La puerta se abre y un remolino de colores brota violento iluminando la calle. Un levitón de cuadros enormes, alternando los de color rojo rubí con los amarillo oro, combinados con otros azul eléctrico y verde botella, embute en su seno a un hombre tan orondo que el único botón gigante, blanco nieve, nunca alcanzará a entrar en el ojal pespunteado de rojo fresa. Las perneras del pantalón violeta, que apenas le llegan a un palmo de los zapatones, dejan ver unos calcetines de rayas horizontales que forman dos arcoíris. Su cara está pintada de blanco. Sobre el encalado rostro una enorme sonrisa roja y una nariz redonda y coloradota destacan bajo dos desaforadas cejas negras. Un bombín amarillo, de cuya cima sale un alambre que acaba en una gran margarita de plástico, remata la figura. Lleva una pequeña silla en la mano.
Ya en la acera, se dirige, con un andar patoso, calle arriba. Se cruza con un hombre que, casi sin mirarlo, le dice:
―Adiós, Ramón.
―Buenos días, Andrés ―contesta nuestro hombre.
Luego se cruza con una señora.
―Buenos días, doña Florentina.
―Adiós, señor Ramón.
―¡Adiós, adiós! ―murmura enfadado― En vez de decirme “adiós” podrían desearme buenos días.
Ahora Ramón se detiene y, del enorme bolsillo de la levita, saca un paquete de caramelos; elige uno de limón, lo pela, se lo mete en la boca y prosigue su marcha por el carrer d´Aroles hacia el carrer de Ferrán y, al mirar a las copas de los sicómoros indios, ve al pájaro presentador; un tucán revestido con una librea amarilla y un sombrero verde.
―Llegas tarde, llegas tarde, Ramón.
―¿Que llego tarde?
―Sí, llegas tarde, ya han salido las ecuyeres.
―¿Que han salido las ecuyeres? ¡Voy tarde, voy tarde! Me entretienen los vecinos y no llego, no llego ―dice apurado guardando el paquete de caramelos que aún lleva en la mano.
Una bandada de mariposas azules del sicomoro indio se abate sobre él y, en volandas, lo lleva hasta el buzón de Correos del carrer de Ferrán.
―Gracias, gracias ―balbucea sacando del enorme bolsillo de su chaqueta la llave del buzón. Apresuradamente la mete en la cerradura de la portezuela, la abre y, ante la indiferencia de los transeúntes, que parecen no verle, se introduce por el diminuto hueco y cierra por dentro.
No bien acaba de hacerlo cuando cree oír al director del circo que, entre la atronadora música de “Querido Ohio”, le anuncia al público (a él nunca le anuncia el pájaro presentador, sino el director en persona):
—¡Señoras y señores, niños y niñas, el Circo Magnum en su paso por Barcelona, dentro de su recorrido mundial, tiene el placer de presentarles a El Gran Ramón, el mejor payaso del mundo! ¡Nueva York, Chicago, París e incluso Bilbao se han rendido a su arte! Con ustedes: ¡El Gran Ramón!
Ramón no ve al director ni a los demás artistas retirándose hacia sus caravanas y esto le extraña un poco; ni siquiera oye los aplausos previos a su salida a la pista, pero aparta la cortina y da un salto simulando un tropezón. Cae de bruces a la lona con los brazos en cruz y las piernas en uve. Con la narizota roja aplastada contra el piso, espera los infalibles aplausos, pero esta vez no se producen.
Poco a poco levanta la vista del suelo y sus pupilas reflejan las bancadas vacías. Se levanta despacio y ve, con cara de sorpresa, que no hay nadie. Nadie que ocupe los asientos. Nadie que toque los platillos en cada una de sus caídas. Nadie para aplaudir. Nadie…Nadie… Nadie…
―Pero yo no puedo actuar sin aplausos. Las entradas están vendidas y, sin embargo, todo está vacío. Ni los niños, ni el director de pista, ni los músicos, ni siquiera la preciosa trapecista Melusina, que hace el arriesgado número con “El Gran Antonio…” ―murmura Ramón.
Al pensar en los acróbatas levanta la vista hasta el trapecio y allí está él, cerca del techo de lona de rayas azules y blancas que, con su traje plateado y su melena roja y rizada, parece un enorme fósforo encendido balanceándose sobre la barra. Se quedan mirando el uno al otro en silencio. Ramón mueve la cabeza de izquierda a derecha siguiendo el balanceo del Gran Antonio, y el trapecista la mueve siguiendo la figura quieta del payaso.
