Marcela, mi vecina del frente, se fue de visita a la casa de sus tíos que viven en Buenos Aires. Me saludó hoy por la tarde desde la ventanilla de un Chevrolet Impala, color anaranjado, rebosante de felicidad. Una desgracia… ¡Justo ahora se tenía que ir! ¡Con la cantidad de cosas que tengo para consultarle! Ella es mayor que yo por tres años, pero nos entendemos bien. Mi mamá dice que soy madura para la edad que tengo. Será porque me baño sola o será porque tengo un poco de vello, ya saben dónde.
Necesitaba conversar con Marcela, antes de escribir a mi hermano Eduardo, para advertirle sobre los episodios recientes. Él ya no vive en casa con nosotros, se mudó a una ciudad que se llama Rosario, como el que usa mi abuela Esther para rezar todas las noches. Se fue a estudiar allí derecho a principio de este año, cuando todavía hacía calor. Mi hermano es morocho como la madre tierra y habla poco, pero cuando estoy con él, la paso de maravillas. Desde que se marchó, ya no me dejan ver el Llanero Solitario. Mucho menos ahora que el abuelo está enfermo. Mi mamá dice que mi hermano es introvertido, que es lo mismo que decir que se guarda las cosas dentro. Será por eso que tiene esa barriga rolliza. La mía está planita todavía y hablo demasiado, al menos eso dice mi madre, asique supongo que todavía no estoy introvertida.
Hace cuarenta días y seis horas exactamente que no veo a mi abuelo, Elías Rassín. Lo sé con certeza, porque la última vez que lo vi fue el veinte de julio. Nos encontrábamos reunidos en el comedor, el reloj daba las cuatro y media de la tarde y la casa era un revuelo. Tenía la oreja pegada en la radio. Un caballero, no me acuerdo bien el nombre, un tal Nil Armas Trong llegó a la luna en un cohete espacial. No sé por qué tanto alboroto. Esa misma noche, le robé los binoculares al abuelo Elías y me subí a la terraza con Marcela. No me ha dado la sensación de que la luna esté tan lejos como dicen. Además, no vi ningún caballero o nave espacial, asique estoy convencida que pegaron la vuelta en un santiamén. Si fuera tan lejos, no hubiese sido posible ¿No es cierto? En fin, los adultos festejan cosas extrañas. Como cuando un sábado de trasnoche, hace un tiempo atrás, sentí ruidos en la planta baja. Me asomé desde la puerta oeste y me percaté que la luz del living estaba encendida. Bajé a husmear en puntas de pie, pensé que mi hermano Eduardo se estaría besuqueando con la vecina de la vuelta, pero eran mis padres, bailando una pieza de jazz que sonaba en el tocadiscos; ensimismados, sonreían y hablaban en francés.
– ¿Qué festejan? – pregunté, tomándolos por sorpresa.
– ¡El amor, festejamos el amor! – gritó mi padre, alzando a mi madre que se ruborizó por completo. Creo que estaban ebrios.
– Se festejan los cumpleaños y las navidades – contesté con firmeza.
– ¡Pero que niña ocurrente! – respondieron jocosos. Mi padre me frotó la cabeza. Pues no sé qué era lo ocurrente de aquello, era sin más, la pura verdad.
En casa somos cinco. Mi madre Amelia, mi padre Ernesto, mi abuelo Elías, mi abuela Esther y yo, por supuesto, que me llamo Amelia también, pero me dicen Amelita para no confundirnos. Mi hermano Eduardo y el mayor, Jorge, viven fuera de casa. A la empleada no la cuento, se llama Mirta. Viene todos los días, pero es casi un fantasma. Se pierde entre los muros de la casa. No se la oye y apenas se la ve. Así son los sustos que me llevo cuando se aparece por mi espalda y me dice: “Niña Amelia. ¿Se le ofrece un vaso de leche?”.
El abuelo vive en la habitación de enfrente, a quinientos centímetros de mi puerta. Estoy segura de ello, porque el otro día lo medí con la regla y con una tiza rosa que conseguí en el almacén de Don Teodoro. El hall conecta todas las habitaciones y desemboca en una escalera de mármol con forma de caracol, que conduce a la sala de estar de la planta baja. Por suerte, mi habitación tiene una puerta alternativa que da al este y a la escalera de servicio, sino, no sé qué hubiese sido de mí estos cuarenta días.
