Nº36- El cielo se ha apagado. Por Arash Dull

         Era un día triste e insípido, uno de esos días en los que el cielo se ha apagado para acabar con las pocas esperanzas de las personas sin nada que perder.

             Romero se sentía mustio y aburrido, como teñido por el tedio mientras observaba a su hermana pequeña. La llamaban la “Rota” porque poco después de nacer se dieron cuenta de que la niña era coja. Ambos eran inseparables y siempre tenían un motivo para sonreír. Pero, como ya he dicho, aquel día la alegría y el placer se habían quedado en casa para disfrutar del ocio calmado y del soso pasar de las horas, olvidándose de aquellos que tanto los necesitaban, tanto como el aire que respiran, incluso más que la comida, el sexo o el calor en las noches frías. Menos mal que su principal necesidad era la alegría, porque todo lo demás, ya lo habían perdido para siempre.

            Pero para comprender lo que sucedió ese día roto en el que la vida de este adolescente y esta niña cambiaría para siempre, debo remontarme a medio año antes, cuando Romero y la pequeña tuvieron que huir de su última casa de acogida.

– ¡Corre, no cojas nada, ahora que Kiko se ha ido, es el momento de escapar! –gritaba Romero mientras revolvía toda su ropa para meterla en una vieja y mohosa maleta que había encontrado debajo de la cama, entre botellas de whisky y preservativos usados.

– Pero, Roro… no puedo dejarme el vestido azul, siempre sonríes cuando me lo pongo –musitó la niña con la voz quebrada, hecha un lío, como una madeja deshecha.

Mierda… no podemos echar a perder esta oportunidad, es el momento para olvidar a este pedófilo borracho y construir una nueva vida. No puedo creer que llevemos un año con él. Cuando ayer le puso la mano encima a Lili quería arrancarle la cabeza. A mí me puede hacer lo que quiera, con tal de que sigamos comiendo y durmiendo con calefacción, pero nunca más permitiré que te vuelvan a hacer daño, a ti no, hermana.

            Siempre pensé que el vivir en la calle, entre cartones y sin nada que comer era lo peor que nos podía pasar, pero prefiero mil veces vivir así que seguir soportando a un hombre que va de señorito y después satisface sus fantasías degeneradas con un chaval de 16 años y una niña de 10. Tendremos que abandonar el colegio, no debemos dejar ninguna prueba con la que pueda volver a dar con nosotros.

            Salieron al amanecer, cuando aún el rocío estaba dormido y a la orilla del río quedaban algunos juerguistas borrachos bailando una jota al ritmo de unas castañuelas. Romero corrió como nunca antes. Con la maleta y la niña cogida en volandas consiguió alejarse lo suficiente como para convertir los recuerdos de su última estancia en un rocambolesco sueño. Llegaron a un descampado en donde por fin Romero pudo acostar a la niña y recuperar el aliento.

-¿Estás dormida? –susurró Romero tras encontrar unos cartones con los que tapar a Lili.

– Shhh… Estaba soñando con un mago. Y podía hacer un truco en el que se sacaba de la chistera una caja de bombones de chocolate. Y en ella ponía: “Magia Potagia”. Y me los comía. Y me convertía en una bruja. Pero era una bruja buena ehhh…, y era super chachi porque lo teñía todo de rosa y me construía una casa pomposa. Y se hacía muy popular porque era de algodón dulce y … – La niña se quedó dormida en medio de la frase. Tenía diez años pero hablaba como si fuera más mayor.

Al recostarme para descansar y dormir un poco, una presencia extraña me hizo ponerme alerta.

– Hola, veo que tenemos un nuevo vecino. Ay no, que sois dos. Esa niña es tan pequeña que ni siquiera la había visto – El joven que me hablaba parecía que no comía suficientes calorías, porque se le notaban todas las venas recorriendo sus brazos-. Si queréis podéis quedaros en nuestra humilde morada durante el tiempo que necesitéis. Hay sitio, ya que a los últimos tres se los llevó la heroína el pasado mes.