―Es inútil Ramón; seguimos viniendo aquí cada día pero es inútil; el circo se ha ido de nuestras vidas.
—Eso no puede ser, el circo nos necesita.
―No, Ramón, ya no nos necesita.
―Somos artistas; no pueden dejarnos tirados —dice en tono lastimero.
Ahora la voz potente del Gran Antonio retumba por toda la carpa.
―Lo han hecho Ramón, ya oíste al director; nos lo dijo bien claro: «Dos años al paro y a esperar la jubilación; mientras tanto, a buscarse la vida».
Ramón cae sentado en la lona con la cabeza gacha. Sólo se oye el chirrido del trapecio balanceándose y el sollozo del payaso.
―Vuelve a la calle y no te empeñes en venir cada día. Allí al menos sacas unas monedas; es lo único que puedes hacer.
De repente algo tira de la margarita del sombrero y Ramón aparece entre una multitud de ramos de camelias. Doña Cristeta, la dueña del puesto número diecinueve de la Rambla de las Flores, es la que tira de la margarita, y está muy enfadada.
―Estoy harta, señor Ramón, todos los días le tengo que sacar de entre los ramos de flores del puesto. Como siga así voy a tener que denunciarle a la Guardia Municipal.
—No se enfade doña Cristeta, ya sabe que me gustan mucho las flores y, además, tengo mucho cuidado de no rozarlas.
―Bueno, bueno, vaya usted a su sitio. ¡Señor, qué hombre! Es peor que los niños.
Ramón se va unos veinte metros Rambla arriba y coloca su sillita junto a la borde de La Rambla, saca un fez arrugado, lo alisa un poco, lo pone en el pavimento y trepa a la silla. Una vez que ha subido, se queda quieto como una estatua y espera a que pase la gente y le dejen unas monedas en la cazoleta roja.
Se mantiene un rato con la vista al frente, un poco doblado hacia adelante, con una mano en la espalda y la otra extendida por encima de la cejas, mirando hacia la fachada de enfrente como si fuera un vigía en la cofa de un velero. Pero por delante de él no pasa nadie.
―Qué raro ―se dice―, si cuando he llegado esto estaba lleno de paseantes. ¿Se han desvanecido de repente?
Su cabeza lucha por girar el cuello para ver la calle a todo lo largo, a un lado y otro, pero en su papel de estatua no debe moverse hasta que alguien eche una moneda en su gorrito. Ahora, en el balcón de enfrente, justo donde tiene fijada la vista, el pájaro presentador con su librea amarilla y su sombrero de copa verde, se posa en la barandilla.
―¡Vete, Ramón, vete. Nadie te quiere! ¡Vete!
―¿Que no me quiere nadie? ―contesta entristecido.
―¡No te quiere nadie! ¡No te quiere nadie! ―repite el ave.
El pájaro emprende el vuelo hacia los tejados y desaparece de su vista.
Con las lágrimas a punto de brotar, Ramón va girando el cuello muy despacio y ve asombrado cómo la calle está repleta de gente que viene hacia él, pero, al llegar al puesto de flores, se dan la vuelta como si fueran peces que hubieran llegado al cristal de su pecera. Gira la cabeza hacia el otro extremo de la calle y ve que pasa lo mismo; el pájaro presentador tiene razón. No le quieren.
Está a punto de bajarse de su sillita y sentarse en ella. No comprende lo que está ocurriendo.
En ese instante, la miríada de mariposas azules del sicomoro indio aparece por los aires. Trae con ella a Antonio, el trapecista del pelo de fuego, al que mantiene en vuelo a la altura de Ramón. Trae, colgada al cuello, la trompeta de plata que tocaba cuando Melusina actuaba sola.
―Tenemos que irnos, Ramón. Aquí tampoco nos quieren.
―Pero, ¿por qué? Ayer la gente se paraba delante de mí, los niños reían mis gracias, los mayores aplaudían y al final de la tarde mi gorro estaba casi lleno de monedas.
―Nos hemos hecho viejos. La sociedad nos aparta. No hay sitio para nosotros en un mundo joven.
―¿No hay sitio? ¿Ni siquiera un huequecito pequeño?
―Ni siquiera eso.
―Y, ¿qué vamos hacer ahora? ―dice con voz lastimera.