– ¡Elías! ¡Quita la oreja de ese aparato hombre, que te vas a quedar sordo! – gruñó mi abuela Esther como un perro rabioso, la misma tarde del veinte de julio. Esa mujer y yo nunca nos entendimos. Será porque una vez la espié mientras se bañaba y me pilló escondida dentro del placar de las toallas. Desde entonces no me habla y yo tampoco. Me da escalofríos. Esconde secretos macabros entre las piernas y además, le falta un seno a la pobre. A veces me da pesadillas. El mismo veinte, confirmé mi fuerte sospecha de que es medio bruja.
– ¡Ay Elías! Esto de la luna lo tiene embobado hombre. Se ha contagiado de Don Augusto Martínez – largó bufando, mientras revolvía un mejunje de garbanzos para preparar un faláfel. Mi abuelo vino de Arabia Saudita en un transatlántico, así es que cada dos por tres, comemos alguna de esas delicias que me fascinan.
La abuela Esther estaba en lo cierto, porque al día siguiente, el abuelo Elías cayó en cama y ya no se levantó. A Don Augusto no le he visto desde entonces, asique es supongo que está tan enfermo como mi abuelo o peor, quien sabe.
Una semana después de lo de la luna, se lo han llevado al hospital para hacerle estudios. Me escabullí en mi habitación con sigilo aquella tarde. Aproveché que mi madre me hacía en lo de Marcela, para entornar la puerta y oír una conversación de adultos, al pie de las escaleras.
– Elías, tiene cáncer de hígado – dijo el doctor Saravia a mis padres. Reconocí su voz al instante, cada mayo viene a casa a ponerme una inyección para la gripe. Me corre hora y media por todos los recovecos, hasta que al final, se da por vencido y deben llamar a mi padre a la oficina, para que ponga orden de un grito y acabe con su suplicio.
– ¿Qué haremos con Amelita, Ernesto? – preguntó mi madre. Esta enfermedad no es apta para un niño. Además, ella tiene el alma dócil y débil. No sé si podrá con todo esto – continuó.
Busqué en el diccionario el significado de la palabra apto. Parece que es lo mismo que adecuado. Me preocupé. Pasé aquella noche en vela, tratando de descifrar qué haría al respecto. No podía decirle a mi madre que había oído la conversación, porque me pondría en penitencia. Tendría que recurrir una vez más a mi buena amiga y confidente Marcela.
– Mi abuelo Elías tiene cáncer de hígado. Parece que se lo agarró por su obsesión con la luna y que es contagioso. Además, estoy preocupada Marcela, esa misma noche hemos estado expuestas a la luna llena en la terraza ¿Recuerdas? – expliqué. Acto seguido, rompí en llanto desconsolado.
Marcela siempre tiene soluciones para todo. Aquella tarde, secó mis lágrimas con su pañuelo e hicimos buches con agua tibia, bicarbonato de sodio y mucho limón, para limpiar el estómago. Vomité tres días seguidos después de ello, pero no emití un solo quejido; bien sabía yo que estaba desintoxicándome de los efectos pos-lunares, como Marcela había predicho. Me preguntaba qué sucedería el día en que se equivocase ¡Esa muchacha era un libro abierto!
Durante algún tiempo, investigamos sobre la enfermedad. Parece que afecta a muchas partes del cuerpo. Cáncer, es además un signo del zodíaco y eso pertenece al rubro de la astrología, por eso lo de la luna. Aunque ese detalle nos llevó más tiempo descubrirlo.
Una noche de agosto, aguardé en silencio a que todos estuviesen dormidos. El reflejo de la luz, se colaba en mi habitación desde el patio interno. Me quité toda la ropa, excepto mi calzón. Temblando de frío, con las pantuflas puestas, tomé un casco de aluminio que había confeccionado con Marcela y salí al patio trasero. Había luna llena.
Encendí una fogata en un tacho de metal, siguiendo las instrucciones de mi buena amiga. Coloqué el casco en mi cabeza para repeler los encantos del astro lunar y dancé alrededor del fuego para rendirle culto. Marcela decía que los indios hacían lo mismo y daba resultado. Le pedí entonces que librase a mi Tata, así le digo yo a mi abuelo Elías, de la enfermedad que le había provocado y que perdonase a mi familia y también a la de Marcela.
