
Repito, suerte Anquises
Hola Biznaga,
Con esto del parón para engrasar el entramado, estaba un poco perdido. Tenía otro relato entre manos y he aprovechado para repararlo, yo también. Bueno, pues gracias por tus amables comentarios y desearte la misma suerte con tu “mujer de la plaza”, también para ti.
Un saludo
Hola, Rulfo.
Paso por tu casa para invitarte personalmente a continuar en contacto. No quiero quedarme sólo con este relato tuyo. Ya te dije, y tras releerlo lenta y cuidadosamente lo tengo aún más claro, que seguro que tienes textos en los que, sin las estrecheces de los límites impuestos, tu literatura se desata y se hace grande… Grande y con caminos accesibles en los que no me aprisione el ahogo del bosque. Pincha arriba, en mi nombre, y seguimos disfrutando, ¿sí?
Un abrazo.
Segunda persona, me lo dices a mi. ¿Podría ser yo? Flases en los que se mezclan la realidad interior y la exterior, unos puntos como señales que nos recuerdan que seguimos un camino, el librito. ¿Es esta vida real, o un sueño? Vivo el instante, pero intento hilvanar una línea de continuidad que parece no tiene coherencia. ¿Me importan los demás o sólo yo? ¿O ambas cosas a la vez?
¿Lo he entendido?
Gracias por tu relato, Rulfo.
Me parece un relato «buenísimo» donde manejas con verdadera maestría el entramado del sentido de las palabras. Mientras lo iba leyendo, la sensación era la de estar delante del libro de un consumado escritor. Lo de los sueños siempre es un tema que termina de escribirse con los lectores. Te felicito, y aunque no la necesitas, te deseo mucha suerte.
Perdona Marianela. Es de bien nacidos el ser agradecido. He andado enrollado con un par de micros y me había olvidado de tus amables comentarios. Pero no, de profesional nada. Esto es así, unas veces se acierta y otras no. Yo suelo decir que unas veces salen churros y otras deliciosas ensaimadas. Y lo de recordarte a Benjamín Black…, pues qué te voy a decir. Ya ves que alguno no ha logrado entender nada. Y eso no es precisamente muy halagador para el que escribe.
Insisto Marianela, gracias por tus comentarios y suerte con tu relato, como te dije, me gustó especialmente tu soltura y desparpajo para escribir. Que no es poco. Los temas…, pues es lo de los churros y las ensaimadas.
Gracias por tus más que amables comentarios Isótopo. Pero sobre todo por corroborarme que lo has entendido sin mayores problemas. La verdad, es lo más importante que le puede pasar a alguien que escribe. Que lo que se escribe se hace agradable de leer. Para mí, y te lo digo con absoluta sinceridad, es más importante que cualquier medalla. Descubrí este certamen el año pasado. En realidad, lo pillé (supe de él) dos o tres días antes de cerrarse el plazo para enviar los relatos. Y me pareció muy interesante justamente por esto. Por permitir el intercambio de lecturas y opiniones, sean del tipo que sean los textos presentados. Siempre hay quien se dedica a otras historias, pero ese es el riesgo de Internet y no tiene solución. El año pasado también ocurrió.
Insisto Isótopo, gracias y mucha suerte también con tu relato.
Estimado Rulfo:
He recorrido todos los comentarios a tu magnífico relato, me he topado con dos adjetivos que se repiten insistentemente, «excelente» y «magistral» y he asistido a jugosos intercambios de impresiones.
Probablemente se deba a mi escasa capacidad analítica el hecho de que creo haberlo entendido perfectamente. Me asombra tu capacidad de, en tan pocas palabras, colocar unos andamios tan sólidos de los que ha salido un relato increíble.
Qué pequeñísima me siento, y qué honrada porque te hayas acercado a mi modestísima aportación. Me dispongo a aprender de maestros como tú.
Vas a tener suerte porque eres muy bueno.
Un saludo (o reverencia, más bien),
Isótopo
Hola Rulfo:
Felicidades por tu relato.
No sabía que aqui escribian gentes de oficio. Profesionales. Que maestría manejando los recursos, las técnicas. Genial. Me ha recordado a Benjamin Black.