―No te entristezcas, Ramón, que es lo peor que le puede pasar a una persona en este mundo. Con tu silla y mi trompeta nos iremos al Sur y viviremos autónomos. Allí, compraré una cabra y una escalera y nos iremos de pueblo en pueblo y de playa en playa; yo haré el número con la cabra y tú harás reír a las bellas bañistas, y así pasaremos los días.
Desde el fondo del paseo, levantan el vuelo las palomas trayendo entre sus patas una bicicleta tándem. El Gran Antonio se suelta de las mariposas y rápidamente monta en la parte delantera. Ramón duda un momento mientras Antonio le llama con la mirada. Al fin, baja de su silla y sube en la parte de atrás. Al cabo de un momento, calle abajo, ya sólo se ven la llamarada de pelo rojo y el enorme remolino de colores con su sillita en la mano.
Al girar en la estatua de Colón, la gente les oye gritar: “Al Sur… al Sur… al Sur…”
Unas bandadas en vuelo de palomas blancas y de mariposas azules acompañan su marcha.
Creí que ya andarías por el Sur alejado de estos parajes, pero ya veo que aún has tenido tiempo para pasarte por el mundo de los ‘distintos’ y dejar tu voto.
Mi agradecimiento por ello. Suerte.
¡Mi enhorabuena Odiseo!Como siempre he disfrutado con tu andar por el folio en blanco que entiende de dificultades y del pasar de los años y te regala la lenta quietud del buen hacer en este momento en que las cosas no andan muy bien en cuanto al trabajo para los jóvenes y tampoco para los que ya tienen cierta edad.
Pienso que disfrutas enseñándonos el mundo desde una perspectiva de humor y a la vez desgarradora.
Te felicito por tu relato emotivo.
Mariposas de tooodos los colores rodean las estrellitas que hay bajo tu relato, ¡así quién se resiste…! 😉
¡Mucha suerte, Odiseo González! 😀
¡precioso relato, mágico!
Le felicito y gracias por compartirlo.
Acabo de aterrizar en este mundo y ando un poco aturdido. Muchos relatos para leer y muchos comentarios, pero confieso que el tuyo, Odiseo, me ha atrapado desde el torbellino de colores inicial hasta las bandadas de palomas blancas y de mariposas azules del final.
Tu relato es como un estallido de colores en medio de la grisura cotidiana, como una ráfaga de brisa fresca para el agobio y la asfixia de nuestra sociedad actual.
La fantasía y la ternura, encarnadas en los personajes de tu relato, nos salvarán.
Enhorabuena.Y suerte.
El circo, con sus colores y actitudes exageradas detrás de las que se esconden personas que tienen sus problemas y son en realidad tan humanos como cualquiera. Desde Leoncavallo, ahasta Álex de la Iglesia, pasando por Fellini, muchos se han servido de la alegoría intrínseca en los histriones para expresar su entorno. Creo que la literatura no es el mejor medio para transmitir las sensaciones de la pista, dado que es un espectáculo intrínsecamente visual. Sin embargo, aquí está bastante logrado y se empatiza con el payaso Ramón. Muy bien escrito.
Enhorabuena y suerte.
Me encantan los relatos que buscan otros mundos. Que abren puertas en la tosca piel de la realidad para que la belleza, la inocencia, la ternura puedan escapar por ellas.
La fuerza de la imaginación nos salvará amigo. Enhorabuena.
Estimado Odiseo,
decirte que nunca me ha gustado el circo. ¿Por qué? Ya la primera de las escasísimas ocasiones en que me llevaron a este espectáculo se me hizo evidente la desasosegante miseria oculta tras los números cómicos de los payasos. Esas caras pintadas me asustaban, tanto como los trapecistas que parecían poder caerse en cualquier momento. Los animales, tristes, de pelaje ajado, eran los mismos que asomaban tras los carromatos, apiñados en medio de escasas condiciones higiénicas. La magia estaba rota antes de empezar. Y sin embargo, tu relato sí la destila, además de esa tremenda tristeza que asocio inevitablemente con el circo. Yo veo a tu payaso como una gran metáfora: del ser humano en general, anhelante de amor, de reconocimiento, y de este Norte cada vez más deshumanizado y menos comunicativo que cuaja vallas de concertinas pretendiendo contener al Sur. El Sur también existe, o quizás sea incluso lo único que existe que aún valga la pena. ¿Tendremos que liar el petate y gritar lo que tu payaso? Hay mucho lirismo en tu relato, que me deja un poso agridulce y me remueve muchas cosas, y eso es bueno.
