Antes, Manuel nunca sonreía. Ahora mostraba una gran sonrisa dibujada en la cara.
─ Estoy contento –se dijo, mirando su reflejo en el cristal de la puerta.
Manuel siempre pensaba que su pecado más grande era no ser feliz. “Estoy maldito”, decía a menudo. Atormentaba a la gente con bruscos estallidos de ira desatados por cosas sin importancia. De pronto parecía que un gesto o una palabra o una mirada tocaban una cuerda en su interior y sin dar razones, una corriente de insultos y gritos hacían que nadie quisiera estar cerca de él.
“Ahora les voy a gustar”, pensaba. “Porque antes no soportaban mi cara, ahora todo va a ser distinto”, repetía deambulando por los pasillos en bata, mirando a las personas y sonriéndoles con los ojos, más que con la boca. Pero lo que recibía no eran exactamente caras amables, la gente lo miraba con miedo y casi se apartaban de su lado.
“Cuando salga de aquí voy a ir a ver a Lili y le diré lo que siento por ella. Ahora sí es el momento, ahora que todos mis males se han ido”, se convencía en voz baja.
─ ¿Qué dices, Manuel? –le preguntó la enfermera.
─ Nada, sólo que me siento muy bien.
─ ¿Ah sí? Pues eso es bueno, así te recuperarás más pronto.
─ Ya estoy recuperado, ¿no me ves? –Manuel le tocó la mano para que lo mirase.
─ Lo que veo es que tienes una mancha de sangre. A ver, espera, que te limpie. Ya está, no te muevas tanto, quédate aquí en la cama y descansa, luego vendrá un psiquiatra a verte.
─ ¿Para qué quiero yo un psiquiatra, si estoy mejor que nunca? ¡Psiquiatras, psicólogos, mata sanos!, ¿quién los necesita? Esos sí que están todos locos –protestó mientras se acostaba con cuidado.
Manuel era dueño de una fábrica de calzado de mujer y en los negocios tenía éxito, todo el que no disfrutaba en las relaciones personales. Desde pequeño vivió obsesionado con la forma de su cara “tan ovalada”. Decía que los rasgos de su rostro parecían alargarse y caer hacia el suelo y sus labios formaban un semicírculo hacia la barbilla, lo que hacía que su expresión fuera siempre triste y amargada. En la escuela le gritaban “cara de pena”. En la universidad “el mustio”. Ahora, sus empleados le decían “cortocircuito”.
─ ¿Manuel Gómez? –escuchó entre sueños la voz de un hombre.
─ Sí, soy yo – contestó al despertarse.
─ Soy Rubén Martínez y seré tu psiquiatra durante un tiempo.
─ No necesito a ningún psiquiatra. Tenía un problema, pero ya está solucionado–dijo dándole la espalda.
─ ¿Te parece que se ha solucionado? –indagó el médico.
─ ¿No lo ve? Está claro, ¿no? –le contestó bruscamente.
─ Háblame de lo que pasó. Recientemente ha fallecido tu madre, ¿no es así? ¿Qué has sentido este último tiempo desde su muerte? Cuéntame.
─ ¿Qué pasó? Nada pasó, solo he arreglado algo que no estaba bien y no tiene nada que ver con la muerte de mi madre, ¿qué dice? –le respondió sentándose en la cama y mirándolo con desdén. ─Y no me interesa este asunto, así que puede irse, yo estoy mejor que nunca.
─ No puedo irme, debo cumplir un horario y hablar con los pacientes y tengo exactamente cuarenta minutos más para estar contigo.
─ ¿Sabe lo que le digo? Esto es lo mejor que me ha pasado desde que tengo uso de razón, ¿entiende? ¿O se le escribo? Estaba de buen humor y ahora usted me está sacando de quicio y eso es lo que no quiero que pase nunca más porque yo ya he arreglado mi problema y usted sobra aquí, ¿está claro?–dijo Manuel nervioso.
─ ¿Cómo te has sentido estos últimos días? –preguntó Rubén como si no lo hubiese escuchado.
Manuel no quería hablar porque los malos sentimientos volverían a revolverse y a martillar dentro de su cabeza. Ahora no. Se habían ido el malestar y la vergüenza. Ahora que había ahogado las sonrisas de los demás con el resplandor de la suya, no estaba dispuesto a hablar del asunto y menos con ese extraño que no le suscitaba ninguna confianza ni respeto. Se acostó en la cama, le dio la espalda y cerró los ojos.
─ Voy a quedarme aquí hasta que se cumpla el tiempo, así que cuando quieras, me cuentas – le dijo Rubén mientras tomaba notas en su cuaderno.
Manuel lo había estado pensando desde hacía unos años. Lo pensaba cada vez más a menudo y con más fuerza. No se animaba. “Necesito coraje”, se decía.
El viernes pasado llegó de madrugada a su casa. No había sido una buena noche. Se miró en el cristal del horno y se dijo decidido: “lo haré, mañana lo haré”. Y se durmió incubando ese pensamiento. Antes sentía como el miedo no lo dejaba ni imaginar la escena. Pero esa noche todo estaba muy claro y lo más alentador era visualizar el resultado, no el hecho. La sonrisa perfecta.