Suerte
Marianela
Gracias Gael, comparto lo que dices sobre la subordinación del escritor al lector. Pero es así. Desgraciadamente, en este mundo, existen pocas cosas que se hagan con entera libertad. De todas formas quiero insistir en una cosa. No culpo de que algunos relatos no se entiendan debidamente a la manera de leer—quizás demasiado rápida—de este tipo de certámenes. Creo que el verdadero problema es que no hay más. Quiero decir que no hay más certámenes como éste. Y todos queremos aprovecharlo con el relato que más nos guste. No es que yo tenga mucha experiencia en él certamen, pero sí lo conocía. Y sabía que el texto sería complicado, porque requiere una lectura mas reposada. Incluso te diría que lo había indagado entre gente que está más metida que yo en el mundo de la literatura. Pero, aún con todo, decidí arriesgar. Otra vez será.
Suerte Gael
Hola, Rulfo. Por supuesto que tu comentario me ha servido. Ahora he corroborado que más que un escritor (pues cualquiera puede serlo) eres un autor. Lo que sucede es que a los autores les (o nos) queda un camino mucho más arduo por recorrer. Respecto a las inquietudes que hice, las que ilustro con ejemplos, bueno, finalmente es el autor quien tiene la última palabra, pero obedecen a lo que ya te mencioné: por ser un relato breve creo que sería mejor «despejar» el camino del lector. Sin embargo, y aquí puedo parecer contradictorio (aunque tal vez solo soy un poco consciente de la realidad del mundillo), pienso que de ningún modo un autor debería ser subordinado de un lector, y más si obedece a sus caprichos. En algunos textos de Virginia Woolf ella habla acerca de la labor del lector y su responsabilidad con los escritos de lo autores. Pero bueno, eso es harina de otro costal. En todo caso, Rulfo, de nuevo te deseo éxitos con tu relato, que entre otras cosas me ha parecido sobresaliente, por lo menos desde mi punto de vista. Porque el problema no es que sea complicado, tal vez sea mejor decir complejo, que suena más interesante, y no caprichoso, como podría sugerir la palabra complicado, la cuestión aquí es algo que tú mismo dijiste y con lo que estoy de acuerdo. Por ser un certamen en vivo y en directo, por decirlo así, las lecturas son muy rápidas y a la ligera.
Asesino de Morfeo:
Creo que tu respuesta a mi requerimiento para aclarar qué hacían todos esos ingredientes en tu coctelera particular, se comenta por si sola. La verdad, debí imaginarlo. Por mi parte, caso cerrado.
Gracias Gael, al menos tú, además de decir que te ha resultado laberíntico (a pesar de ser breve, lo sentí muy dilatado), ofreces un ejemplo concreto de por qué te ha resultado laberíntico. Cosa que, desafortunadamente para mí, no han hecho otros. Pero, vayamos por partes. Primero decirte que prácticamente todo, en la historia, es real. Lo único que se sale de la pura realidad, es lo que el protagonista, cada vez que lee el manuscrito que alguien puso en su mochila, sueña, alucina o simplemente piensa que puede ocurrirle cuando todo se acabe. Y esto ocurre así, simplemente porque él sí conoce todo lo que hizo cuando era un acaudalado millonario. O mejor aún, todo lo que hizo para llegar a serlo.
Estoy de acuerdo contigo cuando introduces esa frase que a nadie que escribe le gustaría oír: A pesar de ser breve, lo sentí muy dilatado. Probablemente tienes razón, excesivo para un certamen así. Y, encima, escrito en segunda persona, lo cual lo hace todavía más complicado. Pero así es la literatura, unas veces se acierta y otras no.
Respecto a lo que comentas sobre algunas repeticiones (redundancias), intentaré aclararte la que mencionas, éste es la parte del párrafo al que aludes:
“Ahora, buscando alguna justificación para tu robo, has advertido una esperanza para tus pecados: “Aún cuando tengan el alma impura, puede que sean inocentes. Pero eso sólo Dios lo sabe…”, lees, excitado. Tu rostro inaugura una amplia sonrisa. Alguien acude en tu ayuda. Puede que Dios sí crea en tu inocencia. Has vuelto a robar, aunque esta vez lo has hecho por caridad, sólo para mitigar el hambre de tus amigos. Te has sentido aliviado por esas frases donde el mismísimo Creador sugiere la posible inocencia de algunas almas impuras. Tienes la tentación de leer el final, pero te da miedo: si Él— ¿dónde está tu hostilidad anterior?— también decidiera condenarte, ya no te quedaría nada”.
