Dominado por la magia de las palabras, absorto en la proximidad del encuentro espiritual y confundido por las distintas versiones de la biografía de Shakespeare, viajaba en ferrocarril desde Londres a Stratford upon Avon. Era una peregrinación, pues apreciaba en mi ánimo un cierto misticismo. En mi pensamiento la ciudad debía permanecer en el siglo XVII; por ello la sorpresa me invadió al encontrarme con la estación, con sus andenes a cielo abierto, como esperaba, pero con un derroche arquitectónico de cristal y de acero que la alejaban de cualquier conjetura sobre que Shakespeare, si no en cuerpo, al menos en alma, hubiera pasado por allí. Cerré los ojos y reviví el edificio con tres buhardillas, cristaleras protectoras de su interior y traviesas vistas, que sostenían la vieja pero bien conservada casona donde nació el escritor. El pitido del tren me despertó de mi ensoñación avisándome de su próxima marcha y hube de correr para bajar de él. Desde los andenes de la moderna estación vi partir sus vagones pintados de rojo, blanco y azul en armonía con los colores de la Unión Jack.
Quise empezar mi peregrinación por el final de la vida del escritor y me dirigí a la iglesia de la Santísima Trinidad, en cuya fachada se encuentra su monumento funerario, pese a que sus restos descansan bajo el presbiterio. Esa escultura debe reflejar la imagen más parecida a su persona. De entre todas cuantas actividades realizó, entre ellas la de actor, se eligió dejar constancia de su cualidad de dramaturgo, pues aparece escribiendo y es costumbre que, cada año, al cumplirse un nuevo aniversario de su muerte, se coloque en su mano una pluma de ave para que su espíritu siga creando nuevas historias.
—¿Realmente escribiste tú? —le pregunté al busto de piedra—, ¿o fueron Francis Bacon, Edward de Vere o Cristopher Marlowe?
Tal vez moví los labios al hacer la pregunta, pero mi cordura impidió que de mi boca saliera sonido alguno. Por ello me sorprendió, justo a mi lado, la voz de un hombre preguntándome:
—¿Dialogas con el maestro, o eres un devoto suyo y le estás rezando?
Fue una intromisión impertinente, pero la juventud del hombre que me hablaba y su sonrisa, apaciguaron mi natural talante intransigente e intenté ser lo más amable al contestarle:
—Le estaba preguntando si en verdad escribió las obras que se le atribuyen o, por el contrario, su autoría corresponde a otras personas, como dicen algunos.
—¿Te ha contestado?
Reí con sinceridad su gracia.
—No. No me ha contestado —le respondí en un tono que trataba de seguir el juego del joven.
—Te contestaré yo: no.
—¿No las escribió él?
—No.
—¿Cómo has llegado a esa conclusión?
—Yo lo conocí en vida, actué junto a él en varias comedias.
Preocupante. Debería tener veinte años o quizá menos. Con una barba descuidada que crecía anárquica pero de solo dos o tres días. Vestido con tejanos negros, zapatillas rosa, jersey gris de cuello alto del que sobresalían los faldones de la camisa, de un tono parecido al del calzado y una bufanda de ganchillo gris anudada en varios lazos desahogados. ¿Loco? No parecía. ¿Se quería burlar de mí? No me dio esa impresión.
Ante mi silencio, refrendó con un «en serio» su extraña afirmación. Apoyó ligeramente su mano en mi codo para invitarme a pasar al interior de la iglesia y rezar ante William. «Soy ateo» le contesté, «pero sí quiero ir hasta donde reposan sus restos».
—Él era católico —me dijo, contraponiendo esta información a mi confesión de ateísmo.
—Sí, eso he leído. ¿Tú también lo eras en tu otra vida?
El muchacho rió moviendo su cabeza hacia atrás al tiempo en que cruzábamos el umbral de la puerta. Nos dirigimos al altar mayor. Él se arrodilló en el primer reclinatorio, con las manos juntas y la cabeza inclinada. Entonces advertí que se peinaba con una cola de caballo. Yo permanecí de pie a su lado unos instantes, en señal de respeto, más que para los restos del difunto, para los ojos de los feligreses que pudieran estar observando. Luego me senté. Noté que me invadía una paz impropia de mi forma de ser. No era que apreciara mi alma, ni que ningún pensamiento se hubiera embriagado de un misticismo religioso; tan solo estaba tranquilo, muy cómodo, sin prisas, contento de encontrarme en aquel lugar, con lo que quedara de los huesos de Shakespeare a pocos pasos de mis pies.
