Ángel estaba recogiendo escombros cuando el comisario del ejército republicano lo reclutó. ―A ver, ¿cuántos años tienes? ―preguntó el hombre. ―Diecisiete señor ―contestó el joven de ojos aguamarina.
Ignacio Ayala se agitaba inquieto en su asiento. Hubiera pagado por no asistir pero era inevitable: se organizaba en su honor. Una música estridente aumentaba la sensación de caos que provocan quinientas personas buscando acomodo en sus butacas. Sí, definitivamente, hubiera pagado por no asistir.
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Pobre Juan. No sabía cuándo había decidido olvidar todo aquello que le resultaba desagradable. Solo tenía…
Aquel día hacía mucho viento. Un viento cálido y persistente. Ella no pudo resistir más, estaba desesperada, acuciada por la vida que había llevado. Cogió el coche y huyó de la ciudad. La circulación era espesa en las inmediaciones, los carriles estaban congestionados, pero poco…
“Tengo en mí todos los sueños del mundo” (Pessoa) Después de dos días de lluvia, Valladolid ha amanecido bajo un sol espléndido. Me dirijo al Gabino con mi hija Clara. Su padre, Miguel, nos espera en el restaurante. En realidad, él…
La tía Matilde, la más moderna de las tías de su tiempo, nos cedió el sótano de la finca para nuestro exclusivo uso y disfrute. Con cara pícara disfrutaba de antemano de la oposición anunciada de nuestros carpetovetónicos padres. La sonrisa inocente de Matilde, nuestro empuje…
Todo empezó cuando me desperté aquel día. Miré por la ventana y vi una primavera reconvertida en invierno. Imaginé gotas de lluvia, pero comprobé que no eran de agua sino de piedras. Por fin fui consciente que algo me ocurría. Dentro de mí todo estaba al…
Desconocía cómo se llegaba por carretera desde la otra punta del mapa a la Ciudad E. Durante gran parte del camino le había guiado un novedoso sistema de navegación que en aquel momento llevaba apagado. Aún no se veía nada en el horizonte, pero la radio…
El autobús continuaba su camino. Ya estaban a punto de llegar a la plaza de Felipe segundo. Ernesto deseaba que aquella chica de mirada dulce que antes le había sonreído no se bajase antes que él, pero esa duda, imposible de prever, le ponía cada vez más nervioso.
Padre venía avisándolo desde años antes: cagáis tanto que cualquier día la fosa se quedará pequeña y brotará la mierda por encima. Esperaba a que mi hermano saliera del wáter, mirando por la ventana, sin pensar en la fosa séptica ni en la predicción…