Te deseo mucha suerte,
Pacífica
Gracias Pacífica y Patagón, me alegro de que os haya gustado mi cuento. Yo no lo veo tan triste, el final es muy esperanzador.
Es tristísimo poético y BIEN ESCRITO, entran muchas ganas de aplaudir.
Odiseo
No quiero que termine el certamen sin dedicarle a esta historia, la atención que se merece. Quizás la timidez de los primeros días no me permitió expresarme con la soltura que requiere una historia como ésta.
Si hay relatos que merecen,ya no una segunda lectura sino una tercera y cuarta vez, sin duda la tuya Odiseo es una de ellas,y lo es por muchas razones.
No sabría decir si la ternura es belleza o la belleza nos enternece, pero yo me pongo muy muy blandita cuando veo miríadas de mariposas azules, alzándose sobre un cabello encendido de fuego, y cuando la inocencia del mundo se posa sobre personajes que migran de la indolencia polar, buscando el tibio cariño sureño …
Compañero, si no te he dicho que tu relato me enamora te lo dejo escrito en agradecimiento a tu historia.
Un abrazo furtivo.
Un relato que destila ternura, aunque esa misma ternura sea la que conduce a Ramón, su protagonista, inevitablemente al Sur en busca de algún lugar donde le quieran. No sé yo si en el Sur están como para acoger a nadie, de modo que dejémoslo en una metáfora que nos permita pensar en cualquier otra cosa que de salida a la necesidad que tenemos de regeneración. Está contado de forma muy nostálgica y pesimista con un arranque hiperbólico (remolino de colores violento, levitón de cuadros enorme, botón gigante…) en el párrafo que da inicio al cuento, que me ha hecho pensar en otra cosa.
Suerte, Odiseo
Gracias Enara por tu comentario. Por supuesto que es un Sur metafórico. ¿No recuerdas (y perdona por el tuteo), aquello de: «¡Ay! -respondió Sancho llorando- No se muera vuestra merced, señor mío, sino que tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir así, sin más ni más… y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá detrás de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada, que no haya más que ver…
El Sur el es arcádico campo de Don Quijote y Sancho, y de todos nosotros.
El primer párrafo es una sinfonía de colores que te atrapa; sin duda muy bien pensado y mejor escrito. Mi enhorabuena por esas preciosas líneas y por el resto del relato.
Cuando vayas hacia el Sur, no olvides llamarnos. Sería una lástima que el resto de payasos nos quedáramos en en un mundo en donde ya no nos necesitan.
Gracias «Distinta» y «Auntsic» por leer mi cuento, y me alegro de que os haya gustado. ¡Que difícil es encontrar al payaso inocente! Hoy la vida está llena de payasos malignos como el de Stephen King, sin armas pero con mando.
Relato poético donde los haya y, además, escrito con una gran maestría. Enhorabuena, Odiseo. se ve que eres un experto en el arte de la composición literaria. Tu historia desprende una gran dosis de nostalgia de un pasado que ya nunca volverá. A mí me ha transportado a mi niñez, cuando, ante la actuación de los payasos, me quedaba impresionado al ver cómo iban vestidos y la facilidad con la que me hacían reír con cada uno de sus gestos y sus discursos surrealistas. Desgraciadamente, cada vez quedan menos payasos en el mundo, lo que explica también la tristeza y el desánimo en los que está cayendo éste.
Mucha suerte, estimado poeta.
Odiseo, tu relato me ha conmovido y me ha acercado a tantas cosas perdidas de mi niñez. Sus preciosas imágenes, descripciones y acertados diálogos, me descubren a un buen escritor.Lamentablemente no creo que haya ya ningún Sur donde huir. Más bien ese lugar mágico está en nosotros mismos y en las personas a quien amamos y respetamos.
Gracias por confirmármelo.
Gracias Anagu me alegro de que mi cuento te haya entretenido. Y Gracias también Yapa Mala. Yo creo que al final todos encontraremos nuestro Sur, unos en la locura, otros en la indiferencia. Al final quien sabe si nuestro Sur está en ese banco del parque donde nos sentaremos con nuestra cuidadora o cuidador a tomar el sol las mañanas de primavera, en esa estupidez, o Alzheimer, en la que sin remedio nos hundirá la edad.