– En serio, ¿no es coña? –exclamó Romero, acostumbrado a que nadie le ayudara.

– Por supuesto, tío, hoy por ti y mañana por mí, ¿no? Anda, date brío que en nada vendrá la pasma para hacer su ronda diaria.

            El joven me llevó hasta una roca tras la cual había una trampilla perfectamente oculta que conectaba una especie de zulo de cuatro paredes y un par de linternas con el mundo exterior. Cuando entramos escuchamos música de folclore, algo parecido al flamenco o las sevillanas que parecía emitir un radiocassette a pilas en un volumen bastante alto.

-Soy un maleducado, ni me he presentado. Soy el “Johnny” pero me podéis llamar “J”. Y aquí vivimos “la Vane” y yo.

             Dentro se encontraba una joven morena con el cabello a rastas y un piercing en la nariz cuyos ojos verdes brillaban en la oscuridad como si fuera un gato.

-Ho-ho-hola- tartamudeó el joven impresionado por la belleza de aquella muchacha- Yo me llamo Romero, pero me podéis llamar Roro y ésta es mi hermana pequeña Lili, no saquéis el tema de lo de su pierna o llorará.

-Que linda niña –susurró la chica que ojos verdes- voy a quitar la música, no quiero que se despierte.

-Ya la vas a perdonar. Es que le encanta la Isabel Pantoja, el rebujito y demás andaluzadas –dijo “J” con un gesto de desaprobación-.

-¿Y cómo así vivís aquí abajo? –preguntó Romero.

-No tenemos un sitio mejor al que ir –dijo Vanesa sacando una aguja de su bolsillo-

-Ten cuidado, esa aguja parece muy puntiaguda, -dijo el ingenuo Romero-.

-¿Qué quieres? ¿Qué esté roma? –dijo socarronamente la joven que comenzó un extraño ritual con una cuchara y un mechero mediante el cual consiguió una sustancia amarronada que se inyectó en el tobillo- Este es el verdadero placer de la vida, muchacho ¡Qué gustirrinín, dios mío! –exclamaron sus rosados labios antes de posarse sobre el suelo y quedarse en completo silencio.

            Aquel cubículo daba miedo y estaba sucio, pero no iba a pasar nada por una noche allí ¿no? Además, les habían dado de comer una espesa salsa rosa que engañó a su estómago durante unas horas.

-Este lugar no me gusta –le susurró Lili a Romero mientras los otros dos no escuchaban.

            Pero la pequeña tuvo que aguantar porque Romero se había quedado totalmente prendado de aquella joven, y muy difícil iba a ser que este tonto adolescente encaprichado se olvidara del fuego que en su interior había conseguido originar Vanesa.

            Su amor no hizo más que engordar cuando consiguió mantener interminables y profundas conversaciones con la amante del flamenco. Los dos habían vivido una dura infancia y, aunque Vanesa tenía cinco años más que él, sentía que jamás encontraría tal conexión con ninguna otra persona. Ella era guapa e inteligente, de vez en cuando se metía algo de caballo porque necesitaba olvidar la muerte de su madre, pero por lo demás, era la mujer más perfecta del mundo, o por lo menos, eso pensaba Romero.

-Ro…

-Dime, guapa.

-¿Sabes cual es el problema de nuestra sociedad?

-¿Qué nadie tiene ideas tan curiosas como tú?

-Nah… no intentes camelarme, que ya sabes que hablas con la reina del engatusamiento. El problema es que estamos a finales de los ochenta en un país como España y parece que todo el mundo ha olvidado que hace nada vivimos una cruenta guerra civil y una larga dictadura. Aquí todos nos quedamos parados porque vivimos cómodamente y no nos damos cuenta de que, como no nos comencemos a mover, esto volverá a empeorar y nos caeremos con todo el equipo. Ahora estamos bien, pero podríamos estar mejor, hay que cambiar muchos aspectos de esta sociedad, y si no comenzamos hoy, será demasiado tarde.