Al salir me dijo su nombre:
—Me llamo July. Te invito a un refresco, es pronto para cerveza.
—Yo Guillermo.
—¿En serio? ¿Eres la reencarnación de William? —me preguntó pensando que le tomaba el pelo.
—En serio —le contesté, tratando de imitar su tono cuando él respondió así a su afirmación de que había conocido en persona a Shakespeare.
Conversamos por las calles de Stratford intercambiando nuestros mutuos conocimientos sobre Shakespeare. Lo miré de reojo y aprecie cierta belleza en su rostro vestido con la suave pelusa de su barba. Pensé que sería afeminado, no ya por sus facciones delicadas, que eran masculinas, sino más bien por el detalle de las zapatillas rosas. Me avergoncé de esa discriminación de colores y callé mis impresiones.
Al llegar ante una casa antigua, construida, según los números romanos cincelados en lo alto de la puerta, en mil novecientos diez, nos paramos; el sacó una llave y con ella abrió el portón de madera, que chirrió sobre sus goznes. Nos recibió una escalera angosta que ascendía en un ángulo muy pronunciado y un fuerte olor a verduras hervidas. Subí detrás de July agarrándome a la barandilla de hierro incrustada a lo largo de toda la pared. Por el estrecho hueco de la escalera colgaba una cuerda que, desde los distintos pisos, servía para abrir la puerta a los visitantes, sin necesidad de tener que bajar a recibirlos. Creo que fueron tres las plantas que, más que subir, escalamos, hasta llegar a su departamento, un espacio que me sorprendió por su luminosidad en contraste con la escasa luz de la escalera. Un balcón de piedra se abría a la parte de atrás del edificio y, por encima de algunos tejados, la vista descansaba en un pequeño jardín al que desembocaban algunas calles de la ciudad vieja. Me invitó a sentarme en un sofá, frente al cual un lienzo ofrecía la imagen de July vestido con una túnica blanca y el pelo recogido en una trenza; besaba a un hombre vestido con jubón verde, casaca y sombrero rojos, sentado a horcajadas sobre la baranda de un balcón, en una posición en la que se intuía que, o recién llegaba, o se preparaba para la huida. Los brazos de July rodeaban el cuello de su amado, y éste apoyaba su mano izquierda en una columna, para protegerse de una posible caída y la derecha en la espalda del joven vestido de mujer, atrayéndolo.
—Es una adaptación de un cuadro de Frank Dicksee —me dijo al tenderme una copa con hielo y un líquido rojo. Se sentó a mi lado.
—¿Y el otro? ¿Es Shakespeare?
—No —rió—, Dicksee sabrá. Fue una copia que hizo un amigo mío sobre el cuadro que representa a Romeo y Julieta. La cara de Julieta la reemplazó por la mía.
—¿Por qué no la de Romeo?
—Porque cuando yo representé junto a William esa obra, por cierto, de Bacon, yo hacía el papel de Julieta. En aquellos tiempos, como sabes, todos los personajes eran representados por hombres.
—Sí, pero… ¿Por qué sigues con ese juego? ¿También eres el personaje de Dorian Gray? En ese caso sufres un grave peligro: deberías tapar el cuadro.
Ante mi desconcierto, apoyó su mano izquierda sobre una de mis rodillas y me miró con la ingenuidad más cautivadora que recuerdo. Mis ojos bajaron hacia sus labios y comencé a temer una atracción prohibida.
—Mi relación con William empezó cuando ingresé en su compañía teatral, más o menos a los cinco años de llegar él a Londres. Yo tenía entonces dieciséis y el maestro treinta y tres. No parecía feliz en su vida privada, ya que dedicaba todas las horas a los ensayos. Imaginé que, el estar casado con una mujer ocho años mayor, esa fuera la causa de su desventura. Un día se me quedó mirando mientras yo realizaba las tareas de limpieza que me habían encargado y me dijo: «¡Chico! ¿Tu ilusión al entrar en la compañía es fregar suelos?» Le contesté que no, que quería una oportunidad para aprender y ser actor. Me hizo señas para que me acercara. Lo hice. Apoyó sus manos a ambos lados de mi cabeza y me besó en los labios. Me enamoré de él, de su ternura conmigo. Me dio algunos papeles menores en distintas representaciones hasta que, un día, me propuso representar a Julieta en una obra que le había entregado Bacon y que era una adaptación de un relato de Arthur Brooke, que éste había realizado sobre un cuento italiano.
