Nº38- Inocentes. Por Towanda

            Veintiocho de diciembre de dos mil once, en plena crisis económica, con la polémica en la calle sobre los ajustes presupuestarios del nuevo gobierno, en mitad de un proyecto financiero para salvar mi empresa de una suspensión de pagos y yo sufriendo la mayor inocentada: he muerto, he dejado este  mundo sin haber terminado ni un solo proyecto.

            Estoy ahora mismo camino del tanatorio, sumergido en una caja de nogal, brillante y bien acolchada, ¡un paseo de auténtico lujo! Detrás vienen mi mujer, mi padre y mis hijos. Para ellos es la primera despedida importante, a pesar de ello parecen bastante enteros. Celia les habló hace un par de semanas de lo rápido que se desarrollaría la enfermedad; además, están hechos de la misma pasta que ella. Mi padre en cambio, está roto; sus ojos ausentes, su palidez… me preocupan. Nunca superó la ausencia de mi madre y ahora pierde a su único hijo.

            Me están trajinando, maquillándome para que no se note lo muerto que estoy, ¡parezco un payaso! Y me llama la atención, ¿en qué fase de muerto estoy?

            Javi, mi hijo pequeño toca la puerta:

            – Por favor, me gustaría cubrir con fotos el cristal. –le oigo decir.

            El par de funerarios asienten con la cabeza. Era de esperar algo así en él. Es un chaval con mucha iniciativa, resuelto, déspota, capaz de buscar soluciones a todo con tal de hacer las cosas a su manera. Pablo, el mayor, es el que más ha sufrido las consecuencias de su hermano; algo inseguro, sensible y conformista, deja brillar a Javi, en cambio, es observador y reflexivo como ninguno de nosotros.

            No pude despedirme de ellos, no tenía palabras para trasmitirles mis deseos, lo dejé en manos de su madre. Ella, más cercana y firme, es capaz de bajar a su altura sin soltar la batuta y ganarse su confianza. Llega a ellos de una manera mágica. Me mantuve acomodado a observar desde fuera, igual que venía haciendo desde que quince años atrás se disparara mi carrera profesional como Director Económico del Grupo Laxa. El trabajo me absorbía; muchas horas de despacho, viajes, reuniones de última hora… Las conversaciones telefónicas y el papeleo llegaban hasta casa. Había aprendido a controlar mi familia desde la distancia.

            Tengo que reconocer que aquel nombramiento fue mi salvación. Mi familia naufragaba entre pañales y restas con llevada, entre la muerte de mi madre y la depresión de mi padre. Sentía que agonizaba entre tareas domésticas y fines de semana de obligado cumplimiento. El cansancio de Celia, el mío, el hastío de ambos, minaban día tras día. Se habían llevado nuestros mejores momentos de intimidad, complicidad y sexo apasionado.

            Sin saber cómo, se fueron acabando las discusiones, los reproches. El nuevo puesto permitía un mejor futuro para los niños, una buena atención socio-sanitaria para mi padre y una asistenta en casa. Celia se relajó y  desinfló el globo de padre poco ejemplar con el que me tachaba. Pasaron dos años antes de que los dos fuéramos conscientes de ello.

            Una noche al llegar a casa ella me estaba esperando para hablar de Pablo y sus notas, se sentía impotente ante el fracaso del niño. Estuvimos más de tres horas conversando y al terminar, se sumergió entre mis brazos. Hicimos el amor con la misma entrega de nuestros primeros encuentros. No pude dormir aquella noche.

            El tanatorio está lleno de familiares, compañeros y conocidos. Han pasado veintidós horas desde que me exhibo entre coronas de flores  en la Sala nº 5.  Ha llegado Marta, entra como una compañera más, besa a mi padre y después a Celia, estrecha sus manos con un sincero pésame y cruzan unas palabras. Mi padre despierta de su ausencia un instante y presta atención pero no llega a escucharlas. Se retira hacia un lado y se queda entre el equipo directivo de mi empresa.

            Por fin todos se ponen en marcha, se desaloja la sala y nos dirigimos a la Iglesia de San Pedro. Acaba el funeral y yo sigo en ¿primera fase de muerto?

            Dos meses después de mi entierro estoy en el salón. Celia está tumbada en el sofá, refugiada bajo una manta, igual que tantas noches la había visto allí dormida, esperándome. Las lágrimas se deslizan por su rostro, una a una, despacio, sin prisa, como es ella. Entre sus manos tiene la carta de despedida que le escribí cuando me diagnosticaron el cáncer. Está detenida sobre el párrafo donde hablo de su trabajo de fondo, de su dedicación, de su entrega, como ha suplido tantas veces mi papel de padre sin dejarme al margen.  –Estoy convencido que ella ha crecido más que yo en estos años.- Le cuento cuando aprendí a quererla, como fue que me pude meter en su piel y entenderla. No quise decirle quién me ayudo en aquella tarea.