Me gusta este relato, es poético. Pienso que mezcla en las proporciones justas, la esperanza, la magia y el sentimiento de tristeza por la pérdida de algunos mundos maravillosos que irremediablemente se han perdido.
Mucha suerte.
Un relato encantador. Rezuma ternura y buenos sentimientos. Enhorabuena y suerte.
También quería decir que la prosa es limpísima, se nota el trabajo puesto en ella.
Gracias Gaia me alegro de que te guste mi relato. Tu relato también me gustó mucho y me hizo reflexionar. Hay demasiada gente en nuestra sociedad que son como tu protagonista y no me extraña que la tierra se rebele. Los hombres los aceptamos sin más que unas míseras protestas, (que a algunos les parecen una barbaridad), pero la Tierra nos lo hará pagar a todos. Muy atinada en tu relato parábola.
La descripción de los colores, de la vestimenta del payaso, está muy cuidada. Se ve trabajo de calidad. Una triste y sensible historia de las cosas que vamos perdiendo.
Bien hecho.
Gracias Duna, y gracias Benito P., en efecto le puse mucha dedicación a este cuento; otra cosa es que haya conseguido algo decente. Pero creo que sí, porque si os ha gustado a vosotros, doy por bien pagado el trabajo.
Bueno, al final tenía razón doña Florentina: era un adiós.
Es un cuento delicioso.
Enhorabuena.
Hola, Odiseo,
Estupendo relato. Me ha gustado mucho tu historia de perdedores y el tono triste que contagia al leer. Siempre hay que emigrar hacia el sur. Me encanta el mensaje y la puerta de esperanza que abre, aunque tal vez sólo es una salida hacia ninguna parte. Enhorabuena y suerte.
Gracias Hypatia, me alegra tu amable comentario. Sí, cuando las cosas vengan mal nos iremos al Sur con las golondrinas.
Hola Odiseo:
Me ha gustado mucho tu relato. Es muy conmovedor. Me gusta esa idea de que el sur es un lugar mejor, donde reside la esperanza. Me pregunto si en el hemisferio norte, también el sur tiene esa mística, que para nosotros tiene.
Estoy de acuerdo con Major Tom, acerca del realismo mágico. Creo que has logrado reflejarlo a la perfección.
Mucha suerte.
Hola Odiseo
Me encanta el elemento realismo mágico del relato cuando, en la mitad de una conversación de lo más normal, aparece primero el tucán y luego la bandada de mariposas y la fantasía va incrementando. Consigues mezclar una historia de encantos y colores con un fondo algo serio y triste. Por cierto, escribes los diágos muy bien.
Gracias por regalarnos este relato tan encautivador.
Gracias, Adel, Greta, Mafalda y Major Tom, por leer mi relato. Y si os ha gustado, aunque solo sea un poquito, me doy por satisfecho.
Gracias de nuevo.
Estimado Odiseo Gonzalez:
Te voy a contar una historia: Cuando era más joven, porque todavía soy muy joven, mi madre me llevaba al circo y mi recuerdo no es agradable porque pasaba frío, el ambiente de la carpa era húmedo y no me gustaban nada cómo trataban a los animales. El circo aún hoy no me gusta.
Pero tus payasos me han vuelto a traer la magia y la fantasía en la que creía en aquella época.
Yo sí quiero a Ramon y a Antonio. Gracias por hacerme volar.
Que tierno cuento lleno de emociones encontradas y un final encantador lleno de imaginación y deseos de volar (nunca mejor dicho).Enhorabuena y suerte Odiseo.
Un cuento precioso. El circo nos toca la fibra sensible a todos, gracias por llevarnos a la carpa. Muy bien escrito, bien estructurado y para mi gusto este es un cuento fenomenal. Mucha suerte en el concurso y gracias por la alegría-tristeza, que siempre vemos en este mundo. En mi niñez conocí a la muñequita de goma. Una muchacha que cogía con la boca una rosa, que sujetaba con los pies, dando la vuelta por detrás. Tuvieron que operarla antes de los doce años, pues había abusado del trabajo y del entrenamiento. De hecho me he acordado de ella. Los niños, los locos (me incluyo) y los viejos (su protagonista) nos entendemos a la perfección. Muñequita tampoco quería perderse el resto de su vida la carpa.
Chapó. Gracias por la magia.
Adel.
Por más que sea manido lo del payaso triste, Odiseo:
¡Qué preciosidad!
Enhorabuena.