Los altavoces del tren me despertaron de mi sueño. Estábamos llegando a Stratford. Bajé con el recuerdo en mi memoria de las últimas palabras de July. Me sorprendió la modernidad de la estación de ferrocarril que nos acogía, cuando yo esperaba algo cercano al siglo XIX. Caminé en dirección a la Holy Trinity Church, deteniéndome ante el busto de Shakespeare en la fachada de la iglesia. Musité unas palabras con un ligero temblor en mis labios.
Justo a mi lado, un hombre joven me preguntó:
—¿Dialogas con el maestro o eres un devoto suyo y le estás rezando?
Me volví hacia él, rodeando con mis manos su cintura y lo besé en los labios. Él acarició mi nuca.
Anaconda, no deja de sorprenderme tu cuento, que considero fantástico y demuestra tus conocimientos sobre autores (certezas y dudas eso siempre sucede cuando alguien alcanza tal éxito, trascendiendo siglos), y también de sitios en el mundo, ya sea por lectura o viajes.Mas tejer y entretejer esta historia que termina con final inesperado y de amor, me habla de alguien que merece ser premiado con el 1er.Premio, creo que lo lograrás Felicitaciones. Ya estar entre 10 finalistas es un gran logro, por ello felicidades.
Magnífico relato el tuyo,Anaconda, que me había perdido por mi mala cabeza o por mi despiste proverbial e imperdonable. Magia, ambigüedad, misterio, sugerencias, juego… Todo bien urdido y tramado por manos expertas como las tuyas, que espero estrechar en Murcia.¡Enhorabuena!
Gracias Petrarca. Yo también espero saludarte en Murcia. Y quiero que sepas que eres mi favorito.
Felicidades Anaconda. Un abrazo.
Gracias Furtiva. Un abrazo también para ti.
Esperado y merecido. Enhorabuena
Gracias Benito P.
Te felicito por estar entre los diez finalistas.
Abrazo.
Mi uruguayita favorita:
Una vez finalizado el certamen, ya podrías ser más efusiva. Joo la niña esta… Bueno en privado ya lo has hecho, así que muchísimas gracias y besos.
¿Qué te puedo decir que ya no sepas? Que te deseo toda la suerte del mundo en la final. ¡Vamos!
Gracias Cris. En la final pelearemos codo con codo, pero amigablemente. Un beso.
Aunque traten de convencernos de lo contario, la magia existe.
Mi enhorabuena y mucha suerte.
Enhorabuena, Anaconda. !Un relato ortográficamente perfecto en medio de la tormenta de tildes que ha arrasado la mayoría de relatos presentados a concurso! Bien ambientado, bien estructurado, bien documentado. Enigmático, fantasioso, destellos de magia. Hubiese agradecido que la referencia al sueño fuese menos explícita. Aquí está plenamente justificado, pero no deja de ser un recurso manido. Menos mal que despierta a tiempo de que el relato remonte de nuevo el vuelo. No te deseo suerte porque no la necesitas. Es obvio que no pasaste por aquí y pegaste tu primer escrito.
Precioso relato, me gustó mucho.
Se trasluce algo del lenguaje universal que impregna la literatura y Shakespere tan bien pudo reflejar.
Tienes mi voto
Muchas gracias Don Pablos.
Me encanta la combinación que has hecho de historia, autores literarios y ficción. Sin duda eres una escritora experimentada pues la maestría con la que llevas al lector a donde quieres lo demuestra. Me has hecho pasear por esos lugares tan conocidos, por sus calles, como en busca de un grial. El final, sorprendente y romántico a la vez. Es que a mí me pierden las historias que acaban con un beso. Maravilloso Anaconda. Seguro que tras ese seudónimo tan reptileo, escondes un corazón enamorado. Mi admiración y mi voto.
Gracias Epicúrea:
Me llana de satisfacción el saber que te has perdido por causa de mi relato. El beso del final de la historia lo repito también para ti.
Me ha hecho recordar las sensaciones al visitar la abadía de Westminster. Cíclico y onírico. Creo que se consigue establecer un tono mjuy particular.
Enhorabuena y suerte.
Espero que tus sensaciones en Westminster fueran positivas.
Hola Anaconda,
me ha encantado este relato tuyo.
Admiro profundamente a Shakespeare, fuera quien fuese el / la que se escondía tras esa identidad. Qué ironías, dobles sentidos, juegos de equívocos, como los que tú propones.
El final, magistral.
Enhorabuena,
Pacífica
Pacífica:
Pensaba que había contestado a tu comentario agradeciéndotelo, pero veo que no. Lo hago ahora: muchas gracias.