La frase que tú consideras una repetición de algo ya comentado, es la introducción de la siguiente: “Te has sentido aliviado por esas frases donde el mismísimo Creador sugiere la posible inocencia de algunas almas impuras. (por lo que) Tienes la tentación de leer el final, pero te da miedo: si Él— ¿dónde está tu hostilidad anterior?— también decidiera condenarte, ya no te quedaría nada”.
Bien, Gael. Coincido contigo en que es un relato complicado de leer. Se dicen demasiadas cosas en dos mil palabras y esto es difícil si se quiere que el lector lo entienda como es debido. Además, aquí, las lecturas que se hacen (y aquí me incluyo yo), salvo que sean de alguien conocido, se hacen, como mínimo, al trote. Pero no tiene mayor trascendencia, siempre que se haga evidente lo que uno quiere dar a entender cuando dice que “es laberíntico”. Insisto, gracias por tu amable comentario y me gustaría saber si te ha servido de algo.
Suerte
Lo primero que debo decirte, Rulfo, es que tu texto me recordó a Suttree, de Cormac McCarthy. Por supuesto, no lo digo como punto en contra. Aun así, pienso que tu cuento es difícil de leer. Es laberíntico. Quizás esa haya sido tu intención, hacernos viajar dentro de laberintos de sueños, no sé. A pesar de ser breve, lo sentí muy dilatado. Hay algunas redundancias. Por ejemplo:
Ahora, buscando alguna justificación para tu robo, has advertido una esperanza para tus pecados: “Aún cuando tengan el alma impura, puede que sean inocentes. Pero eso sólo Dios lo sabe…”
Y un poco más abajo, escribes:
Te has sentido aliviado por esas frases donde el mismísimo Creador sugiere la posible inocencia de algunas almas impuras.
Nos dices dos veces lo mismo. Que tu personaje siente una esperanza gracias a esas palabras. Así pasa en otros puntos.
También no me quedó claro si su pasado acomodado es un sueño, pero luego el narrador lo da por hecho, o pienso que sí fue un sueño y que gracias a él nos das la información del pasado que lo obsesiona (en cuyo caso es mucho más satisfactorio, o por lo menos, según presumí, es la teoría que más me atrajo), o si aquí empleas el sueño como un deseo del personaje, o si su vida misma es un sueño, un mal sueño en sentido figurado. No sé.
De todos modos, Rulfo, tienes un estilo interesante, una voz propia que se hace escuchar. Éxitos.
¡¿Para que vamos a darle más vueltas?! Tienes razón, no puedo darte un análisis racional de un texto que mezcla lo subrealista con un argumento que me supera…como bien dices, será cosa de la edad.
En cualquier caso, me siento agradecido cuando afirmas que he estado genial en demostrar que no había entendido nada. No veas fantasmas donde no los hay, ese era mi único interés.
En cuanto a mi familia, solo quería demostrarte que seguía tu consejo de darle a leer mis trabajos a alguien de mi confianza. Era para que vieras que valoro tu opinión.
Por último, vamos a matar a la mosca cojonera….Guillermo Tell me vino a la cabeza al ser un héroe que arengaba,como tu protagonista en el comedor, a las masas. Luego iba a enlazar, cuando el robo en el supermercado, con Robín Hood. Pero me dió pereza, ya sabes, cosas de la edad.
En fin, voy a comerme mi potaje gallego y a mear,en mi latifundio, a ver si también a mi me sale la orina itinerante y con un rumor de misterioso fluir.
No creo, a la próstata no le da por las figuras retóricas.
Gracias Barack por tus comentarios, agrada saber que algunos—y tú además a la primera—lo hayáis entendido. Y eso de la fábula contemporánea, pues ha quedado superior. No se me había ocurrido, pero, si tenemos en cuenta que una fábula es una conspiración de donde se puedan sacar conclusiones, demos gracias al Cielo por que no haya en este certamen mucho burguesillo megalómano. Pero además del agradecimiento, hay un par de cosillas en tu análisis que quisiera resaltar: primero, tu capacidad para la síntesis. Ese párrafo que acaba con una frase crucial: “Nos faltaba algún militroncho—Barack, me dice el corrector que es militronche, pero, en pago a ese talento que exhibes, te lo voy a dejar—, casposo”. Inmejorable, no te digo más. Lo segundo es que tienes razón en lo bien que me lo pasé escribiéndolo, y que no tuve que caminar demasiado por algún paraje “escarpado ni boscoso” como asegura algún otro que he debido andar en esta nueva andadura. Aunque el resultado, es verdad, no haya sido todo lo bueno que uno hubiera deseado. Pero estoy principiando en esto de mezclar sueños y realidades en un mismo papel, y he descubierto que no es apto para todos los públicos. Será cuestión de edad. Suerte en la vida, Barack, la vamos a necesitar.
