La vi por primera vez una noche gélida de finales de enero.
El insomnio y el repiqueteo de las gruesas gotas de lluvia sobre la claraboya del dormitorio me empujaron fuera de la tibieza de las sábanas. Caminé descalza hacia la cocina sin encender la luz. Necesitaba una infusión para ayudar a calmar la ansiedad que me atenazaba. Aquella tarde había discutido, una vez más, con Mario. Ni tan siquiera recordaba el motivo, pero el presentimiento de que nuestra vida en común se iba derrumbando por momentos me sumía en un torbellino de angustia del que me resultaba imposible escapar.
Fue entonces, al asomarme con la taza humeante entre mis manos, cuando pude intuir de forma velada los rasgos de aquella mujer a través del cristal. No me cuestioné qué hacía despierta a aquellas horas, ni por qué estaba a oscuras. Supuse que la tormenta la había despertado también, pero lo cierto es que su figura exigua, sus hombros caídos y su mirada inundada de tristeza y melancolía clavada en mis ojos, me produjeron una extraña sensación de inquietud que no me abandonó durante el resto de la noche.
Pasaron varios días antes de que, tras un nuevo cruce de palabras de desprecio y miradas de rencor con mi marido, decidiera volver a repetir mi escapadanocturna en un vano intento por tranquilizarme. Y allí estaba de nuevo ella, inmóvil como una estatua de mármol, mirándome. Por alguna extraña asociación de ideas, me recordó a la Señorita Corazón Solitario y sus ansias suicidas aplacadas por la música del joven compositor del piso superior. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué no dormía? ¿Habría algo que le atormentara? Las preguntas y los fantasmas de la madrugada se agolpaban de tal forma en mi cabeza que en un momento dado incluso me vi moviendo los labios como si quisiera hablarle. De mi boca no salió sonido alguno.
Lo que comenzó siendo una vía de escape para nuestras permanentes peleas conyugales, se fue convirtiendo de forma paulatina en un ejercicio de voyeurismo que amenazaba con transformarse en obsesión. No dejaba de pensar en ella a todas horas. Hacía cábalas acerca de quién sería, a qué se dedicaba, me preguntaba si vivía sola, si alguien la cuidaba o si tenía alguien a quien amar. Una noche tras otra me conmovían las sombras grisáceas que enmarcaban sus ojos hundidos y me sobrecogía la palidez extrema de su rostro. Pero, por encima de todo, trataba de buscar un porqué a ese aspecto tan indefenso y desvalido.
Fue anoche, sí, creo que fue anoche, cuando Mario se acercó con sigilo hasta donde yo estaba y me abrazó por detrás. Hubo unos instantes de silencio hasta que escuché su voz cálida susurrándome palabras sinceras de perdón; sus manos buscaron mis manos para acunarlas; sentí el suave roce de sus dedos formando trenzas con los míos y besos húmedos de lágrimas mojando mi pelo al tiempo que me invitaba a volver a la cama junto a él. Me habló con una delicadeza y una ternura que no recordaba. Y me dijo, mientras me arropaba y acariciaba mi mejilla con el dorso de su mano, que estaba muy preocupado por todas las horas que pasaba de madrugaba mirándome a oscuras en el espejo.
Ahora estoy confundida.
Fantástico el juego del título, el seudónimo y la referencia a la señorita corazón solitario de la inolvidable película. Un relato breve y redondo. Enhorabuena Grace K
Me ha gustado mucho el cierre del relato. Esa frase que desmitifica el episodio más sentimental de la reconciliación justo antes de ella. Felicidades y un saludo.
Misterio sutil para un relato que te atrapa desde la primera línea.
Suerte, Grace K 🙂
Lo intuía pero no dejó de sorprenderme. Enhorabuena
Magnífico relato de reconciliacio(nes)y guiños.
Ingenioso… y genial!
Enhorabuena y suerte!!!
Simplemente genial!!! Mucha suerte!!!
Pese a suponer desde el comienzo que era ella mirándose al espejo, de cualquier forma me ha tenido expectante hasta el final.
Mi enhorabuena.
Genial.Conseguiste mantener mi atencion con la incógnita de quien era esa «otra persona» y que revelas justo al final.
Una triste historia con un bonito final de reconciliación .Gracias y suerte
Enhorabuena, es un magnífico relato. Me ha encantado, muchas gracias por hacerlo.