Yo también admiro a Shakespeare, tal vez por eso me he Atrevido a jugar con él.
¡Felicidades Anaconda!
He sentido la mágica desconexión con el entorno mientras viajaba entre la prosa de su relato. El embrujo, la seducción, la nota de color, la incertidumbre y despertar creyendo que todo puede llegar a ser realidad.
Si a los sueños se les prestara la lectura que merecen más de un ciego encontraría su luz. Mis felicidades a Guillermo también.
Impecable.
Gracias Towanda:
No sabes la alegría que me da despertar todas las sensaciones que relatas.
Hola Anaconda, te felicito por tu magnífico relato, que me ha transportado siglos atrás hasta un universo «shakesperiano», si se puede decir así, lleno de magia y de fantasía. Muy buena historia, magistralmente escrita. A mí también me ha enganchado desde el principio.
Enhorabuena y suerte.
Eres muy amable Ahuntsic. Espero que hayas regresado de esos siglos que has retrocedido. Mi relato no pretende ser una máquina del tiempo, aunque juegue con él.
Sueño, otoño. Deberían de bastar esas palabras para leer tu relato. Gracias por invitarnos a pensar que la magia aún puede existir. Enhorabuena,
Gracias a ti, Distinta.
Un relato pulcramente escrito como correspondería a la época que iluminó las andanzas del afamado escritor. Parece que las mayores referencias se hacen sobre su condición o no de homosexual. Muy trabajado con las frases perfectamente sincronizadas lo que facilita una lectura agradable, dato muy importante para el lector. Y con un final, como suele decirse, muy abierto.
Enhorabuena, Anaconda
Gracias por tus palabras. No he intentado hacer el esbozo de ninguna biografía, si no fantasear sobre una escena de la dramaturgia mundial: El papel de los hombres desempeñando personajes femeninos; la duda sobre la autenticidad de las obras de Shakespeare… el resto «El sueño de una mañana de otoño»
Buenísimo relato lindando la fantasía con la realidad. Muy bien escrito y que he disfrutado en todos sus pormenores trabajados con maestría.
Suerte Anaconda.
Gracias por tus palabras y deseos.
Relato escrito con suma pulcritud y técnicamente sin tacha. Ensoñación, premonición o ambas cosas, esta historia sobre relaciones equívocas (¿o no tan equívocas?) es un excelente y original homenaje a la memoria del Bardo de Avon. El beso que sirve de cierre, como detalle final, sorprende y funciona de maravilla. Enhorabuena, estimada serpiente no venenosa, constrictora y perteneciente a la familia de las boas, sensu Wikipedia.
Gracias por tus felicitaciones. En nuestra sociedad sigue siendo amablemente tabú dar carta de naturalidad a las relaciones entre personas de un mismo sexo.
Que lo sucedido al protagonista acabe siendo un sueño es un recurso narrativo eficaz que se utiliza desde siempre tanto en el cine como en la literatura. En este relato es lo que menos importa, puesto que, para mi gusto, a la mezcla de diario turístico, encuentros fortuitos a pie de monumento y sexualidades equívocas con travestidos que llegan a implicar de rebote al mismísimo Shakespeare (es cierto, rumores sin confirmar sobre si además de amores platónicos vivió alguno de los terrestres, siguen retumbando desde el foso de la Historia), le sobran mimbres para fabricar un buen cesto, como creo que es.
Por tanto, nada de despendoladas fantasías. Un texto cuidado y currado, casi mimado, con cada guión en su sitio y las tildes en lo alto. ¿El desenlace? De manual, tirando a cinematográfico (como no podía ser de otra manera).
Tus palabras, Alex, me llenan de alegría y de zozobra. Es cierto que, una vez escrito, el relato tiene vida propia y, por lo tanto, es lo que el lector interpreta. Atrás queda la idea del autor que eligió un título shakesperiano, cambiándole algunas palabras, para que fuera el hilo conductor de la historia. En mi cabeza no hay sueño, ni premonición: es una escena de la vida repetida. ¿No te ha ocurrido nunca ante alguna vivencia, pensar: «esto ya lo he vivido antes»?
Debo confesar que no me gustan los relatos que entremezclan los sueños, manías que se acarrean sin un motivo justificado, pero el giro final lo salva con ingenio y convierte el sueño en premonición. Me encanta ese final circular, creo que redondea, valga la redundancia, a todo el relato. Muchas felicidades.