Gracias a ti también, Asesino de Morfeo, aunque tu hayas tenido que batallar con la otra eventualidad, la del que lee pero no entiende nada. Pero me satisface saber que te has parado a leerlo. Y no únicamente tú, sino que lo has dado a leer a tu familia, solo por asegurarte de que no eras tú el desencajado. Confieso que me siento culpable de que hayan perdido su tiempo para nada. No me extraña que te miraran con ojos torvos y gruñeran. ¡Con semejante embajada! Consuélales en cuanto los veas, diles que el desencajado he sido únicamente yo. Ya sabes, meterse en berenjenales inéditas sin la debida instrucción…, pues tiene estas cosas. No queda otra que levantarse, la vida es así, hay que arriesgar para crecer. Sobre todo los pequeños. Aunque te sugiero que, por esta frase, no intuyas nada.
Sí te voy a pedir, sin embargo, un último favor, Asesino, si no te cuesta mucho. Si es complicado, déjalo, que tampoco importa demasiado. Aquí o se entiende o no se entiende, no hay más. Pero es que hay una cosa que no me ha quedado clara: se trata de un párrafo que incluyes entre tus muchas motivaciones para no entender el relato (perderte definitivamente, dices tú). Del resto no te voy a decir nada. ¡Allá tu con tus pasiones! Pero éste me ha metido una mosca en casa y no la puedo echar. Te lo escribo: “Luego, de pronto, el protagonista se nos vuelve un Guillermo Tell en una comida de menesterosos, no se sabe si impulsado por la charla de un predicador, que ameniza el ágape con el heliocentrismo de Galileo mientras ahueca el culo, o porque le acuciaba a ello la mirada de los dos tetrabrik tumbados en el suelo…te confieso que ahí ya me he perdido definitivamente”. ¡Joder, y yo!
Pues es que…, verás, a ver si te lo puedo explicar debidamente; me has mezclado los ingredientes de tal manera, que más parece un potaje gallego interesado que un análisis racional. Hasta donde llegan mis conocimientos, Guillermo Tell, si es que realmente existió, fue un personaje que luchó por la independencia de Suiza. Y este pobre hombre…, pues, la verdad, no parece que estuviera para independizar a nadie, sólo buscaba comer
Pero es que además, dices que estaba “en una comida de menesterosos”. Pues tampoco, Asesino, tampoco aquí has estado acertado. Se trata de un gentío multiforme. Ya sabes qué es eso ¿no? Y en cualquier caso, seguro podrás preguntar. ¿De donde crees, si no, que iban a recoger dinero para las misiones diocesanas? ¿De indigentes y hambrientos? Hombre, los curas siempre han sido muy listillos, pero llegar a sacarles dinero a estos pobres desgraciados…
Continúas con que, “no se sabe si impulsado por la charla de un predicador, que ameniza el ágape con el heliocentrismo de Galileo mientras ahueca el culo, o porque le acuciaba a ello la mirada de los dos tetrabrik tumbados en el suelo”. Vamos a ver, voy a intentar explicártelo, porque si te pido que te lo releas, podemos acabar enemistándonos. El predicador no ameniza nada, predica sólo su dogma (¿recuerdas lo que ponía en el cartelito al entrar en el pabellón?: Crisis, evangelización ante el hambre), actúa cuando se da cuenta de que el ágape esta en un tris de concluir. El heliocentrismo de Galileo es, simplemente, una metáfora de que la Iglesia, a mi modesto entender, continúa anclada en el pasado. El culo lo ahueca por un conato de fe insuficiente o por algún recuerdo servil (lo pone bien clarito, no es que yo ahora me lo haya acabado de inventar). Y los tetrabrick…, pues ya te veo, Asesino, tú has sido siempre más terrateniente que mendigo. Los tetrabrick son sólo para dormir el jodido abandono de esos menesterosos que comentas, nada más. Y ese no es momento para dormir, sino para escuchar. En el ágape no hay tetrabrick ni nada que se le parezca. Toman carne guisada y leche con galletas, que—esto te lo digo como chascarrillo—en principio iban a ser “marías”, pero luego me pareció que mezclar a la Virgen en esto, podía ser excesivo y decidí dejarlas sólo en eso, simples galletas.