            Vuelve a leer y recuerda “¡te quería tanto!” Durante un rato deja la carta en su regazo y la mirada fija en el techo. A continuación seca sus lágrimas, coge mi móvil y lo pone a cargar antes de acostarse. Me meto en la cama con ella y duermo a su lado.

            Amanece un día frio y soleado. Se levanta de un salto, aún tiene los ojos hinchados al mirarse al espejo. Se prepara, busca el número de teléfono en la agenda de mi móvil y queda con Marta para tomar un café a mediodía.

            Me siento con ellas en la terraza frente a las oficinas de Laxa. Estoy contento entre las dos, aunque algo nervioso.

–          Hola Celia, me alegro de verte. ¿Cómo estás? ¿Y los chicos? – pregunta mientras se sienta.

–          Hola Marta. Bien, los chicos… creo que también. Hablan de todo lo que van sabiendo sobre la enfermedad de su padre. Creo que es su manera de entender por qué les ha pasado a ellos. ¿Y tú… qué tal en la empresa?

–          Complicado, desempeñar el puesto de Juan no es fácil, trabajo bajo la comparación constante con él. El momento además es muy crítico. Creo que necesitaré mucho tiempo para hacerlo propio a los ojos de todos.

            Celia sonríe dulcemente  y le extiende la carpeta que yo guardaba en la caja fuerte de casa.

            – Quería darte esto. Por lo que he podido ojear, creo que te será útil para desempeñar el puesto que ahora ocupas.

            – Gracias Celia. Eres…

            – A ti. –contesta sin dejarla terminar.

            – Desde que apareciste en la vida de Juan todo empezó a funcionar en mi familia.

–        Nos hicimos grandes compañeros y amigos allí dentro –dice emocionada señalando las oficinas.

            Celia sonríe de nuevo mirando a Marta a los ojos. Desde el espacio inerte donde me encuentro suspiro porque no sigan hablando. – Lo sé  – le oí contestar.

            Acaban el café casi en silencio y se despiden estrechando fuertemente, de nuevo, sus manos. Veo el gesto de sus caras mientras se alejan, y de repente, al lado de ellas, me siento un aprendiz a maestro. Soy un hombre afortunado en primera fase de muerto.

 
 

24 comentarios

  1. La primera fase de la muerte es cuando abandonas lo importante para dedicarte a lo urgente. Eso le pasó al protagonista de tu historia aunque, por lo que sugiere, tuvo tiempo para entretenerse con algo más que con papeles y documentos. ¡Cómo son estos ejecutivillos! Me gustan los relatos que caminan por el borde del sarcasmo. Este lo hace y de forma muy fresca. Mi enhorabuena.

    ¡¡ Y gracias por tu voto !! Vas a poner esto interesante.

  2. Towanda:

    Me declaro enganchada.

    Enhorabuena!!!

  3. Es verdad que está bastante usado el recurso del muerto que vuelve a ver a sus seres queridos, pero tú le agregas un ingrediente. El muerto se inquieta y no quiere que se descubra su traición. Lo cuál nos hace pensar: ¿hay descanso después de la muerte? La muerte y el amor grandes temas para la literatura y la vida, como ha dicho ya un participante.
    Ten cuidado con los diálogos.
    Buen trabajo.

    • ¡Gracias Duna!

      Hay descanso cuando, a nuestro criterio, completamos trabajos, proyectos, etc. Si habitualmente lo inconcluso no nos deja dormir, podría no dejarnos morir.

  4. Tienes mi voto

  5. ¿Hay vida después de la muerte? Pues, al parecer, sí, la hay y difiere muy poco de ésta. Esta convivencia de muertos y vivos (que no de vivos y muertos)está presente en muchas culturas y casi lo está en la nuestra. La sencillez con la que tratas el asunto (tu muerto hasta se mete en la cama y duerme con su mujer) quita hierro a ese trance que hasta Calderón llamó «desdicha fuerte».
    En fin, el tema del relato y su focalización no me gustó mucho, pero está bien escrito y resuelto, con un final tan abierto como la vida misma.
    Suerte.

    • Gracias por su valoración.
      Abierto como la vida misma, así es. Y en esa línea, si existe vida después de la muerte ¿qué haríamos?