El título robado marca el desarrollo de la historia, pero, como adviertes, se trata más de una premonición que enlaza con la magia, que de un sueño. Aunque reconozcamos que, en los relatos cortos, para ponerle punto final al cuento, o matas al protagonista o haces que despierte.
Empiezo a leer y pensando que ese hombre del pasado, July, desvelaría algo importante. Y de repente estaba soñando. Eso si que es coger desprevenido a alguien jaja. Me ha gustado mucho. Lo interpreto como que el propio Guillermo todavía no se conocía a sí mismo, puesto que habla de amor prohibido. Parece que ese largo sueño, casi premonición, es lo que le abre su mente y su corazón a su verdadera condición.
Gracias Cigüeña: Has leíd mi relato, tal y cual yo lo he escrito,
Un relato estupendo con una historia cargada de simbolismos.El sueño como eje central de la vivencia en cualquier dimensión. Muy Divertido también.
Enhorabuena Anaconda, dibujas muy bien a Guillermo, pero July es genial:))
Suerte.
Muchísimas gracias Freya. Celebro que mi comentario sobre árabes y mormones no te haya influido negativamente a la hora de comentar mi relato. Supiste comprender que era una disquisición sobre la moral mundana.
¿Sueño o realidad? ¿Dónde y quién pone los límites? No seré yo.
Estupendo relato. Su magia nos transporta y nos hace vivir.
Enhorabuena.
Muchas gracias Duna.
Graciosa recreación auto-recreativa y circular, bien resuelta. Bravo, Anaconda, es usted un escritor sin complejos. Impecable la escritura, y un puntito de buen humor. Bravo por las zapatillas rosas.
Gracias Greta:
Tu comentario me ilusiona. Presiento que lo de las zapatillas rosas lo consideras una obviedad, no es así: voluntariamente acudo a los simbolismos populares para llegar a lo que todos entendemos. En un relato con un máximo de dos mil palabras, la economía de éstas para aclarar las cosas es importante.
Su relato es para disfrutar de lectura,y estimula y provoca a reflexiones. Enhorabuena Anaconda .
Furtiva: Gracias por manifestar todas esas sensaciones en relación con mi pobre relato.
Buen relato. La ambientación es perfecta y desde el ordenador se puede alargar el brazo para tocar al maestro, se huelen las calles y el tiempo juega a traernos y llevarnos, desdibujado en forma de sueño. Me ha encantado, enhorabuena por la consecución. (A Shakespeare le hubiera gustado lucir unas zapatillas rosas, seguro que te lo ha susurrado él mismo)
Adel.
Seguro que sí Adel: Shakespeare me ha soplado algunas cosas en sueños, pero el muy bribón lo ha hecho con palabras distintas a las suyas.
Muy buen relato Anaconda, elegante, exquisito, misterioso. Por cierto, se nota el trabajo que hay detrás y el amor por la literatura. Suerte.
Ese amor por la literatura es el que compartimos por aquí. Gracias por tus palabras.
Hola Anaconda, me ha gustado la ambientación sensorial que has logrado en este relato, lo que con el bucle final en la historia, hace que al terminar de leerlo me haya invadido esa sensación de regusto que te dejan los buenos textos. Enhorabuena.
Muchísimas gracias Madroca. Recibo con mucho agrado tus halagos, que le vamos a hacer… la vanidad, esa gran enemiga. Pero para cuatro días que vamos a vivir, ¿que mejor que piropearnos unos a otros?
Acabo de leer tu relato Madroca y aún siento en mi piel la emoción de hacerlo. Dejo en tu espacio mi comentario.
La ambigua sexualidad del viajero que sueña es un juego: una mujer se traviste de hombre al igual que July se travestía, en el teatro, de mujer. Y el final continúa el sueño, en este caso el del lector.
Me gustó mucho, lo disfruté de veras.
Enhorabuena.
Gracias por tu comentario Benito. La P que sigue al nombre, me hace pensar que eres la reencarnación de Benito Pérez Galdós. Todos los comentarios que se están haciendo en este certamen son elogiosos y, también, por qué no decirlo, benevolentes. Sea como sea me agrada leer que has disfrutado con la lectura del relato.
¡Qué valor! ¡Jugar con El Maestro, divertirse mucho, y salir tan bien parado! Felicidades, Anaconda. Hay conocimiento y trabajo, más allá del puro divertimento que se ve a simple vista, en su relato. Encantadora y deliciosa creación, recreación, reencarnación, ensoñación…
Y no sé si soy yo o es la literatura, que me hace ver hilos de seda atando los últimos relatos…
Toda creación literaria tiene un cincuenta por ciento de lo que intenta decir quien la escribe y otro cincuenta por ciento de lo que interpreta el lector. Esta segunda parte, en definitiva, es la que importa, y si has visto que los últimos relatos están unidos entre sí por ensoñaciones, debe de ser cierto porque todos soñamos.