Bien, y acabo con esto, como dicen los políticos, me gustaría saber qué me has querido dar a entender juntando todo eso en tu análisis de una forma tan interesada. Por qué si has querido demostrar que no habías entendido nada, has estado genial, imposible hacerlo mejor. Pero es que las cosas hay que leerlas con pelín de atención. Por eso me gustaría leer tu explicación, ya sabes, sólo por crecer, yo—ahora sí que te lo cuento—soy de tamaño medio. De todas formas no te compliques. Probablemente con una frase cortita bastará. Ya digo que es sólo por terminar de aclararme y sacar alguna conclusión que me haga mejorar. Si no te viene bien o no tienes tiempo, déjalo. Pero, por favor, no mezcles otra vez a tu familia en esto, que van a acabar hasta el gorro de tí. Sea como fuere, insisto, gracias por pararte a leerlo. Y, a más, a más, como dicen los navarros, ha sido un placer contar con toda una familia de lectores.
Suerte Asesino de Morfeo.
Hola, Rulfo. Bueno, menos mal que he comprobado que no soy la única que se perdía de vez en cuando; durante tu relato empezaba a coger complejo… Es una sensación muy extraña estar leyendo un relato en el que se vislumbra con claridad lo que se dominan las palabras, los juegos de frases, las descripciones,…, pero una sentirte perdida, teniendo que volver hacia atrás, eso sí, pensando que vaya despiste tiene una.
Ya quisiera yo escribir algún día como lo haces tú.
Mucha suerte.
Bueno, Rulfo, ya estoy en tu parcela.
Si el deporte fuera como la literatura, tú practicarías el tiro con arco a un balón de rugby lanzado a canasta desde la línea de tres puntos usando un esquí como raqueta. Por experimentar.
Narración en segunda persona, directa y descarada, mezclando sueños y realidad, con un librito que es la clave soterrada de la actitud del protagonista, curas, comparsas en la mugre, albergues, supermercados, ex-esposas con nombre de protagonista de culebrón… Nos faltaba algún militroncho casposo.
Eres la pera limonera, Rulfo. Admirable. Supongo que te lo has pasado como un indio redactando esta fábula contemporánea desde la óptica de la mejor tradición picaresca del Siglo de Oro. Entonces los espabilados también robaban jamones; o mejor dicho, robaban cerdos enteros.
Por mi parte lo he entendido a la primera. No me considero demasiado listo, pero quien alguna vez vendió casa por casa tuvo que aprenderse de memoria el manual de la supervivencia. Otro librito.
Enhorabuena y a por el segundo round.
Gracias Bonsai por leerlo y por tus más que agradables comentarios. Te prometo que, aunque ando bastante liadillo, en cuanto tenga un rato serás el primero que revise. Como habrás podido comprobar, me gusta lo políticamente incorrecto.
Salud
Normalmente, si un relato no me gusta, paso de puntillas y en silencio para no molestar; pero esta vez recordé tus comentarios a mi relato y me siento con licencia para darte mi opinión, como tu lo hiciste, con humildad.
Es innegable que tienes un amplio vocabulario y algunas frases brillantes, pero, en general, se hace dificil de leer. Parece que quieras concentrar todos tus conocimientos en menos de dos mil palabras y la trama se pierde, dejando a los personajes y la historia perdidos en una maraña de frases difíciles, pronunciadas por un narrador omniescente.
Me resulta imposible empatizar con el protagonista, un millonario venido a mendigo, casado con una hermosa aristócrata que,no se sabe por qué, le mete un misterioso libro parlante en su mochila azul…o quizás no.
¡Esa es otra! al saber que el libro, cuando lo abres …»suenan gritos del más allá hablando» pensé que te referias al Necromicón (vaya, pensé, ya se porque le ha gustado tanto a Lovecraft)y me temí que la trama se complicara con nigromantes. Pero no, era el mismo Dios el que vociferaba por Manhattan.
Luego, de pronto, el protagonista se nos vuelve un Guillermo Tell en una comida de menesterosos, no se sabe si impulsado por la charla de un predicador, que ameniza el ágape con el heliocentrismo de Galileo mientras ahueca el culo,o porque le acuciaba a ello la mirada de los dos tetrabrik tumbados en el suelo…te confieso que ahí ya me he perdido definitivamente.