            Romero se quedaba embobado con cada palabra que le escuchaba decir a Vanesa. Había estudiado dos años de “Historia y Ciencias Políticas” pero no quiso acabar sus estudios porque se dio cuenta de que no servía de nada la teoría si no se llevaba a la práctica, así que se fue de su casa y se dedicó a patearse España hasta que consiguiera algo con sus actos.

-Siempre disfruto contigo pero, me da cosilla que yo siempre consuma mientras tú te aburres con mis divagaciones.-comentó Vanesa.-

-No te preocupes tonta, ya sabes que con lo que gano mendigando sólo me llega para que comamos Lily y yo.

-Te invito yo, no te preocupes, me gustaría que me acompañaras.

            A Romero le dio un vuelco el corazón. -Supongo que cuantas más cosas comparta con ella, mayor será nuestra conexión ¿no?-. Y pensando que sólo lo haría una sola vez, se inyectó aquella sustancia del amor junto con el potente virus que un mes antes se había llevado a los tres compañeros de “J” y Vanesa. Como un regalo para que los recordaran por siempre, como el lazo del destino que uniría a todas las personas que por ese zulo pasaran.

            Romero se inclinó lentamente y se fundió con Vanesa en un beso que dio paso a su nueva vida. Pasaron cinco meses en los que Lily vio cómo su hermano se autodestruía lentamente, prestándole menos y menos atención cada día, y olvidándose de ella para entregarse por completo a sus dos nuevas amantes.

            Era un día triste e insípido, uno de esos días en los que el cielo se ha apagado para acabar con las pocas esperanzas de las personas sin nada que perder.

            Romero se sentía mustio y aburrido, como teñido por el tedio mientras observaba a su hermana pequeña. Aquel día la alegría y el placer se habían quedado en casa para disfrutar del ocio calmado y del soso pasar de las horas, olvidándose de aquellos que tanto los necesitaban. Romero llevaba dos semanas con un fuerte catarro que había desembocado en una neumonía que no lograba curarse con nada. Estaba tumbado en su esquina, junto a una de las linternas y tapado con una vieja manta gris. Apoyaba su cabeza en la pierna de Lily mientras luchaba por respirar.

-Venga Roro que tú puedes –le animaba la niña. En unos días volverás a estar bien y nos iremos de aquí ¿vale? No me gusta este sitio, no quiero seguir aquí, quiero que nos vayamos en cuanto estés bien.

            Pero Romero ya no oía nada, hacía unos segundos que había exalado su último aliento y había abandonado a la persona por la que, meses antes, hubiera hecho cualquier cosa.

 
 

6 comentarios

  1. ¡Muy triste! Suerte en el certamen.

  2. Suerte.

  3. Una historia desgarradora en la que aflora ese submundo que por desgracia y a pesar de los avances en nuestra sociedad existe paralelamente al glamour y boato de cada ciudad, un relato con el qué nos has adentrado en una realidad social que muchas veces deseamos creer que no exista más allá de los relatos.
    Un saludo

  4. Odiseo González

    ¡Que triste! ¡Que triste! Suerte.

  5. Tremenda la historia, dura .. Un relato que toca la realidad y nos hace reflexionar sobre la mportancia de proteger a los adolescentes ,a nuestros niños y a los ajenos.

    Arash dull has escrito algo desgarrador,y commueve . Te deseo mucha suerte y gracias por tu relato.

  6. Me has dejado con el corazón encogido. A veces la vida parece que se ceba injustamente con algunas personas, en este caso los dos hermanos de tu historia: Romeo y Lily. He sentido la ternura de Ro hacia su hermana. Pero lo más duro de todo es cuando vemos que no podemos escapar a nuestro destino. La huida de lo malo, horrible, nos lleva a algo todavía peor, o al menos igual de horrible. Mucha suerte.

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