Jajaja, Anaconda, por suerte suelo coger el sueño fácilmente, otra cosa es que luego recuerde algo; raramente. Mi comentario va por esa sensación que me deja de que ambos peregrinajes son un sueño y no solo el primero. Le he dado vueltas al leer primero el siglo XVII y luego el XIX. Si no fuera por el título del relato, hubiera pensado que eran viajes a través del tiempo. Tu relato hace darle al coco, fenomenal 🙂
Y a mí tu comentario me recuerda a aquello de «Retorno al futuro y regreso a las estrellas». Todo está entrelazado: la ciudad del XVII que vió a Shakespeare ya no era igual en torno a la estación que vió Guillermo, más que modernista, funcional y acristalada: ni tampoco era la que pudiera corresponder en el XIX al nacimiento del tren.
¡Qué bonito relato! Está lleno de sugerencias, bien ambientado y desarrollado y llevado con un tacto exquisito. Me gusta mucho, volveré a leerlo más de una vez. Gracias por su relato señorita Anaconda.
Odiseo: Había dado respuesta a su comentario, pero no ha salido, o está «en moderación» y aparecerá cuando corresponda. Le decía, amable caballero que agradecía sus palabras y su propósito de leer mi relato más veces. Es todo requiebro su promesa.
Magnifico relato. Cuando lo he empezado ya no he podido dejarlo. Enhorabuena
Gracias Agnódice. El no poder dejar un relato, el quedar enganchado a él, es lo que todos pretendemos en el lector de nuestros sueños.
Yo también lo he disfrutado y también me he mareado leyendo este interesante relato. ¡
¿Dónde empieza el sueño y acaba la realidad? ¿Dónde empieza la realidad y acaba el sueño? Ni lo sé, ni quizás importe, y hasta es posible que ahí esté su magia. Mis felicitaciones y suerte.
Muchísimas gracias Don Pablos. Dicen, quienes de eso entienden, que los sueños no son más que el reflejo en el subconsciente de lo que ha acontecido en la realidad. ¿Cuantos veces nos hemos sorprendido en una situaión en la que pensamos: ¡esto ya ha sucedido antes!?
Precioso y enigmático relato que describe el peregrinar por los lugares que han formado parte de la vida de nuestros ídolos literarios; en este caso, nada más y nada menos que Shakespeare. Vivido con tal intensidad e ilusión que el sueño se convierte en «profecía» cumplida.
Lectura ágil para un relato que necesita y merece más de una. Prosa trabajada y pulida.
Muy buen relato. ¡Enhorabuena y mucha suerte!
(…) «me dijo al tenderme una copa con hielo y un líquido rojo». ¿Es lo que me temo…?
No sé que es lo que te temes. Mi intención no va más allá de un Bitter. Siento desilusionarte, pero si lo que pensabas le da más calidad al relato: ¡era eso, era eso!
Extraño y fascinante relato que invita a implicarte en un bucle. Y uno no sabe si es un sueño no buscado o la inmersión en un ensueño de homosexualidad. Es igual, lo he disfrutado en las dos versiones. Como indica tu seudónimo, eres un buen buceador en el subconsciente, aunque prefiero no imaginarte como la bicha que se tragó a una mujer entera hace unos días… menos mal que no son venenosas las anacondas.
Bienvenido al certamen, llevabas tiempo comentando y no te encontraba. Suerte, me ha gustado mucho tu historia.
¡Aquí, aquí! donde dice responder; que he tenido que cotillear tu respuesta al compañero para no sentirme despreciada.
Y sí, la mujer tragada por la anaconda se sintió feliz de no estar envenenada mientras hacía el recorrido, turístico, por la tripa de la bicha. Pero ese es otro relato…
¡Hola, Anaconda! He disfrutado muchísimo de ese sueño de una mañana de otoño que a mí me invita a seguir soñando 😉
¡Suerte!
Gracias Noniná, Menos mal que esa serpiente solo se tragó a la mujer y no la envenenó
Juno: No sé si respondo en tu espacio o me he liado. Si mi relato te invita a seguir soñando sin necesidad de somniferos, doy por bien empleado mi tiempo al escribirlo.