  6. Desde que Jesucristo resucitó a Lázaro no hay noticias en la Historia sobre otro muerto que viera y pensara. Incluso en fase de aparecido invisible (espacio inerte, le llamas en el texto) tu finado se entera hasta de lo que piensa su mujer.
    Sólo por colocar a tan insólito protagonista en el eje del relato merece éste un primer tanto antes de hacer rodar la bola.
    Tras leerlo despacio encuentro ciertos detalles poco coherentes, reacciones que escapan a la lógica en uso de la vida familiar. O puede ser que no los haya captado correctamente. El final es del todo abierto: lo que suceda tras el entierro o el porqué de la actitud de algunos personajes se deja por completo a la imaginación y gusto del lector.
    Las reclamaciones sobre los fallos de Word, qué remedio, al maestro armero.
    Me gusta el relato de principio a fin.

    • Siento especial gusto por la última frase que me escribes. No lo voy a negar. ¡Muchas gracias!
      Me gusta también que comentes esos detalles poco coherentes, pues están ahí, al igual que esos juicios que hacemos todos los días ante situaciones no del todo coherentes, y que partiendo de la suposición e interpretación picaresca, juzgamos con demasiada gratuidad. Y qué decir del lacrado como «culpable».

  7. El suicidio visto como autoeutanasia… y la sorpresa siguiente de seguir viviendo. Parece una apología pero bueno, en la creación literaria no deben existir tabúes. Me gusta el nerviosismo del muerto ante la posibilidad de que se descubra su adulterio. Vamos, que ni con la muerte descansamos de nuestros errores. Muy bien escrito (salvo el tema de los guiones de diáologo y su puntuación) pero eso no desmerece en nada la trama y su estilo, Presta atención y lo aprenderás en tres segundos.

    • Gracias Anaconda por leer, valorar e invitar a mejorar.

      No pretendo hacer apología. Los inocentes, a veces, optan por no justificar sus hechos.

      Magnífico su relato y la reflexión a la que invita.

  8. ¡Hola, Towanda! Interesante relato en el que tu manera de narrar nos lleva a meternos dentro de él con facilidad 🙂 Ains, no lo puedo evitar: esas rayas de diálogo…
    Respecto al final, he visto las miradas de Celia y Marta; la de Celia diciéndole a Marta «lo sé todo» y la de Marta diciéndole a Celia «gracias por respetarme a pesar de todo». Lo mismo, como en ese momento hacía mucho sol, observé mal los reflejos de sus ojos 😉
    ¡Suerte, Towanda!

    • Gracias Juno!

      ¡Cuánta razón llevas! Ainsss! dije yo también cuando lo ví subido aquí. Tanta atención en cada frase y en como llevar la historia, para terminar en un mal pulso con Word. Como a tu Tomás.
      Mucho sol, sí, aquella mañana en la que las mudas palabras de los personajes mostró el brillo de cada uno.

  9. Querida Towanda,

    este relato me parece de los más originales, sino el más original de los que he leído hasta ahora. El tema de la muerte siempre nos asusta pero me encanta tu manera de escribir desde el punto de vista del que muere y de describir sus sentimientos al ver a sus familiares desde la lejanía.

    ¡Muchísima suerte y enhorabuena!

  10. Odiseo González

    Bien contado. es cierto que el último párrafo desconcierta un poco.

  11. Original relato de lo que muchos quisieramos hacer en la «primera fase de muerto», como tu dices. Muy bonita la historia final que cierra el relato.
    Enhorabuena.

  12. ¿Qué sería de la vida (y de la literatura) si no existiese la muerte? La posibilidad de vagar en vida y poder seguir viendo como viven los demás, nos deja un regusto agridulce. Me ha gustado y está bien narrado, pero al final, concretamente al último párrafo, no le acabo de encontrar el sentido. Seguramente, será culpa mía, por eso me gustaría y agradecería que me ayudara a encontrarlo. Enhorabuena y suerte.

    • Hola Gaia!

      Gracias por leerme.

      En respuesta a tu petición sobre el final de la historia, le he dado varias vueltas estos días, pues mi intención es dejarlo a la interpretación del lector y así me gustaría que fuese. Te podría apuntar una toma de conciencia del protagonista sobre las personas que conformaban su mundo.

      • Muchas gracias, Towanda, por tu contestación y la verdad es que me has aclarado la duda que tenía.

  13. Towanda hola:

    Original visión sobre el interrogante universal del fin de la existencia. En este relato nos propones ese vistazo atrás del personaje sobre su vida en relación con sus seres cercanos y no deja de transmitir esa inquietante sensación de falta de latido y resignada sentencia.
    Una propuesta muy interesante y te felicito!!!

    • ¡Gracias!

      Resignado efectivamente, a ver y sentir el valor de su pequeño mundo, ahora que lo ha dejado.

No se admiten más comentarios