El sábado se despertó a las ocho y veinte, fue hasta el baño, se miró largamente en el espejo y con una navaja de bolsillo se cortó desde la comisura de los labios hasta el centro de las mejillas, justamente, el tamaño de la sonrisa que quería.
Me gustó mucho su relato.
Me enganchó el drama de lo que llamamos «locura», que no deja de ser una dramatización de la tragedia humana.
Yo entiendo que quien se vuelve «loco» es porque es empujado por el resto a cumplir cierto rol o hablar de ciertas cosas que a los demás incomodan; que saben en el fondo pero hacen como que nada saben. Por eso la paradoja con el psiquiatra; Manuel se ve bien porque ya esta en el lugar al cual lo empujaron. Y en ese momento la sociedad es tan cínica de enviar al psiquiatra para «curarle».
Es un tema muy complejo que daría mucho que hablar.
¡Le felicito y gracias por compartirlo!
Aunque se deja ver desde el comienzo cual será el final, nos realizas una pregunta: ¿Cuánto somos capaces de dañar con nuestras burlas a otros seres humanos?
¡Suerte!
Muchas Gracias Duna por leer mi relato!!
Por lo que dices, eres muy sagaz, enhorabuena, es una buena cualidad.
Las burlas, sí, en general, son dichas cuando eres
muy vulnerable y si te las crees, no dejan de repetirse
en tu cabeza. Un saludo
Me ha gustado mucho la focalización del tema. La línea de la locura está más cerca de lo que pensamos.
Buen tratamiento de las obsesiones, del mundo de Manuel y mejor desenlace.
Enhorabuena y suerte.
Muchas Gracias, Hypatia!!
Sí, Manuel permanece después de leer el relato, su horrible cara de Joker hace un guiño al loco que todos llevamos dentro.
La necesidad de aceptación, ese sentimiento tan humano, mueve a Manuel. Muerta su madre, necesita hacer algo para huir de la soledad absoluta que le asedia. Y si hay que sonreír ¿por qué no una sonrisa permanente? Sonreír siempre, en todos los espejos. Eso es. Entonces, coge la navaja y…
Es una buena historia.
Enhorabuena.
Benito P., Hola!
Has sido muy amable en leer mi relato y tmb al comentarlo,
muchas gracias.
He visto por ahí, que quizás, escribes lo que piensas. Si te
gusta, lo dices y si no, tmb. Punto para ti.
¿No has escrito?
¡Hola, Mafalda! Pobre Manuel… ¡Y qué repelús me ha dado imaginarlo haciéndose su sonrisa perfecta!
Tu relato me ha gustado mucho, y Manuel se queda en la mente un buen rato después de leer el punto y final.
¡Suerte!
Hola, Juno
Eso es porque todos tenemos un poquito de Manuel.
Muchas gracias por leer mi relato y comentarlo.
Suerte para ti tmb.
Mafalda, lo primero decirte que ya te has ganado mis simpatías con tu pseudónimo. Y lo segundo decirte que me parece muy valiente y original narrar desde el punto de vista de la locura.
Gracias Aisara por leer mi relato y por comentarlo.
Todos tenemos a una Mafalda dentro. En algunos está escondida, en otros, prohibida y otros, la dejamos expresarse de vez en cuando. A mi Mafalda, a veces, la dejo escribir relatos.
Un tema inmortal el del enfrentamiento entre el ser y parecer. Cuestión íntima donde las haya, a menudo mal llevada, y que en la actualidad ha abonado un floreciente sector de la cirugía. Al mismo tiempo ha generado un sinnúmero de historias de ficción, con o sin abordaje de la eterna juventud. Oscar Wilde y Goethe, por ejemplo, ya se metieron en harina con la idea hace la tira de años.
Construir una de tales historias a base casi exclusivamente de diálogos entraña riesgos, sobre todo el de conseguir la naturalidad en los comentarios de los personajes. Y es así porque en la vida real se habla muy distinto a como escribimos.
Solo por el coraje de abordar un relato con ese diseño ya merece el aplauso.
Muchas Gracias Alex por tu comentario!!
La historia de Manuel nos habla de la búsqueda de la aprobación de su imagen y en realidad, de todo él, por parte del exterior. No de ser siempre joven, ese es otro tema.
Me encantan los riesgos y experimentar con los relatos. Este no es un experimento porque todavía no soy tan audaz como para presentar uno en un concurso.
En el relato están hablando personajes y los personajes hablan como en la vida real, por lo menos, como en mi vida real ;)) No te olvides que el español de España, es muy diferente al de los demás países de habla hispana. Tú no sabes desde dónde escribo y yo no sé desde dónde lees pero creo que tienes que saber que se utilizan diferentes palabras y formas verbales y maneras de hablar en los distintos países dónde se habla español. Tal vez por eso te haya parecido que tengo mucho coraje. Pues, sí que lo tengo, pero este relato no es el caso. Un saludo
No he podido por más que volver a éste inquietante relato, lo he leído y releído y cada vez me gusta más, y me inquieta más.