Por ahí arriba dices que te gusta buscar caminos nuevos y reconozco que eres un valiente porque éste tiene pinta de escarpado y boscoso.
De todas formas y siguiendo tus consejos, he pedido a mi familia-esa a la que persigo para leerles mis cosas- que leyeran tu trabajo, ya que no me fío mucho de mi criterio. Suelo acudir a mis hijos en éstos casos: el mayor da clases en la Universidad como periodista, la segunda es logopeda y psicóloga y la pequeña es filóloga (lo digo para que puedas hacerte una idea del público lector). Como siempre me miraron con ojos torvos, gruñeron como de constumbre pero te leyeron con atención.
Tampoco entendieron nada.Somos una familia muy torpe.
De todas formas, parece que hay muchos compañeros a los que si les ha gustado mucho y yo te deseo muchos exitos en tu aventura
Hola Ms Rioja
La verdad, nunca hubiera pensado que esa última frase iba a crear tanto desconcierto. Porque lo curioso es que sólo intentaba decir que “al funcionario se la sudaba lo que el protagonista, metido en su locura, pudiera suplicarle”. Por supuesto que no quería incidir en que le habían pillado al encontrar el librito en su mochila, puesto que eso ya era lo de menos. Al principio del relato, había sido juzgado y le habían embargado todo, salvo la aristócrata, que se había esfumado.
No, no conozco la canción “When I ruled de world”. Yo tuve la ocurrencia pensando en los muchos que, día tras día, van pillando, y además de todos los colores. Son de cualquier bando. Éste no creía en Dios…, mientras vivía en la opulencia. Luego llegan los malos tiempos y comienza a revisar que posibilidades tiene de librarse del infierno. Siquiera fuera cierto….
En fin, Ms Rioja, gracias por leer y comentar el relato
Suerte en la vida
Rulfo:
Seré breve: MAGISTRAL.
Me saco el sombrero. Pliegas y despliegas la mente de ese hombre, lo haces ir en sus pensamientos hacia el pasado, hacia sus verdaderos malos comportamientos y lo vuelves a sus compañeros de ahora, con los que comparte el pan y el vino. La frase a que tanto le teme… bueno… dije que sería breve…
Mi relato no va a ganar ningún certamen, no es políticamente correcto, pero me gustaría saber tu opinión. Me presento con Terapia Musical. Te espero.
Un abrazo.
Leí tu relato ayer y es uno de esos que me encanta pero que no entiendo bien. Los que hay que re-leer para comprender el simbolismo. He venido de hacerlo ahora y he leido tu respuesta a Dies Isrea y entiendo mejor el significado del librito. Bueno, la última frase que es la que no entendía.
¿Conoces la canción de Cold Play, ‘When I ruled the world’? siempre me ha intrigado la letra que trata de un magnate convertido en pobre que tiene la intuición de que no va a entrar en el cielo… y al leer tu relato me acordé de esta canción. Pensé en usarla como inspiración para un relato pero te me has adelantado :)(Perdona la digresión si no conoces la canción)
De todas formas no creo que sería capaz de crear el mundo de este mendigo de manera tan profunda, tan real con tantos detalles y tan bien escrito.
Ha sido un desafio para mí leerlo y comprenderlo pero ha valido la pena. Enhorabuena
Salud, Rulfo. Pues yo te agradezco aún más la respuesta, porque veo que tan, tan perdida, tampoco estaba. Se ve que me había ofuscado y andaba buscando tres pies al gato: entre el ensueño y el librito, me empeñé yo en metáforas y sentidos ocultos, y acabé viendo a Dios en el propio funcionario final (eso te pasa por atea, más que atea). Y es que nunca me creo eso de la navaja de Occam.
De todos modos, lo más interesante es la última parte de tu comentario. Es cierto que, una vez adquiridos los rudimentos y dominados los materiales (y es obvio que tú aprobaste con sobresaliente esa etapa), hay que atreverse a abrir nuevos caminos y encontrar nuevos lenguajes. Es sólo que, en ese claro del bosque, encontrarás a más de uno, como yo, torpes para apreciar su validez.
Por supuesto me ha servido tu comentario y, en especial, porque espero lo mismo de este concurso. El futuro lo tengo (tan en equilibrio como todos), medianamente resuelto. Para mí esto de la escritura es un placer, pero prefiero que no sea tan solitario como lo pintaban los poetas malditos.
Un abrazo, muchas gracias por todo, y espero tu comentario a mi relato con todo el interés. Hasta pronto.