Mi madre se asomó en camisón horrorizada por el balcón del este. No sé cómo hizo para oírme. Seguro que la vieja zorra de nuestra vecina le fue con el chisme, Irma Calderón se llama.
– ¡Peste bubónica! ¡Peste bubónica! – le grité a los cuatro vientos, para que supiese que me había dado cuenta.
– ¡Ernesto! ¡Ernesto! ¡Ven aquí! ¡Esta niña ha perdido la cabeza! – dijo mi madre, espantada por el espectáculo.
Apenas me tironearon un poco las orejas y aunque luego me la pasé cinco días en cama, con anginas, ha valido el intento.
Han pasado cuarenta días y seis horas desde la última vez que vi al abuelo. No ingreso a su habitación, ni siquiera uso la escalera principal, por si las moscas. A veces le oigo decir “Nena ¿Andas por ahí?”. Me apena por él, pero no sabe que su enfermedad puede acabar con mi vida. Estoy pensando en escribirle algo y pedirle a mamá que se lo lea.
Mientras tanto, ya junté veinte centavos para enviarle la carta a Eduardo y estoy pasándola en limpio.
Querido Eduardo,
Te escribo para advertirte. No vengas a casa para tu cumpleaños. El abuelo Elías está muy enfermo. Hace cuarenta días, ha contraído un cáncer lunar que le ha afectado el hígado. Se lo ha pasado Don Augusto Martínez. Parece que es una obsesión por la luna o algo así.
Le he oído a mamá decir que afecta más a los niños y a las personas de alma dócil y débil, como la tuya y la mía. Hasta que pase el furor con todo esto de Nil Armas Trong, creo que lo mejor es que hagas lo mismo que yo, no salgas a la calle de noche, vete a dormir temprano y por sobre todo, no vengas a casa hasta nuevo aviso.
Te extraño y te quiero
Cariños
Amelita
P/D: Quiero ver El Llanero Solitario.
Marcela dice que el lunes me acompaña a la salida del colegio a la oficina postal. Se me ha ido justo antes de que le pudiese preguntar, si el nombre correcto de la enfermedad es cáncer lunar o cáncer lunático. En fin, aguardo con ansias su retorno de la capital.
Mi querida Nana. Mi Negra querida diría algún padrino orgulloso. Escribe siempre, aunque no queden lapices ni cuadernos, sigue escribiendo. No te deseo suerte, porque ya la tienes.Gracias por compartir el fruto de tu pasión.
Un abrazo
¡Qué difícil es hacer hablar a la inocencia y que su narración atrape a los mayores! Pero tú lo has conseguido, como lo consiguió Rulfo con Macario, por ejemplo. Enhorabuena y suerte.
Muchas felicidades. Un abrazo.
Enhorabuena, Nana Jones. Me encanta esta niña de Argentina y su visión fresca del mundo
Gracias Major Tom ¡Felicidades para vos también! Abrazo.
Te felicito por estar entre los diez finalistas.
Abrazo.
Gracias Duna. ¡Abrazo!
Hoy leí por primera vez tu relato y, por sobre todo (¿puedo pedirle prestada esta expresión a Amelita?) quiero felicitarte. Después, desearte mucha suerte.
Gracias Benito, por las buenas vibras y por degustar el lenguaje de Amelita. Un abrazo fuerte
Enhorabuena, Nana Jones. Tu relato, esa cándida e inocente visión infantil, ha tenido reconocimiento. Te felicito. Un abrazo.
Gracias me siento muy honrada por el reconocimiento a este relato, mas aún, por los comentarios cálidos de quienes lo aprecian. Un abrazo
No tenía ninguna duda y ya lo demostré.
Felicidades
Gracias Distinta. No sabes lo que significan tus palabras. Te felicito por tu lugar como finalista también ¡Abrazo!
voto por este relato
Gracias Major Tom, por tu voto. Saludos!
Buenos días.
Creo que no sería correcto haberte votado y no haber dejado ni tan siquiera una reseña de tu relato. Es, sencillamente, encantador. Por propia experiencia sé lo dificilísimo que es escribir usurpando la personalidad de un niño y tú lo has bordado. Lleno de esa ternura ingenua que sólo anida en las mentes infantiles y que nos vamos dejando poco a poco por el camino. Enhorabuena.