Entra en el mundo de la imagen que queremos proyectar hacia los demás, que es uno de los mayores problemas de hombre en sociedad. ¿Quienes somos? ¿Los que creemos ser? ¿Los que los demás creen que somos? No sabemos quienes somos en realidad.
Este problema está muy bien desarrollado, con unos diálogos y unos personajes magníficos. Enhorabuena Mafalda, y volveré sobre el relato.
Estimado Odiseo:
Es exactamente de eso de lo que se trata el relato. Dejando de lado si Manuel está loco o no, es eso mismo, la búsqueda de la aprobación en los demás y qué precio se debe pagar para conseguirla. Este es un caso un poco extremo (aunque no del todo, teniendo en cuenta las cirugías estéticas), pero es sabido lo que aguantan algunas personas y lo hipócritas que eligen ser para ganar la aprobación y el aprecio de otras. Yo no creo que Manuel esté más loco que otros que parecen muy normales, lo que pasa, es que a él se le nota.
Un beso Odiseo Gonzalez y muchas gracias por los piropos ;))
Muy bien expuesta la personalidad del paciente, y también la del siquiatra, que aparentemente no le hace ni caso el pasa su tiempo hasta que le toque a otro. Supongo que será una técnica siquiátrica. Muy bien contado. Me gusta.
Frescura en el relato, limpieza en la narración, si elementos que distorsionen el eje del mismo, y final explosivo, enhorabuena.
Un saludo
Me encanta el estilo fresco y natural que usas para narrar esta historia. Como comenta Furtiva, me parece muy acertado el contraste entre la sencillez y claridad con la que Manuel ve su situación, y la manera en la que se expresa, y lo atormentado que ha tenido que estar para lesionarse así. Me gusta como vamos descubriendo detalles de su pasado y me parece factible que la muerte de la madre de este hombre, triste y sin amigos, desencadena su locura. El final es coherente y inevitable -todas las pistas están en el relato- pero a la vez sorprendente. Enhorabuena
Muchas Gracias, Major Tom!!!
Y también a todos los que han comentado mi relato.
No sé si a todos los que nos gusta escribir les pasa lo mismo que a mí, que los personajes de nuestros relatos, aunque odiosos o melancólicos o asesinos o suicidas, son, sin ninguna duda, una extensión de nosotros mismos, de nuestros sentimientos, experiencias, ideas, conflictos. Manuel es lo que es (porque está vivo, aquí, ahora, en esta página web, en mi ordenador, en mí y en la cabeza de todos los que han leído su pequeña historia), un personaje atormentado al que amo profundamente y que representa un aspecto de todos nosotros.
Muchas gracias, de nuevo.
Un texto limpio, sencillo, sin pretensiones, que, a partir de la visita del psiquiatra, no deja dudas. Suerte.
Mafalda ,bien narrado, le ha dado a la historia el punto de sencillez que requería el tinglado confuso en la mente del personaje. Me gusta el relato. Mucha suerte!!
Muchas gracias por los comentarios.
Sí, esta escrita en flashback.
La muerte de la madre es considerada por Ruben como un posible desencadenante.
¿Cuanto dura la alegria de Manuel?
El esta convencido de q ha arreglado su vida. ¿Hasta q se de cuenta de q no? ¿pero si esta loco, se dara cuenta en algun momento? Cada vez q se mire al espejo vera su sonrisa y cada vez q busque la aprobacion de alguien vera el desagrado. No lo se. Habria q preguntarselo a Manuel.
Si no lo he entendido mal, la historia está contada en flashback. Está ingresado por lo que se ha hecho: rajarse para conseguir la sonrisa amplia y deseada. Y el final es lo que ha motivado el ingreso.
La distorsión de la realidad y de nosotros mismos que da la locura y hasta donde nos lleva. Sin embargo, creo leer algo más en tu relato: ahora es feliz. Para qué el médico si por primera vez era feliz, pero…,¿hasta cuándo? Esa es la pregunta, ese es el dilema. Me ha gustado. Enhorabuena y suerte.
A mí lo que no me queda claro es que pinta en el relato la muerte de la madre del protagonista, ¿es para despistar? Y sí, me ha sorprendido. Yo pensaba que se acababa de hacer una cirugía plástica, Bien escrito. Felicidades y suerte.
Mafalda, el final tan sorprendente le da a todo lo que sucede un sentido único. Me gusta mucho tu estilo, sencillo y natural. De los relatos que más me gustan.
Es lo que tiene perder la perspectiva de la realidad; la locura. Interesante relato. Enhorabuena
Ciertamente, Manuel necesitaba apurar unas cuantas sesiones de psiquiatra antes de recibir el alta hospitalaria. No esperaba nada bueno de su reacción, pero desde luego que no me esperaba esto. Jesús, que grima.
Hola, PS. Gracias por tu comentario ¿pero,sabes qué?
Por lo que dices, me queda la duda de que si entendiste o no el relato. Un saludo