Hola Dies Irae,
Acabo de ver tu comentario y casi lo de menos es que me preguntes por el último funcionario. Lo de más es cuando dices que te pierdes en el bosque. Y, otra cosa, seguro que es más culpa mía que tuya. Así que a ver si puedo aclararte algo.
El funcionario es sólo un funcionario que está revisando las pertenencias de un hombre detenido por robar. Nada más. Y, entre ellas, ha encontrado un librito (agenda, libro escrito a mano, hojas destartaladas, manuscrito…, lo va denominando el narrador a lo largo del cuento)que está repasando mientras el protagonista le mira suplicante. A lo largo del relato, el protagonista lo ha ido leyendo, y, cada vez que lo hace, acaso acuciado por la vergüenza que le produce recordar lo que en él pone (lo que realmente hizo), cree oír voces de fantasmas del pasado preguntándole por su alma (“¿Y tu alma? ¿Dónde crees que haya ido?…. Debe andar buscando vivos que recen por ella”). Nunca antes, cuando vivía en la opulencia, le importó Dios (“Tienes la tentación de leer el final, pero te da miedo: si Él— ¿dónde está tu hostilidad anterior?— también decidiera condenarte, ya no te quedaría nada”), pero ahora que está en la indigencia, le preocupa qué pasará luego, después que todo termine. Cuando, al fin, se atreve a llegar al desenlace del “librito”, lo que cree oír—insisto, no, lo que seguramente pone en el manuscrito— es su condenación (“Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras”, pronuncias torpemente, antes de cerrar los ojos”). Es sólo en el párrafo anteúltimo, cuando el narrador descubre que “puede ser un sueño encerrado en un pequeño libro”
En definitiva Dies Irae, es un relato (o ha querido serlo) donde, el protagonista, angustiado por un pasado nada virtuoso, confunde realidad y alucinación (sueño, fantasía…), hasta creer que está definitivamente condenado por sus antiguos desmanes.
Te agradezco que me hayas hecho el comentario. Soy de los que gustan de probar cosas nuevas para mejorar, aún a riesgo de tropezar en el intento. Hubiera podido escribirlo (esto o alguna otra cosa) de forma más sencilla, pero hubiera sido lo que ya he hecho hasta ahora y, más o menos, ya sé hacer. Pero, a mi juicio, eso no vale, así nunca se progresa. A escribir se aprende escribiendo, lo mismo que a leer leyendo o a escuchar oyendo. Finalmente, me gustaría saber si esto ha podido servirte y, si puedo aclararte algo más, te aseguro que no me molestará en absoluto. De este certamen, lo creas o no, esto es lo que más me interesa. Y, de cualquier manera, agradecido por haberte tomado la molestia de leerlo. Te prometo que, en cuanto tenga un rato, comentaré el tuyo.
Un saludo
Un saludo, Rulfo.
Excelente escritura en la que he ido naufragando poco a poco. ¿Será que es la hora de la siesta? ¿Será que es una ensoñanción, o varias? ¿El último funcionario es una metáfora?
Leo y releo. Excelente escritura, seguro, pero me pierdo en el bosque. Quizá, sin embargo, queda una sensación de que sea mi culpa.
Es la segunda vez que lo digo en este concurso: tengo la seguridad de que otros textos tuyos me encantarían, pero con éste, no hemos coincidido, y lo siento.
Suerte.
Un relato muy original, desde luego, bien escrito y, también, bastante mareante. En fin, no sé si he logrado captarlo todo en una primera lectura; lo dejaré reposar y volveré sobre él más tarde.
Bien Rulfo: tú y tu vecina Juana Lomas os habéis puesto de acuerdo, ¿verdad? Os habéis confabulado para que mi relato descienda todavía más en la lotería de futuros finalistas. Gracias a tí, ahora debe andar ya por el puesto nº 70 (empezando por la cola). Señores administradores: revisen sus bases para impedir que se presenten a este certamen escritores profesionales. Confiesa, ¿cual es tu verdadero nombre? ¿Vargas Llosa?, ¿Javier Marías? (¿para qué te presentas si piensas rechazar el premio?). Delibes o Carlos Fuentes no porque hace rato que ya no escriben. Hum… la duda me corroe.
En fin, no me considero capacitado para dar un juicio crítico de tu relato y, sobre todo, de tu impecable forma de escribir, así que solo añadiré una cosa:
¡Excelente!