Te he dejado un mensaje más abajo, junto a tu voto. He leído tu relato y me ha emocionado mucho. Te deseo éxito y felicitaciones por la nómina al premio del público.
Voto por este relato.
Gracias libélula por pasarte a dejar tu voto. Un abrazo y éxitos!
Me encanta la ingenuidad con que tratas el relato. Por lo ameno de su lectura, se hace muy corto.
Felicidades
Lewis gracias por tu visita. Creo que la ingenuidad del relato, se mete en la piel de uno y le hace vivir un episodio con ojos de niño una vez mas. Saludos!
Voto por este relato
Distinta gracias por tu voto de confianza y todos los éxitos con tu relato, bello, sentido y muy humano. Abrazo cálido para ti.
Voto por este relato
Gracias Odiseo, tu voto me reconforta. Saludos
voto por este relato.
¡Suerte Nana Jones!
Gracias Chacal por el voto y el deseo de buena suerte! Abrazo
voto por este relato
Me conformaba con un voto y ya tengo dos :-). Mas que satisfecha! Abrazo
Voto por este relato
Gracias Aurora por romper el hielo! 🙂 Muy agradecida!
Que lindo que escribis Nana Jones!!!
Saludos
Gracias Maru!!!! Saludos también!
Mis felicitaciones Nana. Me he divertido mucho con Amelita y sus peripecias para salvar a su abuelo. Una niña candida e ingeniosa. Plasmas muy bien como captura e interpreta la infancia la realidad del planeta adulto.
¡Suerte!
Gracias Towanda por tu comentario. Así es, Amelita es curiosa y muestra su visión del mundo de los adultos y de la enfermedad de su abuelo, de una manera infantil, cálida y divertida.
Muchísima imaginacion y ternura de Amelita, aunque responsables de gran parte de su confusión somos los propios mayores que creyendo proteger, vivimos y formamos a nuestros hijos llenos de eufemismos. Felicito a Nana Jones
Gracias Ernesto! Coincido, a veces a los niños se los protege de más, en lugar de acompañarlos en su proceso de construcción del mundo.
Una hermosa historia narrada por una niña (aunque sabemos que no lo es)Buena ubicación en la época, tanto en la forma de expresar los sentimientos de los personajes, como la forma en que los mismos actúan en los distintos momentos.
Transmite la sensación que uno está adentro del cuento.
Felicitaciones!!!!!
Suerte Nana Jones
Las descripciones, los detalles, nos permiten sumergirnos en toda historia. Una época pasada, donde los niños eran más inocentes y también se les protegía más, aunque no siempre fuera bueno, porque construían su realidad como podían , con la imaginación y lo que capturaban del ambiente. Gracias por tus apreciaciones!
Cuántas cosas vertidas en este cuento, muy lindo. Recuerdos de la infancia también?
Algo de real tiene esta ficción , aunque no es propio!
Bonita historia contada por Amelita, con su mirada llena de inocencia y con un lenguaje de allende los mares que impregna el relato de un cierto encanto. Curiosamente tanto tú como yo hablamos en nuestros relatos de indios y de danzas alrededor del fuego.
Enhorabuena y suerte, Nana Jones
Muchas gracias Ahuntsic! La verdad me siento reconfortada con tantos comentarios positivos; motivada a seguir transitando el camino del escritor. No he visto tu relato aún, pero lo haré con gusto. Suerte también!
Me encanto!, en particular como trasmitís la perspectiva inocente aunque inteligente de Amelita. Gracias por compartir. Segui!
Muchas gracias por tu comentario alentador! Que bueno que la historia te haya gustado. Saludos!
No es fácil reflejar en un cuento los pensamientos de una niña de corta edad, a veces se va la cabeza y se reflejan cuestiones más propias de otra época. Pero aquí no hay nada que chirríe, los comentarios están muy acertados. Creo que está muy bien escrito.
Enhorabuena, Nana Jones
Gracias Enara! Ha sido placentera esta escritura. Que los lectores puedan ver la historia con los ojos del personaje es muy gratificante. Saludos!