Gracias Greta, Anaconda y Pérfido Samaritano (me parece que más Samaritano que Pérfido), gracias, digo, por vuestros amables comentarios. Me alegro de que os haya entretenido.
Es imposible hacer un relato tan real, tan descarnado, con la magia y la fantasía que tú has esgrimido. Bueno, imposible no, tú lo has logrado. Felicidades. Suerte no te deseo porque no te hace falta. Me ha encantado.
La apresurada escena del comienzo me ha recordado un punto a la carrera del conejo blanco de «Alicia…» y, como la obra de Carroll, el relato de Odiseo está lleno de fantasía y de ternura, por más que en el trasfondo de la historia se sedimente un cierto poso de amargura que el autor no intenta disimular. Al final de todo, queda la esperanza, mientras dirijamos firmes nuestros pasos hacia el Sur, siempre hacia el Sur.
Gracias Furtiva, tengo que decirte que tu relato me pareció tan bien escrito, que pienso que eres de un país centroamericano, por la riqueza de vocabulario que empleas, En España es difícil encontrar tal variedad de palabras. Seas o no de allí te felicito por el cuento. Me había quedado una sensación de no haber expresado bien mi comentario.
Te agradezco que hayas leído el mío, y me alegro de que te haya parecido bien escrito.
Una historia de extramuros, de seres que ya no son visibles, que no existen por tanto, pero que son también rabiosamente felices, felices hasta la lágrima en la dorada pobreza de la bohemia. En la edad asimismo dorada de la vida.
Un relato de abordaje técnicamente arduo, Odiseo, de varias capas. Con los diálogos no todo el mundo que se atreve sale tan airoso como tú.
Felicidades.
No te había dado las gracias por tu elogioso comentario, y hoy lo hago apabullado por tu amable opinión. Si te ha gustado, ha merecido la pena el escribirlo.
Muchas gracias y perdón por tardar en contestarte, estaba abrumado por unas palabras tan elogiosas.
¿Te acuerdas del payaso descolorido del anuncio? Me lo has devuelto a la mente.
Historia agridulce.
Gracias Aisara por leer mi relato, si te ha entrenido, con eso me vale.
Me encanta la alentadora frase “la vida es como un arca inmensa llena de posibilidades”, del escritor Amado Nervo. Odiseo González, como no novedad seré breve: de mayor quiero escribir como tú.
¡Suerte!
Gracias por leer mi relato Juno. Tú escribes mejor que yo, así que de mayor llegarás lejos.
¡Hola don Pepito! ¡Hola don José! Los payasos siempre dan mucho juego para significar otras cosas: tristeza, frustración, paro, marginación… Suerte.
Gracias, D. Pablos, le agradezco que no haya querido hacer sangre. Esperaba su opinión con respeto. Es usted muy amable.
Un estallido de colores arropa al más tierno payaso que he conocido. Un relato lleno de belleza, de fantasía, de tristeza y melancolía con el fondo de la locura senil.Y don Ramón no comprende por qué la sociedad da la media vuelta en Las Ramblas y huye ante él; la gente evita, no al payaso, sino a ponerse, cara a cara, frente a la vejez. No es un mundo el nuestro para viejos.
Pero no hay que entristecerse, Ramón,iremos al Sur.
Odiseo González, ha sido un honor leerle.
Me alegro de que le haya gustado. Creo que cuando lleguen al Sur llamarán a Doña Pilar (esta vez sin bombas), y vivirán allí todos juntos.
Odiseo, tu payaso me ha dejado sin palabras. Cuánta magia para decir tantas cosas en un relato corto. Que miríadas de mariposas azules acompañen siempre tu pluma… o sobrevuelen siempre tu teclado, y algunos aprendices de escriba podamos verlos. Enhorabuena.
Gracias Bogardilla, eres demasiado amable con mi relato, y te agradezco tus buenos deseos hacia mí. Me alegro de que te haya gustado.
A mi me parece la locura de alguien que tuvo una vida y ya no encaja en el mundo actual. La locura parece, en ocasiones, una coartada del cerebro para huir de la absoluta desesperación. Un relato conmovedor y bien escrito. Enhorabuena
Me alegro de que te haya gustado el relato, y te agradezco tu comentario.
Felicidades Odiseo ,un relato bien escrito (incluso muy bien escrito) ,es capaz de reflejar la esencia de una locura ,de una lucidez incluso de un sueño ..La historia al final la componen las emociones arrancadas a cualquier personaje o escenario… Suerte .