Has sabido plasmar la imaginación y los recursos a los que apela una niña, cuando no tiene una buena comunicación con los adultos que la rodean. Es algo que sucede con frecuencia, pues tratamos a los pequeños como seres deficientes, cuando son verdaderos genios que ven al mundo de manera mágica.
Coincido Duna, los niños ven al mundo de manera mágica. Una mirada fresca y despojada de prejuicios. Gracias por tu comentario!
muy bello!!!
Gracias por pasarte!
¡ Bellisimo, que preciosidad!!!
Gracias Libélula por tu comentario! Me alegra que te haya gustado
Has logrado reflejar el genuino encanto de la infancia desde la perspectiva de una niña de aquellos tiempos. El ritmo adecuado genera la necesidad de buscar el desenlace de esta corta historia sin dejar de saborear cada detalle descriptivo. Felicitaciones Nana Jones!!
Graciela, agradezco mucho tu comentario! Me alegra haber podido plasmar la visión de una niña de aquellos tiempos. A través de mensajes como el tuyo y de los otros comentaristas, siento que he alcanzado lo que deseaba; generar sensaciones y emociones en los lectores. Saludos
Un relato primoroso. Juvenil, casi diría que infantil, pero primoroso de cabo a rabo.
Si es difícil escribir en primera persona como un duende, un encantador de serpientes o un pirata berberisco, lo es más, mucho más, hacerlo de manera creíble como una niña. Sobre todo no siéndolo, porque, tal y como está reglamentado, las normas del certamen no admiten textos escritos por menores de edad.
El vocabulario, con los giros propios del continente desde el que, según todos los indicios, ha viajado hasta España, está elegido también con el mismo primor que el diseño y construcción de la historia.
Algunos errores de tipeo parecen producto de la traslación al formato del certamen desde el formato en que el texto fue escrito. Tres o cuatro, no más.
Alex, muchas gracias por tu comentario. Coincido en que no es fácil evocar el vocabulario y las expresiones propias de una niña. Me llena de dicha que el relato pueda remontar al lector a su infancia y reconstruir esa visión tan pura de los hechos, sobre todo de los niños de viejas épocas. Saludos!
Por el momento, dentro del subgénero de «adolescente en el caserón campestre familiar», éste es el relato que más me ha gustado, con esa visión a lo Mafalda aplicada principalmente al entorno cercano.
Enhorabuena y suerte.
Muchas gracias Ballantines! Éxitos para ti también!
Buen relato y, en mi opinión bien escrito, desde una perspectiva infantil que te permite saborear esa ingenuidad que algunas personas echamos de menos. Enhorabuena y suerte
Gracias Agnódice por tu comentario! Te deseo éxitos a ti también. Saludos!
Nana Jones has conseguido plasmar la inocencia y el curioso y fantástico enfoque de un cría ante la realidad.
Lo desarrollas con gracia y se hace dulce y sosegada la lectura.
Felicidades, te deseo suerte.
Gracias Furtiva! Amelita es inocente, curiosa y suelta. La has entendido a la perfección. Saludos!
A mí me parece un relato estupendo. ¡Que bien mostrada la ingenuidad de la niña! Te felicito Nana Jones.
Estimado Odiseo, muchas gracias por tu comentario. Es bueno saber que he logrado mostrar la ingenuidad de Amelita! Saludos
Estimada Nana Jones, tu historia es muy tierna y llena de encuentros y emociones secretas para una niña de puro corazón. Que tu imaginación y recursos literarios continúen creciendo. Éxitos.
Felipe, gracias por tus buenas vibras y deseos. Saludos!
Acertadísima la voz de la niña, he visto el mundo de los adultos con sus ojos. Me ha gustado mucho. Mi más sincera enhorabuena.
Gaia, me reconforta mucho lo que dices. Todos fuimos niños alguna vez, pero contar la historia desde la piel de un infante, requiere desprenderse de la del adulto y me alegra que eso se haya notado. Gracias por tus buenos deseos!
Un gracioso relato contado desde la perspectiva de una niña que interpreta según puede lo que sucede a su alrededor. Creo que resulta un poco lento el desarrollo de la acción y la estructura está un poco desarbolada. Aún así lo he leído atenta a las divagaciones peculiares de Amelita. Suerte Nana Jones.
Gracias Freya!Tomo nota y me alegro que las divagaciones del personaje hayan capturado tu atención. Saludos!